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La epopeya de un padre ucraniano para recuperar a sus hijos, que fueron deportados a Moscú

La epopeya de un padre ucraniano para recuperar a sus hijos, que fueron deportados a Moscú

Yevhen Mezhev, operario de fábrica durante diez años, había ahorrado para abrir su propio restaurante en Mariúpol. El local llevaba sólo unos días funcionando cuando comenzaron los bombardeos y los alimentos en inventario le permitieron resistir durante semanas junto a sus tres hijos: Matvey de 14 años, y las pequeñas Svyata y Sasha. Bajo el ataque de la artillería, acudían al refugio y rezaban juntos un rosario de cuentas de madera. El pasado 7 abril, tras cesar los disparos, soldados rusos de ocupación abrieron la puerta del refugio e informaron que se disponían a trasladar a los cientos de personas allí cobijadas a un campamento. Pero en el control de documentación, descubrieron que Yevhen había hecho el servicio militar en el ejército de Ucrania y fue acusado de pertenencia a organización terrorista. Fue separado de sus hijos y encarcelado en Olenovka durante 45 días, tras los cuales no halló rastro de ellos.

Con la ayuda de los hackers ucranianos KibOrg, accedió al correo electrónico del responsable de la Donetsk Peoples Republic (DPR), Denis Pushilin, en el que descubrió que 31 niños habían sido trasladados con la autorización de su firma a Donetsk. Sospechó por las fechas que en ese convoy iban sus hijos y partió de inmediato. Tras caminar a pie 30 kilómetros, recibió la peor noticia que podía esperar: «Sus hijos volaron a Moscú a las 5:00 a.m. de hoy».

Mientras Yevhen vivía este calvario, los niños habían sido trasladados, en primer lugar, al hospital de Novoazovsk, donde les fueron realizados exámenes médicos. Después viajaron en autobús. Las cuidadoras del Servicio Social de la DPR insistían en que se trataba solamente de un «descanso», de alejarlos de la zona de guerra y llevarlos a un lugar seguro, mientras todo se calmaba. Los niños fueron separados de las niñas, pero al menos tuvieron la suerte de estar alojados en dos alas del mismo edificio, lo que permitía a Matvey ver de vez en cuando a sus hermanas.

Hasta que esas mismas cuidadoras le contaron que, debido a que la guerra continuaba y no era posible devolverlos al otro lado del frente, lo mejor era que viajaran a Rusia para ser mejor cuidados allí por una familia. Viajaron en autobús hasta Rostov-on don y desde allí volaron a Moscú. Nunca se les permitió contactar con sus padres, a pesar de las reiteradas peticiones de los niños. Ya en Rusia, Matvey consiguió una tarjeta SIM de uno de los celadores del sanatorio de Polyany, que trapicheaba con todo tipo de productos prohibidos en el centro de menores. Y contactó con su padre, que había perdido en Donetsk toda esperanza. «No permitas que os separen e intenta que os lleven a un internado o a un orfanato. Si os llevan con una familia, nunca podré sacaros de ahí», fueron las palabras de Yevhen a su hijo cinco días antes de la programada adopción.

Yevhen no tenía dinero para viajar a Rusia, así que contactó con voluntarios que ayudan a ucranianos a abandonar los territorios ocupados. Su viaje iría en dirección contraria. Desde la frontera rusa hasta Moscú, viajó contra reloj en trenes y autobuses, mientras los voluntarios enviaban al Kremlin una carta exigiendo la entrega de los niños a su padre. Un asesor de Putin, Alexey Gazaryan, respondió a la carta que «en principio, no soy reacio a entregar a los niños al padre, pero necesito que las autoridades de Donetsk concedan permiso». Yevhen, que consiguió justo a tiempo llegar a las puertas del sanatorio Polyana, ya no estaba para demasiada burocracia: «primero le tuve que contar mi historia a una enfermera, luego a un psicólogo, luego al jefe de Polyana, luego rellenar un montón de formularios, y mientras escribía escuché las voces de las niñas en el pasillo», relata el final de su historia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.abc.es

Publicado el: 2023-08-10 10:54:20
En la sección: Internacional

Publicado en Multimedia