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el fin del milagro económico | elperiodico.com

el fin del milagro económico

Gordon Chang ya lo predijo dos décadas atrás con su best seller ‘El inminente colapso de China’. Ocurriría en 2011. Languidecía ese año cuando lo retrasó a 2012 y desde entonces ha anunciado inmediatos apocalipsis con éxito de público y su prestigio intacto. El gremio de agoreros no es escaso pero nadie empata su entusiasmo. Con China es posible, e incluso frecuente, lustrarse una carrera instalado en el error, anunciando cada seis meses el derrumbe económico, otro tiananmén o la invasión de Taiwán.

El milagro económico ha muerto, dicen, y se esfuma el “siglo de China”. Al diagnóstico no le faltan síntomas: la burbuja inmobiliaria ha estallado, crece el paro juvenil, la deuda de los gobiernos locales es elefantiásica, bajan las exportaciones, el consumo no remonta y la población envejece. China ha extraviado la varita mágica con la que vadeaba los problemas. Fue la última en entrar en la crisis financiera de 2008 y la primera en salir. Protegió su economía cuando el coronavirus devastaba al resto. Pero el rebote tras la epidemia no ha llegado. “¿Por qué no han vuelto los turistas chinos?”, preguntaban en un hotel tailandés el mes pasado.

Será un colapso, una crisis o la “nueva normalidad” que pregona el Gobierno. El debate no oculta una certeza: la fórmula ha caducado. China ha cabalgado durante cuatro décadas sobre una febril construcción. Carreteras, trenes de alta velocidad, viviendas… Un complejo de nuevo rico la empujó a desafiar los límites: el puente más largo, el rascacielos más alto, la presa más grande. La adicción a las infraestructuras cambió su fisonomía en unas décadas cuando a Occidente le costó siglos. Las provincias rurales quedaron comunicadas y su desarrollo dio una alternativa a la emigración hacia las boyantes ciudades de la costa oriental.

La inmensa deuda de los gobiernos locales

El envés es la deuda de los gobiernos locales. El paquete de estímulo que le sirvió a China para superar la crisis financiera sin jirones, aplaudida en Occidente, tensó su contabilidad. El problema se ha agravado hasta alcanzar los 9 billones de dólares, casi la mitad del PIB chino. Hay dudas de si será satisfecha porque la venta de terrenos, su principal vía de ingresos fiscales, ha quedado aguada por la crisis inmobiliaria.

Ejemplifica la tendencia Yunnan, la provincia fronteriza con Tailandia que sublima el mito del Shangrilá con sus poblados de madera hundidos en valles frondosos. Fue el destino de intrépidos mochileros hasta que las infraestructuras estimularon el turismo y la industria local. Su economía creció en paralelo a su ratio deuda-ingresos, ya por encima del 150 % que el Fondo Monetario Internacional califica de peligroso. Las autoridades no aflojan y sigue adelante el delirante plan de levantar un multimillonario centro para cuarentenas del covid cuando el país las jubiló meses atrás.

Los chinos abrazaron la fe en el ladrillo, convencidos de que nunca caería, hasta que lo hizo un par de años atrás. Sus ahorros son sus viviendas y ahora son más pobres. En la génesis está Evergrande, la que fuera segunda inmobiliaria del país y ahora es la más endeudada del mundo y cercana a la liquidación. Pedía préstamos para comprar terrenos, vendía casas en plano y con los ingresos sufragaba nuevos proyectos. Funcionó hasta que Pekín cortó el crédito para frenar el endeudamiento y surgió el covid. La crisis se contagió a todo el sector, incapaz de terminar las viviendas apalabradas, y con 23 millones de unidades sin vender, suficientes para alojar a la población británica.

Paro juvenil y envejecimiento

En aquella Pekín de principios de milenio indagábamos al buscar piso si contaba con ascensorista o no y desechábamos los primeros para evitar sufrientes escaladas nocturnas. Eran mujeres maduras que hacían calceta sobre un taburete, pulsaban el botón con su bastón y cerraban el ascensor tras su jornada laboral. El pavimento de las calles se levantaba para renovar la instalación de luz y tan pronto era recolocado se repetía el proceso para el gas y más tarde para el agua. ¿De qué vivirán los obreros si lo completan antes?, respondían los locales a los desconcertados extranjeros. Abundaba el dinero y los trabajos, incluso los absurdos. Hoy no cuesta escuchar a funcionarios con retrasos salariales, el paro juvenil superó el mes pasado el 20 % y el envejecimiento recortará esa masiva fuerza laboral que alumbró en las fábricas el milagro económico.

Eran los exuberantes tiempos del expresidente Jiang Zemin, lo más liberal que ha despachado China, con crecimientos anuales del 12 y 13 % que epataban al mundo gracias a la fórmula del “sálvese quién pueda” y del “ensucia primero y limpia después”. Aquellas triunfales crónicas de la prensa occidental venían matizadas siempre de un aviso: El crecimiento por encima del 10 % es obligado para dar trabajo a todos, por debajo espera el caos.

Pero Pekín apostó por la calidad con un modelo más sensato y suma ya dos décadas mitigando las desigualdades sociales, la ruina medioambiental y otros desaguisados de Jiang. El crecimiento bajó al 9, al 8, al 7, al 6… sin que el país temblara. Los economistas pronostican que los tres próximos años dobrepasará el 4,5 %. Es la mitad de las últimas década. Una caída más pronunciada amenazará el compromiso del presidente, Xi Jinping, de doblar la economía nacional en 2035 respecto a la de 2020 y alcanzar la “sociedad acomodada” y la “prosperidad común”. El cuadro permite interpretaciones variadas pero es descartable que China sea la “bomba a punto de estallar” que señaló Joe Biden, presidente estadounidense.

Como Brasil y México

En las expectativas radica la clave, opina Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis. “China va a ser un país normal, con unas rentas medio-altas que se estabilizarán en los 20.000 dólares, y que crecerá como México, Brasil y un poco más que España. Hay preocupación pero no tiene sentido hablar de crisis porque pueden evitarla con su control estatal. Lo que no pueden evitar es la desaceleración estructural. No habrá colapso pero tampoco será China la potencia hegemónica sobre la que gire el mundo. Quizá lo consiga por otros mecanismos: el ‘soft power’, el liderazgo del Sur Global, la fuerza militar… pero no a través de una economía que vaya a superar a la estadounidense en un 50 %”, asegura.

Con la apertura de Deng Xiaoping nació un periodo inédito en la historia mundial. Nunca antes tanta gente mejoró tanto en tan poco tiempo. Por 25 se han multiplicado los ingresos per cápita, 800 millones de chinos han salido de la pobreza y la clase media cubre ya a la mitad de la población. Los que creen que era fácil partiendo de tan atrás pueden echarle un ojo a India. Aquel país de raíz agraria y bicicletas se erigió en la fábrica global y hoy ya ha llegado a Marte y lidera los sectores tecnológicos que cambiarán nuestras vidas como las redes 5G o la Inteligencia Artificial.

Hace años que China intenta virar del viejo patrón de manufacturas y exportaciones a otro basado en el consumo interno y servicios. El tránsito es pedregoso. Son notables las mejoras en las coberturas sociales, necesarias para vencer la secular pulsión ahorradora china, pero aún muy alejadas del estado de bienestar europeo. La incertidumbre ha arruinado ese alegre gasto postpandémico en el que confiaba Pekín para el rebote. El consumo doméstico en China apenas supone el 38 % de su PIB en contraste con el 68 % de Estados Unidos.

Pekín ha aplicado ajustes quirúrgicos: recorte de tipos de interés, incentivos al gasto, ayudas fiscales al empresario… Del lote no se espera un giro drástico sino un reflotamiento pausado. Lo primero exige medidas estructurales tan económicas como ideológicas: rebajar el papel del Estado y del sector público, darle más aire al mercado… Era una tozuda promesa de Hu Jintao, predecesor de Xi, que nunca se cumplió. Ahora es un anatema. El marxismo es la brújula económica, la planificación estatal es sagrada y en Pekín anida la certeza de que el progreso ha descansado en su autismo a las reformas liberales que le aconsejaba Occidente. No parece inteligente cambiar la fórmula del éxito y tampoco lo incentivan los aprietos sociales y económicos de las economías de mercado.

“Explícame otra vez lo de la pobreza energética”, pide un pequinés cuarentón que tuvo en su infancia un hoyo frente a su casa de retrete y aún no puede digerir el chocolate porque sus padres nunca pudieron pagarlo. Para los chinos crecidos en la precariedad, la mayoría de la población, es inexplicale que muchos en la opulenta Europa no prendan la estufa en invierno mientras los accionistas se reparten beneficios millonarios. La población y el Gobierno comparten la certeza de que desnudar al Estado de sus medios de producción y riqueza conducirá al desastre.

El 40% el crecimiento mundial

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Muchos expertos juzgan que China sacó al mundo de la crisis financiera. Hoy concentra el 18 % del PIB global y casi el 40 % del crecimiento económico del mundo. La lógica sugiere que sus problemas contagiarán al resto y que su renqueante demanda castigará a las empresas que han confiado en su vasto mercado para cuadrar los balances. Pero las alternativas a China y su perfil exportador, que no importador, aligeran el drama. “Desde 2022 ya no vemos a China como el salvavidas global. Ha crecido por debajo de Europa y ningún país se ha ido al garete. Sus importaciones han caído en doble dígito en los últimos cuatro meses y el mundo ha buscado otros mercados. Acabo de llegar de Berlín y nadie habla ya de China sino de India. ¿Es eso malo? No lo creo. El mundo habría reventado si esto hubiera ocurrido cuando China crecía al 12 % pero no ahora. Si no hay crisis, algo que descarto, el mundo no tiene que temer a esta desaceleración”, opina García-Herrero.

Una mirada fría desaconseja el pesimismo. China cuenta con una juventud muy formada, su milenaria capacidad de trabajo, pilares económicos sólidos y le pelea a Estados Unidos la vanguardia tecnológica. Quizá no le da para mantener el milagro económico ni reivindicar la definitiva victoria de su sistema pero sí para evitar el colapso y estabilizarse en la normalidad. No es poco.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2023-10-01 02:00:52
En la sección: El Periódico – internacional

Publicado en Internacionales