Los secretos que ocultamos, la serie de seis episodios recién estrenada por Netflix, explora en el mismo estilo de varios de los éxitos recientes en la plataforma. Algo que incluye, capítulos cortos, una trama enfocada en la oscuridad de las relaciones humanas y al final, una moraleja no demasiado evidente. Pero además, la producción mezcla el suspenso clásico con una punzante crítica social. En una época en que las historias que profundizan — y no siempre para bien — se han vuelto especialmente populares, la serie logra tener su propio lugar y personalidad. Eso, a pesar de que comparten algún que otro punto de vista con Adolescencia y, también, con The White Lotus de HBO.
No obstante, antes de ser un melodrama oscuro o solo el típico eat-the-rich, la serie va más allá del juego superficial. Su premisa se siente más densa, íntima y con una oscuridad que no teme volverse incómoda. En apenas tres horas de metraje total, el relato consigue contar una historia complicada sin desperdiciar nada. Pero además, reflexionar acerca del privilegio, el abuso y la violencia doméstica desde una perspectiva honesta que, por momentos, resulta dolorosa y hasta conmovedora.
Ambientada en un exclusivo barrio de Copenhague, la trama sigue a Cecilie (Marie Bach Hansen), una mujer con vida ordenada y en apariencia apacible. Pero todo se desmorona cuando Ruby (Donna Levkovski), la au pair de la familia vecina, desaparece de forma abrupta y desconcertante. Más extraño aún: la joven, deja atrás pertenencias esenciales, algo que nadie que planea huir olvidaría. Un detalle no menor que se convierte para Cecilie en una obsesión. Pero mucho más, en el punto de partida que le llevará a investigar — y finalmente descubrir — a los verdaderos culpables en un caso criminal que nadie quiere creer es real.
Un caso complicado en ‘Los secretos que ocultamos’

A falta de respuestas oficiales, ella misma inicia una búsqueda desesperada, encontrando inesperada colaboración en Aicha (Sara Fanta Traore). Juntas, se adentran en un entramado de mentiras, silencios cómplices y tensiones latentes entre clases. Lo que en apariencia era una comunidad ideal, pronto revela fisuras profundas. El enfoque del relato no es solo el misterio, sino la manera en que se gestan las sospechas cuando las jerarquías sociales están en juego.
En este universo donde todos se conocen, la confianza es una ilusión frágil. Algo más que evidente en Rasmus (Lars Ranthe)y Katarina (Danica Ćurčić), los anfitriones de Ruby, que pronto demuestran tener mucho que esconder. Él, un empresario influyente; ella, una mujer encantadora en la superficie, pero con gestos que inquietan. Su conexión con Cecilie y su esposo Mike (Simon Sears), abogado del primero, solo enreda más el nudo de posibles motivos y complicidades.
Al otro extremo, Oscar (Frode Bilde Rønsholt), el hijo adolescente de la pareja, añade un nivel más al misterio. Su vínculo con Ruby no es del todo claro, pero sí lo suficientemente extraño para llamar la atención. Es un joven retraído, con conductas erráticas que sugieren algo oscuro, tal vez doloroso. Viggo (Lukas Zuperka) su amigo y a la vez hijo de Cecilie, completa un rompecabezas de amistades frágiles. La serie muestra cómo la proximidad física no implica intimidad, y cómo las relaciones entre adultos se reflejan, a menudo distorsionadas, en los vínculos entre sus hijos.


Finalmente, Angel (Excel Busano) la niñera de Cecilie, también entra en escena como figura que repite el patrón de vulnerabilidad. Como Ruby, proviene de Filipinas y su situación legal depende del empleo. Hay algo inquietante en cómo estas mujeres son tratadas como parte del mobiliario de lujo y mucho peor, deshumanizadas hasta extremos crueles. Después, directamente peligrosos.
Un crimen complejo que resolver


Desde sus primeros minutos, Los secretos que ocultamos no esconde su intención de incomodar. Hay en el desarrollo narrativo una constante tensión entre lo que se dice y lo que se oculta, las apariencias sociales y la verdad que subyace en todo lo anterior. No es sorpresa que aborde temas tan difíciles como el poder que ejercen los adultos sobre los jóvenes, o las micro violencias que se esconden en los hogares de las élites.
Las comparaciones con Adolescencia no son gratuitas: ambas series comparten esa sensibilidad para hurgar en temas tabúes con mirada seria. Y, sin embargo, Los secretos que ocultamos lo hace sin caer en lo panfletario ni en el melodrama fácil. Lo mismo ocurre con las similitudes con The White Lotus, aunque aquí la sátira da paso a un tono más crudo y menos lúdico.


De modo que buena parte del argumento, es una exploración paciente de cómo los secretos se fosilizan dentro de la vida cotidiana. No se trata solo de lo que ocurrió con Ruby (no únicamente), sino de lo que su desaparición revela sobre todos los que la rodeaban. Cada gesto, cada reacción, sirve para pintar un retrato social donde el poder no siempre se expresa con violencia, pero sí con omisiones.
Por eso, el final — contenido, potente y melancólico — tiene más peso que muchas, una conclusión más sencilla. Comparada con otras producciones del año, se siente más centrada, más honesta en su propósito. Puede que no tenga los golpes de efecto de Adolescencia, pero sí posee una conclusión emocionalmente más resonante. A veces, el silencio deja más eco que cualquier explicación.
Fuente de TenemosNoticias.com: hipertextual.com
Publicado el: 2025-06-01 12:00:00
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