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Consejos de otros supervivientes a los niños rescatados en Colombia

Consejos de otros supervivientes a los niños rescatados en Colombia

El drama de los menores rescatados en la selva colombiana ha sido la última de las catástrofes televisada de los que se debaten entre la vida y la muerte. Náufragos, mineros atrapados, accidentes de avión… Los que han vivido para contarlo relatan a este diario qué cicatrices les quedan y qué se puede aprende del peor de los horrores.

33 MINEROS ATRAPADOS EN CHILE EN 2010

«El optimismo que me mantuvo cuerdo bajo tierra me ayuda ahora»


Mario Sepúlveda tras ser rescatado en 2010, y cubierto por la bandera de Chile (derecha), años después


AFP//ABC

Tras salir de la extraña cápsula Fénix que, literalmente, lo devolvió a la vida, Mario Sepúlveda se envolvió con una bandera chilena, ante todos los que estaban allí, expectantes, por el rescate. «Super Mario» fue uno de los 33 mineros que el 5 de agosto de 2010 quedaron atrapados a 720 metros de profundidad en la mina San José, ubicada en la zona norte de este país. Tras setenta días de espera, en los que se intentaron diferentes métodos para sacarlos a la superficie, este líder sindical emergió del fondo de la tierra y comenzó a abrazar a las autoridades y rescatistas y a saltar de alegría frente a los medios de comunicación de todo el mundo.

El devenir de cada uno de ellos ha sido diferente. Algunos no lograron recuperar su salud mental. Mario asegura que habla con cierta regularidad con ocho de ellos con los que mantiene lazos de amistad. Reconoce que, 13 años después, tiene sentimientos encontrados; agradecido por el rescate, pero desilusionado y frustrado por el trato posterior que ha derivado en que muchos de esos mineros vivan en malas condiciones.

Sepúlveda vive en la capital junto a su esposa y un hijo que nació a los dos años de quedar atrapado. Pero como si no hubiera tenido suficientes golpes, el pequeño es autista en la modalidad más severa.

«La condición de ‘Marito’ ha sido difícil de llevar», dice a ABC, aunque agrega: «El optimismo que me mantuvo cuerdo bajo tierra me ayuda hoy a seguir adelante», consejo extensible a los cuatro niños rescatados en la selva colombiana, tras 40 días desaparecidos. Los primeros años, tras el rescate, recibió apoyo psiquiátrico y psicológico y, a día de hoy, sigue medicado. Como terapia conversa permanentemente con un médico que ya considera su amigo.

Charlas motivacionales

A los pocos meses de salir de la mina se reinventó laboralmente y comenzó a dar charlas motivacionales, narrando su experiencia y transmitiendo lo que él considera fundamental para sacar adelante cualquier misión: optimismo, trabajo en equipo y liderazgo. También creó una fundación con su nombre y realiza acciones sociales destinadas a apoyar a otros en momentos duros.

Su familia es lo más importante. «Ellos son mi cable a tierra, tengo mucho miedo de pegarme un porrazo y no poder pararme», confiesa.

12 NIÑOS ATRAPADOS EN UNA CUEVA EN TAILANDIA EN 2018

«No te culpes y rodéate siempre de familiares y amigos»


Los niños tras ser rescatados, y uno de ellos, Prajak Sutham, en la actualidad


PABLO M. DÍEZ//ABC

Se van a cumplir cinco años de uno de los rescates más difíciles y espectaculares que se recuerdan: el de los doce niños y su entrenador de fútbol perdidos en una remota cueva al norte de Tailandia, en la frontera del Triángulo Dorado con Laos y Myanmar (Birmania). Sorprendidos por las repentinas lluvias del monzón, los trece miembros del equipo Moo Pa (Jabalíes Salvajes) se habían quedado atrapados a 600 metros de profundidad y cinco kilómetros de la salida de la gruta de Tham Luang, principal atracción turística de Mae Sai. Se temía lo peor porque los niños tenían entre 11 y 16 años y el entrenador solo 25.

Sin apenas comida y bebiendo solo el agua de la lluvia que se filtraba por las rocas, sobrevivieron nueve días hasta que, el 2 de julio, fueron hallados por dos expertos buzos británicos que se habían unido al multitudinario dispositivo de búsqueda. Una vez encontrados, empezaba lo realmente difícil: sacarlos de allí. Sedados y con las manos inmovilizadas, fueron arrastrados en camillas por buzos que se iban revelando por tramos a través de un laberinto de túneles y pasadizos, algunos inundados y con menos de un metro de anchura. Durante tres tensos días, fue un rescate de película.

Tras una semana recuperándose en el hospital, los 13 Jabalíes Salvajes comparecieron ante los periodistas que cubrimos este emocionante salvamento y no solo demostraron su buen estado físico, sino también sus dotes futbolísticas.

Para volver a su vida normal, el Gobierno tailandés blindó su privacidad, gestionó sus entrevistas con los medios e incluso negoció por las familias los derechos de su historia para ser llevada al cine y la televisión. A través de un funcionario estatal, uno de los chicos rescatados, Prajak Sutham, lanza un mensaje de ánimo a los niños rescatados en la jungla de Colombia. «Mantened siempre el optimismo y no os culpéis a vosotros ni a nadie. Nadie quiere que ocurra un incidente así», aconseja el muchacho, que ha empezado su primer año de Ingeniería en la Universidad de Chiang Mai.

El papel de la familia

Aprendiendo de su experiencia, asegura que «la familia juega un papel crucial para que los supervivientes puedan superar la situación». «Rodéate de familiares y buenos amigos que te entiendan bien», recomienda a los rescatados.

Los Jabalíes Salvajes han recuperado su vida y cuatro de ellos, incluido el entrenador, obtuvieron la nacionalidad tailandesa porque eran refugiados sin papeles de la vecina Birmania. Pero el capitán del equipo, Duangphet Phromthep «Dom», falleció repentinamente en febrero con solo 17 años mientras estudiaba becado en una academia de fútbol de Inglaterra. A él, el destino le dio una segunda oportunidad, pero no la tercera.

NAUFRAGIO EN EL ATLÁNTICO EN 1982

«El miedo es un instinto visceral que te ayuda a aguantar»


Steven Callahan tras el naufragio y en su barco, décadas después


CAPITAN SWING

La mar se extiende hasta donde alcanza la vista, una vastedad implacable e indomable. Y en medio de ella, un hombre solo a la deriva. Con su ingenio y lo poco que ha podido salvar, trata de que su tenacidad, o un milagro, le permita subsistir. Es la experiencia real de Steven Callahan, protagonista de una de las más asombrosas gestas de supervivencia y superación personal de la historia moderna, ocurrida en 1982.

«El miedo es un factor omnipresente, un instinto visceral de lucha o huida, que te ayuda a aguantar», dice Callahan. Sin embargo, este hombre, que desafió las más crudas adversidades a la deriva en el océano, destaca la importancia de la esperanza y la perseverancia. «En esas circunstancias tienes la oportunidad de reflexionar y enfrentarte a tus fracasos, esa vivencia te da la oportunidad de llevar una vida mejor en el futuro», añade.

Callahan, experimentado navegante y diseñador de barcos, sobrevivió 76 días enteros a la deriva en el océano Atlántico en una escuálida balsa salvavidas. Esta proeza tuvo lugar después de que su velero de 6,5 metros, el Napoleon Solo, se hundiera durante una travesía truncada desde las Canarias hasta el Caribe. Tenía 29 años. Durante un vendaval, una criatura marina, él cree que una ballena o un tiburón, abrió un agujero en el casco. Callahan logró subirse a una balsa inflable de goma y quedó a la deriva, 800 millas al oeste de las Canarias, pero moviéndose en dirección opuesta. «Para sobrevivir no sólo necesitas comida o agua. Necesitas material, herramientas». Por eso se sumergió varias veces a rescatar lo que pudo del velero hundido. Recogió comida, un saco de dormir, bengalas, un arpón…

Desde entonces, ante él, una muerte casi segura: deshidratación severa, hambre, frío y la constante amenaza de los tiburones. Su experiencia está plasmada en el libro ‘A la deriva, 76 días perdido en el mar’, publicado en España por la editorial Capitán Swing.

Enfrentarse a la soledad del océano también implicaba mantener el sentido del humor. «No es que me riera todo el tiempo, pero algunas cosas eran divertidas», recuerda. «Perder el sentido del humor, al igual que perder la identidad, es una señal preocupante, muestra que estás en apuros».

Diario de abordo

Una constante en su supervivencia fue llevar un diario de a bordo. «La razón más importante es psicológica, para mantenerte centrado». Mantuvo su cordura construyendo una rutina y ejerciendo la memoria. La supervivencia, en palabras de Callahan, es una experiencia de autoconocimiento brutal. Es una vivencia donde las emociones se magnifican: los momentos de euforia y de desesperación se suceden con una intensidad abrumadora.

No es que él quisiera volver a vivir todo aquello, dice hoy. Pero guarda gratos recuerdos que cambiaron, a mejor, su carácter. «Sí, extraño esos momentos, esos elementos de la experiencia», admite. «Aunque mi tiempo en el mar no fue agradable, mi relación con el medio ambiente mejoró, y eso es algo muy especial para mí».

ACCIDENTE AÉREO EN COLOMBIA EN 2016

«Haber sobrevivido ha sido la voluntad de Dios»


Los restos del avión siniestrado y Erwin Tumiri, en el hospital


REUTERS

A sus 32 años, Erwin Tumiri aún no termina de asimilar que ha visto de cerca la muerte en dos ocasiones. El boliviano sobrevivió al accidente de avión del club Chapecoense en 2016. Unos años después, el bus en el que viajaba cayó por un precipicio de 150 metros.

«Despierta Tumiri», recuerda que se dijo mientras se daba palmadas en la cara. El avión de la empresa Lamia, en el que viajaba, se dirigía de Bolivia a Colombia y se estrelló. Murieron 71 de las 77 personas que se encontraban en la aeronave; él fue uno de los supervivientes. Erwin tuvo que recuperarse de algunas fisuras y desgarros musculares, sin embargo, inmediatamente buscó la forma de volver a los aeropuertos y encaminar nuevamente su carrera como piloto. «Haber sobrevivido ha sido la voluntad de Dios», se repite.

En 2021, consiguió trabajo en la Dirección de Aeronáutica Civil en Bolivia; sin embargo, debía trasladarse desde la ciudad de Cochabamba hacia una zona rural. Cogió un bus y recuerda que en la carretera el vehículo perdió el control, iba a toda velocidad y el accidente era inevitable. «No puede ser Señor, otra vez», pensó Erwin mientras se aferraba a su asiento. Aquel suceso dejó 21 fallecidos. «Yo no voy a morir aquí», recuerda que se dijo.

Erwin escapó de la muerte dos veces en cinco años. Desde el último accidente, busca con más entusiasmo convertirse en un piloto comercial, mientras tanto, colabora en la construcción de una iglesia en un municipio llamado Chimoré, allí trabaja y reúne recursos para proveer de alimentos a los más necesitados

Escapar de la muerte

El doble superviviente admite que los dos accidentes le han dejado secuelas en músculos y espalda. El pasado marzo fue la última vez que Erwin pilotó un avión. La emoción de hacerlo es la misma que sentía antes del accidente. No obstante, reconoce el temor que lo invade al coger un autobús o cualquier movimiento brusco. Está superando este miedo poco a poco y para ello ha sido fundamental el apoyo de su madre, que el pasado marzo falleció de Covid, y quien lo animó a viajar por tierra y aire.

Cuidar el cuerpo, valorar la compañía de los seres queridos y no guardarse los sentimientos para mañana, ese es el credo en la vida de Tumiri y son los consejos que hoy puede compartir con cualquiera que haya estado en su misma situación.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.abc.es

Publicado el: 2023-06-17 22:04:48
En la sección: Internacional

Publicado en Multimedia