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Así es vivir en Jerusalén, el pueblo en Colombia que bate récord de temperatura – Otras Ciudades – Colombia

Jerusalén

Un animal yace tendido sobre la tierra seca. A lo lejos, unas vacas famélicas descansan bajo la sombra de un pequeño árbol, alejadas de las aves carroñeras que con sus picos destrozan la carne de lo que parece haber sido un ternero.

Unos metros adelante, en los maizales, que para esa fecha debían ser de un verde brillante, resaltaban por su amarillo seco, producto de los intensos rayos del sol. Hectáreas de cultivos totalmente quemados, sin una gota de vida, le dan la bienvenida a quienes visitan Jerusalén, un pueblo situado entre Tocaima y Guataquí, a solo tres horas de Bogotá.

Rodeado de montañas, este territorio de 236 kilómetros cuadrados, ubicado en el suroccidente del departamento de Cundinamarca, sobre la cordillera Oriental, a 295 metros sobre el nivel del mar, se encuentra encerrado por varias veredas, convirtiéndolo en una especie de jaula natural golpeada por altas temperaturas a lo largo del año.

Tanto así que este poblado habitado por unas 2.700 personas llegó a los 40,4 grados Celsius el pasado 23 de enero. Esta temperatura, según los datos registrados por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), batió un nuevo récord en la región, superando incluso a lugares en la Costa, como Santa Marta, Sahagún, entre otros, que también alcanzaron cifras históricas.

No es un clima extraño para los habitantes, quienes sí están acostumbrados al calor, pero consideran que las últimas semanas el solazo es más extremo.

En las mañanas, doña ‘Carmen’ -una mujer de unos 60 años, con su cabello rubio y camisa vaporosa de manga corta- saca su escoba para barrer las hojas secas que caen del gran árbol que les da sombra, pero es tal el verano que este ya se está quedando pelado.

En Jerusalén, más bien, todos prefieren estar en casa resguardándose del sol. Al punto que al transitar por sus escasas ocho cuadras son pocas las personas quienes se puede encontrar. Cualquier desprevenido que pase por allí podría pensar que es un pueblo fantasma.

El pasado 23 de enero Jerusalén alcanzó los 40,4 grados celsius, batiendo así un nuevo récord en la región.

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Sergio Acero / El Tiempo

Solo hasta las 10 de la mañana, el pueblo comienza a tener vida con la apertura de una que otra tienda de refrescos. “Estos días ha hecho mucho calor. Estuvo desesperante, pero ya. Siempre ha sido así, la verdad. Sino hasta ahorita que sacaron ese estudio, pero siempre lo hemos sentido así, normal”, dice la mujer.

Su casa con las puertas azules, abiertas de par en par, invitan a que el poco viento que sopla en la mañana entre para refrescar cada rincón de su hogar.

Jerusalén es colorido y vibrante. Desde sus flores hasta sus habitantes, tienen una alegría única. Pero en medio del calor extremo, esta queda aplacada por la angustia de las consecuencias que pueden traer las altas temperaturas.

“Han sido unos días muy duros, la comunidad ha estado muy desesperada por la ola de calor que estamos viviendo en estos momentos. El campesino es el que está sufriendo más esta crisis climática en estos momentos, pues no hay cultivos; y el que tiene ganado también, porque los animales no tienen qué comer”, explicó Ingri Marcela Villalba Contreras, alcaldesa del municipio.

Carrotanque Jerusalén

Jerusalén es colorido y vibrante. Desde sus flores hasta sus habitantes, tienen una alegría única.

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Sergio Acero / El Tiempo

El casco urbano cuenta con un sistema de acueducto las 24 horas del día, el cual le permite a los habitantes beber agua, bañarse o refrescarse en cualquier momento; pero para abastecer a 5 de las 17 veredas que hay alrededor, hay que utilizar un gran vehículo que lleve agua potable.

Carrotanque Jerusalén

Utilizan un carrotanque de más de 20.000 litros para abastecer a la población.

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Sergio Acero / El Tiempo

Tenemos que pedirle a Dios que nos ayude

Jerusalén está por completar un mes sin lluvias y, para contrarrestar la escasez de agua lluvia, la alcaldía municipal recurre a un carrotanque de 25.000 litros y un tanque adicional de 2.000 litros, para así suministrar agua a los residentes que carecen de acceso a agua potable, o, en realidad, a cualquier forma de agua.

“Tenemos que pedirle a Dios que nos ayude. Quienes están sufriendo así esta sequía, esta crisis económica, son como el 50 por ciento de la población. Tenemos un carrotanque que está yendo hacia la parte sur, que es donde más están solicitando el agua”, afirmó la alcaldesa.

Adiós a una gran tradición

Mientras doña Carmen barre su calle, a las 8 de la mañana comienza el recorrido del carrotanque del agua. Muy temprano, don Édgar Contreras -un hombre bajito, robusto, con pocas arrugas y blanco- y don Fernando Teuta, un señor -de ojos pequeños, labios delgados y canoso- llenan desde un hidrante, cerca a la vacía plaza central, el carro color aguamarina y un tanque que carga una volqueta.

Durante una hora los llenan. Mientras tanto, Cristina Mojica, una de las habitantes del sector, cuenta que antes se podían identificar dos momentos en el año, el invierno y el verano. Acorde a ello se cultivaba el maíz, la ahuyama y varias frutas cítricas.

“Eso parecía un festival. La gente bajaba con sus cosechas, la plaza se llenaba y todo era repletico de comida. Ya no. Las acciones del ser humano han llevado a que esto sea más seco de lo normal”, comenta Cristina mientras enseña por una reja que cierra el polideportivo, el cual queda al lado de la plaza y un pequeño taller de autos. Ahí mismo, hay una antena de la Corporación Autónoma Regional (CAR) midiendo la radiación, la temperatura y las precipitaciones del día.

Jerusalén

Antena de la Corporación Autónoma Regional (CAR) midiendo la radiación, la temperatura y las precipitaciones del día.

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Sergio Acero / El Tiempo

“Todo esto ha cambiado mucho. Está seco. Siempre ha hecho calor, pero desde hace años esto no se veía así”, concluye. Don Fernando, por su lado, afirma que no se veían temperaturas tan altas desde 1980, año cuando, a pesar de no tener lecturas concretas de los datos del clima, varios habitantes afirman haber vivido un verano más largo de lo normal.

Las alarmas se han encendido en el país debido al Fenómeno de El Niño, lo cual ha generado sequías, problemas en el abastecimiento de agua, incendios y olas de calor.

En Jerusalén, la mayoría de factores se han ido mezclando a lo largo de los años, generando problemas que cada vez traen repercusiones más fuertes.

Una gota de esperanza

Cuando finalmente se llenan los vehículos, hacia las 9:00 a.m. aproximadamente, es hora de salir hacia las veredas donde esperan ansiosos las gotas de agua. Muchas de las tiendas aún no han abierto y son pocas las que ofrecen un café a su clientela en horas de la mañana.

“Eso no es sino hasta la noche cuando la gente sale. Con este calor nadie sale de día. Es más caliente que el infierno”, explica don Fernando mientras abre la puerta de la volqueta.

El recorrido empieza en las zonas rurales de manera ascendente, según los conductores. Es decir, pasa primero por la vereda de Andorra, para luego ir a Gallinazo, Santuario, Cafeto y Cerro del gusano.

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De lunes a viernes se hace el recorrido.

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Sergio Acero / El Tiempo

Santiago Triana, secretario de Planeación de Obras Públicas del municipio, y oriundo de este mismo lugar, comenta que varias de las veredas están atravesadas por la quebrada El tabaco, razón por la cual no se le lleva agua a las 17, sino solo a las que no cuentan con un sistema de acueducto o a las que están en la cúspide, donde el agua no llega por gravedad.

Son casi 10 minutos de trayecto antes de parar en la primera finca, la de don Alberto Cañón, quien solo tiene dos tanques para llenar. Su casa está sobre una colina pequeña y rodeada de cultivos secos de plátano, maíz y una que otra ahuyama.

En este caso, como es un pedazo de tierra pequeño, entra la volqueta para luego llenar dos canecas grandes de agua.

Está complicada la situación. Teníamos maíz, plátano, pero todo eso se perdió

“Está complicada la situación. Teníamos maíz, plátano, pero todo eso se perdió”, dice con sus ojos arrugados y la camisa abierta, mirando con melancolía su terreno seco. Luego toma un poncho y se seca el sudor. No es ni mediodía y, según los datos del clima que proveen las aplicaciones celulares, Jerusalén está a 37 grados centígrados.

Cuando se le pregunta sobre cómo ha llevado la parte económica debido a que ya no tiene insumos que vender, responde con tristeza que todo toca racionarlo.

Sequía en Jerusalén

Varios cultivos se han secado en su totalidad.

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Sergio Acero / El Tiempo

Hay que vivir a las medias. Comer media papa y guardar la otra

Hay que vivir a las medias. Comer media papa y guardar la otra”, explica mientras ríe para no llorar.

Así como don Alberto, son cientos los campesinos que pasan por una gran crisis en medio del verano extremo. Doña Ruby Martínez, por ejemplo, vive a dos casas del hombre de 80 años, tiene dos hijos, y junto a su marido también se las arreglan para buscar el pan de cada día para mantener a su familia.

Se está secando todo el pasto porque no llueve. Mi esposo cultiva ahuyama, maíz… estuvo de buenas porque alcanzó a coger un poquito de ahuyama, pero hay otras personas que no les dio nada de nada. Es duro porque siempre toca buscar en otras partes trabajo y mirar cómo se hace”, asegura la mujer, quien es cabeza madre de familia.

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Doña Ruby también se ha visto afectada por la sequía.

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Su rutina, así como la de muchas personas en las veredas afectadas, es la misma. Aunque les gustaría levantarse tarde por el mismo calor, desde muy temprano levantan a sus hijos para que comiencen a estudiar en la escuela a las 7:00 a.m. Mientras tanto, también preparan el almuerzo en caso de que vayan a salir a trabajar en las fincas aledañas.

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Varios habitantes deben racionar el agua.

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Pero en todo este proceso se necesita agua para casi todo. Desde bañarse, hasta cocinar los alimentos o hacer una simple limonada. Eso, sin contar que han dejado de regar los cultivos para así ahorrar el agua que les suministran. A doña Ruby, el carrotanque le deja tres canecas de agua llenas, lo que equivale entre 50 y 60 litros de agua.Esto, según ella, le alcanza para máximo 5 días si la raciona al máximo.

Las millonarias pérdidas

El carrotanque llegó a casa de doña Ruby al mismo tiempo que la volqueta a donde don Alberto. De ahí los funcionarios siguen su camino hasta que el agua se acabe o llegar a Cerro del gusano, lo que pase primero.

Su camino es pesado y más si se tiene en cuenta que, hacia el mediodía, Jerusalén suele registrar temperaturas de 39 grados Celsius. Mientras don Édgar y don Fernando seguían su camino, más abajo, en Gallinazo, don Luis intentaba refrescarse en casa.

Con una cerveza en la mano observa como las gallinas se meten debajo de su Renault Logan azul, buscando refugio de los rayos del sol. Con una camisa azul y los brazos bronceados, sale de su casa de ladrillo y camina hacia los cultivos que tenía.

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Don Luis tenía campos de maíz.

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“Se perdieron como unos 10 o 12 millones de pesos colombianos. Ya es la tercera vez que nos pasa”, dice Luis, quien apunta al maíz seco y las ahuyamas biches que dejaron de crecer. Empieza a caminar, esquivando las avispas que se acercan a él, buscando su sudor, y llega a un árbol de mangos. Son casi 10 hectáreas que quedaron sin absolutamente nada que ofrecer, más allá de tusas secas sin germinar y hojas quemadas.

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Varios terrenos han perdido todos sus cultivos.

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Sergio Acero / El Tiempo

Debido a esto, el plan de Don Luis es migrar a Bogotá. Aunque ha vivido muchos años en la región, ya no le es rentable seguir trabajando la tierra en un terreno que cada vez se vuelve más seco.

Sus hijos ya están grandes, razón por la cual se la pasa solo en su finca o en el pueblo, para ir a las 3:00 p.m. o 4:00 p.m. a tomarse una que otra cerveza. Además de eso, no hay mucho para hacer.

En contraste, hay quienes aprovechan esa hora para otras actividades. A esa hora, cuando el sol ya ha empezado a ocultarse, familias bajan de las veredas o salen del pueblo directo al río, para así refrescarse un poco y salir de la rutina.

Cuando el río suena, piedras no lleva

Los niños salen corriendo, apenas ven el agua cristalina, pero se detienen antes de saltar, al divisar las rocas que sobresalen. Aunque todavía no está seco, irónicamente el río Seco todavía tiene agua suficiente como para que los peces naden y los habitantes de la región puedan zambullirse.

Afluente del Río Magdalena, este cuerpo de agua es uno de los recursos hídricos más importantes de la región, especialmente cuando hay olas de calor.

Familias enteras van en traje de baño o simplemente deciden meterse con ropa puesta, jugando entre las ramitas que caen alrededor o disfrutando de los pozos que se forman entre las rocas.

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Familias se reúnen para refrescarse en el río.

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En las orillas, neveras y maletas repletas de bebidas esperan a que salgan, en casi horas de la noche, para ser consumidas y así ayudar a aplacar un poco el calor. La temperatura fácilmente puede bajar a los 33 grados Celsius a las 5 o 6 de la tarde, dependiendo de si llueve o no, pero eso no es suficiente.

Es por ello que los habitantes salen al río, o en su defecto ‘echan chisme’ mientras toman cajas enteras de cerveza en las tiendas del pueblo. Intentan despejarse, distraerse de la monotonía y el cansancio que traen las altas temperaturas.

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En horas de la tarde, la gente sale a las tiendas del pueblo a charlar, acompañados de una cerveza.

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Sergio Acero / El Tiempo

Aun así, esto no deja de ser un tema del día a día, pues siempre habrá alguien quien como don Luis, doña Ruby o don Alberto se quejen del calor y sus consecuencias.

Alguien que diga: “Que calor tan infernal”.

Laura Natalia Bohórquez Roncancio
REDACCIÓN ÚLTIMAS NOTICIAS

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2024-01-26 23:55:50
En la sección: EL TIEMPO.COM – Colombia

Publicado en Colombia

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