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La caída de Cataluña, derrota y exilio

La caída de Cataluña, derrota y exilio

La caída de Cataluña significaba para los contendientes de uno y otro lado el final de la Guerra Civil. Por eso era imprescindible que la Generalitat se rindiera y el bando franquista se hiciera con el control absoluto de la frontera de España con Francia.

Celebración de la victoria del bando sublevado tras la toma de la ciudad de Barcelona por las tropas franquistas (27-28 de enero de 1939). Foto: Getty.

El drama de Cataluña, el último acto de una guerra fratricida, ya había comenzado. La batalla del Ebro, también conocida como la batalla de los cien días, había constituido el último intento de la República de revertir el curso de la guerra. Tras la caída de Teruel en febrero del 1939 y la ofensiva sobre Aragón, que desbancó a las fuerzas del Ejercito Republicano, el general Yagüe parecía tener en la palma de la mano a Cataluña.

Lérida se resistió ferozmente al principio, terminó por capitular y, en el sur, el general Aranda llegaba con sus hombres al Mediterráneo, tomando Vinaroz y encerrando a Cataluña en una trampa mortal.

El general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central de la República, intentó unir de nuevo los dos pedazos de suelo republicano y ganar algo de tiempo para que el Ejército de Levante lograra reorganizarse. Para ello lanzó contra las fuerzas franquistas la ofensiva más poderosa vista hasta el momento en la Guerra Civil. En un frente de unos 60 kilómetros que comprendía desde Amposta, en Tarragona, hasta Mequinenza, en Zaragoza, desplegó una fuerza muy numerosa y bien pertrechada. El 25 de julio, la ofensiva logró cruzar el río Ebro y enfrentarse al Cuerpo de Ejército Marroquí del general Yagüe, uno de los más feroces de los sublevados, pero el apoyo de la aviación franquista y los problemas logísticos de la República no permitirían que se avanzase mucho más. En la contra ofensiva franquista del 6 de agosto Francisco Delgado logró derrotar a la 42.ª División republicana y dominar Mequinenza y Fayón. Desde aquel momento, las fuerzas de la República perdieron la iniciativa y comenzó una guerra de desgaste que duró hasta noviembre de 1938.

El general Yagüe escucha una misa de campaña en la plaza de Cataluña de Barcelona celebrada en agradecimiento por la conquista de la ciudad por las tropas franquistas. Foto: Album.

Noviembre de 1938: el principio del fin

El brutal ataque de las fuerzas franquistas del 30 de octubre al norte de la sierra de Cavalls logró que las fuerzas republicanas se dieran a la fuga. Al poder de fuego de 175 baterías y más de 100 aviones franquistas no pudieron hacerle frente el casi centenar de aviones republicanos, y el Cuerpo de Ejército Marroquí de Yagüe, la 1.ª División de Navarra y el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo deshicieron las defensas del Ejército Popular. Durante el resto del mes de noviembre el avance de las tropas de Franco fue continuo, hasta que el 18 de noviembre, las líneas defensivas republicanas volvieron a su punto inicial, al otro lado del río Ebro. Se habían perdido entre 10.000 y 15.000 vidas en el bando de la República y unas 6.500 en el franquista, con un número de heridos muy alto en ambos bandos y casi 20.000 prisioneros republicanos. El bando Republicano, que había perdido sus mejores fuerzas y material, quedaba mortalmente debilitado.

Los Acuerdos de Múnich alejaban la esperanza de las autoridades republicanas de internacionalizar el conflicto y Franco ya preparaba el asalto final a Cataluña. La suerte estaba echada.

La ofensiva a Cataluña

La ofensiva o batalla de Cataluña tenía como objetivo hacerse con la ciudad más importante del país tras Madrid y al mismo tiempo controlar la única parte de frontera con Francia que aún quedaba en manos del Gobierno de Juan Negrín. La República recibía muchos suministros por el país vecino, ya que la superioridad naval que había tenido en un primer momento ya no era tan efectiva. El bando del Ejército Popular estaba obsesionado con proteger a toda costa a su armada, por lo que el dominio efectivo primero del Cantábrico y más tarde del Mediterráneo estuvo en manos franquistas a partir del año 1938.

El primer objetivo de Franco era dividir la zona republicana en dos. Una vez conseguida la partición del territorio republicano en abril del 1938, la batalla del Ebro logró desgastar al Ejército Popular y reducir notablemente su efectividad y potencia militar. Cuando los ejércitos de Franco cercaron Cataluña, en el bando de la República aún había unos 300.000 soldados, pero mal armados y pertrechados, muchos de ellos con poca o nula formación militar. En el bando franquista el número de soldados era similar, pero en este se incluían algunas de las unidades más eficientes de los sublevados como el Cuerpo de Ejército Marroquí del general Yagüe, el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo compuesto por huestes del norte y las tropas italianas al mando del general Gastone Gambara, que tras sufrir algunos reveses al principio de la guerra, habían logrado destacar en la toma de Santander y la campaña de Aragón. 

Revista de la división de Navarra, por el general García Valiño y su Estado Mayor, pertenecientes al Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, por la imposición de la medalla militar colectiva. Foto: Album.

Los sublevados tenían 565 cañones frente los 360 de los republicanos, más carros de combate y doblaban a la aviación republicana. Ramón Salas Larrazábal comentó sobre las diferencias entre ambos ejércitos en su libro sobre la batalla de Cataluña: «El desenlace produjo un desequilibrio de fuerzas tal que hizo aparecer una superioridad aplastante que hasta entonces no había existido… La diferencia entre unas y otras no era cuantitativa sino cualitativa».

El propio general Gambara comentó a Mussolini el 6 de diciembre en un comunicado: «Las cosas se están poniendo bien y el próximo ataque a Cataluña podría tener un carácter resolutorio».

A la inferioridad militar hay que añadir también los problemas de suministro de la República, en la que escaseaba casi de todo, desde el vital combustible, pasando por los alimentos básicos o prendas de vestir para aquel duro invierno. Tampoco podía la República reclutar nuevas levas de soldados. Apenas contaba con 25.000 hombres mayores de 24 años, unos 45.000 hombres de 37 a 41 años y unos 34.000 de 41 a 44 años.

El Cinturón de Hierro de Cataluña, que consistía en un número de líneas defensivas construidas entre Artesa-Cervera y Artesa-Tàrrega era de tres batallones. En el caso de Barcelona la línea de defensa la componían unos 30.000 hombres. Aunque los defensores no estaban suficientemente reforzados con tanques y cañones, las armas automáticas si abundaban en el bando republicano.

Tropas del bando republicano sobre un tractor en Barcelona, 28 de agosto de 1936. Foto: Getty.

El Ejército Popular republicano tenía en aquel momento unas 20 divisiones agrupadas en 65 brigadas mixtas y 260 batallones de unos 150.000 hombres, unos 45.000 en primera línea y el resto en retaguardia. Los otros 150.000 hombres eran reservistas que aún no habían entrado en combate.

En la frontera de Francia esperaba, en vía muerta, material militar que el gobierno socialista vecino no quería facilitar a la República, y la llegada de más material por mar era inviable.

Aunque nunca habían sido determinantes en la guerra, las Brigadas Internacionales siempre habían supuesto un impulso de optimismo entre los republicanos. En su mayoría se habían disuelto en octubre de 1938, privando al bando republicano de una brigada diezmada, pero con una fuerte preparación y experiencia militar.

El Segre

El mal tiempo dio una tregua a la República para reorganizarse y preparar sus defensas. Hasta el 23 de diciembre de 1938 los sublevados no comenzaron sus operaciones a lo largo del río Segre. Las tropas republicanas de primera línea no resistieron mucho y el Gobierno tuvo que enviar al V Cuerpo de Ejército al mando del coronel Enrique Líster para frenar a los franquistas. El coronel Líster logró contener la ofensiva durante doce días, pero el coste en material y vidas fue muy alto. También jugó a favor de los republicanos que el clima de los últimos días de diciembre no facilitase el bombardeo masivo de las tropas, sobre todo a causa de la lluvia y la niebla.

El 3 de enero de 1939, un ataque de carros de combate franquista hizo retroceder al Ejército Popular y las tropas del general Yagüe lograron cruzar por fin el río Ebro. A partir de comienzos de año la aviación franquista consiguió bombardear las líneas de suministro republicanas, impidiendo que llegaran refuerzos de la retaguardia. Un día más tarde, el ataque sobre Borjas Blancas hizo huir al ejército catalán y el sublevado ocupó el día 5 de enero las localidades de Borjas Blancas y Artesa de Segre. Al final las tropas del Ejército Popular dejaron la defensa del vértice del río Segre con el río Ebro y se replegaron hasta Ascó. A pesar del repliegue del general Vicente Rojo, las tropas de Franco lograron rebasar sus líneas con facilidad y hacerse con gran número de prisioneros.

Soldados republicanos son tomados prisioneros en las Ramblas tras su rendición, el 26 de enero de 1939. Foto: Getty.

La caída del Frente republicano

A pesar de los esfuerzos de la República para reclutar nuevas fuerzas, no había tiempo para formar a aquellos hombres inexpertos y el material militar escaseaba. Tras una breve tregua, el ejército de Franco reanudó sus ataques y los rebeldes tomaron el Montblanc el 12 de enero, dos días más tarde cayó Valls y el ejército sublevado se centró en tomar Tarragona, que terminó por ceder el 14 de enero de 1939. El general Yagüe, que había entrado en Tarragona sin mucho esfuerzo ya que el grueso de las tropas republicanas se encontraban en el frente occidental, comenzó a subir por la zona costera hacia Barcelona con un avance imparable.

El 16 de enero, el Gobierno de la República llamó a la movilización general, pero ya era demasiado tarde. Miles de barceloneses y ciudadanos de otras zonas de Cataluña se dirigían a la frontera para escapar de los bombardeos y las tropas enemigas; la mayor crisis migratoria del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial había comenzado

Los bombardeos constantes sobre Barcelona y el miedo a ser capturado por el ejército de Franco desató el pánico entre la población, a pesar de que Franco ordenó que se moderasen los bombardeos sobre las ciudades catalanas, ahora que veía próximo el final de la guerra: «Es preciso, se ordene no hagan bombardeos sobre los pueblos más que cuando sea imprescindible para las operaciones militares porque en ellos haya objetivos militares que convenga batir». Por lo ordenado por Franco se infiere que no quería producir una huida masiva de la población ahora que la guerra estaba muy cerca de concluir a su favor.

La ciudad de Barcelona es bombardeada por el bando sublevado. Foto: Getty.

El Gobierno intentó controlar la situación decretando el «estado de guerra» por primera vez desde 1936, tras treinta meses de combate, como si durante todo aquel tiempo se hubiera negado a aceptar la realidad de la guerra total, y delegó en el Ejército el mando civil de lo que le quedaba de territorio en Cataluña. Los nacionales se encontraban a apenas 25 kilómetros de la capital, y todos consideraban que la derrota republicana era ya solo cuestión de tiempo, aunque el jefe de Gobierno Juan Negrín se resistiese a reconocerlo.

La batalla de Barcelona

La caída de Tarragona extendió aún más el pánico en el bando republicano. La población civil escapó en gran número hacia la frontera, pero enseguida se le unió buena parte de las autoridades políticas, funcionarios y soldados. Ante la llegada masiva de refugiados, tras una larga espera, las autoridades francesas autorizaron la apertura de las fronteras el 20 de enero. También permitieron el paso del material bélico retenido, pero ya era demasiado tarde para aprovecharlo. El Ejército Popular Republicano estaba retrocediendo y muy pocos confiaban ya en la victoria.

El 22 de enero, el frente ya estaba a poco más de 20 kilómetros, los sublevados ya se encontraban en Sitges y Manresa. Ahora el Ejército republicano intentaba reagruparse en Barcelona, para preparar la defensa de la ciudad. El Ejército franquista no había avanzado más rápido por las condiciones meteorológicas más que por la resistencia efectiva republicana. El Gobierno de la República se trasladó a Gerona y Figueras, lo que produjo una huida masiva de civiles y las carreteras hacia el norte se colapsaron.

Refugiados republicanos españoles durante la Retirada intentando cruzar la frontera hispano-francesa en Le Perthus, Francia, 8 de febrero de 1939. Foto: Getty.

Las tropas franquistas atravesaron el río Llobregat, para atacar más tarde las localidades de Sabadell, Badalona y Tarrasa. A pesar de la espantada general, el Gobierno nombró al general José Brandaris de la Cuesta como comandante militar de Barcelona, pero ante el rechazo de este, el cargo recayó finalmente en el coronel Jesús Velasco Echave. Los únicos que se quedaron para defender la ciudad fueron algunas unidades de las Brigadas Internacionales que habían sido reconstruidas y soldados pertenecientes al partido comunista que querían defender la ciudad calle por calle.

El 26 de enero los sublevados ya dominaban el Tibidabo y Montjuic, al mediodía los franquistas se paseaban por el centro de la ciudad ante los vítores de la alta burguesía catalana que los recibía como libertadores. El bando sublevado proclamaba: «En el día de hoy Barcelona ha sido incorporada a la Nueva Espanya».

Celebración de la victoria del bando nacional en la plaza de Cataluña tras la caída de la ciudad de Barcelona en 1939. Foto: Getty.

Las últimas jornadas hasta la frontera

Ante la llegada masiva de refugiados, el 25 de enero, el gobierno francés pidió al Gobierno franquista la creación de una zona neutral para poner a los exiliados bajo supervisión internacional, pero Franco se negó. Tras la apertura de fronteras a refugiados sin visado el 27 de enero, unos quince mil españoles cruzaron a Francia, y desde aquel momento el flujo de republicanos en la frontera no dejó de crecer. El paso únicamente estaba prohibido a los soldados, los franceses abrigaban la esperanza de que ante la llegada de material los republicanos intentaran resistir en la frontera, pero el caos ya se había apoderado del Gobierno y el resto de la población.

El 4 de febrero, los franquistas tomaron la ciudad de Gerona, mientras el Gobierno de la República escapaba a Figueres, donde se celebró el último consejo de ministros antes de que Juan Negrín y sus ministros pasaran a Francia. El 10 de febrero las tropas de Franco estaban alcanzando todos los pasos fronterizos; dos días antes, Juan Negrín había abandonado el país.

Juan Negrín fue presidente del Gobierno de la República entre 1937 y 1939. Foto: Getty.Getty Images

Unos 400.000 republicanos lograron huir a Francia antes de que el Gobierno franquista cerrase las fronteras. El día 11 cayó el último pueblo de Cataluña en manos de los nacionales.

La batalla de Cataluña había costado la vida a 38.500 soldados republicanos y a 2.900 franquistas. Los bombardeos sobre población civil ocasionaron en torno a 5.500 víctimas mortales. El Estatuto de Autonomía fue anulado y el catalán prohibido en el ámbito público. La República aún resistiría hasta abril del 1939, pero la guerra estaba perdida, el Gobierno franquista estableció una férrea represión de los vencidos y el asesinato masivo de miles de militares y civiles, además de la formación de cientos de campos de concentración y trabajo para los prisioneros de guerra. La resistencia republicana no había servido para alargar el conflicto con la esperanza de que la Segunda Guerra Mundial pudiera frenar el avance de Franco. Apenas cinco meses después del final de la guerra, la invasión militar de Polonia por parte de los nazis provocaba que estallase el conflicto a nivel mundial, pero ya era tarde para Cataluña y la República.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-03-12 15:24:22
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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