Oscar Rosas es un hombre oriundo de Santander, de 58 años de edad, que fue un chef reconocido a nivel internacional, viajó por todo el mundo creando los mejores platos y económicamente le iba demasiado bien, pero el consumo de la heroína lo llevó a convertirse en el ‘gringo’, en el ‘chef del Bronx’, en Bogotá.
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Tocó fondo cuando se relacionó con ‘los duros’ de ese lugar y llegó a cocinar carne humana por obligación y para sobrevivir. La primera vez fue escalofriante para él, le entregaron una bolsa negra con piel porosa para azar.
El convertirse en el chef de los líderes del Bronx y estar metido entre la brujería que perpetraban en uno de los túneles creados y escondidos, lo llevó a internar suicidarse, ya que de por vida, los implicados le aseguraron que al cometer canibalismo nunca iba a salir de allá.
Cuenta en EL TIEMPO que fueron dos fases que dividen su historia: la primera: ser el reconocido chef de los sayayines en el Bronx, caer en el canibalismo y estar rodeado de mujeres, drogas y alcohol.
Varias fotos de Oscar Rosas en procesos de recuperación
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La segunda fue: “encontrar a Dios y darme cuenta que Dios existe”, una frase que para él ahora es el símbolo de que su vida está fuera de las sombras, la ansiedad y tiene la posibilidad de rehabilitar a través de su testimonio a otros adictos.
Óscar asegura que rezar el ave maría le salva la vida actualmente de estar en vicio. Ya son nueve años libres del consumo gracias a la oración, cuenta.
Fueron 35 años de consumo de bazuco, cocaína y heroína. A sus 14 estudiaba en el Colegio San Pedro Claver, en Bucaramanga, pero querer probar la cocaína, en su experiencia, despertó el vicio de por vida.
El desespero de Óscar para estar drogado y tener cocaína en su cuerpo lo llevó a robar a sus papás, vender elementos del apartamento en el que vivían.
Al ver que no había solución lo trasladaron a Nueva York, Estados Unidos, ahí terminó el colegio y comenzó a estudiar cocina en la universidad Técnica de New York. Trabajó en reconocidos restaurantes y sus siguientes 12 años fueron en ese país.
Cuenta Rosas que nunca dejó de consumir, al contrario, en Estados Unidos le dijo a un italiano que la cocaína ya no hacía efecto en su cuerpo, que no sentía nada, ahí comenzó a inyectarse heroína, droga que no dejó hasta sus 49 años.
Oscar Rosas cuando estuvo en el Bronx
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Trabajó en reconocidos hoteles. Confiesa que mientras cocinaba se inyectaba, pues, tenía un catéter mientras trabajaba. Asegura que nadie notaba que Óscar estaba drogado, todos aplaudían su labor y así se mantenía noche y día.
“No aceptaba que era adicto, no tenía problemas. Uno no se traba por el viaje, sino por los calambres y dolores que se producían en el cuerpo al no tener la droga. Yo trabajaba 18 horas, los gerentes del hotel creían que era un duro, y creían que los platos que yo hacía eran porque era un diseñador el verraco y no, estaba drogado”, dijo Oscar.
Óscar se cansó de la vida en Estados Unidos y regresó a Colombia con 28 años, en el año 1992.
Conoció a una azafata y estuvo en una relación con ella en Bogotá con quien tuvo su primer hijo, su relación se fue al piso cuando la mujer supo que era adicto a la heroína en el momento en que lo descubrió inyectándose.
El noviazgo duró seis meses y al no encontrar la satisfacción volvió a salir del país, pues su exnovia lo delató con su familia.
“Ella me prestó la plata para montar un restaurante en Bogotá y me la fumé, mi familia no solo se dio cuenta que era drogadicto, sino que era un mentiroso, que no había hecho nada, que no tenía nada, que era adicto”, cuenta Rosas.
Varias fotos de Oscar Rosas en procesos de recuperación
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Ante este episodio, eligió como destino Europa, estuvo en Roma, Alemania, Holanda. Laboró como chef 13 años. Allí, nada cambió en cuanto al consumo de sustancias psicoactivas, al contrario, aumentó y en su mente no se le pasaba reconocer que era un adicto.
“No se da cuenta nadie de la adicción hasta que no le haga falta la heroína o el dinero. Ningún adicto tú lo vas a coger mientras tenga la base económica para comprar. Me perdí de mi familia, no iba a dar la cara”.
Durante sus 13 años en Europa viajando por cruceros y cocinando, Óscar recolectó mucho dinero y decidió volver a Bogotá, allí conoció a una mujer y a los 26 días de haber interactuado con ella se casó, a los meses tuvo una hija. La historia se repitió, lo descubrieron inyectándose y se separó.
En ese momento tenía mucho dinero, compró varios apartamentos, carros y motos, pero su adicción no se detenía. A 10 cuadras del extinguido ‘Bronx’, en el centro de Bogotá, compró un inmueble, que lejos de imaginarlo era el inicio de su destino como habitante de calle, en el cual estuvo durante 14 años.
Oscar vendió su apartamento cerca al Bronx a cambio de dos años y medio de heroína.
“El apartamento lo volví una olla, me traían mujeres, me traían trago. Se me acabó el billete en cuatro años, eran mil y pico de millones que traía de Europa y se consumieron, me los fumé”.
La entrada al ‘Bronx’ del ‘gringo’
El haber perdido todo, hasta el lugar donde dormía, llevó a Oscar a lo más oscuro de su vida, a quedar atrapado en los túneles del ‘Bronx’, que eran lugares que crearon las líderes de bandas de microtráfico para delinquir sin que las autoridades lo percataran.
En el lugar se establecerán las nuevas sedes del Sena, la Alcaldía de Los Mártires y el espacio de cocreación y memoria La Esquina Redonda
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Esta puede ser la parte más dura que relata Rosas, pues poco a poco se fue sumergiendo en este lugar de adictos, bandas de microtráfico, pandillas y desaparición de personas.
Su experiencia en la cocina en los mejores hoteles y cruceros de Europa y Estados Unidos lo convirtió en el respetado ‘chef del Bronx’. Para lograr la confianza de esas calles y, claramente, obtener su dosis diaria comenzó a cocinarle a los ‘Sayayines’, los hombres armados que controlaban el microtráfico en la zona.
“Cuando había fiestas de los duros, los ‘sayayines’ por caché querían tener un chef , eran unos criminales, tenían unas mentes malas. Pues me tocó cocinarles, la gente se volvía loca, yo compraba la comida, cocinaba caviares. La plata que se manejaba allá era impresionante. Me gané la confianza de todos los duros, me protegían todos los pandilleros, yo era la mina de oro”, recuerda echándose la bendición.
Las personas se quejan de la venta de drogas, riñas, prostitución, extorsiones y homicidios que florecen a plena luz del día.
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Así fue durante un año. Los tres años siguientes recuerda que comía arroz, fríjoles y carne encima de papel de un diccionario.
“El primer año viví en el primer piso, donde viene la gente de la calle, se compran las drogas, pero después, hay un lugar subterráneo, donde están los túneles, es por donde se pasaba el dinero, la droga, la parte contable”, contó Rosas indicando que cuando una persona decidía bajar a los túneles era de por vida.
Una propuesta que aceptó de los ‘duros’ del ‘Bronx’ para cocinarles fue quizá el error de su vida, pero la forma de rescatarse al mismo tiempo.
A Óscar le propusieron cocinar y como él ya era el famoso ‘Gringo’, chef del ‘Bronx’, pensó que esa prueba iba ser fácil.
“Yo me imaginé una súper fiesta, y yo les dije, ¿qué gano?, y me dijeron: usted sabe qué gana con nosotros,(droga) pero esto va ser de por vida. Si usted baja es de por vida. Yo pensé que me estaba mamando gallo, ¿quién te va a dar droga de por vida con todo lo que yo fumaba?”, comentó.
Venta de drogas, extorsiones y problemas de salud pública hacen parte del paisaje en la carrera 54.
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Oscar nunca imaginó que bajar a esos túneles escondidos era quedar secuestrado por siempre, lo sentaron en una de las puntas de la mesa. Los ‘duros’ le llevaron una bolsa negra, le pidieron que la abriera y descubrió que eran poros humanos con bellos, completamente deshuesados.
El ‘duro’ lo sentenció, le dijo que él moría allí en ese túnel, pues de ahora en adelante debía cocinar la carne humana, comérsela primero para realizar la prueba de calidad y servirla a quienes hacían parte de una supuesta secta.
Se trataba de un culto que solían hacer en los túneles como símbolo de mantener el negocio de las drogas, para que no llegara la Policía, según el relato de Rosas, para que no les entraran las balas y para blindarse de muchas cosas más.
“Me dio tembladera, me vomité. Yo le pregunté que qué era eso, y me dijo, lo que vamos a hacer es canibalismo. Ahí me comí mis vómitos siete veces. Era un ambiente hostil. Usted muere aquí, así me repitió uno de los ‘duros’”.
El ‘Gringo’ nunca supo la identificación del cuerpo que debía cocinar, era obligado a comerlo y a entregar el plato a los supuestos brujos. Mientras estuvo allí, solo vio la luz del día seis veces cuando le permitían ir a donde su hermano para enviar pruebas de supervivencia, pero era un martirio porque dice que los ‘sayayines’ lo perseguían, lo vigilaban hasta regresar de vuelta bajo tierra.
El Bronx: amar sera su salvación
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“Mis hermanos tenían que mostrar al juez que yo estaba vivo para darle plata a mis hijos, estaba como interdicto. Yo de bruto exponiendo a mi familia, no podía decirles nada”.
Luego de varios años, ‘Chef del ‘Bronx’’ no aguantó más y atentó contra su vida. Lo iban a meter en una caneca de ácido para que su cuerpo se disolviera, pero por alguna razón los ‘sayayines’ lo dejaron casi muerto en la Plaza de los Mártires, en el centro de Bogotá.
Luego de 28 días en terapia de sueño en un hospital, Óscar despertó, pero intentó quitarse la vida en varias ocasiones, pasó por clínicas de desintoxicación. Dos meses después, la Alcaldía de Bogotá intervino el ‘Bronx’.
Fundación Rosario Inteligente
Luego de nueve años de desintoxicación, creó la fundación Rosario Inteligente, la cual dirige y ayuda a los jóvenes a salir de la adicción en Bucaramanga. Al momento, son 827 personas atendidas y aunque varias recaen, sigue luchando por quienes regresan.
“Yo puedo ganarle a los otros oscares, a los otros pensamientos que hay en mí, me escudo en la oración, yo estoy casado con la virgen, siento paz con Dios. Me ha tocado orar por quienes cociné obligado. No me puedo quedar en el odio”.
La reconciliación con sus hijos es un proceso, al igual que con su familia. Hasta hace un año se encontró con ellos que viven fuera del país.
Oscar pasó por 17 fundaciones de rehabilitación. Dice que tiene 240 ángeles en Bucaramanga que ahora le ayudan a salir adelante. Hoy en día el santandereano no tiene bienes, no tiene dinero, pero vive de lo que pueda ayudar a través de la fundación. Asegura que es el único bien que puede generar en medio de tanto daño que se hizo.
Oscar Rosas en su fundación Rosario Inteligente
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Rosas asegura que no se dedicará más a cocinar porque eso lo conecta con todo lo que vivió en las drogas y en el oscuro túnel del ‘Bronx’.
Melissa Múnera Zambrano
Corresponsal de EL TIEMPO – Bucaramanga
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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2024-08-29 11:01:01
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