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¿Qué secretos esconde el Camarín de la Virgen de Guadalupe?

¿Qué secretos esconde el Camarín de la Virgen de Guadalupe?

El que fuera prior del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, Francisco de San José, describía en 1743 el camarín (en su libro titulado la Historia Universal de la primitiva y milagrosa Imagen de nuestra Señora de Guadalupe) como «majestuoso» porque consideraba que en él se pasaba «de lo bueno a lo mejor», y más adelante afirmaba que en él no había «parte alguna» que no tuviera «el competente adorno». Y así es, si algo se puede destacar del camarín es el horror vacui de su decoración, que si bien es profusa —lo recorre todo, desde el pavimento hasta la linterna, pasando por los arcos torales—, contiene una bella armonía que no deja a nadie indiferente. De esta manera lo ensalzaba en 1887 Nicolás Díaz y Pérez en su tomo de España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia dedicado a Extremadura, Badajoz y Cáceres: 

«El camarín de la Virgen es como obra de arte lo mejor que se conoce. Las columnas de sus muros, el cornisamiento, los zócalos y adornos que le decoran no se conocen mejor ni en San Jerónimo de El Escorial. Lucas Jordán y Zurbarán pintaron los cuadros que en él se ven».

Detalle del interior del camarín, con pinturas de La Anunciación y La Visitación de la Virgen, por Luca Giordiano.

Lugar devocional dedicado a la mujer

Ahora bien, antes de continuar con el estudio del camarín de la Virgen de Guadalupe, nos gustaría hacer un breve recorrido por su significado. ¿Qué era un camarín?, ¿para qué se usaba? En el Diccionario de Autoridades publicado en 1729 se daban cuatro distintas acepciones. La primera de ellas define camarín como un «aposento o sala pequeña, retirada de la común habitación, donde se guardaban diferentes bujerías, barros, vidrios, porcelanas y otras alhajas curiosas y exquisitas», la segunda decía así: «Por semejanza se llama el sitio donde están las alhajas que dan los devotos, para adornar las Imágenes, en especial de Nuestra Señora, el cual regularmente suele hacerse detrás del Altar mismo, donde están colocadas», la tercera señalaba la definición más moderna: «Se toma modernamente por lo mismo que sala pequeña, y pieza destinada como tocador para las mujeres, la cual está adornada ricamente de diferentes cosas preciosas» y la cuarta da un antiguo significado que tenía la palabra, que por entonces ya había sido sustituida por otra: «Significa también la pieza retirada para el despacho, comúnmente dicho escritorio, o secretaría, y modernamente Gabinete […] Desde un camarín puede obrar más un Príncipe, que en la campaña». 

En su exterior, el camarín tiene forma de torre, realizada con mampostería y ladrillo. Su cúpula y lucernario son de pizarra y plomo. Foto: Shutterstock

Aunque claramente es la segunda acepción la que se corresponde a la pieza que aquí vamos a tratar, todas las definiciones reúnen características que tocan al camarín de Guadalupe: es una habitación donde se encuentran enseres exquisitos, en esta ocasión está dedicada a la mujer —no solamente a la Virgen María sino también a otras mujeres bíblicas— y es un lugar retirado donde ocurren acontecimientos importantes: es el espacio que lleva a la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien se le atribuían muchísimos milagros. En el tomo segundo de la Encyclopedia metódica traducida en 1792 se le atribuían una gran cantidad de milagros, más de tres mil confirmados, «con muchos testigos de vista que lo fueron de verdad», de hecho, las paredes de la iglesia estaban todas:

«Colgadas de grillos y cadenas de cautivos, muletas, mortajas y otras presentallas de enfermos que han cobrado salud por intercesión de la Virgen con la advocación de Guadalupe».

María Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro (h. 1700), por Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia. Museo Nacional del Prado.

Volviendo a la segunda acepción, que habla propiamente del camarín como lugar devocional, da cuenta de su localización: detrás del altar. El ilustrado Antonio Ponz de hecho describía dónde se encontraba exactamente el del monasterio de Guadalupe: 

«Al medio del altar mayor corresponde el nicho donde se ve colocada la imagen de nuestra señora, en cuyo respaldo está el camarín: se sube a él por una espaciosa escalera de mármoles jaspeados». 

Para ser más exactos, el camarín está situado detrás de la iglesia, entre la capilla de Santa Catalina, a un lado, y el Reliquiario y la Torre de las Campanas, al otro. En su exterior tiene forma de torre, realizada con mampostería y ladrillo, y su cúpula y lucernario con pizarra y plomo. La torre cuenta con dos plantas: en la de abajo el panteón y en la superior está situado el camarín, al que se accede por una portada de mármol negro y jaspe atribuida a Juan Pintor. Tiene planta octogonal de cruz griega cuyos brazos forman cuatro ábsides, su traza se ha atribuido a Matías Román y su ejecución a Francisco Rodríguez Romero. 

Son muchos los estudiosos que han investigado el camarín de la Virgen de Guadalupe en el monasterio extremeño, entre todos ellos, nos hemos guiado por los extraordinarios trabajos de Francisco Tejada Vizuete y Sebastián García Rodríguez, El camarín de Guadalupe: historia y esplendor (1996) y el más reciente, la tesis doctoral de Patricia Andrés publicada con el título de Guadalupe, un centro histórico de desarrollo artístico y cultural (2001), a cuya lectura remitimos a quienes necesiten colmar su curiosidad. 

Exaltación de la Virgen

El camarín tiene dos puertas que llevan al joyel-vestuario y al antetrono, por medio de estas tres piezas se conecta al fiel con la imagen sagrada. No tuvo siempre el aspecto que describen las fuentes dieciochescas y decimonónicas citadas, que es el que conserva actualmente: antes de 1696 debió existir otro camarín más reducido, una pequeña estancia detrás del retablo destinada a albergar la imagen de la Virgen. Este cambio del espacio que se produce en el monasterio de Guadalupe se corresponde con una tendencia llevada a cabo en el territorio español que fue analizada por George Kubler en su libro Arquitectura de los siglos XVII-XVIII (1957): a partir de los siglos xvii y xviii se crea una nueva tipología arquitectónica propia de camarín, en la que se pasa del camarín anexado al retablo al «camarín-torre», que es completamente independiente. Para la construcción del nuevo camarín se creó un fondo: la duquesa de Aveiro donó 6000 ducados para este propósito en 1676, y más tarde se vendieron joyas y piezas de plata para conseguir más dinero. La construcción continuó hasta 1696 y se completó a lo largo del siglo XVIII. 

La decoración del camarín tenía como fin exaltar a la Virgen. El programa de enaltecimiento comienza antes de entrar al camarín; en la propia escalera de acceso ya se encuentra una serie de trece cuadros que tienen por asunto la Historia de la Virgen de Guadalupe. Durante un tiempo esta serie fue atribuida al pintor sevillano Pedro José de Uceda, pero se ha rechazado esta atribución porque este falleció en 1740, y las pinturas datan de la segunda mitad del siglo xviii. Lo que sí se puede confirmar es que los cuadros fueron concebidos desde el principio como un conjunto, pues comparten el mismo formato, y que se pagaron 7800 reales por ellos, así consta en el libro de cuentas que recoge el año 1797. 

La serie recoge la historia de la Virgen de Guadalupe a modo de cómic, imágenes con sus correspondientes leyendas que narran los episodios más importantes de su existencia: su origen como obra de san Lucas, su traslado desde Roma a Sevilla, su entierro y posterior hallazgo en las sierras de Guadalupe, y varios milagros y sucesos importantes relacionados con distintos personajes ilustres. De hecho, el último cuadro actúa como resumen de todos estos hitos de la historia de la Virgen y en su leyenda se sintetiza de la siguiente manera «su historia se demuestra por estas personas que la han poseído. Rodrigo. San Leandro. San Gregorio. Constantino. San Lucas. Don Alfonso XI».

Estatua de Abigail (1736), artista desconocido, madera policromada, altura 115 cm.

Dentro ya del propio camarín, la exaltación de la Virgen y el papel crucial de la mujer dentro de la religión católica están presentes por medio de nueve lienzos sobre la vida de la Virgen María, las esculturas de ocho mujeres fuertes y las representaciones de símbolos marianos. El primer grupo tiene una especial relevancia por ser obra del napolitano Luca Giordano, sus lienzos fueron muy apreciados pues se pagaron por ellos 10 907 reales y se obsequió además al pintor con regalos que ascendieron a 97 reales. También se puede intuir su relevancia porque cuando llegaron al monasterio se apreció que venían «anchos» para el lugar que debía acogerlos, y en vez de cortar los lienzos, se modificaron las hornacinas. Las pinturas representan episodios de la vida de la Virgen: el anuncio de su nacimiento, su nacimiento, su presentación en el templo, sus desposorios con san José, la anunciación, la visitación, la huida a Egipto, la sagrada familia en Nazaret y la asunción. 

Por su parte, las esculturas de ocho mujeres fuertes, «mujeres insignes del Testamento Antiguo», que se encuentran en hornacinas que decoran los machones, tienen especial interés aunque en su época fueran objeto de opiniones muy dispares. Ponz en su día consideró que eran de «mediano mérito», sin embargo, el fraile Manuel de Zafra en 1755 no dudaba de hablar de este naturalismo, especialmente de su «bella estofa», que hacía parecer que llevaban un ropaje exquisito, y del «colorido de sus carnes», que «denotaban tal morbidez, suavidad y dulzura» que irremediablemente «el sentido de la vista se confesaba vencido y engañado». 

Hoy día no se tiene clara la autoría de estas obras: se barajó la posibilidad de que hubieran sido ejecutadas por La Roldana, pero por entonces ella ya había fallecido, otro nombre que se ha barajado es Marcelino Roldán y las últimas atribuciones se decantan por el escultor Pedro Duque Cornejo, en cualquier caso, por su estilo las esculturas se han vinculado con el ámbito sevillano.

Viriles feminae

En varios libros veterotestamentarios abunda la idea de la prefiguración de la Virgen a través de distintas mujeres a quienes se nombra como viriles feminae. Estas mujeres fuertes que aparecen en el Antiguo Testamento sirven de anuncio de todas las virtudes que se atribuyen a la Virgen María. En el camarín están representadas Sara, María, Ester, Jael, Débora, Jael, Judit y Rut, y para su estudio es muy útil el libro ya citado del prior Francisco de San José, quien parece haber encargado la realización de estas esculturas y quien proporciona un comentario minucioso de cada una de ellas. La asociación entre la Virgen de Guadalupe y las mujeres fuertes está presente en otros lugares, como en el altar realizado por Sebastián Herrera Barnuevo en 1653 de la capilla del Claustro alto del Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Pero lo cierto que esta asociación es frecuente encontrarla también en los camarines de otras advocaciones, como en las pinturas de la cúpula del camarín del santuario de la Virgen de las Nieves, en la Zarza (Badajoz), en la Virgen de la Cabeza en Torrenueva o en la de las Virtudes de Santa Cruz de Mudela, estos dos últimos ambos municipios de la provincia de Ciudad Real. 

La Inmaculada Concepción (h. 1628-1630), por Francisco de Zurbarán. Museo del Prado (Madrid). Museo Nacional del Prado.

Como decíamos antes, la exaltación de la Virgen se completa con una decoración mural de enorme complejidad que se sitúa en las enjutas de los cuadros y en la de los arcos de las puertas. Estas pinturas fueron realizadas por Pedro José de Uceda en 1736 y vienen a representar a angelotes portando símbolos propios de la iconografía de la Inmaculada Concepción, reproducidos tanto en pinturas como en estampas de enorme difusión. Estos símbolos, como las mujeres fuertes, representan metáforas que aparecen en el Antiguo Testamento y que la patrística lee como prefiguraciones de lo que acontecerá en el Nuevo, en este caso, con la Virgen. Algunos de estos símbolos son la ciudad amurallada, la carabela, la luna, el sol, la vara florecida, el espejo, la vid, cinamomo, el plátano, la zarza ardiendo, el cedro y ciprés. 

Entre todos ellos es interesante destacar el espejo, que está representado por medio de la pintura —dos ángeles portan uno—, además hay varios de ellos insertos en las pilastras. La inclusión de espejos en los camarines se llevará a su quintaesencia en otros ejemplos como el de la Virgen del Rosario de Granada, pero era algo frecuente quizás por su valor simbólico, por ejemplo, en el retablo ya citado de las Descalzas Reales, las pinturas de las mujeres fuertes de Sebastián Herrera Barnuevo están realizadas también sobre espejos. Estos objetos formaban parte de los símbolos más frecuentes que acompañaban a las pinturas que representaban a la Inmaculada Concepción, pues servían para simbolizar el Speculum sine macula, el reflejo del amor divino, la verdad, la perfección, la inteligencia, la claridad, la limpieza, y la pureza.

Sala octogonal del camarín de la Virgen, por Francisco Rodríguez Romero.

Los espejos del camarín participan del abigarramiento del ornato de la sala, pues están igualmente decorados con pinturas de aves y flores. Además, eran muy apropiados pues eran objetos muy caros, lo cual aportaba lujo a la sala, y su reflejo contribuye al conjunto con brillo y luminosidad. Los espejos se unían a la riqueza del pavimento y los zócalos realizados con mármoles y jaspes, traídos de Córdoba; la lámpara de cristal de roca de Bohemia, regalo de los duques del Infantado al monasterio en 1731, y los minuciosos ornamentos de las yeserías de las bóvedas, todo ello hacía (y hace) del camarín lugar lleno de «alhajas curiosas y exquisitas» que entretienen y atrapan al ojo de cualquiera.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-04-11 07:28:08
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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