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Columna de Margarita Bernal: Guajira dulce y amarga – Gastronomía – Cultura

Columna de Margarita Bernal: Guajira dulce y amarga - Gastronomía - Cultura

Guajira, hermosa palabra femenina que en wayú se dice wajiira y significa “nuestra tierra”. Tierra de abuelas, madres, hijas que tejen la historia de sus clanes, familias y región con sus saberes y sabores.

Estuve en el encuentro Al Calor del Fogón, en Riohacha, que se celebra alrededor de las cocinas tradicionales. Su segunda edición fue sobre dulces autóctonos. Pude saborear una dulce Guajira que sabe a coco y leche, a piña, a tamarindo, a icaco, a grosellas y a papaya cocidas en miel de caña. Una Guajira gustosa y amorosa, sazonada por las manos de mujeres que han conservado y replicado sus tradiciones culinarias.

Llegué con el corazón y el paladar dispuestos a dejarme seducir por sus sabores, sus gentes, sus tradiciones y especialmente por el conocimiento culinario de sus mujeres. Es que no hay mejor manera de enamorar a alguien que a través de la comida o de la poesía, que, en el caso de los dulces tradicionales guajiros, diría que son lo mismo. Ellas, desde siempre, los han cocinado a fuego lento entre calderos y leña, con paciencia, con amor y respetando cada ingrediente de la misma manera que la poesía lo hace cuidando cada palabra.

(Lea: El apasionante misterio del vino)

Pero también conocí la otra Guajira, la amarga, la que rompe el corazón en fragmentos, la salada. No me refiero a la sal de sus mares cálidos y abrazadores, ni a la de las majestuosas salinas de Manaure, sino a esa sal de la que pocos hablan. La que carcome y destruye, la sal de la desidia y el abandono.

Esta mágica región con alucinantes paisajes de desierto y playa, de inolvidables atardeceres y cielos estrellados. La cabeza de América del Sur es también un lugar de tragedia, dolor, muerte y desolación. Tiene una alta población indígena que ha mantenido sus tradiciones y cultura a pesar de las diferentes formas de violencia que ha padecido. Un bello y sombrío lugar de tristeza y miseria cuyos habitantes tienen sed y hambre.

En gran parte de su territorio pareciera que el tiempo se hubiera detenido y que no hiciera parte de Colombia. No hay transporte público, ni carreteras, ni acueducto, ni electricidad ni Estado. No hay recursos ni suficiente comida. Se alimentan gracias al quehacer, al liderazgo, al talante de sus valientes mujeres que son recursivas y fuertes. Ellas tejen y cocinan con lo que tienen. Saben aprovechar lo que les da la tierra.
De los cactus del desierto hacen ensalada con su pulpa y el corazón lo convierten en madera para construir sus viviendas. De los chivos no desperdician nada. El agua, que es su bien más preciado, en baldes con totumas, la rinden hasta la última gota.

(Más: Las Marías de los Montes)

Para la cultura wayú, los sueños son importantes, son un universo fantástico, respetado y significativo. Hacen parte de las creencias que tienen con respecto a su existencia y su actuar en la sociedad. Son revelaciones. Soñemos entonces con que sea una próspera región en la que sus niños y jóvenes tengan un futuro sin desnutrición. Inexplicable tanta belleza humana condenada al hambre y a la sed. La Guajira es Colombia. Buen provecho.

MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
En Twitter: @MargaritaBernal

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-08-12 23:18:02
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura