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Cuento de comadrejas, por @ArmandoMartini

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En las fábulas clásicas, hay un relato que se repite, un animal astuto llega al gallinero ofreciendo protección contra peligros irreales. Su léxico seductor, convence a las aves de entregar las llaves. Al poco tiempo, la gallera está vacía, el nido destruido y las sobrevivientes aún discuten si el problema fue el zorro inexistente o su propia desconfianza.

No es leyenda campestre, es el manual no escrito del poder que, perfecciona el arte de gobernar mediante el engaño refinado. Hoy, las comadrejas visten trajes elegantes, aparecen en pantallas y dominan el algoritmo; por lo que, su cuento resulta más convincente.

Los animales suelen encarnar virtudes y vicios humanos. El hurón, oportunista y avispado, es la figura recurrente en las crónicas que advierten sobre el ardid disfrazado de beneficio. Cuento de comadrejas, podría ser metáfora de las dinámicas del poder moderno. Dirigentes que prometen proteger, mientras agazapados y en silencio, diseñan su festín.

La zarigüeya no irrumpe con violencia, embelesa. Su ingenio consiste en hacerse indispensable, convertirse en el depredador que llegó para salvar. Se presenta como guardián y solución, mientras oculta sus intenciones detrás de la elocuencia primorosa. Inventa crisis de todo tipo, invasiones de imperios, amenazas morales y éticas, proponiendo subterfugios temporales que se vuelven permanentes. Cultiva cómplices, agradece su silencio con migajas. En nombre de «la paz social» recorta libertades y cacarea recuperar glorias pasadas mientras saquea el presente, o ideólogos que venden utopías a cambio de sumisión. Su arma no es la fuerza, sino el miedo a imaginar alternativas.

Lo trágico no es el mustélido, sino cómo el corral normaliza lo absurdo, se cree libre y exclama la pendejada de «siempre ha sido así». Culpa a las víctimas, «si trabajáramos más, tendríamos más huevos», y atiborrado de estulticias, celebra sus cadenas orgulloso de «sobrevivir» en vez de exigir vivir. 

El cuento se sostiene en una puesta en escena cuidadosa. Legalidad formal, discursos emotivos y enemigos ficticios o reales abultados. Maquiavelo advirtió que el príncipe debe «parecer piadoso, fiel, humano, íntegro, religioso», aunque no lo sea. Hoy, ese teatro se exagera y convierte la manipulación en un arte exacto. La mentira, repetida y escenificada, se vuelve «verdad» para quien no tiene herramientas -o voluntad- de cuestionarla.

La fábula falla si solo culpamos a la garduña. ¿Por qué la gallera abre sus puertas? Miedo, conveniencia cortoplacista, -peor aún-, algunos pollos aspiran a ser comadrejas. Gramsci llamó a esto «hegemonía cultural»: el poder no solo se impone, sino que se internaliza hasta que los oprimidos normalizan su opresión; es decir, asumen como naturales los valores de sus opresores. Hoy, se observa a pueblos que defienden sus verdugos, ciudadanos que renuncian a sus derechos en nombre de la estabilidad, medios que por temor se auto censuran, y una parte de la sociedad celebra creyendo que, esta vez, el depredador será diferente. 

En algún lugar, un corral modelo de abundancia, es hoy gallinero devorado, de comederos vacíos, alambres oxidados, paredes extensas de frases y murales que glorifican el pasado. Las gallináceas jóvenes huyen aterradas y las viejas esperan «que vuelvan los buenos tiempos». Mientras, en la casa principal, herederos festejan con placeres y deleites. Cuando el criadero confunde memoria con nostalgia, termina repitiendo su tragedia.

Sin embargo, el hechizo se rompe, el turón teme a las gallinas que comparan, polluelos que documentan, aves que organizan y construyen puertas nuevas en vez de reparar las viejas.

La solución no está en esperar un semidiós, sino en dejar de actuar como personajes de fábula. Desconfiar de salvadores, sospechar del leguaje grandilocuente y mosquearse del poder que se presenta como redentor. Hay que valorar los hechos sobre los relatos, apreciar la Constitución por su aplicación, no su poética o intenciones declamadas. Animar la acción colectiva, porque un gallinero unido ahuyenta a la comadreja más astuta.

¿Terminaremos siendo la moraleja? No es una historia sobre animales. Es sobre nosotros. Sobre cómo civilizaciones intercambian libertad por seguridad disimulada; futuro por presente miserable, dignidad por sobras y decoro por despojos.

El cuento, seguirá repitiéndose mientras elijamos la comodidad de la mentira al esfuerzo de la verdad, y vociferemos «esta vez será diferente» contra toda evidencia, confundiendo esperanza con ingenuidad.

La pregunta no es si aparecerá otra mustela, -siempre lo hará-, sino si esta vez reconoceremos su fragancia antes de que devore lo último. Los pueblos que no aprenden de sus fábulas, condenan a sus hijos a vivirlas.

@ArmandoMartini

Fuente de TenemosNoticias.com: lapatilla.com

Publicado el: 2025-06-30 06:56:00
En la sección: Opinión – LaPatilla.com

Publicado en Opinión

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