Menú Cerrar

la clave para entender la religión del Antiguo Egipto

la clave para entender la religión del Antiguo Egipto

La escritura es uno de esos rasgos de la cultura egipcia que captan nuestra atención de inmediato. Está presente en casi cada objeto que los antiguos egipcios fabricaron. Como manifestación de poder, la escritura siempre estuvo relacionada con el poder real de alguna manera. Por ello, no deja de sorprender que, con función mortuoria, la escritura aparece más tarde en las tumbas de los reyes que en las tumbas de los miembros de la alta sociedad egipcia. 

En efecto, las mastabas (tumbas de privados) de la dinastía IV portaban ya inscripciones dedicadas a las ofrendas mortuorias del difunto, mientras que las tumbas reales de esa época, las famosas pirámides de Guiza, no contienen ni un solo signo escrito con ese fin. A día de hoy, este hecho sigue siendo desconcertante.

Sin embargo, por alguna razón también desconocida, a finales de la siguiente dinastía (la V), un rey ordena inscribir el interior de su tumba con un complejo conjunto de textos. Estos textos comienzan justo al final del corredor descendente que da acceso a la antecámara y prosiguen sin interrupción por ambos lados del interior de la tumba, cubriendo también los dos primeros tercios de los muros laterales de la escritura es uno de esos rasgos de la cultura egipcia que captan nuestra atención de inmediato. 


Momia egipcia que se puede ver en una localidad cercana a El Cairo. Foto: SHUTTERSTOCK

María Inmaculada Alemán

Está presente en casi cada objeto que los antiguos egipcios fabricaron. Como manifestación de poder, la escritura siempre estuvo relacionada con el poder real de alguna manera. Por ello, no deja de sorprender que, con función mortuoria, la escritura aparece más tarde en las tumbas de los reyes que en las tumbas de los miembros de la alta sociedad egipcia. 

En efecto, las mastabas (tumbas de privados) de la dinastía IV portaban ya inscripciones dedicadas a las ofrendas mortuorias del difunto, mientras que las tumbas reales de esa época, las famosas pirámides de Guiza, no contienen ni un solo signo escrito con ese fin. A día de hoy, este hecho sigue siendo desconcertante. 

Sin embargo, por alguna razón también desconocida, a finales de la siguiente dinastía (la V), un rey ordena inscribir el interior de su tumba con un complejo conjunto de textos. Estos textos comienzan justo al final del corredor descendente que da acceso a la antecámara y prosiguen sin interrupción por ambos lados del interior de la tumba, cubriendo también los dos primeros tercios de los muros laterales de la escritura es uno de esos rasgos de la cultura egipcia que captan nuestra atención de inmediato. 

La primera acodada de Dashur. iStock

Está presente en casi cada objeto que los antiguos egipcios fabricaron. Como manifestación de poder, la escritura siempre estuvo relacionada con el poder real de alguna manera. Por ello, no deja de sorprender que, con función mortuoria, la escritura aparece más tarde en las tumbas de los reyes que en las tumbas de los miembros de la alta sociedad egipcia. 

En efecto, las mastabas (tumbas de privados) de la dinastía IV portaban ya inscripciones dedicadas a las ofrendas mortuorias del difunto, mientras que las tumbas reales de esa época, las famosas pirámides de Guiza, no contienen ni un solo signo escrito con ese fin. A día de hoy, este hecho sigue siendo desconcertante. Sin embargo, por alguna razón también desconocida, a finales de la siguiente dinastía (la V), un rey ordena inscribir el interior de su tumba con un complejo conjunto de textos. 

Estos textos comienzan justo al final del corredor descendente que da acceso a la antecámara y prosiguen sin interrupción por ambos lados del interior de la tumba, cubriendo también los dos primeros tercios de los muros laterales de la escritura es uno de esos rasgos de la cultura egipcia que captan nuestra atención de inmediato. Está presente en casi cada objeto que los antiguos egipcios fabricaron. 

Como manifestación de poder, la escritura siempre estuvo relacionada con el poder real de alguna manera. Por ello, no deja de sorprender que, con función mortuoria, la escritura aparece más tarde en las tumbas de los reyes que en las tumbas de los miembros de la alta sociedad egipcia. En efecto, las mastabas (tumbas de privados) de la dinastía IV portaban ya inscripciones dedicadas a las ofrendas mortuorias del difunto, mientras que las tumbas reales de esa época, las famosas pirámides de Guiza, no contienen ni un solo signo escrito con ese fin. 

A día de hoy, este hecho sigue siendo desconcertante. Sin embargo, por alguna razón también desconocida, a finales de la siguiente dinastía (la V), un rey ordena inscribir el interior de su tumba con un complejo conjunto de textos. Estos textos comienzan justo al final del corredor descendente que da acceso a la antecámara y prosiguen sin interrupción por ambos lados del interior de la tumba, cubriendo también los dos primeros tercios de los muros laterales de la escritura es uno de esos rasgos de la cultura egipcia que captan nuestra atención de inmediato. 

Está presente en casi cada objeto que los antiguos egipcios fabricaron. Como manifestación de poder, la escritura siempre estuvo relacionada con el poder real de alguna manera. Por ello, no deja de sorprender que, con función mortuoria, la escritura aparece más tarde en las tumbas de los reyes que en las tumbas de los miembros de la alta sociedad egipcia. 

La pirámide de Meidum muestra un ensayo en la evolución de estas tumbas. Kurohito / Wikimedia.

En efecto, las mastabas (tumbas de privados) de la dinastía IV portaban ya inscripciones dedicadas a las ofrendas mortuorias del difunto, mientras que las tumbas reales de esa época, las famosas pirámides de Guiza, no contienen ni un solo signo escrito con ese fin. A día de hoy, este hecho sigue siendo desconcertante. 

Sin embargo, por alguna razón también desconocida, a finales de la siguiente dinastía (la V), un rey ordena inscribir el interior de su tumba con un complejo conjunto de textos. Estos textos comienzan justo al final del corredor descendente que da acceso a la antecámara y prosiguen sin interrupción por ambos lados del interior de la tumba, cubriendo también los dos primeros tercios de los muros laterales de la cámara sepulcral. 

La pared del fondo de la cámara sepulcral (salvo su parte superior) y el último tercio de sus paredes laterales no tienen textos, sino que presentan una decoración de fachada de palacio, al igual que el sarcófago, que aún permanece en su colocación original. 

Estos textos, grabados en la piedra caliza de los muros y pintados en un azul verdoso que los egipcios identificaban con la vida ultraterrena, se conocen en egiptología como Textos de las Pirámides y constan de 922 «fórmulas» o capítulos conocidos a día de hoy. El rey se llama Unis y su tumba, una pirámide, se puede visitar en la necrópolis de Saqqara, que era uno de los cementerios principales de Menfis, la gran capital egipcia durante el Reino Antiguo situada en esa zona del valle del Nilo cercana al ápice meridional del delta; allí donde conectaban el Alto Egipto (el valle) y el Bajo Egipto (el delta).

En aproximadamente la misma época (principios de la dinastía VI), pero unos seiscientos kilómetros al sudoeste, bien adentro en el desierto del Sáhara, en el oasis de Dajla, encontramos unos textos muy parecidos en la tumba de un sacerdote, Medunefer, en un asentamiento conocido hoy como Balat. Son textos mortuorios también, pero esta vez no pertenecen a un rey, están escritos en tinta sobre estuco (en vez de grabados en piedra) y debieron formar parte del ataúd de madera del difunto. 

Estos textos son muy frecuentes en los ataúdes de madera de los dignatarios del Reino Medio (dinastías XI y XII), quinientos años más tarde. Por esta razón, se acuñó para ellos el término Textos de los Ataúdes (1185 fórmulas conocidas hasta ahora). De manera menos correcta, también se les conoce como Textos de los Sarcófagos.

Inscripción jeroglífica en la pirámide del faraón Teti, en el campo de las pirámides de Sakkara, en Egipto. Foto: GETTY

A pesar de que, a juzgar por la evidencia arqueológica, ambos grupos de textos aparecen en la misma época, es una opinión generalizada en egiptología que los Textos de las Pirámides son más antiguos que los Textos de los Ataúdes y que estamos ante dos grupos de textos. Esta idea se alimenta del hecho de que un tercer grupo de textos, llamado Libro de los Muertos (o Libro de la Salida al Día, como parece que los egipcios lo conocían), aparece después del Reino Medio, en el llamado Segundo Periodo Intermedio y, por lo general, escrito con tinta en rollos de papiro.

La idea de los tres grupos de textos se basa en las diferencias arqueológicas y cronológicas que hemos descrito, pero el contenido y la función de los textos permite considerarlos como un todo. Se trata de una gran tradición de textos que aparece escrita desde la dinastía V y que perdurará a lo largo de toda la historia del antiguo Egipto con objeto de proteger y beneficiar al difunto. 

Estos textos, con muy pocas excepciones, se inscribieron en la zona privada de la tumba: allí donde el difunto está solo. Estos textos nunca fueron pensados para ser leídos, aunque probablemente algunos de ellos fueron recitados en relación con la muerte y exequias del difunto, y aparecen siempre cerca del cadáver embalsamado. 


Grabado que muestra el vendado del difunto durante el proceso de momificación. Foto: GETTY

Lucía Elena Díaz-Iglesias

De hecho, cada vez más cerca: primero en los muros de la cámara sepulcral; luego en los lados internos de los ataúdes (a veces un difunto podía tener hasta tres ataúdes, uno dentro de otro); por último, en un rollo de papiro dentro del ataúd, en contacto directo con la momia.

El nombre del difunto

Los textos son dispares en su contenido y, con frecuencia, muy complicados de entender, pero tienen en común varias cosas. De su contacto exclusivo, directo o cuasi-directo con el difunto, se infiere que los textos pertenecen al difunto. En esta dirección apunta también el hecho de que aparezca el nombre del difunto en ellos. 

En muchas ocasiones, encontramos errores en los textos que indican que muchos originalmente estaban escritos en primera persona (como si el difunto hablara, con frecuencia a una entidad divina) y que luego se cambiaron a la tercera persona. Este cambio editorial es difícil de entender, pero probablemente responde a dos motivos: la personalización del texto y la presencia del nombre en la tumba. 

Imagen de Osiris vegetante. Papiro Jumilhac. Collections de Musée du Louvre.

Lo primero se hace necesario para identificar al fallecido tanto en el más allá como en la necrópolis. El ba, una parte del difunto que se libera tras la muerte biológica, conecta al difunto con los vivos: es su manifestación en el mundo de los vivos. Este ba sale cada día de la tumba para volver a la momia durante la noche, de ahí que necesite la referencia del nombre. 

En cuanto a la presencia del nombre en la tumba es esencial en sí misma porque el nombre (ren) es otra de las partes que se separan del difunto tras la muerte biológica (desde el punto de vista egipcio, la primera muerte), además del ba, junto con la sombra (shut), el ka y la momia (sah). Para los antiguos egipcios, la muerte era una disrupción de la vida, no su terminación. 

La muerte suspendía la cohesión de esos elementos vitales (nombre, ba, sombra, ka y momia) de manera que cada uno de ellos desempeñaba un rol específico para mantener la conexión del difunto con los vivos, que es la idea misma de vida (anj) para los egipcios: la solidaridad de un grupo de humanos. No hay existencia posible, auténtica para un egipcio solo, como nos cuenta bien el relato de Sinuhé. 

Así, mientras el ba mantiene el contacto con los vivos, el ka recibe las ofrendas de estos y la momia asegura la presencia física del difunto en la tumba, el nombre permanece en los textos, tanto de la zona pública de la tumba como en los textos mortuorios de la zona privada de la tumba. Esos textos, con el nombre del difunto no solo lo identifican, sino que lo protegen en la tumba y, con toda probabilidad, también en el más allá. 

Porque el difunto no se queda en la tumba; procede hacia el oeste, hundiéndose en la tierra, para superar una prueba ante Osiris, dios de la muerte y la resurrección. El pesaje del corazón en una balanza plantea la posibilidad de una segunda muerte en la óptica egipcia, que el difunto supera de nuevo apoyado con unos textos específicos conocidos como «fórmulas de transfiguración». 

Eran recitados por un sacerdote especializado (el sacerdote lector) y tienen como objeto la conversión del difunto en un aj: una entidad brillante (es lo que significa aj) que ascenderá al mundo de los dioses, a vivir en el Campo de los juncos, un lugar muy similar al Egipto terrenal, donde estará en contacto con las divinidades. Por este hecho, el difunto aj se convertirá en alguien útil (otro significado de la palabra aj) para sus familiares vivos. Otro grupo de textos fundamentales para el difunto en el más allá es el de las «transformaciones». 

Estas fórmulas, que aparecen en los Textos de los Ataúdes y continúan en el Libro de los Muertos, parecen estar dedicadas a asegurar que el difunto supere obstáculos y engañe a los enemigos del mundo post mortem tomando formas dispares: desde dioses a animales, hasta plantas y otros elementos naturales como el fuego. En este mundo agitado del difunto para superar la muerte tras la muerte, los textos de que hablamos aquí eran una herramienta tan poderosa como la propia tumba, el proceso de embalsamamiento o las ofrendas que le llevaban los vivos.

Otro elemento común a todos estos textos es que parecen haber sido reutilizados. No solo aquellos que parecen haber sido recitados durante rituales funerarios o, más en general mortuorios, sino todos ellos. Aquellos textos mágicos, pensados para defender a las personas del ataque de las serpientes, o los textos que son claramente himnos a divinidades, ¿de qué utilidad son para el difunto? 

Capilla de Osiris del Templo de Seti I. Foto: GETTY

Aparentemente, a juzgar por su contenido, de ninguna. Probablemente, es su simple presencia la que cuenta, la que es útil. A este complejísimo proceso de conversión y adaptación de estos enunciados orales o no, mortuorios o no, hasta su escrituración en los muros tombales, ataúdes y sarcófagos, se le conoce como «entextualización».

El inicio de una larga tradición textual

Por último, otro elemento común. La gran mayoría de estos textos son diálogos que se establecen entre el difunto o su representante (un oficiante que es, típicamente, el hijo del difunto) y entidades divinas o semi-divinas, o entre el oficiante (generalmente el hijo del difunto) y el difunto. Muchos se corresponden a una situación de intercambio o negociación bien conocida desde antiguo, que se suele resumir en el adagio latino Do ut des («Doy para que des»). 

Por un lado, el aj accede a un mundo (el de las divinidades) que le es hostil y debe negociar su derecho a estar allí; debe legitimarse ante esas entidades divinas que no lo quieren y contra algunas de las cuales incluso debe competir. Por otro lado, el oficiante compensa al difunto con ofrendas para que esté satisfecho. No por casualidad, el término egipcio hetep significa tanto «ofrenda» como «satisfacción» o «apaciguamiento».

Por último, los Textos de las Pirámides y los Textos de los Ataúdes constituyen las primeras manifestaciones de unos repositorios de textos sagrados que se usaron para proteger y beneficiar al difunto tanto en la necrópolis como en su viaje post mortem, iniciando una larguísima tradición textual que se continuó durante toda la historia egipcia, en particular con el Libro de los Muertos, y otros «libros» más especializados y de uso más restringido (Amduat, Puertas, Cavernas, etc.). 

Estos textos convivieron entre ellos, los más antiguos junto a los más modernos; se mezclaban, copiaban y reutilizaban sistemáticamente. Nunca hubo un canon, no eran libros en realidad, aunque los llamemos así, sino repositorios de textos. En definitiva, un corpus de textos excepcionales para hacernos reflexionar sobre nuestras ideas de lo que constituye un texto o un libro, de lo que es un documento o un monumento, y de como hemos de ser extremadamente cautos al aplicar esas (y otras) distinciones a culturas tan lejanas a nosotros en tiempo, espacio y mentalidad. 

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.es

Publicado el: 2023-12-19 17:30:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

Deja un comentario