Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, «obispo edificador» de Jaén

Alonso Suárez de la Fuente del Sauce nació en la provincia de Ávila, en el año 1450, mientras en Castilla reinaba Juan II, de la dinastía Trastámara, y recibió una destacada formación intelectual.

Fue inquisidor general (1494), comisario de la Santa Cruzada (1496), siendo también notoria su actividad como miembro y presidente del Consejo Real de Castilla, por mandato de la reina Isabel la Católica.

Asimismo, tuvo una dilatada trayectoria episcopal, ya que fue prelado en Mondoñedo (1493), posteriormente en Lugo (1494-1500) y obispo electo en Málaga (1499), ocupando, finalmente, la sede vacante de Jaén recién iniciado el siglo XVI. Su mandato al frente de la diócesis (1500-1520) reproduce el determinante papel desarrollado por muchos obispos españoles en este momento transicional entre la Edad Media y la Edad Moderna.

Por medio de su labor de promoción dejó testimonio de una serie de obras arquitectónicas vinculadas a su memoria. A través de ellas se constata no solo su magnificencia, sino también parte de su ideario personal y artístico.

Alonso Suárez de la Fuente del Sauce está considerado, en parte por su formación, sus ideas y sus acciones, como la persona que sentaría las bases para la futura expansión del Humanismo en la provincia de Jaén, siendo su sucesor, el cardenal Merino (1523-1535), reconocido por su «talante renacentista», a quien correspondió el privilegio llevar adelante tales reformas.

Durante su prelatura se promulgó el IV Sínodo Diocesano, de gran relevancia para su tiempo. Sus cambios impulsaron la llegada de maestros en diversos oficios que activaron destacadas transformaciones en el ámbito de lo artístico. Particularmente interesante fue su intensa labor de promoción arquitectónica, acometida, en especial, en los principales templos tardogóticos de la provincia de Jaén.

Su fama le valió el calificativo de «edificador», destacando el hecho de que no se limitó exclusivamente a las reformas en el templo catedralicio o a la arquitectura parroquial de su tiempo, sino que realizó intervenciones en el ámbito de la edilicia civil, con el fomento y construcción de obras tan representativas como el conocido puente del Obispo sobre el río Guadalquivir, en las inmediaciones de Baeza.

Intervenciones del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce en la catedral de jaén

Ante la persistente falta de medios económicos para sufragar las obras del templo mayor de la ciudad de Jaén, bajo su prelatura se publicaron varias bulas de indulgencias que incluían indicaciones concretas para fomentar las donaciones de los fieles.

El obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce fue plenamente consciente del significado de la reliquia del Santo Rostro, no dudando, en ningún momento, en esgrimir la enorme necesidad que Jaén tenía de construir una catedral acorde a la categoría de la reliquia de «la Verónica».

Así continuó la reforma de la fábrica del templo mayor de Jaén cuyo proceso de renovación había sido puesto en marcha por su antecesor, el obispo Luis de Osorio. Se trataba de un edificio adaptado a las directrices estilísticas del final de la Edad Media, construido en lenguaje gótico, empleado de forma habitual en las fundaciones obispales durante la primera mitad del siglo XVI, frente a un repertorio, el romano, que comienza a despuntar solo en el ámbito decorativo.

La aportación del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce se centró particularmente en la estructura de su cabecera, la concreción de su capilla mayor y la edificación de su cimborrio ochavado. Este último debió ser una destacada construcción en altura elevada sobre el crucero que, probablemente, imitaba a otros destacados ejemplares ya existentes en Sevilla, Burgos o Toledo; fue, finalmente, destruido con la materialización del proyecto renacentista, impulsado por Andrés de Vandelvira.

Labores constructivas del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce en la catedral de Jaén

Respecto a su capilla mayor, de destacadas proporciones, estaba edificada en alto, a través de la presencia de una escalera que conducía a un camarín en el que, más que probablemente, se exhibía la imagen del Santo Rostro.

Con esta reforma asistimos al curioso proceso de vincular a la fábrica del templo mayor de Jaén con una de las tradiciones religiosas que alimentaron la devoción y espiritualidad de la provincia de Jaén en la Baja Edad Media; su enorme calado incentivó las donaciones económicas que facilitaron el florecimiento artístico de la diócesis.

Para la transformación de la referida capilla mayor, el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce promovió la controvertida modificación de uno de los elementos inexpugnables de las ciudades medievales, su muralla.

La falta de espacio, como consecuencia de la ubicación de la catedral colindando con el cinturón defensivo de la ciudad de Jaén, se solventó a través de la demolición de parte de su estructura facilitando, a la vez, la remodelación de su cabecera; esta se gestó con la intervención del maestro Pedro López ( ) .

Durante el siglo XVII, la capilla principal de la catedral fue transformada en atención a las reformas acometidas por el renovado modelo catedralicio vandelviriano. No obstante, de ella, integrada en el testero plano de la catedral de Jaén, encontramos un testimonio de su memoria constructiva en la cenefa del popularmente conocido como «Callejón de la Mona».

Su pervivencia en la renovada fábrica de la catedral se ha valorado como el homenaje que Juan de Aranda Salazar integra en la remodelación que sufrió la catedral de Jaén en época moderna, manteniendo los primitivos elementos decorativos tardogóticos de su cabecera.

La remodelación del crucero de la catedral gótica no debió ser una obra especialmente compleja. Según nos informa Rus Puerta, se llevó a cabo entre los años 1518-1519 y mantuvo inalterable su factura hasta el año 1634, cuando se prosiguió la considerada como «obra nueva» de la catedral de Jaén.

Su elemento más sobresaliente es la edificación de un cimborrio con forma de ochavo en cuya construcción se empleó el yeso, material más ligero que minimizaba los riesgos de derrumbe.

De su ejecución pudo haberse ocupado el maestro cantero Diego Martínez quien, probablemente, se responsabilizó también de la autoría del de la parroquia de San Andrés de Jaén, construido de forma contemporánea al del crucero de la catedral, permitiendo este recurso articular su estructura arquitectónica con la del espacio centralizado de la renovada cabecera.

Los restos mortales del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce

El motivo principal por el cual el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce no fue enterrado hasta comienzos del siglo XXI fue el pleito con su familia, que reivindicó ante el cabildo la conservación del derecho de patronato de la capilla mayor de la catedral de Jaén esgrimiendo, como motivos principales, el hecho de que la seo siguiera estando en el lugar original en el que fuera edificada, así como la utilización de materiales reaprovechados de la primitiva construcción.

Tras la celebración de un congreso internacional sobre la historia constructiva de la catedral de Jaén, el 13 de mayo de 2001, tuvo lugar la ceremonia de inhumación. El médico giennense Diego Jerez Justicia elaboró un curioso estudio anatómico patológico, arrojando luz sobre el proceso de momificación natural de los restos mortales del prelado. En su epitafio, escrito por Rafael Higueras, reza cómo «después de permanecer insepulto, gracias a Dios, aquí yace inhumado».

El obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce falleció en Jaén, el 5 de septiembre de 1520, y fue enterrado en la capilla mayor de la obra gótica.

A consecuencia de la referida transformación acontecida en el templo y materializada en el siglo XVII, el espacio de su primitiva sepultura fue demolido y sus restos mortales trasladados, inicialmente, a la capilla del Sagrario para, posteriormente, ser ubicados en la sacristía.

La consagración del templo renacentista se produjo en el año 1660 y, cuatro años más tarde, el féretro con los restos del obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce se depositaron en la renovada capilla mayor. La familia del obispo reclamó el mantenimiento del derecho de patronato de la capilla por él promovida, iniciando un pleito que ocasionó el ser un obispo insepulto por un dilatado periodo de tiempo.

Durante el siglo XIX, después de que el retablo principal de la referida capilla mayor fuera recompuesto, se encargó una cajonera en la que permaneció hasta 2001, fecha en la que, finalmente, fue sepultado tras el reconocimiento de su momificado cadáver.

Cinco siglos después de su muerte, su legado es reconocido por su magnificencia; recientes estudios han revalorizado la aportación del conocido popularmente como «obispo edificador».

De alguna forma, el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce fue continuador de un estilo arquitectónico que plasma, en una gran cantidad de templos dispersos por la geografía giennense, con una serie de peculiaridades: los arcos apuntados, las bóvedas estrelladas, las cresterías caladas y, por supuesto, la presencia de su heráldica.

El hecho de que su escudo blasone varios edificios de la provincia (Bailén, Begíjar, Úbeda, Sabiote, Villacarrillo o la propia ciudad de Jaén) nos recuerda la aportación de su pontificado en Jaén. Esta huella refleja comportamientos artísticos propios de un apasionante periodo cambiante, convulso y marcado por la transición de dos intensas etapas históricas, el medievo y la modernidad.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.