Menú Cerrar

Daniel Carvalho: ‘Yo ya era feo antes de la marihuana’ – Cultura

Daniel Carvalho: 'Yo ya era feo antes de la marihuana' - Cultura

El representante a la Cámara por Antioquia reveló en una intervención en el Senado que ha fumado marihuana durante 25 años y que eso no le ha impedido graduarse como ingeniero civil con las mejores notas, dos maestrías y un largo y notable etcétera académico. Sin embargo, esa intervención, que se hizo viral, lo ha encasillado y ha limitado su discurso entre los odiadores de redes sociales al de un simple “marihuanero”, ocultando décadas de trabajo en activismo, barras de fútbol y urbanismo que bien podrían lograr que, por primera vez desde Sergio Fajardo en el 2004, haya un alcalde de Medellín sin camisa blanca, con jeans y el característico corte de pelo “rebelde, pero controlado”. Esta es su historia más allá de la marihuana.

(Le recomendamos: El reconocido periodista Rodrigo Pardo y el experimentado político Rafael Pardo se confiesan en esta entrevista de BOCAS)

(También: Carolina Cruz habló con la Revista DONJUAN de fútbol, batallas y hasta de cachos)

La edición #124 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 18 de diciembre de 2022

Foto:

Juan Fernando Ospina

Daniel Carvalho tuvo el mejor ICFES y las mejores notas de su promoción, pero se graduó por ventanilla por culpa de Antanas Mockus. En el patio de recreo del Colegio Corazonista, en Medellín, se tomó una foto mostrando las nalgas, junto a varios compañeros, al mejor estilo del entonces rector de la Universidad Nacional. En ese momento no le interesaba la política. Eso llegó después, mientras tomaba caipiriñas en una playa de Fortaleza, Brasil, cuando Colombia fue eliminada del mundial. Había seguido a la selección en todos los partidos y narrado sus vivencias en Facebook, pero cuando llegó el momento de ir a Fortaleza, ya se le habían acabado los ahorros. Les dijo a sus cerca de cinco mil seguidores que se iba a devolver a Medellín para ver el partido con ellos, pero la respuesta fue sorpresiva: una gran cantidad de desconocidos le consignaron alrededor de tres millones de pesos para que fuera y narrara ese último partido: “yo recuerdo sobre todo a un muchacho hincha del Medellín, que yo conocía porque era de la tribuna popular, y me mandó un recibo de consignación y me dijo ‘Carvalho, yo tenía estos 10.000 pesitos y se los consigné’. Me metí una llorada, o sea, yo me preguntaba ‘¿por qué la gente me está dando plata, huevón?’, si fuera plata para pagar los servicios o la universidad, pero era un partido, un lujo”, comenta.

Entonces fue en esa playa cuando empezó a digerir todo lo que había pasado en ese mes y por qué la gente le había manifestado confianza y cariño: “no podía hacer como el que no había pasado nada. Yo sentí que mi vida había cambiado y ahí, entre un caipiriña y otro, le dije a Juancho, mi amigo, ‘marica, yo me voy a lanzar el Concejo de Medellín’”. Allí estuvo desde el 2016, gracias a una campaña que le costó tan solo once millones de pesos, hasta que fue escogido como uno de los candidatos de la Coalición Centro Esperanza para ser representante a la Cámara por Antioquia.

(Le sugerimos: Melina Ramírez habló con la Revista DON JUAN del DIM, de Messi y matrimonio)

Hay muchísimo consumo de drogas en las fuerzas militares

El estereotipo de la rasta y la marihuana haría pensar que Carvalho es, además, vegetariano, pero no. De hecho, pertenece a una dinastía que ha acompañado con la mejor lechona de la ciudad las navidades y días de elecciones de los medellinenses por décadas: la dinastía de Alberto Lechona, hoy en día, Doña Lechona. En esta empresa familiar trabajó en las vacaciones de su niñez doblando las emblemáticas cajas de lechona. Después ascendió a mesero y, al final, conductor del camión repartidor a todos los supermercados de la ciudad. Se come al menos un plato de lechona cada fin de semana, cuando viaja a Medellín por sus labores de representante.

Después del colegio estudió ingeniería civil y un magíster en Gobierno y políticas públicas en Eafit, además de otro magíster en Urbanismo, ciudades sostenibles y de países en vías de desarrollo en el Instituto Francés de Urbanismo. En su época universitaria participó en un grupo de teatro –incluso, hizo un papel desnudo frente a todos sus compañeros– y en las vacaciones se dedicaba a recorrer Colombia haciendo autostop con su mejor amigo, Daniel Alzate, con quien además se fue a París con la intención de estudiar y viajar. Llegaron hasta el círculo polar ártico, vieron auroras boreales, y Carvalho aprendió francés, trabajó de mesero y sufrió una fuerte depresión, con pensamientos suicidas incluidos, por la imposibilidad de escribir en francés su tesis sobre urbanismo.

Al final se graduó con las mejores notas, se casó con una artista francesa, con la que se fue a vivir a una isla en el Caribe unos años, hasta que tuvo una crisis que lo hizo regresar a Colombia: “Cumplí 30 años y me dio como una crisis vocacional. Yo decía ‘me maté haciendo una maestría en París en urbanismo, con énfasis en ciudades del Tercer Mundo, en ciudades sostenibles, y estoy aquí en una isla haciendo casas para millonarios rusos que les importa un culo el planeta, el medio ambiente y la sostenibilidad’. Y un amigo que trabajaba en la Alcaldía de Medellín me llamó y me dijo ‘parce, venite para Medellín, aquí estamos haciendo cosas chimbas, con urbanistas, estamos en el poder, estamos gobernando’. Hablé con mi esposa y le dije ‘yo me quiero ir para Medellín, yo siento que mi profesión está allá’”.

Desde que regresó, ha emprendido una carrera política singular, hablando de temas como las barras bravas, una canasta básica cultural y de la regulación del consumo adulto de marihuana.

Carvalho es ingeniero civil, tiene un magíster en gobierno y políticas públicas de EAFIT y en urbanismo del IFU de París.

Foto:

Juan Fernando Ospina

(Puede leer también: Katherine Miranda: ‘Toda mi familia es policía. Soy la oveja negra’. Habla en BOCAS uno de los personajes más sonados para la Alcaldía de Bogotá: Katherine Miranda)

Difícil no abordar el tema de la marihuana. ¿Cómo es eso de que usted la probó en el Ejército?

Tenía ya 18 años, entré allá obligado, nadie quiere ir al Ejército, casi nadie. Yo salí del colegio a los 16, pero realmente la obligación constitucional es para los mayores de edad. Entonces, el Ejército pidió las bases de datos en la universidad y dijeron “estas personas no tienen resuelta su situación militar”, y me tocó presentarme. Yo llevaba tres semestres y me tocó interrumpir para volverme recogebolas de las canchas de tenis de la Cuarta Brigada, en Medellín. Rápidamente entendí que uno en el Ejército se hace su vida; si usted va y se las va a dar de rebelde, entonces le va a ir como el culo. Entonces yo era un soldado bueno, juicioso, con buenas relaciones y un liderazgo dentro de mi propio pelotón. Ser soldado es muy maluco, obligado, pero en el día a día era como bacano, y un día con dos amigos, que no habíamos probado la marihuana, dijimos “marica, pues, como que hay que fumar”. Allá todo se consigue, hay muchísimo consumo de drogas en las Fuerzas Militares, y de todo tipo. Es un hecho que a los soldados que se van al monte por meses los dejaban llevar marihuana en su equipaje. Entonces la probé una noche, más o menos a las 10 p. m., no queríamos acostarnos a dormir y dijimos “fumemos”. Un batallón es muy grande y por la noche el control es poco.

Esa respuesta que usted dio en el Senado llamó mucho la atención, fue viral, se convirtió en un meme, pero ahora, en cierta forma, ese meme lo está consumiendo, en el sentido de que el tema de la marihuana ha limitado, de alguna manera, lo que usted ha significado…

Yo no siento que me esté consumiendo. Cuando fui concejal nunca me preguntaron por eso. Yo, incluso, tenía la respuesta lista. Si me preguntaban que si yo fumaba marihuana, iba a decir “sí, es muy buena pa’ pichar”, como para ser más escandaloso (risas). Además, yo nunca planteé el tema porque a un concejo municipal no le corresponde abordarlo, pero cuando empiezo mi campaña al Congreso decidí que ahora sí era el momento de abordar el tema de la regulación del cannabis. Entonces, hice un video de campaña donde estoy armando un porro y explicando “esta es la marihuana, esto es lo que se fuma; en Nueva York ya lo venden legalmente y cobran impuestos y aquí seguimos encanando jóvenes”, y termino diciendo “si te gusta, rótalo”… el video, pues (risas). Entonces esa era una cosa que hubiera podido pasar desapercibida, como todo lo que pasa en la plenaria, porque allá ni prestan atención. Yo estaba esperando mi turno y un representante del Centro Democrático dijo que los consumidores de marihuana son adictos y enfermos, y no sé por qué me mencionó. Yo después le pregunté que para qué me había mencionado, porque además somos amigos, y ahí me paré y de manera improvisada, espontánea, decidí no hablar desde lo técnico, legal jurídico, sino desde mi testimonio de vida. Y cuando yo me paró y digo “hace 25 años fumo marihuana”, todo el Congreso se quedó callado y volteó para oír el chisme. Hubo un boom de atención mediática buena y mala, muchas críticas y muchos elogios, y llegamos al meme del congresista marihuanero. A mí me parece positivo llamar la atención y, por fortuna, tanto mi equipo como yo tenemos argumentos para mostrar que soy mucho más que eso; yo no soy un aparecido en la política, yo te puedo hablar de urbanismo, de medio ambiente, de derechos culturales, de libertades individuales. Soy mucho más que el man que fuma marihuana, tengo toda mi producción legislativa y académica para demostrarlo, entonces no me asusta que me encasillen ahí porque yo tengo cómo demostrar que no soy simplemente eso. Uno tiene que saber aprovechar la atención mediática para eso, pero es abrumadora y puede ser muy pesado meterse a Twitter y que haya un montón de manes diciendo que uno es muy feo, que estoy muy acabado y que eso es por culpa de la marihuana. Había unas fotos que me comparaban con Cristiano Ronaldo, dizque “Cristiano Ronaldo, una vida dedicada al deporte, y vea usted, una vida dedicada a la marihuana y vea cómo es de feo”. Y yo pensaba “comparate vos con Cristiano Ronaldo, pues, yo ya era feo antes de la marihuana, no le echen la culpa” (risas).

Usted es bastante fuerte en redes sociales, desde la época en que trabajó con barras de fútbol. Eso le ayudó a crear una base de seguidores que, se podría decir, es en gran parte su caudal electoral…

Facebook fue muy importante en el momento en que creamos la que se volvió la barra virtual de fútbol más grande del Medellín, que se llama ‘La barra contenta’, en oposición a la idea de la barra brava. Éramos los pacíficos, los ñoños y los hippies de las barras bravas. Pero con la barra de Medellín no se llega al Concejo solamente. Hablando de arte y cultura no se llega solamente. Hablando de bicicletas no se llega solamente, pero combinando varias cosas, más mi trabajo, más ser profesor, más ser conferencista, eso te da mucha visibilidad. Entonces, te ayuda la diversidad de temas, más una especie de cercanía. Fui cinco años actor de teatro, aprendí a hablar en público y sé aterrizar las ideas. La gente no me escuchaba hablando de urbanismo como si fuera un técnico, sino que yo siempre pienso en cómo le explicaría las cosas a mi mamá, a mis tías. También creo que el pelo y la pinta ayudan, porque lo más difícil para un político es ser diferenciado, entonces yo por lo menos soy “ah, el de las rastas, el peludo”. Todo ayuda un poquito.

(Lea también: El senador Gustavo Bolívar revela en BOCAS cómo apoyó económicamente al presidente Gustavo Petro)

Ha sido concejal, mesero, actor de teatro y escritor.

Foto:

Juan Fernando Ospina

¿Cuál fue la acción más bonita, por decirlo de alguna manera, que hizo esa barra contenta?

En el 2013, estábamos intentando armar algo para el cumpleaños número cien del Deportivo Independiente Medellín y a mí, en mi búsqueda de juntar pasiones, se me ocurrió proponerle al equipo que hiciéramos un ciclopaseo poderoso. Ellos me dijeron “hágale, pero lo arma usted”, y con muy pocos recursos, pero con ayuda de la gente de ese grupo de Facebook, convocamos a los hinchas, pusimos puntos de encuentro en cada comuna, en cada municipio del Valle de Aburrá y logramos juntar a cinco mil hinchas del DIM, sacamos camiseta para cada uno y fue una cosa muy bonita. Fue desde los hinchas, casi sin ningún apoyo institucional. De hecho, hemos hecho más ediciones del ciclopaseo y ahora queremos intentar hacerlo de nuevo.

Ser hincha del Deportivo Independiente Medellín le ha dado, entonces, bastante tolerancia al fracaso…

Soy superhincha del Medellín, que es como una causa perdida y una causa romántica. Somos estoicos y poéticos y románticos en ese sentido.

Y a usted le gusta la música de despecho…

Una tía que me cuidaba cuando yo era niño, y las empleadas domésticas, siempre ponían La Voz de Colombia. Mi mamá siempre trabajó, yo fui criado por las empleadas domésticas, lo cual me encanta de mi vida, porque mi vida siempre ha sido el ver cómo me escapo de la burbuja, que doblemente me construyeron mis padres.

Usted sabe de teatro. Descríbame una escena de su niñez.

Yo sentado en unas escalitas, la empleada doméstica planchando y al fondo sonando La Voz de Colombia, y ambos cantando cualquier canción de Pimpinela o de Ana Gabriel. También me contaban historias de pueblos, La Patasola, La Madremonte… como toda esa mitología campesina.

Sus papás son separados. ¿Eso modificó su visión del amor?

Fue difícil porque era la familia perfecta, padres amorosos y exitosos con los niños, bien criados. Mi reacción fue que, en vez de quedarme en la casa viendo pelear a mis papás y a mi mamá triste, estaba estudiando. Uno cuando está joven tiene esa idea siglo 19 poética de reinventar el amor, y creo que lo del divorcio de mis padres también incidió en tener una visión mucho menos tradicional de lo que pueden ser las relaciones de pareja y las familias.

(Puede leer también: Katie James: ‘Fuimos desplazados por amenazas de la guerrilla de las Farc’. Habla la irlandesa de música andina en BOCAS)

Daniel Carvalho es representante a la Cámara por Antioquia.

Foto:

Juan Fernando Ospina

¿Recuerda algún amor de la infancia?

Tuve muchos amores desde niño; fui muy fracasado, pero muy enamoradizo. Como a los siete años me enamoré de una niña que era hermosísima. Se llamaba Natalia, creo que el apellido era González, después fue reina de belleza, y esta es la parte triste de la historia: un día logré darle un besito, un piquito en la boca, y al otro día su mejor amiga me dijo que el papá de la chica estaba muy bravo conmigo que porque yo era negro y la había ensuciado al besarla.

¿Cuál es su caja de herramientas para el despecho?

Ya es menos dramática la tusa. La caja de herramientas para superar una tusa la descubrí cuando se terminó mi matrimonio, porque mi mujer se enamoró de otro man. Eso da muy duro en el ego, en la virilidad. Ahí empecé a hacer terapia. Yo nunca había ido a un psicólogo, “qué pereza, yo no estoy loco”, decía. Una prima mía, que es psiquiatra, me dijo que me tomara unas pastillas para estar concentrado mientras estaba en el trabajo. Pero ahí pasa algo: cuando uno está aburrido, deprimido y entusado, uno se entretiene cuando está en el trabajo, porque está haciendo cosas, pero cuando llega a la casa a las 6:30 p. m., de ahí a las 10:30 p. m., que es cuando uno se duerme, uno se siente en un desierto, pensando “¿qué hago con mi vida?”, y ahí fue que me volví activista, pegado por la noche a ver qué había para hacer, “que vamos a salir a pintar ciclorrutas”, hágale; “que vamos a escribir algo en Facebook sobre la calidad del aire”, hágale; “que vamos a fortalecer la barra de fútbol”, hágale.

Entonces, usted se pegaba a todas las causas…

A todo yo decía “sí, cuenten conmigo”, con tal de no estar solo en mi casa por la tusa. Esa tusa me llevó al activismo y a la política, y la última tusa me llevó al Congreso. Esa fue en pandemia y me hizo reflexionar, como que ya llevaba cinco o seis años de concejal de Medellín y nunca había pensado en ser congresista. Nunca he pensado para adelante, nunca he tenido un plan de vida. Yo no sé qué quiero hacer en cuatro años. Yo no quiero ser presidente, alcalde, senador; yo quiero ser feliz y vamos viendo cómo. Entonces me empezaron a decir “lanzate a la Cámara” y yo “hágale”. Para que vea cómo los despechos también pueden ser grandes motores.

Dice que no planea nada, pero hace poco se reveló que usted estuvo en una reunión en un hotel para planear el regreso de la Coalición de la Esperanza. ¿Qué papel haría en una segunda temporada?, ¿el de Íngrid Betancourt o el de Alejandro Gaviria?

¡Ay, no, qué pregunta tan venenosa! (Risas). Obviamente ser invitado a reuniones con candidatos presidenciales, con Juan Manuel Galán, Jorge Robledo, Sergio Fajardo, Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle, los manes famosos de la política del país, eso obviamente obliga a pensar más en grande, pero más en grande no es pensar más en mi futuro. Se trata, en cambio, de asumir una responsabilidad más grande. Ya no soy un man que un día le dio por meterse a la política, sino que ya hago parte de algo que es más grande que yo.

¿Ese pensar más en grande es lanzarse en algún momento a la Alcaldía de Medellín?

Mi única ambición es ayudar a construir una estructura política, un partido, un movimiento, porque ¿qué ha pasado en Antioquia con la gente de centro? La herencia de Fajardo es muy positiva, pero nunca construyó un partido. Entonces los de centro en Medellín siempre somos los judíos errantes, sin casa en cada elección, buscando quién nos va a dar un aval o si se recogen firmas. Eso nos ha debilitado políticamente.

(Le recomendamos: El ministro de Defensa Iván Velásquez habló en BOCAS de la Paz total, la fuerza pública, Pablo Escobar y más)

¿Cómo conoció usted a Íngrid Betancourt?

Nunca la conocí. Solo me senté a hablar con ella una vez. Su partido me dio el aval, porque en ese momento ella estaba con Sergio Fajardo, que es cercano políticamente a mí. Entonces a mí me llegó el aval no por una decisión de ella, sino porque ella confió en Sergio para darme el aval para participar en las elecciones. Nunca conversamos. Ella empieza a tomar una serie de decisiones, que quería ser candidata, que se salía de la Coalición de la Esperanza, que iba a apoyar a Rodolfo Hernández, que tenía que hacer oposición a Petro; decisiones que nunca fueron consultadas con quienes habíamos sido elegidos por su partido. Ella me citó en un apartamento, aquí en Bogotá.

¿Hablaron en francés o en español?

Hablamos un ratico en francés, si no estoy mal. Yo aprovecho cuando puedo hablar francés; la quería tramar ahí hablándole francés pa’ que viera que yo también (risas)… Mi último día de vida en París fue el día de la liberación de Íngrid. En mi casa estaban los colombianos amigos míos despidiéndome y celebramos su liberación. Era una buena noticia. Era francesa y era cercana al primer ministro de la época. Uno veía mucho la imagen de Íngrid en París, en la alcaldía. Había un dummy de Íngrid y había imágenes de “Liberen a Íngrid”, era tema de conversación. Para mí era un personaje muy interesante y la verdad yo siempre la había admirado. Creo que la palabra que define a Íngrid es impredecible.

Usted dice que no planea, pero hagamos algo: planeemos aquí, ya, su camino a la alcaldía de Medellín. Además, acabaría con el corte de pelo de los últimos gobernantes.

Pero mirá que ya me estoy cortando el pelo por aquí…

Ya va perfilando el corte…

Y si usted me deja esa camisita azul, esa sirve también para ser alcalde de Medellín… (risas). A ver, no voy a decir que no me interesa. Creo que el conocimiento que he adquirido tanto de la ciudad como de lo político, sumado a mi gran capacidad de relacionamiento, porque yo hablo con mucha gente… A mí solo me vas a ver peleando con Daniel Quintero, de resto, yo no soy de casar peleas, y mucho menos peleas personales, y el hecho de que tengo una gran capacidad para generar consensos me darían como un buen perfil para aspirar un día a gobernar a Medellín. Pero yo no me levanto ni me acuesto pensando en eso.

Hablemos del WhatsApp de Quintero…

Yo nunca lo apoyé en campaña, pero cuando él le gana al Centro Democrático y llega con una agenda, llamémosla moderna, progresista, yo como concejal tenía que tomar una decisión y lo apoyé. Yo era parte de la coalición de gobierno, entonces teníamos una comunicación, no diaria, nunca hemos sido amigos, pero sí había una relación buena. Sin embargo, poco a poco yo fui tomando distancia, fui criticando, de una manera mucho más serena, hacía llamados de atención hasta que la relación ya se rompió del todo cuando él empieza a cometer un montón de errores y de malas acciones: primero renuncia, o echan, al gerente de Empresas Públicas de Medellín, que era su mejor amigo, su padrino político, Álvaro Rendón, y dijo que estaban utilizando EPM para burocracia, que se ponía en duda las capacidades o el estado psicológico del alcalde. En segundo lugar, le quitó el contrato histórico que tenía el Jardín Botánico en Medellín con la alcaldía, que era que le daban al jardín el contrato de mantenimiento de las zonas verdes y, a cambio, el jardín podía sobrevivir, mantener un espacio público gratuito, abierto a todo el público, el más visitado de la ciudad, y adelantar las funciones que como Jardín Botánico le asigna la Constitución, como labores de investigación y difusión del conocimiento científico. Entonces llegó este man y le quitó ese contrato para dárselo a unos amigotes del Partido Liberal. Ahí dije “no soy capaz de seguir apoyando al alcalde”. En febrero o marzo del 2021 escribí una carta pública diciendo que me retiraba de la coalición de gobierno y que criticaba a Daniel Quintero. Antes de hacerlo público, por respeto, le dije “alcalde, voy a sacar este comunicado público”, y se lo mandé. Él me dijo “¿vas a hacer oposición o independencia?”, y yo le dije “voy a ser independiente”, y creo que me respondió “bien”.

Volvamos al teatro: una escena que defina a Daniel Quintero.

Un día, en un discurso público, dijo “hay un recuerdo de mi madre que es muy importante. Ella siempre me dijo que con un libro y una bicicleta siempre serás libre”. Resulta que es un diálogo calcado de una serie, La Serpiente, de la BBC y Netflix. Él dice exactamente lo mismo, o sea, o Quintero y el personaje tenían la misma mamá o la mamá salió en la película… Daniel Quintero es un avatar, un personaje construido a partir de falacias para vender una imagen de él que difiere muchísimo de la realidad.

Portada Revista BOCAS #123

Gracias por leer. 
Esta entrevista fue realizada por Simón Posada para la edición #124 de la Revista BOCAS.
Las fotos fueron tomadas por Juan Fernando Ospina. 
Diciembre 2022- Enero 2023

Más entrevistas de BOCAS

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2022-12-12 22:40:00
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

Publicado en Cultura