Menú Cerrar

Ángel Monagas:¿Hay salida? ¿Es este el final de la crisis?

Venezuela insta a Guyana a reconocer el Acuerdo de Ginebra

 

Mensaje: Querido pueblo venezolano:

En medio de la incertidumbre, del dolor acumulado y de los años marcados por la escasez, el éxodo masivo, la represión y la esperanza rota una y otra vez, es legítimo que se pregunten si hay una salida, si este es el final de la crisis, o si estamos simplemente atrapados en un ciclo sin fin.

¿Hay salida?

Sí, hay salida, pero no será mágica ni inmediata. La historia de los pueblos demuestra que incluso las crisis más profundas tienen fin, aunque el camino esté lleno de obstáculos.

La salida no vendrá únicamente de afuera, ni será concedida por quienes ostentan el poder, sino que surgirá desde adentro, desde la organización cívica, desde la reconstrucción del tejido social, desde el esfuerzo de cada ciudadano por resistir sin resignarse.

La presión internacional puede ayudar, las negociaciones pueden abrir espacios, pero sin una ciudadanía activa, informada y dispuesta a defender sus derechos, estos factores pierden fuerza.

La salida exige unidad, pero no una unidad vacía, sino una basada en principios democráticos, en objetivos claros y en la voluntad de romper con el miedo.

¿Es este el final de la crisis?

No aún. Aunque se han abierto algunas compuertas en el discurso político, y aunque hay señales de negociación y de apertura controlada, la estructura del poder que ha causado esta crisis sigue intacta.

No estamos en el final, pero sí podemos estar en una etapa distinta: una transición incierta, donde los actores del poder buscan reinventarse o negociar condiciones para mantenerse.

Pero también es una etapa donde la sociedad puede acumular fuerzas, reconstruir liderazgos y preparar el terreno para el cambio.

Es un momento de definiciones. Si no hay una acción consciente, organizada y sostenida, la crisis puede mutar, pero no terminar. Puede cambiar de forma sin cambiar de fondo.

¿Qué sigue?

Venezuela necesita algo más que un cambio de gobierno. Necesita reconstrucción institucional, justicia transicional, inversión social, reconciliación nacional y un modelo económico viable. Todo eso no se logra en semanas ni con promesas vacías.

Pero sí se puede empezar desde hoy: formando liderazgos éticos, protegiendo la verdad, exigiendo elecciones libres y recuperando la confianza en el poder del voto, de la palabra y del trabajo colectivo.
Un llamado a la esperanza realista

La esperanza no es ingenuidad. Es una decisión. Es mirar de frente la oscuridad sin dejarse consumir por ella. Venezuela ha demostrado una y otra vez su capacidad de resistir, de crear belleza en la adversidad, de levantarse una y otra vez. Esa misma fuerza es la que puede sostener la transición hacia un país más justo.

A quienes están dentro: no están solos.

A quienes están fuera: su exilio también es una lucha.

Y a todos: la salida existe, pero necesita de todos.

Venezuela no está condenada. Está esperando que su pueblo decida que ya basta.

Con respeto, fuerza y fe crítica.

Un mensaje desde la conciencia latinoamericana.

Respondiendo algunas preguntas:

¿Los que llamaron a no votar en Venezuela, los que llamaron a la abstención? ¿Cuál es su propuesta? ¿Si llega enero y Maduro sigue allí, con el agregado de que no hicieron nada para impedir que el chavismo se montara en Gobernadores, alcaldes, diputados, legisladores y concejales, la mayoría de los venezolanos qué dirán? ¿Qué le dirán a los que ordenaron quedarse en casa para que conserven la fe, para que tengan ganas de luchar? ¿Creerán en la causa de una salida a la crisis?

Este planteamiento es profundamente político, ético y estratégico.¿Qué proponen los que llaman a la abstención en Venezuela?
Los promotores de la abstención, históricamente y en este ciclo electoral (25 de mayo y eventualmente 28 de julio de 2025), parten de una premisa central: en Venezuela no hay condiciones democráticas reales para competir electoralmente, por tanto, participar es «legitimar una dictadura».

Su propuesta no siempre está claramente articulada, pero puede resumirse en algunos de estos postulados:

Desconocimiento del sistema electoral y del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Llamado a una salida de fuerza, ya sea interna (rebelión popular) o externa (intervención internacional o presión diplomática extrema).
Insistencia en la desobediencia civil, con la expectativa de que la abstención masiva deslegitima al régimen.
Fe en un «colapso inevitable» del sistema chavista, donde no habría necesidad de intervenir electoralmente porque la implosión institucional ocurrirá sola.

¿Qué pasará si llega enero de 2026 y Maduro sigue allí, con el chavismo fortalecido?

Este escenario es probable si, como ocurrió en las elecciones regionales de mayo 2025, la mayoría opositora se abstuvo y dejó el terreno libre al chavismo. Las consecuencias serían graves:

Control total del chavismo sobre todas las instituciones locales y regionales, sin contrapeso político ni institucional.
Reforzamiento de la narrativa oficial, según la cual tienen «respaldo popular» al haber ganado sin competencia.
Desmoralización de las bases sociales opositoras, que verán cómo los llamados a «esperar» no condujeron a ninguna acción efectiva.
Pérdida de fe en la dirigencia abstencionista, que no ofreció una alternativa clara ni asume responsabilidades concretas.
Entonces, ¿qué dirán los abstencionistas? Posiblemente repitan lo mismo:

«Las elecciones eran una farsa, lo dijimos. El pueblo no votó. No es culpa nuestra.»

Pero esto evade un punto esencial: la política no se trata solo de tener razón, sino de actuar para transformar la realidad. Si no se participa, y tampoco se organiza una estrategia paralela de movilización real (no discursiva), el régimen simplemente gana por inercia.

¿Qué le dirán a los ciudadanos que confiaron en quedarse en casa?

Aquí está el dilema moral más profundo. A esos ciudadanos que fueron persuadidos de que no votar era una forma de protesta o una muestra de dignidad, ¿qué se les dice cuando no ocurrió ningún cambio? ¿Cuándo, por el contrario, el chavismo se afianzó más?

¿Volverán a confiar en un llamado similar en el futuro? ¿Tendrán fuerzas para seguir luchando cuando ni siquiera se intentó competir en los espacios posibles?

¿Se puede seguir creyendo en la causa de una salida a la crisis?
La respuesta dependerá de lo que ocurra después. Pero si la oposición luce dividida, con una parte inmovilizada y otra anulada por la abstención, muchos venezolanos podrían llegar a una conclusión peligrosa: «Aquí no hay salida».

Y eso sí sería la derrota definitiva: no la electoral, sino la derrota emocional y cívica de un pueblo que ya no cree que pueda hacer nada.

Conclusión

La abstención sin estrategia no es resistencia, es rendición silenciosa. Si quienes la promueven no ofrecen una alternativa concreta, viable, movilizadora, deben estar preparados para asumir el costo político y moral de haberle cedido todo el terreno al chavismo.

Venezuela necesita liderazgo valiente, sí, pero también inteligente. Uno que entienda que aunque el camino electoral está lleno de trampas, renunciar a él sin plan alterno solo prolonga la tragedia.

 

Angel Monagas

X: @AngelMonagas

 

Fuente de TenemosNoticias.com: confirmado.com.ve

Publicado el: 2025-06-07 06:51:00
En la sección: Opinión en Confirmado | Columnas, análisis y perspectivas

Publicado en Opinión

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Mi resumen de noticias

WhatsApp