El año 2024 pasará a la historia como un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático. Con temperaturas globales nunca antes vistas, fenómenos climáticos extremos devastadores y el fracaso de políticas ambiciosas para contener las emisiones de gases de efecto invernadero, el planeta nos ha dado señales claras de que estamos cruzando límites peligrosos.
A lo largo de estos 12 meses, la Tierra no solo marcó nuevos récords de calor, sino que también puso de manifiesto las consecuencias de décadas de inacción. Desde océanos más cálidos que nunca hasta tormentas y sequías que han desafiado todas las proyecciones científicas, el impacto del cambio climático está siendo más inmediato y tangible de lo que muchos imaginaron.
El año más cálido jamás registrado
Según los análisis climáticos, 2024 se convertirá en el año más caluroso desde que se llevan registros, superando al anterior récord de 2023, debido a una acumulación igualmente histórica de CO₂ en la atmósfera. Durante 16 meses consecutivos, desde junio de 2023 hasta septiembre de 2024, la temperatura media global estuvo consistentemente por encima de cualquier cifra previa registrada. Este dramático incremento se atribuye tanto al fenómeno de El Niño como al continuo aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
En este sentido, organismos como la NASA, la NOAA de Estados Unidos, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Observatorio Europeo Copernicus revisaron los datos históricos de temperaturas extremas registrados este año. Sus análisis confirman que 2024 se perfila como el año más cálido jamás registrado y el primero en rebasar los 1,5 ºC por encima del promedio global de la era preindustrial.
De hecho, la atmósfera no había registrado niveles tan elevados de gases de efecto invernadero en cientos de miles de años, un fenómeno impulsado principalmente por la quema de petróleo, gas y carbón para generar energía.

El informe anual de Copernicus, programado para mediados de enero, ya adelantó en diciembre que 2024 superaría a 2023 como el año más cálido registrado. Durante 2024, la temperatura media global fue 1,5 grados superior a la de la era preindustrial. Al mismo tiempo, la concentración de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera alcanzó un récord histórico: 422 partes por millón, más del 50% por encima de los niveles de 1750, antes del auge de los combustibles fósiles. Según la Organización Meteorológica Mundial, habría que remontarse entre tres y cinco millones de años para encontrar una acumulación de CO₂ similar en la atmósfera.
Debido a ello, la ONU ha instado a una reducción urgente y significativa de las emisiones. António Guterres subrayó este lunes que hemos cerrado una “década de calor mortal”, durante la cual se registraron los 10 años más cálidos desde que existen mediciones fiables.
Aunque este aumento temporal no significa que el objetivo del Acuerdo de París esté completamente fuera de alcance, sí representa una advertencia ineludible: cada décima de grado adicional multiplica los riesgos climáticos. Ya no hablamos de un problema del futuro; el cambio climático es ahora.
Océanos más calientes y el imparable ascenso del nivel del mar
En 2024, el calor acumulado en los océanos alcanzó niveles sin precedentes. Este fenómeno, que absorbe el 90% de la energía atrapada por los gases de efecto invernadero, tiene un impacto doblemente peligroso: no solo intensifica tormentas y huracanes, sino que también acelera el deshielo de los polos y contribuye al aumento del nivel del mar.
Entre 2014 y 2023, el nivel medio global del mar creció más del doble del ritmo observado en décadas anteriores, una tendencia que continuó este año. En paralelo, los glaciares del mundo sufrieron una pérdida récord de masa, con los de Suiza disminuyendo un 10% de su volumen en solo dos años.
Estos cambios no son reversibles en el corto plazo. Los expertos advierten que la huella de los gases de efecto invernadero permanecerá en el sistema climático durante siglos, incluso si detuviéramos las emisiones hoy mismo.

El impacto devastador de los fenómenos extremos
2024 también será recordado por la magnitud y frecuencia de los eventos climáticos extremos. Desde olas de calor que cobraron miles de vidas en lugares como Europa y el norte de África, hasta inundaciones históricas que devastaron países como Sudán y Filipinas, la capacidad de adaptación de las comunidades fue puesta a prueba una y otra vez.
Un ejemplo alarmante fue la prolongada sequía que afectó a Sudamérica, reduciendo los caudales de ríos esenciales como el Amazonas y dejando a miles de comunidades sin agua potable. En contraste, regiones como Asia y América del Norte enfrentaron lluvias torrenciales y ciclones intensificados por el calentamiento de los océanos, causando daños multimillonarios.
Estos eventos, aunque exacerbados por fenómenos naturales como El Niño, son reflejo directo de la influencia humana en el clima. Cada desastre pone en evidencia la urgencia de fortalecer las políticas de adaptación y prevención, así como de implementar sistemas de alerta temprana más eficaces.
El estancamiento de las políticas climáticas
En el ámbito político, 2024 fue un año de frustración y promesas incumplidas. A pesar de celebrarse la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, los avances en compromisos globales para reducir las emisiones fueron mínimos. La falta de nuevas metas ambiciosas, junto con un estancamiento en los esfuerzos por alcanzar el cero neto, nos deja en una trayectoria preocupante: un calentamiento global de 2,7 °C para finales de siglo.
Las inversiones en energías renovables y tecnologías limpias están creciendo, pero no lo suficientemente rápido como para contrarrestar el continuo respaldo a los combustibles fósiles. En 2024, las subvenciones al petróleo, el gas y el carbón alcanzaron niveles récord, socavando el progreso hacia una transición energética sostenible.
Sin embargo, no todo es desalentador. Países como Dinamarca, Costa Rica y Nueva Zelanda continúan liderando el camino con iniciativas innovadoras en energía eólica, protección de biodiversidad y transporte eléctrico. Estos esfuerzos demuestran que el cambio es posible, aunque su escala aún es insuficiente.

Una década crucial por delante
El cierre de 2024 marca no solo un año récord, sino también un llamado urgente a la acción. Los próximos 10 años serán determinantes para decidir si el calentamiento global puede mantenerse dentro de límites seguros. Los científicos advierten que, para 2030, las emisiones globales deben reducirse al menos un 43% para evitar impactos irreversibles.
Mientras tanto, la sociedad civil, empresas y gobiernos locales desempeñan un papel esencial en la lucha contra el cambio climático. Cada decisión cuenta, desde la adopción de energías renovables hasta la reducción del consumo de plástico o la restauración de ecosistemas.
El planeta está enviando un mensaje claro: el tiempo de actuar es ahora. Si bien 2024 será recordado como un año de extremos, aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo.
Referencias:
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-12-30 11:00:00
En la sección: Muy Interesante