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Járkov, historia de una tierra herida

Járkov, historia de una tierra herida

Dos surcos totalmente embarrados marcan el camino por el que sí o sí tiene que subir el coche que conduce Stanislav. Stanislav –es su nombre de guerra– conduce con la tranquilidad de alguien que ya lleva encima muchas batallas . Es consciente que n o puede salirse de las rodadas , ya que todo el terreno esta minado. Quiere conducir más rápido, sabe que en estos momentos el pequeño convoy de coches que lidera es un blanco fácil para las tropas rusas. «La semana pasada perdimos a cinco compañeros mientras entrábamos a una de nuestras posiciones a no muy poca distancia de aquí. Los rusos monitorizan continuamente toda esta zon a, estamos pegados a la frontera y cuanto más rápido nos movamos mejor«, dice mientras que mantiene su 4×4 milagrosamente dentro de las rodadas de lo que fue una carretera. Estamos entrando en lo que queda de la aldea de Dementiyivka, situada a escasos 5 km de la frontera con Rusia. La imagen es desoladora: casas destruidas, esqueletos de lo que en su día fueron animales domésticos y aún así , aún quedan algunos civiles que viven entre las ruinas. Stanislav ordena bajar del coche y tomar una posición segura contra el talud del camino. El grupo de seis soldados que viajan con él se adelantan para peinar la zona. Pese a que la zona está liberada, los soldados tienen precaución: todo está minado «Dementiyivka es una zona liberada, pero es mejor tomar precauciones. En las últimas semanas tenemos pequeñas incursiones de comandos rusos que penetran a nuestro territorio para operaciones de sabotaje y para generar estrés operacional entre nuestras posiciones . Nada serio por lo que preocuparnos, pero mejor no arriesgar y hacer las cosas bien«, afirma mientras espera a que el resto de sus hombres le den el visto bueno para movernos hacia una antigua posición del frente situada en la parte alta de Dementiyivka. No muy lejos, se escucha el intercambio de artillería entre ambos bandos. «Llevamos unas semanas muy activas, los rusos parece que quieren fijar nuestras posiciones para ralentizar nuestra contraofensiva, pero no pararán nuestros avances «. Al cabo de unos veinte minutos logramos el permiso necesario para movernos. Eso sí, bajo la condición de tener mucho cuidado con donde pisamos, ya que todo el pueblo esta minado y lleno de artefactos explosivos. Es la trampa que los rusos han dejado tras su retirada. Una vida hecha cenizas Caminamos en fila, con el rítmico sonido de la artillería rusa y ucraniana de fondo, intercambiando envites. De repente, se oye una sierra mecánica, muestra de que aún queda un atisbo de vida en la maltratada Dementiyivka. Eran Igor y Alisa. Llevan juntos toda una vida y ahora, con más de 70 años, han tenido que ver cómo toda su vida se reduce a cenizas por culpa de la guerra. «Nos quedamos en Dementiyivka hasta el último momento. Fue un infierno. Allí donde ve ese edificio estaba la línea que separaba a los dos bandos, y nuestra casa estaba en medio. Vivimos escondidos en el refugio del granero hasta que nuestros soldados nos evacuaron a un lugar seguro en Járkov. Todavía no sabemos cómo sobrevivimos», cuentan a ABC. Ahora han regresado a lo que en su día fue su hogar y se han encontrado solo ruinas. Y toda su propiedad minada. «¿Vivir o morir? Qué más nos da. Ya somos mayores y nunca pensamos que viviríamos un horror así. Lo hemos perdido todo, hasta las ganas de seguir viviendo en una situación como la que nos ha traído esta guerra». A lo largo de todo el frente noroeste de la región de Járkov son muy visibles las heridas que deja tras de sí la feroz defensa numantina de las tropas ucranianas para evitar que esta región fuera tomada por los invasores. El barrio de Saltivka, situado en la franja norte de la ciudad de Járkov, da fe de ello. Son muy pocos los edificios que no están destruidos por los combates que se vivieron en esta parte de la ciudad, primera línea de contacto de la defensa de Járkov. Tierra quemada Arriba, una de las fosas comunes cerca de Izum. Abajo, la población civil trata de volver a sus casas. A la derecha, un edificio reducido a escombros en Járkov Álvaro Ybarra Zavala «En uno de estos edificios teníamos nuestra posición. Todo fue una locura. Los bombardeos y el intercambio de artillería era tan intenso que no podíamos salir a la superficie. Tirábamos paredes para conectar unos edificios con otros y así poder movernos con un mínimo de seguridad», nos cuenta Alice, apodo de guerra de otros de los defensores de la ciudad. Hoy estos edificios derruidos han dejado de ser posiciones militares y poco a poco sus propietarios van regresando al barrio para descubrir por sí mismos si aún queda algo de sus casas. «Nada, no queda nada. Malditos rusos. ¿Por qué tanto sufrimiento y tanto dolor? ¿ Qué quieren lograr con ello? Pagarán por lo que han hecho«, asegura Dimitri mientras observa los bloques de escombros donde antes de la guerra estaba su casa. Ahora la línea del frente, en la región de Járkov, está más al este, a unos pocos kilómetros de la ciudad de Kupianks, recientemente liberada. Tanto en la localidad como en las aldeas limítrofes, como Kurylivka y Kivsharivka, apenas queda gente. El sonido de la artillería rellena el silencio que ahora reina en estos lugares totalmente destruidos por la guerra. Hay soldados por todas partes y algún que otro punto improvisado de ayuda humanitaria donde acuden los pocos habitantes que aún permanecen en la zona. El puente que une Kupiansk con estas localidades apenas se mantiene en pie. Por él cruza en su bicicleta cargadas de víveres Aleksandra: «Llegaron los soldados ucranianos y nos liberaron, cierto, pero luego parece que todos se olvidaron de nosotros . Aquí no tenemos ningún tipo de ayuda y vivimos pendientes de si los rusos regresarán y tomarán represalias contra la población civil. Aquí uno vive con miedo«. Muertes violentas En la región de Járkov es muy visible esa política de tierra quemada y de abusos que las tropas rusas han aplicado de forma sistemática contra la población civil. En un bosque de abetos situados a las afueras de la localidad de Izum, centenares de fosas comunes permanecen abiertas tras haber sido exhumadas . «En ellas se han encontrado más de cuatrocientos cadáveres de civiles con evidentes signos de haber fallecido por muerte violenta. También había menores y soldados. Todos asesinados a sangres fría», dice Angel, una oficial ucraniana responsable de evacuaciones médicas que nos ha llevado hasta este bosque de los horrores. «Por toda la región de Járkov estamos encontrando centenares de fosas comunes, generalmente con tres o cuatro cadáveres, pero ninguna tan grande como esta«, asegura.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.abc.es

Publicado el: 2022-11-05 21:12:50
En la sección: Internacional

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