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Españolas en la Segunda Guerra Mundial, ‘combatientes del silencio’ en la Resistencia francesa

Españolas en la Segunda Guerra Mundial, 'combatientes del silencio' en la Resistencia francesa

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Juan CastroviejoDoctor en Humanidades

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El papel de las mujeres españolas durante la Segunda Guerra Mundial no fue meramente testimonial. Su contribución fue muy destacada en la vertebración de las zonas de conflicto, sobre todo en el bando aliado. Participaron en la retaguardia en muchas batallas, ayudaron en las comunicaciones y estuvieron en primera línea en los cuidados sanitarios de los guerrilleros heridos en combate. En medio de la incertidumbre de una contienda de alcance internacional, muchas de ellas tuvieron unas vivencias increíbles, de lucha constante y de enorme dolor. En algunos casos sufrieron los horrores de los campos de concentración nazis, pero algunas pudieron sobrevivir.

Las guerrilleras españolas vivieron en condiciones extremas en Francia y muchas se unieron a la Resistencia francesa participando activamente en labores de inteligencia. Foto: Album.

El contexto de la época no fue el más propicio para desarrollar la vida cómoda a la que aspiraban. De un golpe militar en su tierra natal del que tuvieron que huir, pasaron a un conflicto a escala internacional del que no pudieron escapar. El dictador Francisco Franco prometió que acogería con garantías a familias republicanas, pero muchas de ellas no le creyeron y huyeron de la represión en los siguientes años. Procedentes de todas las regiones y con acompañantes heridos, buscaron una salida más allá de los Pirineos, pero su exilio tras el final de la Guerra Civil en 1939 se convirtió en un auténtico laberinto. Tuvieron que sobrevivir como pudieron, yendo de un sitio a otro, trabajando en la clandestinidad. Las mujeres fueron las peor paradas: sufrieron en sus propias carnes el terror y las duras condiciones de un país sometido a la inestabilidad política y social.

En esos primeros meses, Francia recibió un torrente de refugiados, más de 500.000 republicanos españoles, según algunas estimaciones. Un éxodo sin precedentes que se conoció como «La Retirada». Al poco de establecerse en el país vecino, hombres, mujeres y niños se dieron de bruces contra la realidad: las fronteras quedaron cerradas con la invasión de la Alemania nazi a Luxemburgo, Países Bajos o Bélgica en 1940. Por el norte, no pudieron escapar, pero por el este tampoco, ya que Italia atacó a través de los Alpes en junio de ese mismo año.

Refugiados españoles cruzando Le Perthus, en los Pirineos, en 1939. Foto: Album.

Entre las más numerosas se encontraron españolas, quienes se alistaron en las filas de la Resistencia francesa. Su actividad fue muy variada. Por ejemplo, centenares de ellas sirvieron de enlace entre los maquis, los grupos de guerrilleros muy activos en las zonas montañosas del país. Llevaron correos, transmitieron órdenes y se jugaron la vida como «combatientes del silencio», como se las nombra en algunas referencias acerca de sus hazañas. Cuando las apresaban eran violadas, fusiladas, asesinadas o enviadas a campos de concentración. Muchos nombres propios, que fueron olvidados con el paso del tiempo.

En algunos casos se las decapitó, como el de OIga Bancic, del Grupo Manouchian, según se recoge en Y ahora, volved a vuestras casas, de Evelyn Mesquida, un revelador libro donde se recopila la historia de algunas protagonistas que sobrevivieron. En otros, ayudaron a esconder a los resistentes o tejieron ropa para el ejército.

Olga Bancic perteneció al «Grupo Manouchian» de la Resistencia, integrado en su mayoría por no nacidos en Francia. Foto: ASC.

Para las familias a quienes les sonrió la fortuna, Francia fue un territorio en el que poner en práctica su valentía como soldados. Hay referencias de un centenar de españolas que participaron activamente en labores de inteligencia como miembros de la Resistencia. Pusieron su granito de arena para mejorar la colaboración británica, organizaron reuniones, establecieron comunicaciones con los aliados y facilitaron escondites a sus compañeros. Fueron los casos de Lucía Rueda o Segunda Montero, alias «Conxita», que tenían a su cargo a una docena de colaboraciones de militancia libertaria.

En líneas generales, en la ratonera francesa vivieron en condiciones extremas, sin apenas esperanza, en centros de acogida, en edificios abandonados o en escuelas. No hubo plazas suficientes para atender a tantos refugiados. Tras la clausura de los albergues por decisión del gobierno galo para emplearlos con fines militares, la regularización de la situación de los españoles en el exilio se hizo aún más incierta. Esta medida la sufrieron las que estaban embarazadas, ya que no tuvieron apenas vigilancia médica en esos momentos tan delicados y, además, hicieron el esfuerzo de visitar distintas ciudades buscando a sus seres queridos.

Dentro de la Resistencia

Una de esas mujeres exiliadas en Francia fue Neus Català, natural de El Guiamets (Tarragona). Su historia, al igual que la de otras tantas, está marcada por el hecho de haber sobrevivido al horror nazi en campos de concentración. Unas vivencias recogidas en el libro Noche y niebla en los campos nazis, de Mónica G. Álvarez. La catalana fue una orgullosa comunista que durante toda su vida se sintió una mujer independiente gracias a la educación de su padre, muy avanzada en la época. Abandonó Barcelona en enero de 1940 en el momento en el que se evacuó la ciudad una vez que entraron las tanquetas franquistas. La mayor demostración del arrojo de Neus fue su participación en la huida de ciento ochenta niños del paseo de las Acacias, un hermoso jardín en L’Eixample, hacia Francia. A su paso por la frontera fue alojada, junto a otras familias, en el castillo de Trélissac, cerca de Périgueux, antes de ser trasladada a un refugio en Carsac-Aillac, donde se unió a la Resistencia. Fue allí donde conoció a su primer marido, un francés llamado Albert Roger.

Neus Catalá con el traje de prisionera del campo de concentración de Ravensbrück, donde estuvo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Foto: ASC.

Lucha contra el fascismo

Ya en el exilio organizó una serie de actividades informativas para desactivar la propaganda nazi, pero en una de ellas fue arrestada y torturada, en 1943, por la Gestapo y soldados de las SS. La descripción en sus memorias es muy visual: la catalana explicó en entrevistas posteriores que le arrancaron la piel, le clavaron un hierro rojo en el talón hasta atravesar el hueso y le rompieron la espina dorsal a golpes. Sin duda, unas vivencias terribles; pasó por varias cárceles y fue enviada a campos de concentración, como el de Compiègne, donde, según declaró, «decenas de miles de prisioneros esperaban para ser transportados a los centros de exterminio nazi». Sin pasar por un tribunal, fue condenada a trabajos forzados a perpetuidad, lo que la llevó a Ravensbrück, un campo de concentración nazi para mujeres, ubicado en el norte de Alemania, y que estuvo operativo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. No fue el único episodio trágico que marcó su vida durante aquellos años. Ya en 1944, la enviaron a otras instalaciones militares a las afueras de Holýšov, en la actual República Checa, bautizado como «el Auschwitz de Checoslovaquia».

Una vez liberada, en mayo de 1945, fue deportada a Francia, donde regresó con sus seres queridos, a excepción de su marido, quien falleció en unas instalaciones militares. La propia Neus contó en sus memorias que, desde entonces, se dedicó a luchar contra el fascismo. Un deseo que fructificó al entrar en el Partido Comunista francés, en el que tuvo cargos relevantes. No obstante, y a pesar de las trágicas vivencias, el paso del tiempo le devolvió la esperanza de una vida más apacible. Tras unos años implicada en asuntos políticos, se casó con Félix Sancho, un antiguo combatiente republicano. El broche de oro a una vida de película fue cuando se produjo su ansiado regreso a España tras la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975. En la península permaneció hasta sus últimos días, en 2019.

Además de Neus Catalá, por las duras condiciones de Ravensbrück también pasaron muchos nombres de mujer. Conchita Grangé, Alfonsina Bueno, Constanza Martínez Prieto o Mercedes Núñez

Otro ejemplo es el de Braulia Cánovas, apodada «Monique» durante sus años en la Resistencia. Nació en Alhama de Murcia en 1920, pero residió en Francia parte de su adolescencia hasta que su padre recibió un nuevo destino laboral en España como operario de la electrificación de la línea ferroviaria entre Madrid y Segovia, aunque más tarde murió como consecuencia de las bombas de Franco, enviadas por Adolf Hitler durante la Guerra Civil. La desaparición de la figura paternal le obligó a trabajar para mantener a su familia. Entre otras cosas, fue secretaria de la CNT, un cargo que consiguió gracias a su dominio del francés, el español y el catalán. Pero, tras la entrada franquista en Barcelona, tuvo que huir a Francia. A partir de 1942, comenzó su relación con personas de la Resistencia hasta que fue arrestada y enviada a cárceles y, posteriormente, al campo de concentración durante unos 25 largos meses, aunque no tuvo contacto con otras españolas hasta su liberación. A partir de los sesenta, y con la felicidad recuperada tras una época psicológicamente dura, se dedicó a divulgar en conferencias su experiencia hasta su muerte en 1993.

Braulia Cánovas, apodada «Monique» en sus años en la Resistencia, pasó 25 meses en campos de concentración. Foto: ASC.

Activas en política

En su libro De la resistencia y la deportación. 50 testimonios de mujeres españolas, la propia Neus Catalá repasó las vivencias de otras supervivientes españolas en campos de concentración y de miembros de la Resistencia en París. Fueron los casos de Paquita Vélez, Luisa Caro, María González, Anita Cascales o Manolita Zapico.

Las personas que pertenecían a la Resistencia utilizaban nombres falsos para evitar filtraciones al enemigo. Fueron los casos de Luisa Alda, conocida con el nombre en clave «Pilar», y de Pilar Arnáez de Santos, alias «Carmen Giménez». Todas ellas, al igual que el resto de protagonistas del libro, tuvieron una implicación muy destacada en la lucha contra el terror nazi. En Francia organizaron reuniones clandestinas, se involucraron desde la retaguardia en la desactivación de la propaganda alemana y participaron en la planificación de acciones militares.

Las mujeres republicanas españolas pasaron de una guerra civil que las obligó a exiliarse a un conflicto de escala internacional. Foto: Album.

Otro caso interesante fue el de Regina Arrieta, una vasca que fue miembro de las Juventudes Comunistas de San Salvador, de Socorro Rojo Internacional y del Partido Comunista de España. Una «rebelde desde niña», como recordaba en su biografía, que sirvió de enlace con Issy-les-Moulineaux, al norte de Francia, donde envolvía octavillas entre los productos de costura que luego se llevaban a los grupos de la Resistencia. Historia con tintes similares fue la que vivió Carmen Martin Belinchón, conocida como «Pinocha», cuyo trabajo le dio la cobertura necesaria para ampliar su actividad rebelde a los departamentos de la Dordoña, la Haute-Vienne o la Corrèze.

Otra española destacada en los asuntos políticos fue Palmira Pla, quien estuvo recluida en el campo de refugiados de Saint Jean du Bruel cuando la detuvieron en Francia, donde se había exiliado. Tras su liberación, vivió en Toulouse, donde fue delegada del PSOE en el I Congreso, celebrado en 1944.

Uno de los episodios más curiosos es que se dedicó a la costura, elaborando ropa para el ejército. Se marchó a Venezuela después de contraer matrimonio con el dirigente socialista Adolfo Jimeno Velilla. Fueron treinta años intensos, según recuerda en sus memorias tituladas Momentos de una vida. A su regreso a España tras el final de la dictadura, fue una de las 21 mujeres que formó parte de la Legislatura Constituyente de 1977-1979 como diputada del PSOE por Castellón.

Ese interés por la política marcó la trayectoria de Lise London, una mujer francesa de padres aragoneses que emigraron a París en la Primera Guerra Mundial. Participó en las Brigadas Internacionales, pero, avanzado el conflicto, llegó a ser líder del Partido Comunista de España. Fue detenida en el momento en el que arengaba a un grupo de jóvenes a luchar contra el nazismo. Eso sí, se salvó de la pena capital por estar embarazada de su hijo Gerad pero, en cambio, fue trasladada a Ravensbrück. Al término de la guerra, se reunió con su marido, el comunista Artur London, quien relata en La confesión su detención y condena durante las purgas estalinistas en Checoslovaquia en los años cincuenta.

Lise London, francesa de padres aragoneses, participó en las Brigadas Internacionales. Fue detenida y llevada a Ravensbrück. Foto: ASC.

Contrastan estas historias con las de Cecilia Corcuera Berasategui y Carmen Arabia i Gironés, las dos únicas mujeres con nacionalidad española de las que se tiene constancia que se alistaron en el Ejército de Tierra de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Las biografías de la catalana y la vasca se desvelaron hace unos años por la Asociación Sancho de Beurko, vidas marcadas por el miedo y el terror, y que muchas veces han quedado en un segundo plano.

Protectora de nazis

La mayoría de las españolas que desarrollaron una trayectoria política en su exilio francés durante la Segunda Guerra Mundial se enfrentaron al nazismo en mayor o menor medida desde la Resistencia. Sin embargo, hay registros de compatriotas que idolatraban a la esvástica como el caso de Clara Stauffer, que protegió a soldados nazis.

Una imagen de la desaparecida revista Crónica en 1931 recuerda su pasado como nadadora, una disciplina deportiva que dominaba con destreza, como demostró durante una prueba en la laguna de Peñalara, en la sierra madrileña. Una crónica de un diario español de la época la señaló como amiga de Pilar Primo de Rivera. Además de ser una militante de la Sección Femenina de Falange, fundó una red clandestina de escala internacional que se diseñó para sortear a la justicia internacional tras la Segunda Guerra Mundial.

Clara Stauffer en su despacho. Foto: Album.

Para ello, se diseñaron salvoconductos, llamados ratlines, por los cuales miles de criminales nazis huyeron con destino a países de Sudamérica. Lo hizo aprovechando la coyuntura de una Madrid de posguerra en la que el régimen franquista controlaba hasta el último rincón. Un piso ubicado en el barrio de Argüelles sirvió de centro neurálgico para sus operaciones. A partir de 1944, muchos nazis consideraron a la España de la época como el lugar más apropiado para salir airosos de los crímenes de guerra.

Su historia, de hecho, cautivó a la escritora Almudena Grandes, quien la convirtió en personaje de su novela Los pacientes del doctor García. Hija de Konrad Stauffer, un maestro cervecero alemán que vino a España a finales del siglo XIX, Stauffer llegó a viajar hasta la Alemania nazi para conocer los planes del gobierno de Hitler. Aunque operó en la sombra, la descubrieron una vez acabada la guerra. Los aliados la incluyeron en la lista de 104 reclamados en 1947 que presentaron al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo. Era la única mujer entre todos los nombres.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-05-10 03:52:40
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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