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el claustro y la Escalera Maximiliana

el claustro y la Escalera Maximiliana

A lo largo del siglo XVI la basílica románica experimentó el inicio de varios cambios que supusieron un giro radical en su imagen y su relación con el entorno urbano. Progresivamente irá ocultando su extraordinaria estructura románica con una epidermis que apunta a los nuevos códigos de influencia italiana. Sucederá esto gracias a la actividad constructiva promovida por varios arzobispos que, imbuidos por el espíritu humanista típico de la época, desean renovar el gran santuario de la peregrinación jacobea

Vista general de la fachada oeste de la Catedral de Santiago de Compostela. Foto: iStock.iStock

Aunque son varias las labores acometidas en este periodo sobresalen dos actuaciones por la enjundia y monumentalidad que desprenden y que se percibe desde el exterior del recinto: el claustro y la Escalera Maximiliana. Ambas son dos estructuras arquitectónicas iniciadas a lo largo el siglo XVI pero que se concluirán a lo largo del XVII.

Tiempo de cambios

Al mismo tiempo que en la ciudad levítica se estaban ejecutando las obras en el Hospital Real o el Colegio de Santiago Alfeo, se estudió la posibilidad de sustituir el antiguo claustro mateano, cuyos restos sirvieron para cimentar el nuevo. El proceso de reforma llevaría pareja la expropiación de varias casas situadas en sus inmediaciones, con el fin de crear un gran espacio claustral. En la proyección de estos trabajos participaron maestros de obras procedentes de otros talleres artísticos castellanos, esencialmente del núcleo salmantino, que importaron propuestas arquitectónicas novedosas. Detrás de toda esta labor constructiva se encuentran los arzobispos Fonseca II y Fonseca III, oriundos de aquellas tierras, que fueron los auténticos promotores, al menos en inicio, de la obra.

Para hacer una aproximación al estado del terreno, el plano realizado con motivo de la re-fortificación de la ciudad (A.G.S. 1596), por solicitud del arzobispo Juan de Sanclemente, presenta a la catedral limitando con una de las puertas de la ciudad, la oeste o de las Huertas. Se trata de un diseño poco elaborado en el que, desconociendo si se debe a una falta de detalle o si este era su estado real por entonces, no deja de llamar la atención que el claustro capitular apenas se resalte, en tanto que la escalera de la fachada oeste no aparece dibujada. Al tratarse de un plano es imposible apreciar que la ubicación del templo es un promontorio, un Sacromonte que remarca un locus dedicado al culto y veneración del santo. Unas cuantas décadas después, varios viajeros que visitan la ciudad la ilustran en sus guías y diarios. Las vistas recogidas en el plano realizado con motivo del viaje del Conde de Sandwich (1666) o las de Pier Maria Baldi (1669) definen claramente su presencia en la urbe.

La Escalera Maximiliana (Ginés Martínez de Aranda, 1606)

La catedral de Santiago está rodeada por varias escaleras monumentales. Cabe destacar la promovida por el arzobispo Maximiliano de Austria, que recurre al arquitecto andaluz para rematar una escalinata previamente iniciada. Esta comunica la Plaza del Obradoiro con el interior del templo y con el espacio inferior de la falsa-cripta, resolviendo el desnivel existente. Sustituye a las escaleras internas, ubicadas en la propia base de las torres. También dota de simbolismo y magnifica el acceso al templo, desde la cuarta de sus fachadas, la de Poniente. Elige un doble esquema romboidal clásico que recuerda a la Escalera Dorada de la catedral de Burgos. La audacia de Fernando Casas y Novoa, casi 150 años después, fue saber integrar esta obra con su propuesta de nueva fachada, pues todavía hay quien piensa que ambas obras se deben al mismo autor.

Escalinata de acceso a la catedral de Santiago de Compostela, obra de Ginés Martínez de Aranda. Foto: Album.

El claustro (Juan de Álava, Rodrigo Gil de Hontañón et al., 1520-1590)

El lugar elegido para la construcción del claustro, en el costado suroccidental del templo, fue una colina en pendiente decreciente de este a oeste. Ello supuso el principal obstáculo, ocasionando demoras y paralizaciones en el proceso constructivo que condicionarían la finalización del claustro. El principal reto que se planteaba era diseñar una solución para contener las presiones ejercidas por el resto de las pandas laterales del propio claustro, así como las de la torre románica inmediata (actualmente la Torre de las Campanas), evitando futuros desplomes. 

Las obras se iniciaron de manera efectiva en las primeras décadas del siglo XVI por iniciativa de Alonso de Fonseca III, pero la solución de remate de la galería oeste tuvo lugar durante la prelatura de Maximiliano de Austria, a quien se debe también el proyecto de cierre de la escalera monumental, realizado pocos años antes.

Vista general del interior del claustro de la catedral de Santiago de Compostela. Foto: ASC.

La necesidad de dar cabida a un mayor número de miembros del cabildo —vivos y muertos, ya que también se concibió como espacio funerario— y a nuevas dependencias fue motivo suficiente para que, en los comienzos del siglo XVI, Fonseca II propusiera la construcción de este claustro. Pero tal hecho no se hará efectivo hasta la prelatura de Alonso de Fonseca III que, fiel a su espíritu renovador e ilustrado, contrata como arquitecto principal a Juan de Álava. Este proyecta un cuadrado de grandes dimensiones que desde el punto de vista estructural emplea esquemas propios del gótico, si bien comienza a integrar ciertas notas decorativas que apuntan a una fase inicial del nuevo estilo


Siguiendo las huellas de las obras góticas en la catedral de Santiago

José Alberto Moráis Morán

Las obras comienzan hacia 1520 y Álava se mantendrá en ellas hasta su muerte en 1537, a partir de la cual es relevado por Rodrigo Gil de Hontañón, que continuará con los cierres sur y oeste. A pesar de las diferencias de estilo apreciables entre ambos arquitectos, es justo decir que Gil de Hontañón mantiene, al menos en el interior, el proyecto diseñado por su antecesor.

Los trabajos se iniciaron por la crujía norte, conectando con el muro de cierre del templo por medio de una serie de capillas; y por el lado este, con otras tantas estancias. A la muerte de Álava, estaba cimentado en todos sus costados. El simétrico claustro, con un único nivel, se articula con la sucesión de cinco tramos de bóveda de crucería estrellada repetidos en todos los lados, añadiendo cuatro en los ángulos que actúan como bisagras. 

Bóvedas de crucería en el interior del claustro. Foto: ASC.

Desde el punto de vista constructivo se resalta la monumentalidad que genera la luz de sus arcos de medio punto. También la rotunda presencia de los pilares a los que se adhieren columnas compuestas en su fuste por un haz de baquetones. Estas sintonizan con las propias nervaduras de unas bóvedas profusamente ornamentadas, en las que se ensalza la imagen del santuario y su mecenas a través de los símbolos jacobeos y de los escudos que decoran las claves. Como refuerzo para la descarga del peso se dispusieron varios contrafuertes, animados en su parte superior con pináculos que, aún afines a la tradición gótica, se alían con el friso que se extiende sobre la parte alta del muro interior. Esta banda ornamental acusa la influencia de un estilo más aproximado al hacer de Gil de Hontañón, como así lo hace la crestería que cierra el claustro en su parte interna y que recuerda a la dispuesta en la fachada este, la del Cuarto del Tesoro (1543), su obra más emblemática en la ciudad.

Fachada del Tesoro en la Praza das Praterías. Foto: ASC.

Una segunda fase la constituyó el cierre de las dos últimas galerías. En ese momento entraron en juego, junto con Gil de Hontañón, otros arquitectos como Juan de Herrera (Santander), entre 1566 y 1575, Gaspar de Arce (1578-1590) o Jácome Fernández, quien se encargó de rematar el lado oeste (1614). Como en estas dos últimas partes resultaba complicado resolver la diferencia de nivel acusada desde el flanco este al oeste, se demoró su ejecución

En consecuencia, mientras la fachada este del claustro, que limita con la Praza das Praterías, se distribuye en tres niveles en los que destaca la Torre del Tesoro en la esquina, en la fachada oeste (Plaza del Hospital), siguiendo una disposición formal de similares características, se diseñó un frontis de cuatro niveles en los que sobresale en ángulo la Torre de la Vela. Tras esta pared se oculta una sucesión de espacios abovedados que, actuando como una cimentación, sirven de descarga a la estructura superior claustral. A través de este sistema se conseguía resolver el problema de las presiones y además se pudo equilibrar el nivel del claustro respecto al del templo

El claustro nuevo nace también con la intención de dar cabida a dependencias como la antesacristía, sacristía, sala capitular, el tesoro, biblioteca, archivo y otras capillas. El estilo de transición de Juan de Álava combina sistemas arquitectónicos propios del gótico en capillas como la de las Reliquias o la de San Fernando con el diseño de portadas-retablo, como la del acceso al propio claustro, que acusan influencias de un clasicismo plateresco

En la fachada del Tesoro, Gil de Hontañón afianzará los criterios renacentistas, emulando otras obras realizadas por él en la arquitectura civil. La división claramente marcada en tres cuerpos, la simetría y uso del frontón triangular cerrado en los vanos, el recuerdo serliano o azteca (según para quién) en la torre escalonada o la integración de elementos decorativos como los tondos con iconografías referidas a antiguos héroes bíblicos y personajes históricos, evidencian la impronta del artista salmantino. 

Transcurridas unas cuantas décadas, y dentro de un lenguaje plenamente clásico, se presentaría la galería superior de la fachada oeste. En ella, Jácome Fernández apuesta por un esquema que recuerda a los claustros renacentistas castellanos, al aplicar en la parte superior una estructura adintelada con columnas en las que intercala unas piezas rectangulares intermedias, las zapatas. Aunque con el paso del tiempo algunos elementos y nuevas remodelaciones modificarán parcialmente su imagen urbana, se puede decir que la configuración global del claustro es producto del siglo XVI y de la inventiva de una serie de artistas que, en su mayoría, procedían de talleres foráneos.

Empleo de zapatas en el balcón de la fachada Oeste (Jácome Fernández). Foto: ASC.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-02-15 05:02:40
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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