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“Un buen parásito es aquel que no mata a su hospedador”

“Un buen parásito es aquel que no mata a su hospedador”

Los parásitos han jugado un papel crucial en la historia de la humanidad, no solo como agentes de enfermedades devastadoras como el tifus y la malaria, sino también como compañeros constantes en nuestra evolución. La relación entre humanos y parásitos es tan antigua como la consciencia de nuestra propia existencia.

A pesar de su tamaño microscópico, los parásitos son seres omnipresentes que han desafiado nuestra salud a lo largo de los siglos. Enfermedades parasitarias como la malaria han moldeado sociedades enteras, afectando la economía, la cultura y la supervivencia de las poblaciones.

El origen de los parásitos es tan diverso como su presencia en la naturaleza. Algunos, como las tenias, pueden alcanzar varios metros de longitud, mientras que otros, como los piojos, han convivido con el ser humano desde tiempos inmemoriales. La evolución de los parásitos está intrínsecamente ligada a la nuestra, adaptándose y evolucionando junto a nosotros.

En el libro ‘Parásitos. Los actores secundarios en nuestra historia, escrito por Concha Mesa Valle y José Antonio Garrido y publicado por la editorial Pinolia, se hace un recorrido por la historia de los parásitos y su relación con el ser humano, desde la prehistoria hasta la actualidad.

El libro es una obra divulgativa, pero rigurosa, que combina datos científicos con anécdotas históricas y curiosidades sobre los parásitos y sus efectos en la sociedad. Los autores tienen una amplia experiencia en el campo de la parasitología y la historia de la ciencia, y han sabido plasmar su conocimiento y su pasión por el tema en un texto ameno y accesible para el público general.

Nos encontramos, sin duda alguna, ante una maravillosa invitación a descubrir un mundo fascinante y desconocido, el de los parásitos, que nos muestra cómo estos pequeños seres han sido protagonistas de nuestra historia, a veces para bien y otras para mal. 

A continuación, presentamos una entrevista exclusiva con los autores, donde profundizan en su investigación y comparten sus perspectivas sobre la importancia de entender a los parásitos en el contexto de nuestra historia compartida. Una conversación imperdible para aquellos interesados en la ciencia y la complejidad de la vida en nuestro planeta.

Pregunta. En el libro se explora la relación entre los seres humanos y los parásitos a lo largo del tiempo. ¿Cuáles son algunos de los eventos históricos más impactantes o sorprendentes que destacarías en esta relación?

Respuesta (José Antonio Garrido). El libro está salpicado de curiosidades y anécdotas históricas relacionadas con el mundo de los parásitos, que nos permiten, por un lado, entender la importancia de esta relación en nuestra evolución y, por otro, interpretar la fisonomía del mundo actual.

Por poner sólo un ejemplo de curiosidades históricas relacionadas con los parásitos, merece la pena recordar aquella frase del primer ministro británico Winston Churchill que decía que “el gin tonic ha salvado más vidas y cabezas que todos los médicos del imperio”. Y resulta que el origen de esta afirmación se encuentra en la lucha contra la enfermedad que más muertes ha producido a lo largo de la historia, la malaria, que es una enfermedad parasitaria.

Esto es así ya que el consumo de quinina llegó a ser una práctica habitual en los ejércitos en la lucha contra la enfermedad, y tal era así que, en el siglo XIX, se había popularizado la incorporación de la quinina al agua. A la mezcla, para suavizar su amargor, se añadía azúcar y ácido cítrico, y esa bebida ha llegado a nuestros días como tónica. El Imperio británico llegó a recomendar esta bebida a todo ciudadano que corriera el riesgo de padecer la enfermedad, especialmente en los territorios de la India, o Raj británico —que era la forma de gobierno colonial de la Corona británica sobre el subcontinente indio—. El problema era que el sabor seguía siendo desagradable y algunos soldados empezaron a añadir a la tónica una ración reglamentaria de ginebra y una rodaja de limón, dando lugar al nacimiento de uno de los cócteles más populares del mundo.

P. ¿Cuáles son los principales riesgos para la salud humana que provienen de parásitos en el agua y cómo podemos protegernos de ellos?

R. Lo primero que hay que dejar claro es que el agua que consumimos en España o el agua de zonas recreativas, como piscinas o parques acuáticos, es un agua segura. Dicho esto, sí que es cierto que bajo determinadas condiciones de falta de higiene —fundamentalmente, en países en vías de desarrollo— o en determinados momentos de nuestra historia, el agua puede o ha podido comportarse como un medio vehicular en la transmisión de determinadas enfermedades causadas por parásitos.

Cuando esto sucede, podemos encontrarnos con dos posibilidades distintas. Por un lado, que enfermemos por el consumo de aguas mal tratadas que contienen parásitos como Cryptosporidium o Giardia, que dan lugar a enfermedades de tipo intestinal (criptosporidiasis y giardiasis, respectivamente) que, en personas con sistemas inmunológicos debilitados, puedes tener consecuencias graves. Por otro lado, también es posible resultar infectado por parásitos al bañarse en zonas contaminadas o estancadas. En este caso, algunos de los parásitos con los que podemos encontrarnos son, por ejemplo, unos gusanos planos llamados Schistosomas, conocidos popularmente como duelas, o determinadas amebas de vida libre que pueden convertirse en parásitas y ocasionar enfermedades potencialmente mortales.

Para protegernos de estas enfermedades hay que evitar consumir agua no tratada o de dudosa procedencia, así como evitar zonas de baño que no nos ofrezcan confianza.

P. ¿Qué aspectos de la relación entre los parásitos y el comportamiento humano te parecen más fascinantes o sorprendentes?

R. Personalmente, hay dos cuestiones que me fascinan de nuestra relación con los parásitos. Una de ellas tiene que ver con cómo hemos evolucionado, como especie, debido al contacto con ellos. Me refiero a cómo nuestros contactos pasados con enfermedades como la malaria han dejado entre nosotros una gran carga de enfermedades genéticas. Es el caso, por ejemplo, de las talasemias o la anemia falciforme, que está causada por un déficit en una proteína, llamada glucosa-6-fosfato deshidrogenasa, que es fundamental para que lo glóbulos rojos trabajen de forma adecuada. Lo que resulta fascinante es que se ha visto que personas afectadas por estas enfermedades tienen menor probabilidad de contraer la forma grave de malaria producida por Plasmodium falciparum. Es decir, de alguna manera, la presencia de estas malformaciones congénitas protege a quienes las padecen contra la malaria, produciéndose así una selección por la enfermedad.

La otra cuestión tiene que ver con cómo los parásitos pueden modificar el comportamiento de las especies a las que infectan. Es el caso, por ejemplo, de Toxoplasma gondii. En humanos todavía hacen falta estudios concluyentes, pero se ha visto que, en otros mamíferos como los roedores, cuando han sido infectados por el parásito se vuelvan más osados e imprudentes, hasta el punto de que pueden llegar a sentirse atraídos por el olor de la orina de los felinos, haciendo que aumente el riesgo de que sean cazados por éstos, que son los hospedadores definitivos del parásito. En cierto modo, se puede decir que la modificación de la conducta del ratón, inducida por el parásito, facilita que éste pueda llegar al intestino del gato, que es donde este se reproducirá y comenzará un nuevo ciclo.

P. ¿Qué opinas sobre el papel de los parásitos en el futuro de la humanidad y el planeta? ¿Cómo podemos abordar sus desafíos de manera efectiva?

R. Éste es un tema de enorme interés y apasionante. Por un lado, no podemos perder de vista que las enfermedades parasitarias son un gran reto de salud humana y animal, y pueden llegar a serlo más aún si no empezamos a ser conscientes de eso que se ha dado en llamar One Health, y que lo que viene a decir es que la salud no es algo aislado, sino que hay que considerarla como un único estado, que engloba a la salud humana, animal y la de los ecosistemas. En definitiva, a la salud de nuestro planeta.

«Las enfermedades parasitarias son un gran reto de salud humana y animal»José Antonio Garrido

Pero, por otro lado, tampoco podemos despreciar a los parásitos como aliados en esa salud global. Ya he dicho anteriormente que los parásitos pueden llegar a jugar un papel fundamental en los ecosistemas, manteniendo a raya ciertas poblaciones y participando en las cadenas tróficas al modificar el comportamiento de las especies que parasitan para convertirlas en presas más fáciles de atrapar por sus depredadores. En este sentido —en el de sentirlos como aliados— también se ha visto que los parásitos pueden actuar como indicadores de la salud ambiental, por ejemplo, en la determinación de la acumulación de ciertos contaminantes y su efecto sobre hospedadores y entorno.

P. ¿Qué consejos le darías a alguien que quiere iniciarse en el estudio de la parasitología?

R. La parasitología es una disciplina científica maravillosa, y como a cualquier otra disciplina hay que acercarse a ella con toda la curiosidad posible y sin ningún tipo de prejuicios. Además, la parasitología tiene un gran atractivo adicional y es que nos permite aproximarnos a unos organismos que son unos grandes desconocidos. Hay quienes los confunden con bacterias, incluso con virus. Y sacarlos de ese desconocimiento general es uno de los grandes retos de la ciencia, ya que lo que no se conoce no se puede entender, y ya hemos visto que su papel es de vital importancia en la salud del Planeta.

Pregunta. ¿Qué medidas de prevención o tratamiento recomiendas para evitar o combatir las infecciones parasitarias más comunes?

Respuesta (Concha Mesa Valle). En primer lugar, es importante tener presente que son muchos y muy diferentes los parásitos que afectan al ser humano y los más comunes varían según la localización geográfica. Dentro de los agentes infecciosos, los parásitos son los grandes desconocidos por la población, así los parásitos microscópicos, como los protozoos, se confunden a menudo con bacterias o virus. Además, es habitual asociarlos con entornos de pobreza, propios de países en vías de desarrollo. Ciertamente los países donde las medidas higiénico-sanitarias son deficientes van a presentar prevalencias más elevadas de las enfermedades infecciosas en general y de ciertas parasitosis en particular, pero los parásitos están presentes también en nuestro entorno y diferentes factores están provocando la emergencia de algunos de ellos. En general las medidas de prevención de las parasitosis son sencillas, pero para ello debemos conocerlas.

El agua es una fuente de transmisión importante de parásitos principalmente los gastrointestinales. Ciertos protozoos parásitos como Cryptosporidium spp. que se transmiten a través del agua se han convertido en un problema de salud pública en los países industrializados. Su resistencia al cloro, así como el pequeño tamaño de sus formas de transmisión, los ooquistes, le permiten escapar a los tratamientos tradicionales de potabilización y depuración del agua. En la actualidad este parásito representa un reto para las autoridades sanitarias ya que las técnicas de detección son complejas, muy costosas y requieren de un personal altamente especializado. A día de hoy no existen análisis rutinarios que permitan su detección de forma rápida y segura y saltan las alarmas cuando aparecen brotes diarreicos en la población. En la mayoría de los casos estas diarreas son autolimitadas y en ocasiones las personas parasitadas pueden no presentar síntomas. Sin embargo, suponen un riesgo importante en las personas con inmunosupresión. Todos los años se registran brotes de criptosporidiosis en nuestro país, así como en otros países desarrollados. La fuente de contaminación puede ser el agua de bebida o las aguas recreacionales que se contaminan con materia fecal de origen humano o animal. Basta recordar el de hace unos meses en la localidad de Tarazona, en la provincia de Zaragoza, donde se han registrado casi 500 casos desde principios de septiembre. La causa ha sido el agua de bebida, aunque no se ha llegado a esclarecer el origen de la contaminación. Algo parecido a lo acontecido en la localidad cordobesa de Baena. La detección del parásito en el agua de la red municipal, tras registrarse un pequeño brote diarreico en la población, dejó sin suministro de agua potable a 20.000 personas. Y fuera de nuestro país, también el pasado septiembre, se registró otro brote en el distrito de los Lagos de Queenstown en Nueva Zelanda; según las últimas investigaciones la fuente de contaminación más probable parece ser que fue materia fecal humana, procedente de algún bañista, en uno de los lagos que abastecen de agua a la ciudad. Y podríamos seguir con más ejemplos en Irlanda, Reino Unido, etc.

Toxoplasma gondii. Foto: Istock

Es importante tener presente dos cosas: primero que el número de ooquistes liberados por una persona o animal infectado es muy alto y segundo que los ooquistes necesarios para contaminar una fuente de agua y desencadenar la infección en las personas es muy bajo. En el interior del intestino Cryptosporidium se multiplica muy activamente y da lugar a procesos de autoinfección provocando en algunos casos diarreas persistentes. También las aguas recreacionales (piscinas, parques acuáticos, pantanos, lagos, etc.) son una importante fuente de infección, lo que ocurre es que en estos casos el número de afectados es menor y su impacto en la opinión pública también. Sin olvidar que todas las cifras recogidas en los brotes son muy inferiores a la realidad pues no todo el mundo acude al médico cuando tiene diarrea y en la mayoría de los casos tampoco se realiza una prueba diagnóstica.

Las medidas de prevención para esta parasitosis, cuando aparece un brote en la población, es beber agua embotellada o hervida. Y puesto que la transmisión también puede ocurrir por contacto con personas o animales infectados es importante tener buenas prácticas higiénicas tanto en el trabajo como en la casa. Lavar la fruta y la verdura antes de comer ya que el agua de regadío puede también contener las formas de transmisión del parásito. Y evitar tragar agua de piscinas y otras aguas recreativas. Todas estas medidas son las aplicables a cualquier parásito de transmisión fecal/oral.

En cuanto a las parasitosis transmitidas por alimentos, ya sean carnes o pescados, se pueden prevenir evitando consumirlos crudos.

Una parasitosis propia de los países desarrollados, aunque no es muy frecuente en nuestro país, es la queratitis amebiana producida por una ameba de vida libre del género Acanthamoeba. Se da entre las personas que emplean lentes de contacto y las consecuencias son muy graves. En ocasiones los síntomas pueden confundirse con una infección viral o micótica lo que provoca un retraso en el diagnóstico y el tratamiento pudiendo llevar a una pérdida total de la visión por destrucción de la córnea. La fuente de infección son las aguas contaminadas con este organismo y para prevenirla es importante una desinfección adecuada de las lentillas, no dejarlas nunca en agua y no utilizarlas en la piscina, jacuzzis o incluso en la ducha y no dormir con ellas.

El objetivo fundamental de este libro es dar a conocer algunos de los parásitos más extendidos a nivel mundial y concienciar a la población de la importancia de los mismos y de su impacto en la salud humana. Factores como la globalización, los viajes, el turismo o el movimiento de especies están aumentando el número de parasitosis en todo el mundo.

«El objetivo fundamental de este libro es dar a conocer algunos de los parásitos más extendidos a nivel mundial y concienciar a la población»Concha Mesa Valle

P. ¿Qué beneficios y riesgos tiene el uso de los vectores para controlar o eliminar a los parásitos?

R. Imagino que te refieres al control biológico de las parasitosis. En este sentido podemos hablar del uso de parásitos para combatir a otros parásitos, concretamente a los insectos causantes de plagas o del control biológico de los vectores que actúan como transmisores de enfermedades parasitarias.

Es importante señalar que utilizamos la palabra vectores para referirnos a los organismos que actúan como transmisores de un agente biológico, ya sea virus, bacteria o parásito; pueden actuar como vectores diferentes tipos de insectos u otros artrópodos como moscas, mosquitos, chinches, garrapatas, etc. La utilización de ciertos artrópodos parásitos para combatir a los insectos causantes de plagas en la agricultura es lo que se conoce como control biológico y a estos parásitos se les llama “parasitoides”, son parásitos de otros parásitos (los insectos que parasitan a los vegetales) y reciben este nombre porque “un buen parásito es aquel que no mata a su hospedador”, pues se quedaría sin su medio de vida y los insectos parasitoides sí lo hacen, ya que acaban con sus hospedadores (los insectos que atacan a los cultivos) para poder completar su ciclo de vida. La utilización de plaguicidas representa un alto riesgo de contaminación ambiental con las consiguientes repercusiones en la biodiversidad y en nuestra salud, mientras que el control biológico es una alternativa ecológica y sostenible. El principal inconveniente es que es preciso planificar y diseñar muy bien el plan de actuación por parte de personal especializado; además el tiempo de acción es más lento y por tanto los resultados se observan a más largo plazo. Frente a este inconveniente, este tipo de control, en muchas ocasiones produce un efecto permanente, manteniéndose en el tiempo. Esto hace también que, aunque al principio pueda resultar más costoso, a la larga resulta más económico.

El control biológico de plagas comenzó a utilizarse ya a finales del siglo XIX y desde entonces hasta ahora se ha avanzado mucho, cada día va ganando adeptos y es importante apostar por este tipo de control informando adecuadamente a los agricultores para que entiendan los beneficios a largo plazo.

Otro tipo de control biológico que se utiliza para combatir plagas es la técnica del insecto estéril. Consiste en criar masivamente los insectos responsables de una plaga e irradiarlos para esterilizarlos. Así cuando se liberen, de forma sistemática y controlada en la zona donde se pretende combatir la plaga, las hembras que se apareen con estos insectos estériles producirán huevos que no llegan a desarrollarse, de esta manera se reduce la población de los insectos causantes de la plaga. Esta técnica también se ha empleado para el control de los vectores transmisores de enfermedades parasitarias como la malaria o la tripanosomiasis africana también conocida como enfermedad del sueño.

En lucha contra las enfermedades transmitidas por vectores es importantísimo el control de estos. Si eliminamos el vector, eliminamos la transmisión del parásito y por tanto la enfermedad. En muchas regiones donde la malaria es endémica los mosquitos Anopheles, transmisores del parásito, han desarrollado resistencias a los insecticidas tradicionales por lo que es muy importante avanzar en este campo. También hay muchas esperanzas en la utilización de mosquitos modificados genéticamente, un camino que apenas ha comenzado.

El beneficio del control biológico es su bajo impacto ambiental y en la salud humana frente a la toxicidad de los productos químicos utilizados como insecticidas o plaguicidas. Los riesgos de utilizar todas estas técnicas en el control de enfermedades quizás los veamos a largo plazo, ahora mismo el riesgo para las poblaciones expuestas a los vectores es contraer las enfermedades que transmiten.

P. Los parásitos en la carne son un tema importante en el libro. ¿Puedes destacar algunos de los parásitos comunes que se encuentran en la carne y cómo los consumidores pueden protegerse contra ellos?

R. Los parásitos más comunes en carnes son los cisticercos, las formas larvarias de las tenias (T. solium y T. saginata) en cerdos y ganado vacuno y las larvas de Trichina spp. principalmente en cerdo, équidos y jabalí. Tanto la cisticercosis como la triquinosis no son parasitosis frecuentes en nuestro entorno. En nuestro país y en general en los países desarrollados las explotaciones animales de carácter intensivo aplican medidas de prevención para evitar que los animales contraigan estos parásitos. Por otro lado, las inspecciones veterinarias a las que se someten las carnes destinadas a consumo humano incluyen la detección de ambos. Las industrias cárnicas también someten las carnes a procesos que aseguran la ausencia de parásitos. El último eslabón de la cadena es el consumidor, y aquí es fundamental la educación, es decir, es importante que conozcamos los riesgos que entraña consumir carnes que no han pasado los controles sanitarios, como las procedentes de la cría de animales a nivel particular o las que proceden de la práctica de la caza. El problema aparece cuando consumimos estas carnes, que pueden estar parasitadas, crudas o insuficientemente cocinadas. En el caso del cerdo, las famosas y ya cada vez menos habituales “matanzas caseras” para elaborar embutidos suponen un riesgo en este sentido. Los procesos de congelación y/o cocinado son la manera de inactivar las larvas de estos organismos y por tanto de prevenir estas parasitosis.

Todos los años hay brotes de triquinosis en nuestro país por consumo de carne de jabalí. La primavera pasada, por ejemplo, en la provincia de León cerca de 20 personas fueron diagnosticadas de triquinosis por ingerir chorizo de jabalí. Debemos tener muy claro que ni el proceso de salazón, ni el ahumado ni la desecación eliminan las larvas de triquina. El único método seguro es consumir la carne bien cocinada pues ni siquiera la congelación nos asegura la eliminación total de las larvas.

«Todos los años hay brotes de triquinosis en nuestro país por consumo de carne de jabalí»Concha Mesa Valle

En el caso de los cisticercos, tanto para la carne de cerdo como la de vacuno, el proceso de congelación es bastante seguro, siempre que se sometan a temperaturas de -10ºC durante dos semanas, y por supuesto el cocinado, ya que por encima de 70ºC se inactivan estas formas larvarias. El proceso de salazón si es suficientemente intenso y prolongado, también puede ser eficaz.

Otro parásito muy común, presente en las carnes es Toxoplasma, seguramente el más común pues se trata de un parásito que puede parasitar a cualquier animal de sangre caliente, doméstico o salvaje. Si la propiedad más importante de un parásito es su capacidad de adaptación Toxoplasma ha sido capaz de adaptarse a cualquier hospedador. Tiene un ciclo de vida muy complejo y solo pueden actuar como hospedadores definitivos el gato doméstico y silvestre y los félidos salvajes, pero cualquier animal puede actuar como hospedador intermediario. Eso quiere decir que cualquier carne de consumo humano como cerdo, oveja, caballo, vacuno, conejo, etc., es susceptible de contener quistes de Toxoplasma y por lo tanto de producir toxoplasmosis. En los seres humanos la toxoplasmosis suele cursar asintomática. La infección puede ser un problema en personas inmunodeprimidas y en mujeres embarazadas; en estas puede provocar abortos o, en el peor de los casos, malformaciones neurológicas muy graves en el feto. Esa es la razón por la que se desaconseja comer carnes poco hechas, jamón y embutidos a las mujeres en estado de gestación. Los quistes del parásito presentes en los músculos esqueléticos no son visibles ni tan siquiera al microscopio y es muy difícil su diagnóstico. De hecho, las inspecciones sanitarias a las que se someten las carnes no incluyen la detección de este protozoo y la manera de prevenir su infección, al igual que en los parásitos anteriores, es la congelación y el cocinado.

P. En «Artrópodos,» se mencionan los parásitos relacionados con insectos y otros artrópodos. ¿Cuáles son algunos ejemplos destacados de parásitos transmitidos por artrópodos y sus consecuencias para la salud humana?

R. En el capítulo de Artrópodos hemos recogido algunos artrópodos parásitos que suelen afectar al ser humano como los ácaros productores de la sarna o los piojos. Al tratarse de ectoparásitos afectan a la piel o los tejidos epidérmicos y sus consecuencias para la salud humana son irritaciones cutáneas, enrojecimiento, picor o en algunos casos aparición de pápulas o excavaciones en la piel como ocurre en el caso de la sarna. En ocasiones pueden provocar la aparición de otras infecciones secundarias.

Por otro lado, los artrópodos pueden actuar como transmisores de parásitos inoculando estos en el interior de los hospedadores, es decir actúan como vectores. Son los mosquitos, las moscas o las chinches. De las parasitosis transmitidas por vectores la más conocida y la que más muertes ha producido en la historia de la humanidad es la malaria, enfermedad que sigue constituyendo un verdadero problema de salud pública en muchos países africanos, asiáticos y en Sudamérica. Ya los romanos conocían los efectos devastadores de esta terrible enfermedad y desde entonces hasta ahora el ser humano ha luchado por combatirla sin demasiado éxito pues aún son muchas las personas, especialmente niños, que mueren cada año. Sus consecuencias para la salud humana son numerosas y graves ya que afecta a diferentes órganos. En una primera etapa el parásito se instala en el hígado, donde se multiplica, para después pasar a la sangre e invadir los glóbulos rojos. Los principales síntomas aparecen en esta etapa que es realmente cuando se desarrolla la enfermedad y son muy variados, desde picos de fiebre intermitentes, anemia, vómitos, etc. hasta fallo renal y hepático; en una etapa más avanzada hay afectación del sistema nervioso central con shock y muerte.

Otra parasitosis muy extendida, especialmente en Argentina y otros países sudamericanos, es la tripanosomiasis americana o enfermedad de Chagas; transmitida por diferentes especies de chinches y producida por un protozoo parásito que se instala principalmente en el corazón donde puede vivir hasta 20 años produciendo una enfermedad crónica que suele cursar asintomática pero que finalmente puede provocar la muerte por un fallo cardíaco. También la leishmaniosis visceral, transmitida por mosquitos Phlebotomus, y muy extendida en las zonas tropicales y subtropicales, provoca una enfermedad crónica sistémica, que cursa con múltiples síntomas como anemia grave, pérdida de peso, hepatoesplenomegalia, etc y finalmente la muerte. Otro tipo de leishmaniasis, menos grave, es la leishmaniosis cutánea que puede causar desfiguraciones físicas severas con discriminación y exclusión social en las personas afectadas y el consiguiente sufrimiento psicológico. Estas parasitosis están incluidas en el grupo de enfermedades tropicales desatendidas, en su mayoría parasitarias, que afectan sobre todo a las poblaciones más empobrecidas de los países con bajos recursos económicos. Dichas parasitosis están encuadradas dentro de los objetivos del desarrollo sostenible y la OMS junto con los Gobiernos y entidades internacionales están desarrollando programas para su control y erradicación.

P. ¿Qué curiosidades o anécdotas puedes compartir sobre tu trabajo como investigadora en el campo de la parasitología?

R. Quizás lo más curioso sea que comencé a trabajar en este campo por pura casualidad. Soy farmacéutica y durante la carrera la Parasitología no estaba entre mis asignaturas favoritas. Cuando terminé mis estudios, una amiga que trabajaba en la secretaría de la Facultad de Farmacia en la Universidad de Granada me propuso hacer la tesina con un conocido suyo del Departamento de Parasitología, era Antonio Osuna, catedrático de Parasitología, jubilado ya. Con él inicié mi carrera investigadora haciendo mi trabajo de fin de licenciatura trabajando con Leishmania donovani. Al finalizar no tenía claro si continuar con el doctorado o buscar trabajo fuera de la Universidad. Pero conseguí una beca del Ministerio para realizar la tesis doctoral, en un programa específico de “Estudios sobre América”, con un proyecto de Antonio para la búsqueda de compuestos con actividad frente a T. cruzi, el responsable de la tripanosomiasis americana o enfermedad de Chagas. Definitivamente ahí quedé enganchada para siempre a la Parasitología.

Durante los años de mi doctorado, mi familia fue aumentando y fue duro conciliar hijos y trabajo. A pesar de ello tuve siempre el apoyo de mis padres y de mi marido, así como la ayuda de algunos compañeros, a los que siempre estaré agradecida. En este sentido recuerdo que cuando me quedé embarazada de mi primer hijo estaba realizando unos ensayos con material radiactivo y un compañero se ofreció a realizar los experimentos. Durante todos esos años colaboré con la persona que más me ha enseñado de parásitos y que me transmitió la pasión por la Parasitología, Carmen Mascaró, catedrática de Parasitología y a la que hoy en día me une una gran amistad. Recuerdo a finales de los 80 cuando ella y su grupo de investigación trabajaban con Cryptosporidium, tratando de poner a punto técnicas para concentrar y purificar los ooquistes del parásito presentes en muestras fecales procedentes de animales, concretamente de terneros, ya que C. parvum es común en estos animales recién nacidos. Y a pesar de las medidas de precaución, todos en algún momento sufrimos diarreas que se las achacábamos al famoso Cryptosporidium. Afortunadamente nuestro sistema inmune funcionaba correctamente. Pero Cryptosporidium se hizo realmente famoso en 1993, con un brote que ocurrió en Milwaukee, Estados Unidos. Fue un gran brote epidémico donde muchas personas contrajeron criptosporidiosis y algunas murieron, casi todos los fallecidos padecían VIH.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.es

Publicado el: 2023-12-17 16:16:16
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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