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El ser humano vive encadenado en cualquier parte, según el filósofo Jean-Jacques Rousseau

El ser humano vive encadenado en cualquier parte, según el filósofo Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), uno de los filósofos más influyentes del Siglo de las Luces, comienza su obra ‘El contrato social’ con la célebre frase: «El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado». Una declaración que refleja no solo una visión crítica de la civilización sino también su diagnóstico de la condición humana.

A través de su obra, Rousseau argumenta que, aunque los seres humanos nacen con la capacidad innata de ser libres, la sociedad y sus instituciones tienden a imponer restricciones que limitan esa libertad natural. En otras palabras, la libertad inherente del ser humano se ve sistemáticamente erosionada por las estructuras sociales y las leyes que regulan la vida en sociedad.

El ser humano vive encadenado en cualquier parte, según el filósofo Jean-Jacques RousseauWikimedia Commons

La libertad natural y la sociedad

Para Rousseau, la libertad natural es una condición intrínseca del ser humano en su estado primitivo, donde las personas vivían en un estado de naturaleza caracterizado por la igualdad y la autonomía individual. En este estado, no existen leyes ni estructuras de poder que coarten la libertad del individuo.

Sin embargo, a medida que los seres humanos forman sociedades y desarrollan instituciones políticas, económicas y sociales, estas estructuras comienzan a imponer restricciones que limitan la libertad original.

En su obra ‘Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres’, Rousseau describe el estado de naturaleza como una época idílica en la que los seres humanos vivían en armonía con la naturaleza y entre sí.

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Este estado, anterior a la formación de la sociedad civil, se caracteriza por la ausencia de propiedad privada y leyes coercitivas. Los seres humanos, según Rousseau, eran buenos por naturaleza, dotados de compasión y empatía, virtudes innatas que se manifestaban de manera espontánea.

Él hablaba del “buen salvaje”, una figura que simboliza esta concepción idealizada del ser humano no corrompido por la civilización. En el estado de naturaleza, los individuos vivían una vida sencilla y plena, libres de las complejidades y corrupciones de una sociedad organizada. Sin embargo, esta condición de inocencia y libertad se ve alterada con el desarrollo de la razón y la introducción de la propiedad privada.

La transición a la sociedad civil

Para Rousseau, la transición del estado de naturaleza a la sociedad civil fue un proceso lamentable pero inevitable, impulsado por la capacidad racional del ser humano. Este cambio comienza cuando alguien pone límites una parcela de tierra y declara: “Esto es mío”. Con esta acción, la propiedad privada se instaura, generando desigualdades y la necesidad de leyes para regular las relaciones humanas.

La sociedad civil, en opinión de Rousseau, marca el inicio de un alejamiento de la virtud natural hacia el vicio, y de la felicidad hacia la infelicidad. Las leyes y las estructuras sociales que emergen en este contexto no son justas ni equitativas; están diseñadas para proteger los intereses de los ricos y poderosos a expensas de los pobres. Así, la humanidad pierde su inocencia y libertad originales, y las cadenas de la desigualdad y la injusticia comienzan a imponerse sobre los individuos.

Ilustración antigua: «La soup aux Halles, le matin», JJ RousseauGetty Images

‘El contrato social’: una propuesta de liberación

Con todo, Rousseau no se conforma con criticar la sociedad civil; también propone una solución en su obra ‘El contrato social’. Pese a que inicia su libro con una desafiante declaración, señala la necesidad de un cambio radical en la estructura social. Su propuesta gira en torno a la creación de una sociedad basada en la participación activa de todos los ciudadanos en el proceso legislativo.

A diferencia del contrato social concebido por el filósofo británico John Locke, que se centra en proteger los derechos y la propiedad individual, Rousseau aboga por la entrega del poder legislativo al pueblo como un todo. En esta sociedad, las leyes emanarán de la voluntad general y se aplicarán a todos por igual, eliminando así la desigualdad y la injusticia.

Jean-Jacques Rousseau trabajando en su herbario. Las plantas colocadas en su tricornio atestiguan la reciente herborizaciónWikimedia Commons

Así las cosas, Rousseau sostiene que la verdadera libertad se encuentra en la participación activa en la creación de las leyes. En una comunidad donde todos los ciudadanos tienen voz y voto, y donde las leyes reflejan la voluntad general, se puede lograr una sociedad justa y equitativa. Un ideal que se convirtió en una fuente de inspiración para la Revolución Francesa y que sigue influyendo en la sociedad contemporánea.

La educación y la corrupción de la virtud

Por otra parte, en su obra ‘Emilio‘, o ‘De la educación‘, Rousseau profundiza en la cuestión de cómo la educación puede perpetuar los males de la sociedad moderna. Argumenta que la educación convencional corrompe la inocencia natural del ser humano al enfocarse en la instrucción intelectual en lugar de en el desarrollo moral y sensorial. En contraposición, propone una educación orientada a preservar la virtud natural, basada en la experiencia y el desarrollo de los sentidos.

Rousseau también critica tanto la religión convencional como el ateísmo, abogando por una fe guiada por el corazón en lugar de por la razón. Para él, la verdadera educación debe fomentar la empatía y la compasión, virtudes que considera esenciales para una sociedad justa.

El ser humano vive encadenado en cualquier parte, según el filósofo RousseauGetty Images/iStockphoto

Referencias:

  • Rousseau, J. ‘El contrato social’. Taurus (2012)
  • VV.AA. ‘El libro de… la Filosofía’. Ediciones Akal (2023)

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-05-24 12:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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