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‘Rescate imposible’, la película que acaba de llegar a Netflix y arrasa

‘Rescate imposible’, la película que acaba de llegar a Netflix y arrasa

Rescate imposible, la nueva película de Russell Crowe ya disponible en Netflix (y que en España se puede ver en Movistar+), parece a primera vista otra película de acción del montón. En especial, porque el director William Eubank no innova demasiado. Después de todo, la fórmula del soldado impulsivo y su mentor curtido no es nada nuevo en el género. Pero esta película se las arregla para ofrecer una vuelta de tuerca interesante. No por el argumento en sí, que parece sacado de un manual estándar de thrillers militares, sino por cómo se centran en la dinámica entre sus protagonistas. 

Por lo que comienza como un guion previsible, gana fuerza en la manera en que los personajes interactúan. Uno es joven, valiente, con habilidades técnicas y una clara tendencia a arriesgarlo todo. El otro ya ha visto demasiado, lleva el peso de muchas decisiones y se comunica como si cada palabra le costara una guerra. Aunque la trama sigue caminos conocidos, hay algo refrescante en el énfasis que se pone en sus conversaciones, roces y complicidades. El ritmo se beneficia de esa tensión constante entre lo que dicen y lo que callan. 

Esta relación se convierte en el centro de Rescate imposible, desplazando momentáneamente la acción pura para abrir espacio a los matices. No todo es pólvora y disparos; hay también roces, aprendizaje forzado y una cierta sorna en la forma en que el veterano observa los errores del más joven. Esa mezcla de mentor reticente y novato entusiasta ya la hemos visto antes, pero aquí funciona porque los actores la interpretan con honestidad. La película comienza desde esa perspectiva y se arriesga al explorar más lo humano que lo táctico. El resultado no es una revolución del género, pero sí una propuesta que se siente menos vacía que otras similares. Hay una química que se sostiene sin necesidad de diálogos grandilocuentes, y eso ya es un mérito.

Nada nuevo bajo el sol, pero bien contado

En el centro de la operación está J.J ‘Playboy’ Kinney (Liam Hemsworth), un militar que no solo está preparado físicamente. También acostumbrado a tomar decisiones rápidas. No le falta valor para correr riesgos mortales, y tampoco parece tenerle miedo al desastre. Por eso, cuando lo asignan a una misión de alto riesgo, nadie se sorprende. La situación no es sencilla: un rescate en plena selva, con enemigos alrededor y poco margen de error en la mitad de la selva filipina. 

Lo acompaña el sargento John ‘Sugar’ Sweet (Milo Ventimiglia), el sargento Abell (Luke Hemsworth) y el sargento Bishop (Ricky Whittle). El objetivo es claro y en apariencia, no demasiado complicado: encontrar a un agente secuestrado y salir enteros. La selva no es solo un escenario, sino un obstáculo más. Rescate imposible no se detiene demasiado en el paisaje, pero la amenaza constante que representa le da a la trama cierta urgencia. Cada paso parece calculado, pero al mismo tiempo, todo puede derrumbarse en segundos. La misión tiene fecha de caducidad: tres días. Ese límite de tiempo le imprime un ritmo que no siempre se mantiene, pero que ayuda a mantener la atención. 

Mientras los soldados se juegan la vida en la jungla, al otro lado del mundo, el capitán Eddie ‘Reaper’ Grimm (Russell Crowe) ofrece apoyo táctico periférico. Reaper, no encaja con el estereotipo de líder militar: viste camisas chillonas, fuma como si el estrés no lo afectara y tiene el temperamento de alguien que ya no le teme al escándalo. Desde allí, controla un dron que se convierte en el ojo omnipresente de la misión. Junto a él trabaja la sargento Nia Branson (Chika Ikogwe), mucho más centrada, aunque con menos protagonismo. Lo interesante es que, sin pisar el campo de batalla, Reaper logra intervenir de forma decisiva. 

Un giro complicado en una misión riesgosa en ‘Rescate imposible’

A medida que la misión se complica, las cosas dejan de seguir el plan original. La línea directa entre el equipo en campo y la base empieza a fallar justo cuando más se necesita. Kinney, que parecía tenerlo todo bajo control, queda aislado en territorio enemigo. Lo que era una operación controlada se transforma en una situación caótica donde las órdenes ya no llegan y las decisiones tienen que tomarse en soledad. Es ahí donde la película cambia de tono: ya no estamos viendo una misión militar clásica, sino una lucha desesperada por sobrevivir. 

Reaper, a miles de kilómetros, intenta mantener el vínculo con Kinney usando las pocas señales que recibe. Pero sin visión completa, sus instrucciones se vuelven más una apuesta que una estrategia. La comunicación limitada añade tensión, aunque a veces el guion se apoya demasiado en esa idea y pierde ritmo. No obstante, se agradece que no todo dependa de los tiroteos. 

El conflicto pasa a ser interno: Kinney debe confiar en sí mismo, improvisar, y decidir en fracciones de segundo si vale la pena seguir el plan o cambiarlo todo. Mientras tanto, Reaper intenta descifrar lo que ocurre a través de retazos: sombras en el monitor, ruido de fondo, mensajes cortados. Esa desconexión progresiva no solo afecta a los personajes, también cambia la forma en que el espectador experimenta la acción. Lo que parecía una película de comandos en modo videojuego se vuelve algo más fragmentado, más incierto. Y en esa incertidumbre se revela lo mejor de los protagonistas. Kinney deja de ser un héroe de cartón para mostrar miedo, rabia y vulnerabilidad. 

Reaper, por su parte, empieza a romper con su máscara de sarcasmo y deja ver que le importa más de lo que admite. El problema es que, aunque todo esto funciona, no siempre se siente urgente. El ritmo a veces se aletarga justo cuando debería acelerarse. Aun así, el contraste entre tierra y sala de control genera un interesante doble foco narrativo: dos personajes aislados, intentando sostenerse mutuamente sin poder verse ni tocarse.

Entretenimiento de alto calibre

En el fondo, Rescate imposible intenta sugerir algo más que solo explosiones y disparos. Hay una especie de subtexto sobre el rol de la guerra tecnológica y lo que implica pelear desde la distancia. Reaper, el operador de drones, no es solo un personaje extravagante: representa una manera de hacer la guerra sin mancharse las botas. Una premisa que, aunque no se desarrolla demasiado, brinda una especial personalidad a la cinta. 

El guion insinúa que tal vez el heroísmo está sobrevalorado, o al menos, que ya no se ve como antes. El soldado moderno aparece más cínico, más pragmático, menos interesado en banderas que en volver vivo. Esta idea, aunque no se subraya, queda flotando en el aire. Rescate imposible no intenta dar lecciones de ética, pero sí brindar un buen rato. No cambia el género, pero lo explora lo justo para que no sea más de lo mismo. Una decisión que convierte a la cinta en algo más que explosiones y sangre derramada. Lo mejor que puede decirse de una cinta semejante en la actualidad. 

Fuente de TenemosNoticias.com: hipertextual.com

Publicado el: 2025-07-06 08:00:00
En la sección: Hipertextual

Publicado en Tecnología

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