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Vandelvira, artífice de la modélica catedral renacentista de Jaén

Vandelvira, artífice de la modélica catedral renacentista de Jaén

Cuando, en 1548, Andrés de Vandelvira es llamado a consulta, junto a Pedro Machuca y Jerónimo Quijano, para decidir cómo proseguir la obra de la nueva Catedral de Jaén a instancias del cabildo catedralicio, se encontraba en plena madurez el que, pocos años después, sería maestro mayor y proyectista fundamental de esta pieza excelsa del Renacimiento español.

Andrés de Vandelvira (h. 1505-1575) había llegado a Jaén en los primeros años de la década de 1530, procedente de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), donde trabajaba junto a su suegro, Francisco de Luna, en la iglesia parroquial.

Su actividad como maestro cantero había transcurrido hasta entonces en el eje sur de la Mancha, entre su ciudad natal de Alcaraz (Albacete) y Villanueva de los Infantes, con una breve y convulsa estancia en el monasterio de Uclés (Cuenca), centro de la poderosa Orden Militar de Santiago, de la que Luna era maestro de obras de confianza.

Escultura de bronce de Andrés de Vandelvira en la plaza Vázquez de Molina en Úbeda, Jaén, obra de José María Palma Burgos. FOTO: GETTY.

De la mano del suegro, entra en el antiguo Reino de Jaén por los dominios que la Orden de Santiago tenía en la Sierra de Segura, acompañándolo en una visita a las iglesias de la zona —Hornos, Segura de la Sierra y Orcera—.

Al poco se instaló en Villacarrillo, donde se iniciaba el monumental templo parroquial que, sin duda, guarda también su impronta; aunque apenas sí tengamos noticias documentales de su intervención.

Será la adjudicación de la obra de la capilla funeraria de El Salvador para el secretario imperial Francisco de los Cobos, Úbeda 1536, —proyecto de Diego de Siloé— la que lo vincule de forma continuada y estable con Jaén mediante una serie de encargos de obra civil y religiosa, que se suceden en progresivo aumento y ya con plena autoría de diseño, culminando con su nombramiento como maestro mayor de la catedral de Jaén y de la diócesis en 1553.

La puesta en marcha de la primera obra nueva en la catedral de Jaén

La catedral de Jaén, tras una apresurada adaptación de la mezquita almohade de Jaén a mediados del siglo XIII y una posterior fábrica gótica con resabios moriscos, emprendía una «nueva obra», la de mayor empaque monumental en la última década del siglo XV y acorde con el gusto del gótico flamígero, bajo la dirección del maestro Pedro López.

Pero esta obra no pasó del cimborrio cuando, en 1525, la alarma de un posible derrumbe —tan común por otra parte en este tipo de elementos de la época— determinó la paralización de la obra, hasta la referida reunión consultiva de 1548 en la que escuetamente se acordaba «proseguir» la construcción por la cabecera. Sin embargo, el gusto ya había cambiado y ahora se imponía el estilo al «romano» o «antiguo», en el que ya estaban iniciados los tres arquitectos citados.

Tres años más tarde, en 1551, se ponía la primera piedra de la verdadera «obra nueva» y dos años después la dirección definitiva pasaba a Vandelvira.

En los veintidós años de vida que le quedaban al arquitecto Vandelvira solo se llevó a cabo la construcción del bloque auxiliar de sacristía, sala capitular, cripta y galerías altas. Sin embargo, aunque pudiera parecer poco, lo realizado era decisivo para la configuración final de la catedral, en la medida que el muro interior de dicho bloque determinaba el alzado del templo que, con pocas variantes, se seguiría en años y siglos posteriores.

A su muerte dejó, además, una maqueta de toda la iglesia con instrucciones para su aparejador y continuador como maestro de la misma, Alonso Barba. Esto permitió que, pese a los dos siglos largos que aún duraría la construcción de la catedral de Jaén y a los sucesivos arquitectos que estarían al frente de ella, el proyecto estructural vandelviriano se mantuviera con fidelidad, logrando así la más armónica catedral con sello renacentista de España.

El planteamiento es el de un tipo basilical de tres naves separadas por pilares, cerradas a una misma altura, que dan lugar a la denominada planta de salón. Un espacio diáfano y bien iluminado, tal y como recomendaba un anónimo manuscrito de Arquitectura de mediados del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Nacional, para un ideal de templo catedralicio.

Nave central de la catedral, en la que se aprecia el gusto clasicista de Vandelvira con el depurado pilar «siloesco». FOTO: ASC.

El tipo basilical, ensayado por Siloé en la catedral de Granada y seguido en la de Málaga, alcanza aquí su mayor grado de armonía en las proporciones gracias a la depuración del pilar denominado «siloesco». Este, está compuesto por cuatro semicolumnas, adosadas a las respectivas caras del pilar cuadrado, elevadas sobre pedestal plano (a diferencia de Granada, que es curvo) y con un entablamento y pilar supletorio, de proporciones más ajustadas también que en Granada y Málaga, sobre el que apean los cuatro arcos formeros que determinan la estructura modular de todo el espacio interior del templo, cerrándose cada uno de los módulos con una bóveda vaída de piedra de rica ornamentación, único motivo que permite distinguir las variaciones temporales en el gusto.

La configuración de dicha armonía modular parte de la articulación del muro que dejó marcada Vandelvira, a la que he hecho mención. Esta consiste en un gran arco entre contrafuertes interiores, que a su vez generan espacios para capillas, en número de dos por cada tramo, comprendidas bajo la forma abarcante del arco que en su parte superior aloja un ventanal en forma de serliana y en la intermedia un original cuerpo macizo, en el que abren sendos balcones que le confieren ese carácter palaciego o civil, correspondido interiormente con estancias de uso administrativo; unos «miradores» que el citado anónimo de la Biblioteca Nacional recomendaba como muy a propósito para una catedral, aunque solo la catedral de Jaén los despliega.

Ese gran arco se corresponde o proyecta en el arco formero que cabalga sobre los pilares que, fronteros a los contrafuertes, determinan el módulo. De esta manera pudieron continuarse, durante los siglos XVII y XVIII, sin alteración las tres naves que conforman el buque de la catedral; un tipo de espacio que tanto éxito tendría en las grandes catedrales de la América española, realizadas a la par que la Catedral de Jaén, donde se aplicó de modo sistemático.

Acuerdo Capitular sobre la prosecución de la obra nueva: «Sobre cual converná más, que se haga la delantera de dicha iglesia o que se prosiga la obra de la cabeçera que está començada. Acordaron e mandaron que la dicha obra questá començada se prosiga y pa(ra) mejor se le de la orden que en ellase ha de tener se llamen a maestre Jerónimo e Andrés de Vandelvira e Pedro Machuca e que se lescriviera que pa(ra) el día de todos santos primero venidero sean en esta cibdad» (A.H.D.J., Actas Capitulares, 1548-1568, f. 15v.).

La maestría del lenguaje clasicista de Vandelvira

El bloque que comprende todas estas dependencias auxiliares se dispone en el ángulo sureste de la cabecera de la catedral de Jaén, donde la muralla medieval quebraba en dirección sur. Y para su construcción hubo de derribarse parte del recinto defensivo, en particular la torre llamada del Alcotán.

El bloque, en forma de paralelepípedo, se divide en planta principal en tres espacios, dos menores dispuestos en eje perpendicular al cuerpo de la iglesia, el vestíbulo o distribuidor y la sala capitular, ambos en los extremos y comunicados directamente con el templo, y el mayor, central entre los otros dos y en eje paralelo al templo, que es la Sacristía.

Ya en la distribución, se aprecia el sentido del equilibrio compositivo del arquitecto. Y en las diferentes soluciones de alzado, la variedad y el afán experimentador del que siempre hizo gala Vandelvira.

Las distintas fechas que se graban en los tres espacios apuntan a una ejecución escalonada. Primera, la sala capitular, cuya sobria portada dórica lleva la fecha de 1556, 1563 es la fecha que campea en la puerta del vestíbulo que da acceso a la sacristía y 1577, fallecido ya Vandelvira, la que vemos en esta última.

La sacristía es considerada la más excelente de la arquitectura española, destacando por conciliar con maestría utilidad y belleza. FOTO: PARTAL.

La sala capitular, o capilla de San Pedro de Osma, atento a la devoción del santo soriano cuya imagen pintada preside el retablo, que obedece a la procedencia de aquel lugar castellano de los primeros cabildos de Jaén, presenta un alzado de escaso relieve basado en una secuencia continua del motivo «triunfal» romano: arco de medio punto entre dobles pilastras de orden jónico, cerrándose con bóveda de cañón.

El vestíbulo, por el contrario, se estructura mediante dos tramos cerrados con bóvedas vaídas de paramentos desnudos, excepto el tramo en el que abre la portada de acceso a la sacristía y el del fondo, en el que un gran vano en forma de serliana se aprovecha para abrir, en los extremos adintelados, sendas escaleras: una de subida a las galería altas y otra de bajada a la cripta, dejando el arco central, tal vez, como punto de luz y hoy utilizado como expositor de una copia moderna de la célebre custodia renacentista de Juan Ruiz el Vandalino.

La sacristía de la Catedral de Jaén

Considerada la más excelente en su género de la arquitectura española, la sacristía es una de las mejores muestras de la capacidad y el talento experimentador del arquitecto Vandelvira.

Dado que es el espacio de mayor amplitud de los tres, y con una funcionalidad muy distinta respecto a la sala de cabildo, su alzado difiere de forma poderosa con relación a esta. Si en la sala del cabildo domina la planitud, en la sacristía, por el contrario, prevalece el fuerte resalto de las columnas adelantadas del muro que mueven una secuencia, también continuada en derredor, de arcos mayores y menores, en cuyo interior se alojan las cajoneras para guardar las vestimentas litúrgicas.

Una vez más, brilla su talento para conciliar utilidad y belleza sin olvidar el tercer principio clásico instaurado por Vitruvio: el de la firmeza o solidez constructiva manifiesta en la repetición de las arcadas por encima del entablamento, que nos recuerdan a los prácticos acueductos romanos, sobre las que monta la bóveda de cañón.

Sin negar una posible inspiración en fuentes gráficas del repertorio teórico de Serlio, autor del que poseía parte de sus libros y al que recurre con relativa frecuencia, la solución final es una original composición, en la que combina formas experimentadas en obras menores, como la secuencia rítmica de arco menor y mayor que emplea en portadas de iglesias, motivo tampoco ajeno a la arquitectura italiana, y posibles imágenes de fragmentos de la arquitectura del pasado, próxima en lo geográfico pero distante en el contexto histórico; como apuntaba Fernando Chueca al conectar estas disposiciones columnarias con la arquitectura nazarí del Patio de los Leones de la Alhambra o los arcos superpuestos de la Mezquita de Córdoba.

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Francisco Juan Martínez Rojas

La cripta renacentista de Vandelvira

La misma distribución tripartita de la planta principal se repite en la cripta para enterramiento de canónigos, sin los alardes compositivos de los alzados pero con excelentes soluciones constructivas, tales como la potente forma abarcante que cobija la característica arcada vista en la sacristía, a modo de muro calado, que permite un aprovechamiento máximo de una luz de bodega; en abierto desafío tectónico a la carga que ha de soportar.

El espacio central, el más amplio, en correspondencia con el de la sacristía, se cierra con una atrevida bóveda casi «plana» y unas audaces lunetas de perfil curvilíneo (lunetas cilíndricas) que, en el lenguaje de la cantería que practicaba Vandelvira, se denominaban «arcos avanzados en cercha» y eran visibles en la arquitectura francesa de la época, puesta por mano del arquitecto Philibert De L’Orme en el criptopórtico del castillo de Anet y por Palladio en la iglesia del Redentor de Venecia; si bien en este caso no realizadas en piedra sino en ladrillo.

Y aquí se abre el interrogante del conocimiento de las experiencias compartidas entre la estereotomía, o arte del corte de la piedra, de los dos países vecinos, en los que pudo jugar un papel significativo el encuentro con maestros y artistas franceses, como el que mantuvo nuestro arquitecto, Andrés de Vandelvira, con Esteban Jamete (Etiènne Jamet) en la iglesia de El Salvador de Úbeda.

Una galería alta para la Catedral de Jaén

Las dos plantas en alto, con las que se cierra este bloque auxiliar, se destinaron al osario y la librería, con una apertura al exterior, mediante una logia o galería de arcos en esquina, a modo de belvedere desde el que se domina el bello paisaje de la Sierra Sur de Jaén; con caserías y tierras de labor que pertenecieron a la catedral.

Bajo dicha galería se abre la portada meridional del crucero, quizás la más bella y mejor compuesta de Andrés de Vandelvira, de dos cuerpos en canónica superposición de órdenes: dórico para el bajo y jónico para el alto.

Una de las dos torres gemelas de la catedral, con vistas a la ciudad de Jaén y a la sierra. FOTO: ASC.

La imagen titular de la Asunción de María, Madre de un Cristo triunfante, representa el dórico, y en las metopas del friso puede verse una adarga nazarí entre los preceptivos despojos de armas, en clara alusión a la victoria cristiana sobre el dominio islámico imperante en la región hasta no hacía mucho tiempo y mostrando una nítida comprensión del léxico y la sintaxis del lenguaje clásico.

Manda testamentaria de Vandelvira sobre la obra: «Otrosi, porque después que se me encargó la maestría de la obra de la santa iglesia de Jaén yo he deseado y deseo que el afición que tengo a la dicha santa iglesia, que la dicha obra se prosiga y acabe en toda perfección, y para esto he procurado los medios posibles y por la bondad de Dios va muy acertado lo que se ha hecho. Y así, deseo que suceda en el dicho cargo y oficio persona que con el mismo celo la haga y que sea de experiencia y de la pericia que conviene y por lo que debo al amor que, como digo, tengo a dicha santa iglesia, y por cumplir lo que soy obligado, no embargante que tengo por cierto que hay entera satisfacción de la persona que quiero nombrar, yo digo que y hago saber al ilustrísimo señor obispo de Jaén, y a los muy ilustres señores Deán y Cabildo de la santa iglesia, que la persona de quien yo tengo más satisfacción que podrá hacer la dicha obra y proseguirla y acabarla, como de suso se contiene, es Alonso Barba, el cual ha veinte años y más que en mi compañía ha entendido y entiende en la dicha obra, y con él tengo mucho comunicado los secretos de la dicha obra y le dejo el modelo della» (Testamento de Andrés de Vandelvira ante Francisco Sedeño, 1575. Transcripción de Juan del Arco Moya, en Andrés de Vandelvira. Vida y obra de un arquitecto del Renacimiento, Jaén, Ayuntamiento de Jaén, 2006).

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-03-21 11:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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