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23 de enero: de la esperanza al terror, por Alejandro Armas

23 de enero: de la esperanza al terror, por Alejandro Armas

Foto Fundación Leo Matiz Espinoza, 23 de enero de 1958.

Los creyentes en la democracia siguen conmemorando el 23 de enero de forma sincera. Pero al mismo tiempo se da el triste espectáculo de las celebraciones oficialistas

 

@AAAD25

Leí hace poco a un usuario de Twitter (no creo que pueda llamarlo “X”) expresar que el 23 de enero es una efeméride de la que, como venezolano, se siente particularmente orgulloso. Explicó que no todos los países tienen una fecha para celebrar la democracia. Me identifico plenamente con su afirmación. Cada aniversario del despegue del Vaca Sagrada, los demócratas venezolanos cumplimos con un ritual conmemorativo. Las fotografías de Leo Matiz, reflejo de la ciudadanía celebrando en las calles la caída de la tiranía, son acaso el principal tótem en torno al cual hacemos esta “danza de culto”.

Pudiera decirse que, durante los 40 años de democracia, esas imágenes se volvieron “mitos” en el sentido que da Barthes al término. Llegamos a creer que la democracia era nuestra condición natural, truncada por generaciones de tiranos ilegítimos. En realidad, como sucede con todo sistema político, nuestra democracia fue producto de decisiones humanas que no seguían ninguna ley. Y así como la sociedad decidió implementarla, igualmente abrió la puerta a su desmantelamiento. Una de las fotos de Matiz de aquel día, la de los dos hombres con el letrero que reza “Nunca más dictadura”, esa que capturó la esperanza del momento, fue desgraciadamente traicionada.

¿Qué tenemos ahora, sesenta y seis años más tarde? Pues los creyentes en la democracia siguen conmemorando el 23 de enero de forma sincera. Pero al mismo tiempo se da el triste espectáculo de las celebraciones oficialistas.

Otros de esos actos de júbilo forzoso, decretado, con unas pocas cuadras de avenidas llenas de empleados públicos obligados a marchar. Al ritmo de canciones de Alí Primera, los oradores de turno brindan un relato que reivindica el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez desde una perspectiva marxista de rebelión proletaria, que hoy luce ridícula considerando el abandono del socialismo revolucionario por la elite gobernante. Pinta a la hegemonía chavista como una consecuencia natural, aunque demorada, del 23 de enero (otro mito barthesiano para hacer pasar lo histórico por obra de la naturaleza). Ah, y claro, contribuye con la simulación de la democracia que dice celebrar. Habla de un pueblo libre que vive en democracia.

El descaro. Ese mismo día, se desató el nuevo rostro de un viejo conocido autoritario, ahora con el remoquete de “furia bolivariana”. Ese día, sedes de partidos políticos y gremios profesionales amanecieron vandalizadas con la consigna chavista del momento, en claro tono de amenaza. Solo ese día, tres miembros del equipo de campaña de María Corina Machado, candidata unitaria de la oposición a las elecciones presidenciales, fueron detenidos arbitrariamente.

Prácticas que fácilmente recuerdan a las de la infame Seguridad Nacional de Pérez Jiménez y Pedro Estrada. Las denuncias de lo que les hacen a los presos políticos en este país, recogidas en los informes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y en expedientes de la investigación sobre Venezuela que se lleva a cabo en la Corte Penal Internacional, son como una lectura de la novela de José Vicente Abreu Se llamaba SN. El Helicoide, prodigio de la ingeniería que casualmente data de los tiempos de Pérez Jiménez, es la nueva Guasina.

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Y pensar que hoy, cuando los venezolanos volvemos a sufrir en carne propia los horrores de la falta de democracia, hay una parranda de tarados rindiendo tributo al fantasma de Pérez Jiménez y clamando por un régimen como aquel. Les encanta excusar sus inclinaciones con el tan manido “En esa época, si no te metías en política, no te pasaba nada”. Omitiendo la mediocridad de semejante conformismo que renuncia a los derechos y deberes cívicos, hay que decir que es una afirmación falsa. Los regímenes autoritarios atropellan a quien les dé la gana, por las razones más triviales que uno pueda imaginar.

Recordemos el caso de Genaro Salinas, el bolerista mexicano que fue hallado muerto en una calle de Caracas en 1957, luego de protagonizar un lío de faldas con Zoé Ducós, la diva argentina entonces casada con Miguel Silvio Sanz, el segundón de Estrada. Claro, tal vez sea mucho pedir que aprendan de las tragedias del pasado si no aprenden de las del presente. Porque hoy vemos lo mismo. Antonia Turbay estuvo más de un año presa por ser vecina de Iván Simonovis cuando este se fugó de su cautiverio domiciliario.

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No sé cuán eficaz vaya a ser el gobierno esta vez intimidando a la población. No voy a subestimarlo, pues su talento en la materia es innegable. Pero algo de la esperanza del 23 de enero sigue viva en quienes insisten en celebrar la fecha, sin hipocresía. Ya por ahí hay un punto de partida para la acción civil que necesitamos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 

Fuente de TenemosNoticias.com: runrun.es

Publicado el: 2024-01-26 06:36:01
En la sección: Opinión archivos – Runrun

Publicado en Opinión

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