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La magnífica colección de tapices del Museo de la catedral de Santiago

La magnífica colección de tapices del Museo de la catedral de Santiago

La colección de tapices constituye una de las joyas menos conocidas del Museo de la catedral de Santiago. Se compone de más de 100 piezas de las que solo una muestra significativa se halla en exposición, aunque algunas de las telas almacenadas se emplean a modo de colgaduras para decorar la catedral en fiestas solemnes. 

Detalle del tapiz de Goya ‘Los leñadores’, conservado en el Museo de la Catedral de Santiago. Foto: ASC.

Este fondo atesora piezas flamencas, italianas, francesas y españolas, de origen diverso, desde donaciones reales, como la realizada por Felipe IV en 1655, a obras de procedencia incierta, como los tapices de la manufactura de Leo van der Hecke; aunque la mayoría llegaron a Santiago como parte del rico legado del canónigo Pedro Acuña y Malvar, cuyas piezas procedían de almonedas de las Colecciones Reales y constituyen el verdadero núcleo de la colección. Las donaciones reales podían tener distintos orígenes, pero siempre relacionados con el patronazgo de Santiago el Mayor sobre la monarquía hispánica. Las más frecuentes se vinculaban a la ofrenda anual que los reyes realizaban cada 25 de julio, en la conmemoración de la festividad de Santiago. A esta ofrenda se unían legados excepcionales, como el realizado por Felipe II tras la victoria en la Batalla de Lepanto.


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Por su parte, la donación de la colección particular de Pedro Acuña se comprende por el estrecho vínculo del religioso con la catedral de Santiago y el origen de la misma a través de los altos cargos que desempeñó en la corte. Sobrino del arzobispo fray Sebastián Malvar y Pinto, y hermano del deán de Santiago, Andrés Acuña y Malvar, llegó a ser Secretario de Estado y Ministro de Gracia y Justicia en tiempos de Carlos IV, así como Consejero de Estado entre 1811 y 1814. Unos puestos que alcanzó, en buena medida, gracias a su amistad con el Conde de Floridablanca y Manuel Godoy. Durante su estancia en Madrid, Acuña y Malvar habría ido adquiriendo los tapices en las almonedas celebradas para deshacerse de aquellas piezas de la Colección Real que habían quedado en desuso, haciéndose con piezas diseñadas por autores tan notables como David Teniers, el joven, o Goya.

Tapices sobre cartones de Goya Museo catedral de Santiago de Compostela. Foto: Album.

Previamente a este legado, la catedral contaba, al menos desde el siglo XVI, con una colección de tapices que ornaban distintas capillas y se empleaban para decorar el templo en las festividades señaladas, como el Jueves Santo o el Corpus Christi. Entre 1523 y 1528 el cabildo había adquirido dos series de tapices dedicados, respectivamente, a la Pasión de Cristo y a Nuestra Señora de la Pasión

Pero los fondos más interesantes habrían llegado por donaciones de distintas dignidades eclesiásticas. En 1516 se aderezan unos «paños de tapicería» entregados por el canónigo Juan López. El arzobispo Alonso de Fonseca III donó a su muerte, en 1534, una serie de tapices con escenas de la Creación que hasta entonces decoraban su cámara, y que había comprado al deán de Toledo, Carlos de Mendoza. En 1561 el Obispo Auxiliar y Canónigo Magistral Bernardino Carmona legó un conjunto de 30 tapices con escenas de la Historia de Abraham, la Coronación de José, la Resurrección de Cristo, o la Historia de Tobías. Esta colección evolucionó con la destrucción de piezas antiguas e incorporación de nuevas colgaduras, reposteros y otros paños ricos hasta el año 1751, cuando desapareció casi por completo en un incendio que devastó parte del Palacio Capitular


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Fue preciso esperar a la donación de la colección de Pedro Acuña y Malvar, en 1814, para que la catedral recuperase el fondo de tapices, al tiempo que cubría una importante carencia ornamental. El legado de Acuña se puede organizar en tres grupos: los tapices del siglo XVII, procedentes de los talleres de Jan Räes en Bruselas, realizados a partir de cartones pintados por Rubens hacia 1630-1635; y los tejidos en la Real Fábrica de Tapices en el XVIII: por un lado, los realizados a partir de las obras de David Teniers, el joven, correspondientes a la primera etapa de la fábrica, y, por otro, los diseñados para los Reales Sitios a partir de cartones de artistas españoles como José del Castillo o Francisco de Goya, en tiempos de Carlos III. 

Por tanto, la destrucción del primer fondo de tapices en el incendio de 1751 determinó la tipología y contenido de la colección, tanto que, si la primera colección se caracterizaba por su temática religiosa, en la conservada predominan los paños con temas de carácter profano, reflejo del origen de sus tapices: las Colecciones Reales.

Tapiz de la Real Fábrica de Tapices según cartón de Teniers. Familia comiendo. Foto: Album.

Los tapices flamencos

La colección catedralicia cuenta con una rica muestra de tapices procedentes de las manufacturas de Flandes. Unos encargos realizados, en su mayoría, para los monarcas españoles a partir de cartones dados por algunos de los mejores artistas italianos y flamencos de la época. 

Los más antiguos datan del siglo XVI. Se trata de cuatro piezas diseñadas a partir de cartones de los maestros italianos Giulio Romano y Gian Francesco Penni, y dedicadas a Los actos y triunfos de Escipión. Fueron tejidos en Bruselas, entre 1575 y 1600, en los talleres de Leo Van den HeckeAníbal recogiendo el botín tras la conquista de Sagunto y Escipión el Africano saliendo al paso de Aníbaly Hans o Heinrich MattensEl Paso de los Alpes y El encuentro de Aníbal y Escipión el Africano—. Como se comprende por los pasajes mencionados, esta serie se dedica a la representación de la Segunda Guerra Púnica, desde la conquista de Sagunto hasta la derrota de Aníbal en la Batalla de Zama. 

La temática se ha interpretado como una visión alegórica de la relación entre la monarquía hispánica y el Imperio romano, especulándose con la posibilidad de un legado real. Entre los nombres de los posibles donantes se ha apuntado a Felipe II —pudiendo tratarse de la serie encargada por el monarca para conmemorar la victoria de Lepanto—, Felipe III y Margarita de Austria —que enviaron una importante ofrenda con motivo del año santo de 1610—, o al arzobispo de Santiago Maximiliano de Austria, primo segundo de Felipe II e importante mecenas; aunque no debe descartarse que formaran parte de la colección de Acuña, que tradicionalmente se ha considerado compuesta exclusivamente por telas españolas. 

Estos tapices se caracterizan por escenas narrativas de composición abigarrada, un cuidado detallismo en los personajes, armaduras, animales y la rica decoración, de tipo naturalista. Los pasajes se rodean con una cenefa con temas alegóricos ornados de motivos fitomórficos y figuras mitológicas. A día de hoy pueden contemplarse en la Sala Capitular, incluida en el recorrido del Museo.

En la Sala Capitular se encuentran varios tapices flamencos de finales del siglo xvi, parte de una serie dedicada a la II Guerra Púnica. Foto: A. Enríquez.

También los cinco tapices que narran episodios de la Historia de Aquiles son de origen flamenco. Se tejieron en el taller de Jan Räes en 1643 a partir de cartones de Rubens y Jordaens, y proceden de la segunda serie de esta historia. 

Se desconoce quién encargó a Rubens el diseño de las piezas (entre 1630 y 1635) y para quién fabricó Daniel Eggermans la primera serie. Rubens ideó el grueso de la colección, compuesta por los pasajes de Tetis sumergiendo a Aquiles en el río Éstige, La educación de Aquiles, Aquiles descubierto entre las hijas de Licomedes, La cólera de Aquiles, La devolución de Briseida, Tetis recibiendo las armas para Aquiles, La muerte de Héctor y La muerte de Aquiles. A estas ocho escenas se unieron otras tres ideadas por Jordaens: Las bodas de Tetis y Peleo, Tetis llevando al joven Aquiles al oráculo y Pan educando al joven Aquiles en música

Lamentablemente, la catedral de Santiago no conserva la serie completa, disponiendo solo de cuatro de los diseñados por Rubens y uno de Jordaens —Tetis sumergiendo a Aquiles en el río Éstige, Pan educando al joven Aquiles en música, Aquiles descubierto entre las hijas de Licomedes, La cólera de Aquiles y Tetis recibiendo las armas para Aquiles—. A pesar de tratarse de una muestra reducida, estas piezas resultan de gran valor puesto que son las únicas de Jan Räes conservadas en España y, perdida la primera producción de la serie, constituyen los ejemplos más antiguos de la Historia de Aquiles

Según Victoria Ramírez, el primer propietario habría sido el IX Almirante de Castilla y Virrey de Nápoles, Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, dueño de una importante colección de tapices desmembrada tras su fallecimiento, en 1647. Los paños pudieron pasar a las Colecciones Reales y, de ellas, a la de Pedro de Acuña.

La tercera serie de tapices realizada en Flandes narra escenas de la tragicomedia pastoril de Gian Battista Guarini El Pastor Fido, una obra de temática mitológica muy popular en Europa durante los siglos XVI y XVII. Las telas se tejieron en el taller de Erasmo de Oorlofs hacia 1650, y su diseño remite al entorno de Rubens, acaso al propio Jordaens. El conjunto se compone de cinco paños con las escenas de Los amores de Silvio y Dorinda, Silvio arrodillado ante Dorinda, Dorinda tras ser herida por Silvio, Boda de Mirtilo y Amarilis, Fiesta nupcial de Mirtilo y Amarilis.

Los tapices de Goya

Entre 1775 y 1792, Francisco de Goya diseñó siete series de cartones para tapices destinados a decorar los palacios reales de El Pardo y El Escorial. Unas obras que, a pesar de su baja categoría artística, servirían al artista para demostrar su valía, ganarse el favor de los reyes, y alcanzar el puesto de Pintor de Corte. De dichas series la Catedral de Santiago cuenta con algunos de los tapices tejidos para tres de las cuatro destinadas al palacio de El Pardo: la del comedor, la del dormitorio y la del ante-dormitorio, la más completa de las tres.

La serie del comedor supuso en su momento una importante novedad, al sustituir los temas de caza que habitualmente decoraban estas estancias por una temática popular de asuntos jocosos y protagonizados por personajes de la época, desde La maja y los embozados o Los jugadores de cartas de los tapices de la catedral, a gitanos, petimetres y tipos de diversas regiones españolas identificables por su especial atuendo. Este tipo de escenas, muy del gusto de los Borbones, introducían en palacio la vida alegre y despreocupada de las gentes de Madrid

En las series destinadas a las otras dos estancias las novedades residen en el incremento del carácter pictórico de los cartones: las escenas aumentan en su complejidad compositiva y número de personajes, que interactúan entre sí con naturalidad; aumenta el naturalismo del paisaje y la paleta cromática se enriquece siguiendo los gustos propios del estilo Rococó. La decoración del dormitorio se dedica a la feria de Madrid y continúa el protagonismo de los tipos populares visto en el comedor. Los tapices conservados en la Catedral de Santiago nos remiten, además, a uno de los temas habituales de los cartones de Goya: la infancia

Los niños del carretón; tapiz tejido en 1780 para decorar estancias del Palacio de El Pardo. Foto: ASC.

Esta misma tendencia parece marcar los tapices del ante-dormitorio, sin embargo en esta estancia el pintor va más allá, dotando a las escenas principales —El columpio, Las lavanderas, La novillada y El resguardo de tabacos— de un velado carácter sexual que puede intuirse en la presencia de elementos de referencia fálica, la mala reputación de las lavanderas, o la virilidad asociada a los novilleros; pero que se vuelve más evidente si se tiene en cuenta la disposición original de las telas, colgadas enfrentadas en un juego de miradas, engaños e invitación entre hombres y mujeres que, como ha señalado Tomlinson, anticipa una temática que Goya desarrollaría años más tarde en Los Caprichos.

Los tapices napolitanos y las piezas de la Real Fábrica

En 1655 el monarca Felipe IV donó a la catedral de Santiago una serie de reposteros de origen napolitano realizadas con una particular técnica que combina la pintura con bordados en seda y oro. En ellas se representan baldaquinos con escenas de las Metamorfosis de Ovidio y una de ellas con «Los trabajos de Perseo». Originalmente, se dispusieron decorando la capilla mayor románica, y se cree que sus columnas salomónicas y cestos de fruta habrían podido servir de inspiración para el baldaquino barroco diseñado, años más tarde, por Domingo de Andrade.

Como se ha señalado al comienzo del texto, buena parte de las piezas adquiridas por Acuña y Malvar procedían de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fundada por Felipe V en 1721 para cubrir la demanda de telas ricas tras la pérdida de Flandes. En su primera época, bajo la dirección del maestro flamenco Jacobo Vandergoten, el viejo, la Real Fábrica produjo numerosos paños en lana y seda de temática costumbrista, tomando como punto de partida los cuadros de David Teniers, el joven, y Philips Wouwerman de las Colecciones Reales, hoy conservados en el Museo del Prado. Las pinturas de Teniers representan escenas populares donde se recrean oficios, juegos, las tradicionales kermeses o fiestas al aire libre, y costumbres de la época; con toques humorísticos y, a menudo, con un sentido crítico de los vicios y virtudes de la sociedad retratada.

El grueso de la colección de la catedral de Santiago pertenece a este periodo e, incluso, atesora algunas piezas de Teniers de época anterior, como los dos tapices fabricados en los talleres de Jan de Melter en Lille, que sirvieron de modelo a la Real Fábrica de Santa Bárbara, y que se caracterizan por el reconocible predominio de los tonos azules. Entre las obras adquiridas por Acuña se encuentra un conjunto encargado por Carlos III para su dormitorio. El diseño habría recaído sobre los responsables de cartones de la Real Fábrica: Guillermo de Anglois y José del Castillo. Se trata de un conjunto de doseles y taburetes con telas especialmente ricas, tejidas con hilos de oro y seda y con diseños neoclasicistas de influencia italiana. Uno de los doseles se exhibe completo en la Sala Capitular del Museo. Este gobelino fue diseñado por los citados autores y realizado hacia 1764. Presenta decoración vegetal con acantos y flores entre las que asoman figuras de animales, motivos dispuestos simétricamente en elegantes juegos de curva y contra-curva.

Escenas de caza y de la vida cotidiana

Durante el reinado de Carlos III se inauguró una segunda etapa en la Real Fábrica de Santa Bárbara. El monarca promovió la introducción de novedades para cambiar los diseños flamencos por otros de temática popular española, recurriendo para ello a artistas autóctonos como el citado José del Castillo, Zacarías González Velázquez y, por supuesto, Francisco de Goya. 

De la producción de González Velázquez, la catedral compostelana únicamente posee El Pescador Napolitano. Del primero se conservan siete tapices con escenas cinegéticas diseñados en 1783 para las estancias del Príncipe de Asturias en El Escorial: El final de la cacería, Caza muerta en un paisaje, El retorno de la caza, Ave rapaz y ánades, Cazadores merendando, La cacería de la zorra y Cazadores. Para el tocador de la Princesa de Asturias ideó escenas de la vida cotidiana de la nobleza de la corte. De ellos, la colección catedralicia atesora casi la colección completa, compuesta por: El Jardín del Buen Retiro, Las ramilleteras de la Puerta del Sol, La vendedora de cuajada, El buñolero, La bollera de la Puerta de San Vicente, Muchachos solfeando y Muchachos jugando al boliche

Pero las piezas más interesantes de esta época son, como cabe suponer, las procedentes de los cartones diseñados por Goya. Junto con los tapices de Rubens, se trata de la colección más valiosa del museo. Consiste en doce tapices a partir de cartones pintados entre 1777-1779 y tejidos en torno a 1780 para tres estancias de los Príncipes de Asturias en el Palacio de El Pardo. Acuña y Malvar debió de adquirirlos en una subasta que tuvo lugar en 1794, después de ser catalogados como «inútiles para las reales servidumbres». 

El resguardo de tabacos, tapiz procedente de cartón diseñado por Goya. Foto: ASC.

A la serie destinada a decorar el Comedor (1776-1778) pertenecen La maja y los embozados y Los jugadores de naipes. Muchachos jugando a los soldados, Los niños del carretón y La acerolera formaban parte de la ornamentación del Dormitorio (1778-1779); y El columpio, La novillada, El muchacho del pájaro, La fuente, Los leñadores, El majo de la guitarra y El resguardo de tabacos colgaban en la Antecámara (1779-1780). Estos tapices se caracterizan por el empleo de lana para las tonalidades oscuras y de estopa de seda para los colores claros, una combinación que potencia la riqueza cromática y los juegos de luz de estos paños. Tanto los tapices de Goya como los de Castillo se enmarcan con cenefas decoradas por grecas de flores muy estilizadas y motivos geométricos, y con florones en los ángulos. Tras su restauración se exhiben debidamente enmarcados, tal y como correspondía a estas piezas.

En definitiva, la Colección de Tapices de la Catedral de Santiago destaca tanto por la cantidad de sus piezas como por la variedad y calidad de las mismas, tratándose de una de las más completas de cuantas se conservan en España y uno de los tesoros de su museo catedralicio.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-02-16 05:09:58
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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