“Elijo la paz. Elijo el dolor de la verdad y no la agonía, la tortura psicológica e incertidumbre”: Martha Ospina, buscadora de su esposo Gerardo Arandia.
“¿Por qué papá no llega? ¿Dónde está papá?”.
A sus seis años, Daniela vio por última vez a su padre Gerardo Arandia Valentín, un geólogo bogotano que viajó a Caquetá por compromisos laborales. Con su madre, Martha Ospina, pasaba días y noches de confusión y desaliento. La sensación no era otra que la de inquietud tras no recibir llamadas de él. Ese tiempo, que sigue siendo eterno, las hizo sospechar que algo malo estaba pasando.
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Yo ya tengo cerrada esa posibilidad de que esté vivo. Lo amaría con todo corazón, pero la coraza que tuve que hacer desde niña me hizo decidir pensar en que mi papá no esté sufriendo
Gerardo, de 30 años, viajó al Caquetá a mediados del 2000 a continuar con los análisis cartográficos para Geoestudios, empresa en la cual laboraba. En aquel momento, la autoridad en ese departamento era la guerrilla de las Farc. Imponía el orden a su manera: amenazas, secuestros, desapariciones y muerte. Más aún cuando en esa época se adelantaba un proceso de paz que le otorgó una vasta zona de distensión en la cual se hacía su ley.
El geólogo tenía todos los permisos de las Farc para adelantar los estudios, pero fue retenido “hasta nueva orden” el 20 de julio del 2000. Aunque Martha y Daniela no supieron nada por unas semanas, la empresa sí tuvo conocimiento de lo que ocurría y hasta mediaron para el pago de un rescate el 28 y 29 de julio, el cual finalmente no se dio.
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A Gerardo, según las averiguaciones de Martha, le dijeron que debía pagar su liberación con trabajo para las Farc. Así, este joven padre quedó en poder de la guerrilla. Su esposa e hija se enteraron días después. Desde entonces, son buscadoras.
La búsqueda eterna
Martha quedó en shock, pero el amor a su esposo le daba las fuerzas para buscarlo. Fue seis veces al Caquetá, a seguir la pista de Gerardo, a preguntar dónde había estado, con quién y por qué se lo llevaron. Su cabeza es un rompecabezas.
Viajó hasta Los Pozos, en San Vicente del Caguán, donde los altos mandos de las Farc se encontraban por los diálogos de paz. Se entrevistó con alias El paisa, jefe de la Teófilo Forero; Alfonso Cano, comandante del Bloque Central; y Joaquín Gómez, comandante del Bloque Sur. Además, con los guerrilleros Leonardo Posada y Pedro Aldana.
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Todos le sacaban el cuerpo y no le daban mayores razones o explicaciones.
En una de esas visitas, Martha interrumpió a Joaquín Gómez en una entrevista a medios de comunicación. “¿Dónde está el geólogo?”, le preguntó.
Él le respondió: “Eso es caso cerrado”.
De hecho, la primera versión que le entregaron a Martha decía que a Gerardo lo asesinaron el mismo 20 de julio. Por otro lado, a la empresa Geoestudios le informaron que lo habrían arrojado al río Vitoria el 6 de agosto.
Y en otra visita, un mando de las Farc le entregó las pertenencias de su esposo: brújulas, mapas, cámara, billetera con dinero y GPS.
Sin embargo, en los análisis al GPS se detalla que hubo lecturas posteriores al 20 de julio de ese año que solo pudo haber hecho él, pues es un aparato con contraseña y que solo los expertos manejan. Todas las hicieron hacia a las 6 de la tarde, hora cuando nació Daniela. Una especie de clave que la familia cree que fue una señal que les dejó.
Desafortunadamente la desaparición forzada de Gerardo Arandia representó la destrucción de una familia
Martha quedó en reunirse con Joaquín Gómez, quien le anticipó que averiguaría por el geólogo y que, si seguía con vida, se la respetaría. La mujer llegó nuevamente a Los Pozos, acompañada por un hermano, pero los amenazaron con desaparecerlos. La misma comunidad los ayudó a huir en un camión para evitar que les hicieran daño.
Esa fue la última vez que Martha fue al Caquetá, pues su vida estaba en riesgo. Les era incómoda a las Farc en la zona de distensión. Aunque su búsqueda se truncó en ese lugar, ella siguió tocando puertas más allá del 2002, cuando se levantó el proceso de paz con el gobierno de Andrés Pastrana.
Tras 22 años, Martha ya perdió la cuenta de cuántas instituciones y fundaciones ha visitado pidiendo alguna respuesta sobre su esposo. Ha entrado a cárceles a visitar exguerrilleros para que le den pistas y sí ha hallado algunas.
Uno le contó que fue el geólogo quien le enseñó a leer durante su cautiverio. Otro le dijo que Gerardo no dejaba de preguntar por sus ‘monas’, como llamaba de cariño a Martha y a Daniela. También le dijeron que lo tenían trabajando haciendo trazos de carreteras para los desplazamientos de las Farc.
Crecer sin papá
Mientras Martha luchaba por la búsqueda de Gerardo, Daniela empezó a hacer una coraza para que el dolor por la ausencia de su padre no la consumiera.
“Ver a los niños con sus papás y yo verme sin él, me hacía pensar en cómo me hubiera gustado realmente estar con él y conocerlo”, recordó Daniela.
Para ella, recordar a su papá es un vacío inmenso y considera que miles de momentos están borrados como por un chasquido de dedos. “Me encerré mucho. El mecanismo de protección fue escudarme. Poner un caparazón. Alejarme para no molestar. En la casa ya había suficiente dolor, como para hacer más honda la herida”.
A medida de que iba creciendo, Daniela entendía más lo que había pasado con su papá. Eran noches de desvelo por parte de sus abuelos escuchando ‘Las voces del secuestro’ y enviando sus mensajes para que ojalá le llegaran a Gerardo.
Uno de los reparos que Daniela tiene no es solo contra las Farc, también con algunas instituciones del Estado que atienden a las víctimas como bultos, a quienes les toca pasar por un montón de procesos burocráticos para que les presten la atención adecuada.
Por eso, pasaron de ser víctimas a buscadores, una visión diferente de una tragedia durísima como la desaparición forzada, en un proceso de sanación y ruptura con esa carga.
“Es complejo, socialmente, ser víctima. A una persona víctima siempre la quieren ver mal, siempre pobreteada”, contó.
Ser víctima acarrea muchos sentimientos. Por eso identificarse como buscador implica romper esa carga que se lleva encima
Daniela creció con la idea de buscar a su padre, de recordar sus memorias, pero con el recelo de que su vida no se quedara en que la menospreciaran por ser la hija del secuestrado y que fuera un sinónimo de ‘pobrecita’.
“La gente a mi alrededor debe entender que no soy solo la víctima, la hija del secuestrado, sino que también tengo una vida. Acá tuve que enfrentar un montón de cosas, quedándome solo siendo la hija de un papá secuestrado. Ser víctima acarrea muchos sentimientos. Por eso identificarse como buscador implica romper esa carga que se lleva encima. No es algo que le pase a todo el mundo y esas cargas hay que echárselas al hombro para poder sobrevivir al día a día”, dijo.
Martha es una auténtica heroína. Fue madre y padre para Daniela. Sacó fortaleza sin saber de dónde, levantando la cabeza una y otra vez, hasta para darle el estudio a su hija, quien eligió la misma carrera que su papá, la geología.
Entre los recuerdos que Daniela conserva de Gerardo están algunas rocas, brújulas y la sensación de libertad, la cual, paradójicamente, fue la que le arrebataron. Desde hace 10 años, la joven ha reconstruido quién es su papá y así, entre otras cosas, llegó al mismo estudio que él hizo. Ir a lugares remotos, viajar y conocer fue la semilla que le quedó de su papá.
Cara a cara con los victimarios
Elijo la paz. Elijo el dolor de la verdad y no la agonía, la tortura psicológica e incertidumbre
Aquella reunión que Joaquín Gómez, comandante del Bloque Sur de las Farc, le prometió hace 20 años, apenas se pudo cumplir en este 2022 en una cita privada y también en una audiencia de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Para Martha y Daniela era el momento más esperado de sus vidas.
El encuentro hace parte de un proceso eterno. Por las investigaciones que Martha ha hecho se han logrado vincular al proceso a Daniel Bolaños Trujillo, alias Diván, quien dio la orden de secuestrar a Gerardo y le cambió el nombre al geólogo a Don David. Otro vinculado es Duverney Ospina, alias Giovanny. Los dos no han respondido por el caso.
Daniela aún no conoce si Joaquín Gómez fue quien dio la orden del secuestro y desaparición de su padre, pero sí sabe que él era el comandante de la guerrilla en la zona. Por eso, la clave para develar qué pasó con Gerardo la tiene él.
Joaquín Gómez tiene sentencia por el secuestro extorsivo del geólogo.
Y en esa diligencia, Daniela lo vio como un humano, más allá del monstruo que muchos piensan que es. También decidió enfrentarlo con paz y tranquilidad para comentarle todos sus reparos, sus dolores y todo lo que con su mamá han luchado para conocer la verdad por más dolorosa que sea.
Incluso, Martha le dijo a Gómez: “Elijo la paz. Elijo el dolor de la verdad y no la agonía, la tortura psicológica e incertidumbre”.
Para madre e hija, era necesario que Joaquín Gómez entendiera no solo el dolor sino el amor por Gerardo, que es el más grande de los sentimientos y los ha movido durante todo este tiempo.
Y también le exigieron que la investigación avance más allá de la cruel frase que le dio a Martha en el último encuentro: “Caso cerrado”. El excomandante es el camino para que los rangos medios le digan a la familia lo que pasó.
“Me han dicho un montón de cosas negativas, como que me tienen amaestrada, pero para mí es más importante el amor que le tengo a mi papá y que pueda recordarlo. El otro (Joaquín Gómez) es un ser humano y me puede abrir la puerta a conocer a mi papá a través de otros. No voy a justificar lo injustificable, pero hay que ir más allá de eso, conocer la verdad después del paso que ellos dieron. Esto debe tener un fin, no sé cuándo se va a cerrar, pero debe tenerlo”, dijo Daniela.
En esa misma audiencia, Joaquín Gómez reconoció su responsabilidad por la política de secuestrar civiles en el marco del control territorial. “A Daniela y a su mamá Martha, les reitero que sí las estamos oyendo y teniendo en cuenta todos los elementos que ellas han traído, los estamos analizando sin descartar ninguno detrás del objetivo de conseguir alguna pista que nos conduzca a la suerte que pudo haber tenido Gerardo”.
Mencionó que era consciente que, desde la desaparición, Martha inició una ardua tarea para encontrarlo. “Tarea en la que ella misma ha arriesgado su propia vida y le ha dejado tantos sinsabores”, dijo Joaquín Gómez.
También se comprometió en que la búsqueda no terminaría allí, en ese recinto, y que no se limitaría a unas cuantas explicaciones. “Nos queda mucho trabajo por hacer (…) Desafortunadamente la desaparición forzada de Gerardo Arandia representó la destrucción de una familia. Fue una tragedia que rompió la vida de una familia en dos”, añadió.
Lo que esperan sobre el caso
El tiempo sí importa. Espero saber algo de él pronto
Recientemente, la JEP profirió la resolución de conclusiones en el caso por secuestro, que incluye los crímenes por los que fueron imputados, sus aportes a la verdad y una propuesta de sanción contra Rodrigo Londoño, (‘Timochenko’); Julián Gallo (‘Carlos Antonio Lozada’); Pablo Catatumbo; Jaime Parra (alias Mauricio Jaramillo o ‘El Médico’); Milton de Jesús Toncel (‘Joaquín Gómez’) y Pastor Alape, en la cual la sanción es de ocho años, pero no irán a prisión.
(Ampliación de esa noticia: Ocho años, la sanción que tendrían exjefes de Farc por secuestro)
Sin embargo, los familiares de las víctimas señalan que los aportes no han sido completos ni exhaustivos o detallados. También se preguntan cuáles son los compromisos puntuales para cada caso, por lo que consideran que darles el beneficio de no ir a prisión los puede desligar de las responsabilidades que tienen ante la JEP.
Entre los anhelos de Daniela está que, más temprano que tarde, Joaquín Gómez les informe la verdad de lo que pasó con su padre y conocer, a través de los relatos que obtenga, quién era Gerardo.
“El tiempo sí importa. Espero saber algo de él pronto. Un plazo de un año tras la audiencia sería justo. Mi mamá esperaba que en la audiencia nos dijeran algo o que Joaquín aportara algo más significativo a la situación de mi papá”, dijo Daniela.
Muchos familiares aún tienen la esperanza de que sus desaparecidos vuelvan a casa, pero para Daniela esa posibilidad es deslucida. “Yo ya tengo cerrada esa posibilidad de que esté vivo. Lo amaría con todo corazón, pero la coraza que tuve que hacer desde niña me hizo decidir pensar en que mi papá no esté sufriendo. Sería injusto. Amaría volver a verlo, hablarle, ese anhelo lo tenemos todos. Pero hay un lado consciente de cómo sobrellevar las cosas para no seguir con una ilusión que hace daño”.
Lo que sí la ilusiona es la posibilidad de que se hallen los restos de su padre. Sus abuelos fallecieron con el deseo de tener una tumba donde pudieran visitar a Gerardo.
A Daniela también le pesa que el proceso de paz haya tenido tantos inconvenientes, como los guerrilleros que se volvieron disidentes y no aportarán a la verdad o que otros muchos comparecientes estén siendo asesinados, situaciones que ponen trabas a los procesos y dejan a las familias de víctimas en una espera incesante.
Y también les pide a las instituciones del Estado que apoyan el proceso que no trabajen cada uno por su lado. “No puede ser que todavía estemos contando lo que pasó a cada institución 20 años después, si desde hace mucho tienen nuestras muestras de ADN. Soy afortunada porque Joaquín Gómez me dio la cara, pero muchas familias buscadoras no tienen esa oportunidad pues los recursos son escasos”, contó Daniela.
Madre e hija esperan la resolución del caso de Gerardo, con la cual conocerán la verdad de lo que ocurrió hace 22 años y con la que Daniela quiere dar un paso en su proceso de perdón y reconocimiento de su progenitor.
CRISTIAN ÁVILA JIMÉNEZ
*Esta historia hace parte del especial ‘Desparecidos: el horror de la guerra escondido en las fosas de las Farc’. Espere próximamente otras entregas.
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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2022-12-03 01:00:00
En la sección: EL TIEMPO.COM – Colombia