Mountainhead, escrita por Jesse Amstrong y ya disponible en Max, toca el punto sensible de la obsesión actual por la vida de los billonarios. Pero lo hace desde el punto de vista habitual del guionista, creador de la icónica Succession. Por lo que enfoca el interés de la trama en todo lo que rodea a los multimillonarios, desde la polémica perspectiva de lo desconectado de la experiencia humana común en que se encuentran los personajes.
Para hacerlo, el guion expone el narcisismo y la decadencia de cuatro titanes tecnológicos que deciden aislarse en una cabaña de lujo. Eso, mientras la inteligencia artificial que ayudaron a desarrollar empieza a desatar el caos geopolítico. La premisa se adentra en terrenos fértiles como la desinformación, los deepfakes y el colapso de la empatía, pero los roza sin compromiso. Temas que toca sin caer en exageraciones o en la tentación de sermonear acerca del mal contemporáneo, equiparándola en la riqueza.
En lugar de eso, Amstrong logra que su visión sobre el privilegio sea más cercana a la deshumanización total de las esferas de poder. Por lo que se apresura a dejar claro, casi desde la primera escena, que sus personajes olvidaron el mundo corriente. Aislados por su asombrosa riqueza y su conocimiento del mundo financiero, todas las decisiones que toman son, por fuerza, cruel. O al menos, sin tomar demasiado en cuenta lo que podría afectar a los ciudadanos de a pie. Un tema incómodo al que la cinta volverá varias veces a lo largo de su historia.

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Grandes actores para papeles complicados


Para un escenario semejante, la cinta cuenta con un elenco de renombre. Con nombres como Steve Carell, Jason Schwartzman, Ramy Youssef y Cory Michael Smith, el argumento logra convertirse en una crítica afilada con tintes absurdos. Sin embargo, la película es más ambiciosa que solo señalar los errores del sistema económico mundial. Por lo que se concentra en una burla durísima acerca de la capacidad de los grandes líderes actuales frente a las necesidades del mundo.
Por supuesto, se trata de un enfoque poco común — y polémico — sobre los llamados millonarios forjados por sí mismos. Lo que permite a Jesse Amstrong burlarse de sus personajes con una retorcida ironía. A pesar de eso, Mountainhead abraza la comedia alocada sin vergüenza, y es allí donde encuentra su verdadera naturaleza: no como denuncia, sino como espectáculo. El guion se atreve a comprometerse con una visión ácida. Eso, sin dejar claro si los condena o simplemente los convierte en memes. Un giro que evita que la cinta se vuelva sermoneadora o, en el peor de los casos, un alegato ético.


De la misma manera que en Succession, Jesse Amstrong utiliza el mundo corporativo como telón de fondo para burlarse de la avaricia, la deslealtad y la crueldad. Las advertencias sobre la manipulación mediática o los peligros del ego corporativo se mezclan entre discusiones sobre términos legales y tecnicismos financieros. Por lo que la trama avanza hacia una escandalosa perspectiva acerca del poder moderno. En lugar de estrategas o líderes, la influencia está en manos de un grupo de tontos con habilidad económica pero ninguna profundidad intelectual.
Un final ambiguo y con algunos problemas


No obstante, Mountainhead no logra llevar del todo su sátira más allá de la superficie de la crítica corrosiva. Hay una frialdad inherente en la forma en que los personajes discuten sobre sus proyectos tecnológicos mientras el mundo fuera de su burbuja se desmorona. Sus diálogos, impregnados de arrogancia y palabras rimbombantes, revelan una desconexión brutal con cualquier noción de responsabilidad. Y es en esa falta de humanidad donde Mountainhead podría haber encontrado su motor.
Sin embargo, la película elige más bien burlarse de estos titanes de la tecnología sin desmantelar las estructuras que los hacen posibles. Mientras algunos espectadores podrían reírse por la estupidez de estos personajes, hay una fatiga evidente en ver otro intento más de señalar que los ricos son ridículos, sin ofrecer algo nuevo. A estas alturas, no es que necesitemos otra historia sobre millonarios inmaduros: necesitamos que nos digan qué se puede hacer con ellos.


Pese a todo, el reparto logra arrancar momentos que justifican la entrada. Carell, en particular, ofrece una actuación que oscila entre el absurdo total y el patetismo contenible. Su personaje parece una mezcla entre un emperador sin ropa y un jefe de oficina que se perdió en una tragedia griega. Schwartzman aporta su ya conocido aire de angustia cómica, mientras Youssef funciona como un punto de equilibrio con su racionalidad en ruinas. Smith, por su parte, interpreta a un personaje tan seguro de su invulnerabilidad que podría pelearse con un árbol por aburrimiento.
La dinámica entre los cuatro tiene momentos de verdadera chispa, especialmente cuando la película se entrega a la farsa. Allí, entre miradas vacías y camaradería postiza, aparece lo mejor de la película. Una comedia coral que no se toma a sí misma demasiado en serio, lo cual, paradójicamente, termina siendo su punto más fuerte.
Fuente de TenemosNoticias.com: hipertextual.com
Publicado el: 2025-06-21 12:00:00
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