La tormenta perfecta que acaba con la carrera de Piqu | elmundo.es

El central del Bara dir adis al Camp Nou maana contra el Almera en plena crisis deportiva, judicial y personal

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Este sbado ser mi ltimo partido en el Camp Nou. Ni siquiera Gerard Piqu fue inmune a la guillotina del ftbol. Y de la vida. A los 35 aos, harto de verse cuestionado, harto de acabar relegado a la indiferencia, silbado en una casa que lo vea como potencial presidente -su aspiracin sigue ah-, y consciente de que su vida familiar requiere, ahora s, una mayor atencin, anunci que dejaba el ftbol. Lo hizo a su manera. Por sorpresa y mediante un vdeo en redes, amo como siempre fue de su mensaje. Y tambin de ese silencio que le haba acompaado los ltimos meses, coincidiendo con el acoso meditico tras la separacin de Shakira.

Eso s, anunci un reencuentro futuro: El ftbol me lo ha dado todo, el Bara me lo ha dado todo. Vosotros, culs, me lo habis dado todo. Y ahora que los sueos del nio que fui se han cumplido, es el momento de cerrar este ciclo. Pero ya me conocis: tarde o temprano, volver.

Piqu siempre fue un tipo orgulloso. De aquellos que ensalzan sus cualidades ante cualquiera. Y con la bandera de la zona alta y del chico guapo, inteligente y privilegiado por delante. Quiz sin ese porte altivo y burln, que trat de corregir en su da su buen amigo Carles Puyol, nunca hubiera llegado a ser uno de los mejores centrales de las ltimas dcadas. Por algo fue pieza capital tanto del mejor Bara de siempre, el de un Guardiola que supo meterlo en vereda, como en la Espaa campeona del mundo.

Aunque Piqu, que todo lo tuvo, que siempre aspir a ser mucho ms que un simple tipo adinerado que diera patadas a un baln, no pudo escapar al ocaso. Fsico y emocional. Una tormenta perfecta que ha acabado por precipitar una marcha a la que l mismo se neg el pasado verano, cuando Xavi Hernndez le confes que lo mejor para l sera dar un paso al lado. Piqu, cmo no, le dijo a su ex compaero y ahora capataz que acabara siendo otra vez titular. Esta vez, su confianza y orgullo no fueron suficientes.

Xavi, eso s, exigi a Piqu que se dedicara de una vez por todas en cuerpo y alma al ftbol. Pero el defensa, investigado por propiciar el desembarco de la Supercopa de Espaa de Rubiales en Arabia a cambio de una generosa comisin, no poda ir contra su propia naturaleza.

Y el csped, esta vez, no le sirvi como coartada. Sus graves errores en el ltimo derrumbe europeo frente al Inter en el Camp Nou acabaron por convencerle de que el martirio deba acabar. Sin esperar siquiera a acabar la temporada, que era la frontera que l mismo se haba puesto. De hecho, pretende renunciar al ao y medio de contrato que le quedaba.

Piqu, de repente, se vea un extrao en ese vestuario que hasta no hace tanto dominaba como nadie. Su desencuentro con Messi antes de que el argentino acabara en Pars fue sonado. Como siempre, Piqu haba tratado de ir a la suya con las negociaciones por los recortes salariales.

Apartado de los liderazgos emocionales pese a ser uno de los capitanes, trataba de mostrar una normalidad que no era tal cuando le tocaba entrenar junto a Jordi Alba a las tantas de la noche, en aquellas sesiones en las que slo participan los actores secundarios. Por mucho que tratara de adaptarse al rol del simple relevista, se vea extrao.

Adems, Piqu era consciente de que en los despachos del Camp Nou llevaban tiempo buscando la manera de que renunciara. Se ha sentido despreciado por el gobierno de Laporta, quien no tuvo inconveniente en sealar a los capitanes en la ltima asamblea de compromisarios por no acceder a una nueva reduccin salarial. Tambin lo hizo Mateu Alemany. Ya nadie tendr que hacer ms llamadas para crear un clima de opinin contra Piqu.

La noche del 2-8 en Lisboa, una de las ms tristes del barcelonismo, l mismo dijo que cerrara la persiana cuando viera que ya nada poda aportar. Estos dos ltimos aos de prrroga fueron insoportables. Incluso para alguien como l, que siempre vio el ftbol como un simple juego. Nunca como una forma de vida.