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‘Los Tercios modificaron la historia militar en sí misma’, entrevista a Manuel P. Villatoro, coordinador de ‘Los Tercios de Flandes’

'Los Tercios modificaron la historia militar en sí misma', entrevista a Manuel P. Villatoro, coordinador de 'Los Tercios de Flandes'

Los Tercios de Flandes son uno de los episodios más destacados de la historia militar española. Estas unidades de infantería fueron creadas en el siglo XVI para servir a los intereses de la Monarquía Hispánica en los Países Bajos, una región en la que España se encontraba en constante conflicto contra las Provincias Unidas. Los Tercios de Flandes demostraron ser una fuerza temible en el campo de batalla, gracias a su disciplina, su entrenamiento y su capacidad para adaptarse a las circunstancias.

Recientemente, se ha publicado un nuevo libro titulado Los Tercios de Flandes, coordinado por Manuel P. Villatoro y editado por Pinolia. Este libro profundiza en la historia de estas unidades y en su importancia en los conflictos del siglo XVI y XVII. Además, incluye numerosas ilustraciones y mapas que ayudan a contextualizar los acontecimientos narrados.

Para conocer más acerca de este libro y de la historia de los Tercios de Flandes, hemos tenido la oportunidad de hablar con Manuel P. Villatoro en una entrevista exclusiva. En ella, nos ha hablado de las claves para entender el éxito de los Tercios de Flandes y de su legado en la historia militar.

Pregunta. ¿Cuál fue el principal objetivo de los Tercios de Flandes?

Respuesta. En esencia, la defensa de los intereses de la Monarquía Hispánica allí donde esta contase con un territorio. Aunque hay que matizar esta respuesta. Como afirma en esta obra Juan Víctor Carboneras, uno de los muchos colaboradores que han participado, nacieron por un motivo clave: la necesidad de crear unidades militares permanentes que hicieran frente a los mil y un conflictos que existían. Desde las guerras contra Francia, hasta las del ‘Mare Nostrum’ frente a otomanos o piratas. Su gran victoria es que, en apenas ochenta años, ayudaron a forjar un imperio donde no se ponía el sol y se convirtieron en la mejor infantería de su época.

P. ¿Qué papel desempeñó la caballería?

R. La caballería pesada, esa que todos hemos visto en las películas equipada con grandes lanzas sobre caballos con barda, vivió su ocaso con la llegada de la pica. El ejemplo más claro fue la batalla de Pavía. En ella, los arcabuceros de la Monarquía hispánica detuvieron las cargas de los gendarmes franceses liderados por el mismo Francisco I. Y eso, a pesar de que se contaban entre los jinetes más fieros del país. La realidad es que los Tercios trajeron consigo un cambio de paradigma y provocaron una transición entre el viejo ejército feudal y uno moderno en el que primaba la infantería. En primer lugar, porque se abandonó esa idea de los caballeros nobles afines al monarca. En segundo término, porque se reinventó el concepto y el uso de los jinetes.

Desde mediados del siglo XVI, los Tercios apostaron por usar caballería ligera y herreruelos. Según las crónicas de la época, estos últimos eran combatientes con una armadura reducida a la mínima expresión y equipados con «arcabuces de pedernal muy pequeños, venablos y martillos de punta agudas a maneras de hachas de armas». Estos se valían de la velocidad para acosar los flancos y la retaguardia del enemigo a base de disparos.

P. ¿Cómo se seleccionaba a los soldados para los Tercios de Flandes?

R. El alistamiento de los soldados de los Tercios es una de las facetas más interesantes de su historia. Lo más habitual es que un capitán consiguiera una patente, se trasladara con un pequeño séquito a una región concreta y, tras plantar una bandera, inscribiera a sus nuevos hombres. Los pormenores los explica José Luis Hernández Garvi de manera magistral en la obra, pero son muy llamativos los argumentos que se daba a los aspirantes. Con todo, había otros dos modelos: el del asiento –se encargaba a una persona que consiguiera un número de hombres determinado en un período de tiempo concreto– y, con el paso de los años, el reclutamiento forzoso. Este último exprimió la península y obligó a miles de rufianes y ladrones a embarcarse en el camino de las armas.

P. ¿Qué influencia tuvieron en la historia militar de Europa? ¿Y en España?

R. El resumen es que los Tercios modificaron la historia militar en sí misma. Su maestría en el uso de la pica y la generalización de la infantería en los campos de batalla supuso la muerte de la caballería medieval y favoreció la forja de un ejército moderno y profesionalizado.

«Su maestría en el uso de la pica y la generalización de la infantería en los campos de batalla supuso la muerte de la caballería medieval»Manuel P. Villatoro

P. ¿Qué estrategias empleaban en el campo de batalla?

R. Las técnicas de combate primigenias se tomaron del ejército suizo y del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. La idea era combinar las armas blancas con las de fuego en grandes cuadros de infantería. El sistema de combate era tan sencillo como eficiente. Para empezar, los soldados equipados con mosquetes disparaban desde la lejanía. Luego, en una sinfonía de plomo, les seguían los arcabuceros. A continuación, el grueso de los combatientes, armados con picas, avanzaban de forma ordenada y formaban una barrera de hierro. En la práctica, se formaba una suerte de erizo de hierro que era imposible de franquear. Estos eran acompañados por ‘mangas’ de compañeros que enarbolaban armas de fuego y cuyo cometido era proteger los flancos de la formación.

Aunque no todo era el combate en campo abierto. Los Tercios se hicieron famosos también por las ‘encamisadas’. Eran misiones de comando en la que un grupo de soldados –ya fuera pequeño, ya fuera más nutrido– atacaba el campamento del enemigo al abrigo de la oscuridad con varios objetivos: inutilizar sus cañones, sembrar el caos, diezmar sus tropas o, simplemente, impedir que descansaran. El nombre, por cierto, provenía de que todos los soldados que participaban se vestían con una camisa o un trapo blanco para distinguirse del enemigo. Con todo, hay que tener claro que no todo era luchar. La mayor parte de las misiones de estas unidades eran la exploración, la preparación de las emboscadas, las largas marchas… Las batallas fueron minoritarias.

P. ¿Cómo se financiaba la creación y mantenimiento de los Tercios de Flandes?

R. El mejor ejemplo para ilustrar esta cuestión es el período comprendido entre 1575 y 1596; una era pésima a nivel económico para los Tercios en la que fue necesario exprimir el intelecto para entregar las pagas a los soldados. En aquella época, la Monarquía sufragó las pagas mediante su propio tesoro, pero también gracias a un sistema de asientos –la externalización de un servicio a través de un hombre de negocios local– que permitió una circulación efectiva de los recursos financieros. Sobre el terreno, los ‘haberes’, los ingresos que recibían los combatientes, variaron mucho a lo largo de los años debido a la disminución de las riquezas que llegaban a la capital.

P. ¿Qué papel desempeñaron en la guerra de los Ochenta Años?

R. Uno agridulce. Sobre el papel fueron enviados para reprimir la revuelta de las Diecisiete Provincias. Sin embargo, la cuestión de fondo es mucho más complicada. Para empezar, los generales tuvieron que adaptarse a un nuevo tipo de lucha. Las batallas a campo abierto, en las que eran especialistas los Tercios, se diluyeron en 1574, después de la contienda de Mook. A partir de entonces, los rebeldes apostaron por resguardarse tras los muros de gigantescas fortalezas. Comenzó, en definitiva, la era de los asedios. Eso desangró poco a poco a los ejércitos de la Monarquía hispánica. Por si fuera poco, en este conflicto se generalizaron mentiras como las que hablan de la barbarie española en el saqueo de Amberes. Leyenda negra en estado puro que desmonta Melquíades Prieto en esta obra a base de documentación y multitud de grabados.

P. ¿Cómo evolucionaron los Tercios de Flandes a lo largo de los años?

R. Los Tercios supieron adaptarse al paso de los años desde que fueron creados sobre las premisas de Gonzalo Fernández de Córdoba. En principio apostaron más por las armas blancas y el combate cuerpo a cuerpo. Un ejemplo es que había soldados armados con rodelas en los flancos de la formación. Sin embargo, las armas de fuego terminaron por primar. En este campo se vivió también una evolución, ya que el arcabuz terminó por ser sustituido casi en su totalidad por el mosquete. Y con la caballería sucedió otro tanto, como ya hemos comentado. Pero el progreso se vio en decenas de campos. El Camino Español, al que se dedica un capítulo, es el ejemplo más claro de evolución y adaptación a las adversidades. Gracias a este recorrido de 1.200 kilómetros se consiguió trasladar a las tropas acantonadas en Italia hasta Flandes con absoluta seguridad.

P. ¿Cuál fue la participación de los Tercios de Flandes en la batalla de Lepanto?

R. Clave. La infantería tuvo un papel preponderante en Lepanto debido al sistema de combate que existía en el Mediterráneo. A pesar de ser una batalla marítima, la realidad es que las galeras chocaban unas contra otras cual plataformas y eran los soldados a pie los que bregaban contra el enemigo. En ese contexto, la experiencia de los Tercios de Lope de Figueroa, de Nápoles, de Miguel de Moncada y de Sicilia dio ventaja a los cristianos.

Pero sus logros en Lepanto se cuentan por decenas. Ya antes de la batalla, uno de los éxitos fue repartir a los soldados de los Tercios, más allá de su nacionalidad o procedencia, entre las embarcaciones principales. Eso ofreció un empuje extra a los soldados cristianos gracias, entre otras cosas, a la arcabucería. A su vez, en Lepanto demostraron su disciplina y su capacidad de adaptación. Un ejemplo que explica Magdalena de Pazzis en su artículo es que acortaron las picas a tres metros y les incluyeron una suerte de cruceta en el astil para impedir que el enemigo se lanzara contra ellos si era ensartado. Aunque hubo una galera en la que los Tercios dieron hasta la última gota de sangre: La Real, dirigida por don Juan de Austria.

P. ¿Qué personajes históricos destacados formaron parte de los Tercios de Flandes?

R. Este es un tema que trata a fondo José Manuel Sánchez en uno de los capítulos. A nivel militar, el mismo don Juan de Austria se destacó como un gran militar en Lepanto y como un buen negociador en Flandes. Tampoco podemos obviar a Ambrosio de Espínola, el hombre que tomó Breda, la plaza mejor fortificada de su tiempo y el corazón rebelde durante la Guerra de los Treinta Años. Aunque un apartado muy interesante es el de los poetas y escritores que se dieron al noble oficio de las armas. La lista es inmensa: Ángel de Saavedra, Garcilaso de la Vega, Francisco de Aldana, Lope de Vega… Uno de los casos más llamativos es el del también sacerdote Calderón de la Barca, que se alistó a los cuarenta años y combatió en Cataluña. Su descripción del mundo castrense no tiene precio: «En buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados».

P. Si tuvieras que elegir a un protagonista de los Tercios de Flandes, ¿cuál sería? Y si es así, ¿por qué?

R. Aunque suene manido, es casi imposible escoger a uno. Al fin y al cabo tenemos soldados a cientos. Pero siempre ha habido un personaje que me ha llamado la atención: Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel. Conocía a este general desde siempre, pero he tenido la oportunidad de zambullirme en sus gestas militares gracias al capítulo escrito por Enrique F. Sicilia Cardona. El III Duque de Alba fue un personaje que se curtió en África contra las tropas de Solimán y Barbarroja. Allí se mostró su carácter analítico, su arrojo calculado, su precisión y su sensatez a nivel militar. Aunque también que estaba alejado de cualquier ideal caballeresco medieval. Flandes fue su cielo y su infierno. Fue la región donde sus enemigos le alabaron y le definieron como un verdadero artista de la guerra, pero, para su desgracia, también donde nació una leyenda negra que todavía le acompaña. Este militar tan controvertido y poliédrico es único en la historia de España. O, como lo define mi compañero en su texto, el mejor mando español de la historia de los Tercios.

Manuel P. Villatoro, coordinador de Los Tercios de Flandes (editorial Pinolia, 2023).

P. ¿Hay algo que nos legaron los Tercios de Flandes y aún perdure?

R. Lo que más sorprende es que todavía utilizamos en nuestro día a día expresiones que fueron acuñadas en la era de los Tercios. Un ejemplo es mandar a alguien a la porra. En aquella época, la porra era utilizada por el Sargento Mayor para marcar el paso de los soldados. Cuando el ejército se detenía, este gigantesco garrote era clavado en el suelo, y a su alrededor tenían que sentarse todos aquellos que fueran arrestados. Así que enviarte allí era el equivalente a estar preso. La lista, a partir de ahí, es interminable: poner una pica en Flandes, no dar un palo al agua, ir de punta en blanco… Hasta la palabra camarada proviene de aquel entonces, pues así se denominaba a los grupos de entre y diez combatientes que se formaban cuando debían prolongar su estancia en algún lugar.

También puedes leer nuestra reseña sobre Los Tercios de Flandes y leer en exclusiva el primer capítulo de este libro.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.es

Publicado el: 2023-05-02 15:19:08
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades