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Albersidades / Lo que viene

Albersidades / Lo que viene


A principios del siglo pasado, un campesino con buena caligrafía y poca cultura, se creía dueño del país. A su muerte, la mitad de Venezuela que era de su propiedad fue a parar a manos del estado. Los gobernantes que le sucedieron dieron buen uso a esas tierras, construyendo escuelas, hospitales, cuarteles y viviendas. Un espíritu de relativa decencia flotaba por los ambientes de la administración pública, hasta que un ministro, por citar un caso, por su posición ventajosa supo con anticipación, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, de la restricción de exportación de productos industriales por parte de Estados Unidos, necesitados de esa materia prima para la producción de material bélico, y dotó a su incipiente ferretería de cuanto material de construcción y herramientas pudo, antes de que la restricción entrara en vigencia. Monopolizó de esa manera el mercado, mientras la competencia se quedaba sin inventario.

Luego vendrían otros modos de corrupción, tanto en tiempos de democracia como de las dictaduras, que se han alternado los espacios de Miraflores hasta hoy. No era nada insólito que algún encargado del otorgamiento de permisos de construcción convirtiera su escritorio en jugosa fuente de ingresos, cuando la bonanza petrolera causó el boom inmobiliario. No faltó quien disfrutara de lujosa vivienda en alguna exclusiva urbanización y de costosos automóviles de los llamados “de alta gama”, que su salario no podría costear. Otros aprovecharon muy bien sus oficinas de asuntos aduanales, otros la potestad de decidir quién recibía (y quién no) un crédito bancario o una beca educativa. Y un largo etcétera.

La “donación” de cajas con alimentos descompuestos a la hambrienta población llenó las cuentas bancarias de los suplidores, en connivencia con las altas esferas del régimen de turno, que igualmente se beneficiaban con las comisiones que los mercaderes del hambre les pasaban bajo la mesa. Para ellos, bien surtida mesa con exquisitos manjares y venerables productos de la uva y la cebada.

De tales prebendas no es fácil desprenderse voluntariamente, o mediante claros y justos procesos de renovación o sustitución de quienes con tales procedimientos se han enriquecido escandalosamente. No es fácil volver a comer sardinas enlatadas cuando se ha degustado un exquisito caviar o un rosado salmón…

Y así nos topamos con quien, descaradamente y sin tapujos, garrote en mano afirma que no se irá de su ventajosa posición “ni por las buenas, ni por las malas”, o con quienes, desde el organismo electoral, nos traen a la mente la figura de hienas cuidando la carne de un matadero.

Y, en su desesperación, quienes se aferran al poder recurren a consultas “populares”, ridículas si no fuera por lo rastrero de la intención, para preguntarle a los venezolanos qué hay que hacer para medio arreglar el desastre en que han convertido al otrora próspero país, ayuno de los más elementales servicios. Como si ellos no supieran lo que tienen que hacer, empezando por unas elecciones limpias y sin ventajismos.

Lo que viene es una desigual lucha, como si de David contra Goliat se tratara. La diferencia está en que David esta vez no está solo: tiene el apoyo de la mayoría, segura y confiada en que su honda hará lo que tiene que hacer, mientras el gigante, lejos del enorme y despiadado monstruo que una vez fue, es ahora un asustado y cobarde contrincante que sabe lo que le espera, así el combate no sea limpio y sin ventajas por parte de Goliat. Ya lo alertan las redes sociales.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.el-carabobeno.com

Publicado el: 2024-04-30 08:00:42
En la sección: Destacados articulistas sobre temas de política, Educación, salud, cultura de Valencia, Carabobo y Venezuela

Publicado en Opinión

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