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Dramático relato de un hombre que fue perdiendo la visión: cómo logró salir adelante

Dramático relato de un hombre que fue perdiendo la visión: cómo logró salir adelante


“Siempre me dejaron volar todo lo que quise y de la manera más independiente posible”, dice Eduardo Podestá. Foto: Luciano Thieberger

 

 

“Estoy convencido de que cada uno de nosotros viene para vivir una experiencia única en esta vida y parte de esa experiencia se dirime en esa lucha interna que cada uno tiene”, reflexiona.

Por Clarín

Eduardo Podestá es hijo, padre, escritor, y como en sus novelas toda historia comienza desde el principio, por eso inicia por su infancia que la describe como “normal”, pero se detiene a destacar que “a los 6 años hubo algo que le marcó la vida”.

“Cuando empecé la escuela primaria me di cuenta de que no veía bien el pizarrón”, recuerda Podestá. El destino también supo jugar sus cartas, Eduardo era hijo de un óptico técnico. Jorge supo escuchar las quejas de su hijo y no dudó en llevarlo a un oculista de confianza. El diagnóstico no fue el esperado, retinitis pigmentaria, una enfermedad degenerativa de los ojos que lleva a la progresiva pérdida de la visión.

Los límites de la enfermedad comenzaron a aparecer con más intensidad, sin embargo, Eduardo agradece a sus padres: “A mí nunca me cortaron las alas, siempre me dejaron volar todo lo que quise y de la manera más independiente posible”.

Podestá recuerda el cambio constante del aumento de sus lentes, pero de chico nunca se enteró de lo que iba a pasar. “Mi padre y mi madre decidieron que por ahí no era lo mejor darme la información, quizás ellos mismos no sabían cómo afrontarlo”, considera.

Lo cierto es que la enfermedad avanzó y la realidad se impuso; cada día veía menos. “Esta enfermedad tiene la particularidad de tener ceguera nocturna, por lo tanto, de noche siempre vi muy mal hasta que llegó un punto de mi vida, alrededor de los 28 años, donde ya no veía más, me había quedado definitivamente ciego”, rememora.

La adolescencia

La adolescencia suele ser uno de los momentos más importantes en la vida de cada persona. Junto con esa etapa llegan las fiestas, los boliches y las juntadas con amigos, pero para Eduardo ése fue el instante en el que sintió más fuerte el peso de la enfermedad. Sus ojos comenzaron a vivir de manera más acelerada su propia cuenta regresiva.

“Fue ahí cuando me encerré en mi casa por las noches, porque ya no había posibilidad de deambular de manera natural. Esto me marginó mucho de lo que en la adolescencia se vive. Tuve que armar un mundo muy interno”, describe.

Eduardo considera que la “enfermedad avanza de forma tan lenta que casi no notás que te quedás ciego”. Y agrega: “Empezás a recordar que hace dos años hacías algo que hoy ya no podés o te das cuenta de que ya de noche no te podés mover como lo hacías antes, que ya no ves los colectivos, te llevás las cosas por delante con más frecuencia”, reconoce.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.lapatilla.com

Publicado el: 2023-08-08 10:39:31
En la sección: Curiosidades Archives – LaPatilla.com

Publicado en Humor y Curiosidades