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Así se ven los animales a sí mismos | nytimes.com

Así se ven los animales a sí mismos

Reflexionar sobre nuestro entorno desde la perspectiva de otros Umwelt nos ayuda a valorar con ojos frescos no solo a las demás criaturas, sino también el mundo que compartimos. Con la nariz de un albatros, un océano en calma se convierte en un vibrante paisaje de aromas, lleno de crestas y valles perfumados que comunican la presencia de ciertos alimentos. Para los bigotes de una foca, un torbellino de agua aparentemente monótono se agita con las corrientes turbulentas que van dejando tras de sí los peces al nadar, huellas invisibles que puede seguir la foca. Para una abeja, un simple girasol amarillo tiene un blanco ultravioleta en el centro y un campo eléctrico característico alrededor de los pétalos. Para los ojos sensibles de una polilla esfinge morada, la noche no es negra, sino que está llena de colores.

Incluso los ambientes más familiares pueden parecer desconocidos si se perciben a través de los sentidos de otras criaturas. Saco a pasear a mi perro —Typo, un corgi— tres veces al día por las mismas calles y los mismos edificios que he visto miles de veces. Pero, aunque este paisaje urbano me parece aburrido e inactivo, el cambiante paisaje olfativo siempre le parece fascinante a la nariz de Typo. No para de olfatear y su anatomía nasal le permite identificar olores continuamente, aun mientras exhala. Olfatea cada hoja de las nacientes plantas de primavera con la mayor delicadeza. Olfatea las manchas de orina seca que han dejado los perros del barrio como un ser humano revisa las publicaciones de sus redes sociales. En cada paseo, Typo se detiene por lo menos una vez y explora con gran emoción una parte de la banqueta que parece insulsa, pero que, sin duda, está llena de olores cautivadores. Lo observo y percibo mi propia vida como menos habitual, me hago más consciente de que mi entorno cambia sin parar. Esa conciencia es el regalo que Typo me da a diario.

Es difícil, e incluso en algunos casos imposible, capturar estos mundos sensoriales en un documental sobre la naturaleza (aunque algunos, como la producción La tierra de noche de Netflix, hacen un esfuerzo valeroso). En realidad, ningún efecto especial puede transmitir la naturaleza envolvente de la visión de un ave a los ojos de un espectador humano que ve hacia el frente o traducir el amplio espectro de colores que un ave puede ver al conjunto mucho más reducido que pueden ver nuestros ojos. Es todavía más difícil para un medio visual capturar los sentidos que no son visuales. Podemos reproducir grabaciones del canto de una ballena, pero no hay manera de mostrar qué significa para las ballenas escuchar a otra ballena a través de las distancias oceánicas. Podemos representar el campo magnético que envuelve al planeta, pero no se compara en nada con la experiencia de un petirrojo que utiliza ese campo para recorrer en vuelo todo un continente.

En su ensayo clásico de 1974 titulado ¿Qué se siente ser un murciélago?, el filósofo Thomas Nagel escribió que las experiencias conscientes de otros animales son inherentemente subjetivas y difíciles de describir. Podríamos visualizarnos con membranas interdigitales en los brazos o insectos en la boca, pero esa imagen no dejaría de ser una caricatura mental de nosotros mismos como un murciélago. “Deseo saber qué siente un murciélago por ser murciélago”, escribió Nagel. La mayoría de las especies de murciélagos perciben el mundo a través de un sonar, escuchan el eco de sus llamados ultrasónicos y así conocen su entorno. “Pero si intento imaginarlo, me veo limitado a los recursos de mi propia mente, y estos son inadecuados para la tarea”, explicó.

Nuestros propios sentidos nos limitan, crean una división permanente entre nuestro Umwelt y el de otros animales. La tecnología puede ayudar a superar ese abismo, pero siempre habrá una brecha. Para cruzarla, necesitamos lo que la psicóloga Alexandra Horowitz llama “un salto imaginativo informado”. Nadie me puede mostrar cómo es otro Umwelt; tengo que trabajar para imaginarlo.

Casi podría decir que ahora se ha vuelto demasiado fácil ver documentales modernos sobre la naturaleza, es como dejarme arrastrar pasivamente por el torrente de un conjunto de imágenes vívidas, con los ojos abiertos, la quijada boquiabierta, pero el cerebro relajado. En contraste, cuando pienso en otros Umwelt, siento cómo se flexiona mi mente, y siento gozo por haber intentado, al menos, una tarea imposible. En estos pequeños actos de empatía, comprendo más a fondo a otros animales, no como prototipos emplumados o velludos de mi vida, sino como entes maravillosos y únicos por su propio derecho, y como claves para comprender la verdadera inmensidad del mundo.

Ed Yong, ganador del premio Pulitzer, es escritor de The Atlantic y autor de An Immense World, Yo contengo multitudes, entre otros libros.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.nytimes.com

Publicado el: 2022-06-22 07:00:05
En la sección: NYT > The New York Times en Español

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