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Supervivientes de la valla de Melilla curan sus heridas en Casablanca | elperiodico.com

Supervivientes de la valla de Melilla curan sus heridas en Casablanca

-¿Eres del Barça?

-No, soy del Madrid, pero no tengo ninguna otra camiseta.

Este joven sudanés de 22 años vive en una antigua escuela abandonada de Casablanca, en Marruecos. Las destartaladas aulas sin ventanas ni puertas se han convertido en el refugio de un centenar de sudaneses que un mes atrás intentaron saltar a Melilla. Para llegar hasta el colegio hay que superar un muro y caminar entre árboles y escombros.

En una de las aulas, todavía sigue colgada una pizarra en la que se puede leer ‘english’, pero las paredes han ennegrecido y no queda ningún rastro de cuando eran los niños los que llenaban la clase. Las alfombras y cartones sobre los que ahora duermen cubren el suelo. El patio ahora es un descampado de maleza y basura que desprende un olor penetrante.

Atroon vive allí junto a Ramah, Afuti, Poul y otros sudaneses que un día escaparon de la guerra y conflictos que golpean su país. Muchos han intentado saltar más de una vez la valla de Melilla. “Hasta en diez ocasiones”, explica Atroon. Varios de ellos se juntan para hablar y comer algo de pan. Los vendajes que cubren las heridas que tienen dos de ellos en la cabeza y uno en la pierna dan detalles de cómo fue la última vez que lo intentaron, la del viernes 24 de junio. Una de las más duras que han vivido.

Masacre en Melilla

Ese día murieron al menos 23 personas a pocos metros de la frontera española, 27 según las oenegés. Los que se refugian en el colegio tienen el mismo recuerdo: explican que más un centenar de personas lograron entrar a España, aunque a la mayoría los retornaron en caliente. “Desde las seis de la mañana hasta la puesta de sol estuvimos tirados encima del asfalto”, recuerda Atroon. “Cuando estaba en el suelo vi con mis ojos a tres personas que estaban muertas, otros habían perdido la conciencia”, cuenta su compañero Ramah.

Varios de sus compañeros perdieron la vida por la asfixia, pero asegura que otros murieron por los golpes: “Imagina, vi a diez o quince policías que golpeaban hasta la muerte a una persona que estaba en el suelo”, lamenta Ramah, de 20 años. Recuerda que la policía les insultaba a gritos y que algunos de los que estaban como él, en el suelo, pedían ayuda. De allí, los más graves fueron trasladados al hospital de Nador y Oujda. Tras el salto, las autoridades mandaron en autobús a la mayoría de los migrantes a poblaciones del interior del país para impedir que lo vuelvan a intentar pronto, una práctica habitual en Marruecos, según denuncian las oenegés.

900 km de autobús

Les esperaban todavía más de 900 kilómetros de ruta, más de doce horas de carretera. Ramah explica que varios de los que le acompañaban en el bus estaban heridos o habían perdido la conciencia y asegura que dos de ellos murieron durante el trayecto. “Nadie les ofreció ayuda, estaban sufriendo mucho, algunos de ellos perdieron mucha sangre”, lamenta este sudanés. “Una de las personas que se estaba muriendo llamó a la policía para pedirle ayuda, pero le respondió con un: ‘cierra la boca’”, recuerda el joven.

«Una vez que llegamos a la ciudad, a 100 kilómetros de Marrakech, buscamos comida y ropa y llevamos al hospital a los que estaban enfermos. Estuvimos dos días sin nada, sentados en la estación autobús”, explica. “Cuando fuimos al hospital, nos atendieron, nos limpiaron las heridas, pero no nos dieron ningún medicamento”. Él logró viajar hasta Casablanca gracias a los 50 dirhams (5 euros) de un amigo.

El “infierno” de Darfur

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Como muchos de los que habitan en este colegio, la familia de Ramah es de la región de Darfur, en el suroeste de Sudán: “Viven en el infierno. Duermen y se despiertan con el sonido de los disparos”, cuenta. Explica que lo llamaron hace cinco días y le contaron que el ejército del país les había atacado de nuevo. “El Gobierno quiere que Sudán sea árabe al 100%, quieren matar cada hombre negro”, dice indignado. Cuenta que ellos no son árabes y por eso les persiguen.

Los dos jóvenes, y todos los que esperan y subsisten como pueden entre las paredes de esta escuela abandonada, tienen claro que lo van a volver a intentar: “Las veces que haga falta, hasta conseguirlo. No tengo nada en Sudán”, dice Atroon. “Mi plan es ir a Europa para trabajar y poder dar una buena vida a mi familia, ellos tienen que vivir con seguridad, paz y amor, porque en Sudán no hay nada de esto, lo único que te dan es odio. Quiero llevar a mi familia a un lugar seguro”, es el gran deseo de Ramah. Y sentencia: “Yo también necesito vivir en paz”.

Dos décadas de conflicto en Darfur

Esta región al suroeste de Sudán vive golpeada desde hace dos décadas por la tensión y violencia. “El conflicto surge en 2003 en torno a demandas de mayor descentralización y desarrollo de la región por parte de diversos grupos insurgentes. El Gobierno respondió al levantamiento utilizando a las Fuerzas Armadas y las milicias árabes janjaweed”, explica Josep Maria Royo, investigador de la Escola de Cultura de Pau de la UAB. Estos grupos acusaban al gobierno de favorecer a la población árabe frente a los otros grupos de población.

La violencia en la región contra la población civil ha llevado plantear posibilidad de que se produjera un genocidio, apunta el investigador. Según Naciones Unidas han muerto 300.000 personas desde el inicio de las hostilidades. “En 2006 la violencia se recrudeció”, explica Royo. La firma de un acuerdo de paz entre el gobierno sudanés y una facción rebelde provocó fragmentación de la oposición, entre otras consecuencias. 

En la actualidad 

“En 2021 la región de Darfur continuó siendo el epicentro de la violencia armada en el país, registrándose un deterioro de la situación de seguridad tras la finalización del mandato de la Misión Híbrida de la ONU y la Unión Africana en Darfur (UNAMID)”, según relata Royo. Además, apunta que esta zona es altamente vulnerable a la emergencia climática provocada por el avance del desierto “produciendo graves enfrentamientos entre comunidades nómadas y sedentarias por el acceso a recursos hídricos”.

Según ha constatado la Escuela de Cultura de Paz de la UAB, la retirada definitiva de la de esta misión en Darfur durante el año 2021 dejó un vacío de poder y seguridad que provocó un aumento de la violencia en relación con años previos. En 2021, España resolvió favorablemente 9 de cada 10 solicitudes de asilo de personas procedentes de Sudán. Según cifras de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, fue el cuarto país en tasa de reconocimiento de protección internacional.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2022-07-23 10:06:02
En la sección: El Periódico – internacional

Publicado en Internacionales