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Si los tiburones no tienen pulmones, ¿para qué sirve su «nariz»?

Si los tiburones no tienen pulmones, ¿para qué sirve su "nariz"?

Los tiburones son criaturas fascinantes que rompen con muchas de las normas que asumimos sobre los animales. Uno de los detalles que más sorprende es que no tienen pulmones. No respiran aire como los mamíferos, ni sus «narices» están conectadas al sistema respiratorio. Entonces, ¿por qué tienen algo parecido a una nariz?

La clave está en entender que el término «nariz» en los tiburones no implica respiración, sino detección. De hecho, no sería correcto del todo llamarlo «nariz», más bien habría que usar el término «narina». Sus narinas no llevan oxígeno a los pulmones —porque no los tienen— sino que captan señales químicas del entorno con una precisión extraordinaria. Estas estructuras están diseñadas exclusivamente para oler, y en el mundo submarino, donde los olores viajan en el agua como mensajes invisibles, eso puede marcar la diferencia entre vivir o morir.

Respirar sin aire: la vida con branquias

A diferencia de los humanos y otros mamíferos, los tiburones obtienen oxígeno del agua mediante un sistema complejo y eficiente: las branquias. Este proceso ocurre cuando el agua entra por la boca y fluye sobre unas estructuras llamadas filamentos branquiales. Allí, el oxígeno disuelto en el agua se intercambia por dióxido de carbono en un sistema llamado intercambio a contracorriente, que maximiza la eficiencia respiratoria.

No todos los tiburones respiran igual. Los más activos, como el tiburón blanco, necesitan nadar sin cesar para que el agua circule por sus branquias. Este método se llama ventilación por ariete, y si el tiburón se detiene demasiado tiempo, puede asfixiarse. Otros, como el tiburón nodriza, emplean bombeo bucal: contracciones musculares que impulsan el agua incluso estando quietos. Esta técnica les permite descansar en el fondo sin dejar de respirar.

Algunas especies, sobre todo las que viven pegadas al fondo marino, disponen de espiráculos, pequeñas aberturas cerca de los ojos que permiten una entrada de agua alternativa. Esto les evita tragar arena o restos cuando están cazando o escondidos.

Toda esta arquitectura respiratoria demuestra algo importante: el sistema está tan especializado que no necesita ni puede incluir la función del olfato. Respirar y oler están completamente separados en el cuerpo del tiburón, una decisión evolutiva que ha dado lugar a una capacidad olfativa asombrosa.

Imagen artística de un tiburón martillo. Fuente: ChatGPT / E. F.

Narinas: la puerta de entrada al mundo químico

Las narinas de los tiburones son orificios pares situados en la parte inferior del hocico. Dentro de cada una hay una cámara sensorial cubierta de pliegues, y en estos pliegues, miles de células especializadas llamadas quimiorreceptores detectan moléculas disueltas en el agua. Es un sistema hiperafinado, dedicado exclusivamente al sentido del olfato.

La anatomía es clara: estas narinas no están conectadas ni a la boca ni a las branquias. Son como ventanas químicas que se abren al mundo, filtrando información sobre presas, competidores y hasta rutas migratorias. El agua entra por una parte de la narina, atraviesa los pliegues sensoriales, y sale por otra, creando un flujo constante que mantiene los receptores activos todo el tiempo.

Esta especialización absoluta permite una sensibilidad extraordinaria. Algunas especies pueden detectar concentraciones de sustancias tan diluidas como una parte por diez mil millones. Pero más allá de los números, lo importante es el impacto funcional: gracias a sus narinas, los tiburones pueden anticipar la presencia de alimento, pareja o peligro a distancias considerables.

Fuente: ChatGPT / E. F.

El olfato como brújula y radar

El olfato de los tiburones es mucho más que una herramienta para encontrar comida. También es un sistema de navegación y un sensor de contexto. Cuando un tiburón capta una señal química, no se lanza en línea recta hacia ella. Primero analiza, luego compara las concentraciones entre sus dos narinas, y finalmente ajusta su dirección. Este proceso, llamado olfacción estéreo, les permite «triangular» la fuente del olor con notable precisión.

Además, la forma en que nadan cuando siguen un rastro químico —con movimientos en zigzag y la cabeza oscilando de lado a lado— no es casual. Es un método refinado para comparar concentraciones y mantener el rumbo. Algunos tiburones, como los martillo, potencian esta capacidad gracias a la disposición lateral de sus narinas, que les proporciona una base de comparación más amplia.

Este uso del olfato como brújula también se extiende a la navegación oceánica. Se ha propuesto que los tiburones pueden leer los gradientes químicos de las corrientes para orientarse en largas migraciones. Es como si tuvieran un GPS sensorial construido a partir de olores disueltos en el agua. Un sistema aún en estudio, pero con evidencias cada vez más sólidas.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Cazadores multisensoriales

Aunque el olfato sea esencial, los tiburones no dependen solo de él. Su éxito como depredadores se basa en la combinación de múltiples sentidos que funcionan de forma complementaria. Cada uno actúa en un rango diferente y aporta una capa específica de información.

La audición, por ejemplo, les permite detectar sonidos de baja frecuencia emitidos por peces heridos a grandes distancias. El sistema de línea lateral percibe vibraciones y cambios de presión en el agua, útiles para detectar movimientos cercanos o desplazamientos de masas de agua. La visión, adaptada a ambientes de poca luz, les da un campo visual casi completo y se refuerza con una capa reflectante llamada tapetum lucidum.

Y luego está la electrorrecepción, una capacidad única proporcionada por las Ampollas de Lorenzini: pequeños poros que detectan campos eléctricos generados por los músculos de otros animales. Gracias a esto, un tiburón puede encontrar a una presa enterrada en la arena o acechar en completa oscuridad.

Al final del proceso, el gusto y el tacto entran en juego: el tiburón muerde, analiza químicamente con sensores en la boca, y decide si vale la pena tragar o no. Esta estrategia multisensorial asegura que el tiburón solo gaste energía en presas reales y que su ataque sea lo más preciso posible.

Un diseño que respira eficiencia

Lo más fascinante del tiburón no es que tenga una nariz, sino que la tenga solo para oler. En lugar de compartir funciones como ocurre en los mamíferos, la evolución ha separado claramente el olfato de la respiración. Esta división ha permitido una especialización extrema, en la que cada sistema hace su trabajo al máximo nivel.

Las branquias extraen oxígeno con gran eficacia, sin interferencias ni compromisos. Las narinas, mientras tanto, analizan constantemente el agua en busca de señales. Y el cerebro del tiburón, lejos de ser simple, procesa toda esa información de forma sofisticada, guiando decisiones que combinan instinto y precisión sensorial.

Este modelo no solo es efectivo, sino también elegante. Nos recuerda que la evolución no busca la simplicidad, sino la funcionalidad. Y que, en el caso del tiburón, esa funcionalidad ha dado lugar a uno de los depredadores más eficientes, versátiles y enigmáticos del planeta.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-06-13 01:13:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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