Menú Cerrar

Los grandes filósofos que iluminaron la Antigua Grecia

Los grandes filósofos que iluminaron la Antigua Grecia

Pitágoras: más allá de los teoremas, el legado de un maestro helénico

“La suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa”. Este es el legado más célebre de un hombre llamado Pitágoras. Conocido como el primer matemático puro, fue también un importante filósofo. Su verdadera historia permanece envuelta en leyendas, en gran parte porque no dejó escritos pero también por su papel como fundador de una escuela filosófica con características de secta religiosa.

Pitágoras nació en la isla de Samos, hacia 572 a.C., y abandonó su tierra natal para escapar de la tiranía de Polícrates. Viajó por Fenicia y Egipto, donde se empapó del pensamiento esotérico de los sabios de esas tierras a la vez que estudiaba geometría y astronomía. A partir de lo que aprendió desarrolló un método –el deductivo– para hacer accesible a todo el mundo el conocimiento especializado con tan solo aprender a pensar de forma sistemática.

A su vuelta se instaló en Crotona (al sur de Italia) y atrajo a gran número de discípulos, con los que fundó la escuela pitagórica. Esta comunidad secreta de tintes místico-religiosos, constituida por un restringido círculo de iniciados (los matematikoi), predicaba que los números están en la raíz de todas las cosas. Los pitagóricos cultivaban el saber y consideraban que el camino para alcanzarlo era la filosofía, término que, según la tradición, fueron los primeros en emplear.

Pitágoras buscaba resolver por medio de un principio primordial el origen y la constitución del universo. A través del estudio de los números, descubrió las leyes de la armonía y las relaciones aritméticas de la escala musical. Su doctrina predicaba la transmigración de las almas y el parentesco entre todos los seres vivos (por eso los pitagóricos eran vegetarianos) y defendía el uso de la música como medicina para el cuerpo. Debemos a su escuela grandes avances en el campo de la aritmética y la geometría, pero también en la música y la astronomía.

Sócrates: el maestro de la mayéutica

La mayoría de nosotros, al intentar nombrar a un filósofo, seguramente nos acordaremos de Sócrates. Y es que sus ideas fueron revolucionarias hasta tal punto, que todos los pensadores anteriores a él son llamados presocráticos. Nacido en Atenas, pocas cosas se conocen con certeza de su biografía, aparte de que sirvió como hoplita durante la Guerra del Peloponeso. Cuanto sabemos sobre él procede de contemporáneos suyos.

Grabado que muestra a Sócrates en prisión, junto a sus seguidores, bebiendo el veneno tras su condena a muerte.Getty Images

El historiador Jenofonte lo retrató como un sabio que, sobre todo, quería definir el conocimiento. Aristófanes se burló de él en una de sus comedias, pero es Platón, su discípulo, el que ofrece la imagen más real del maestro. Al contrario que sus predecesores, que se preocuparon por buscar los principios básicos del universo, Sócrates se obsesionó con encontrar la verdad y conocer al hombre. Pasaba la mayor parte del tiempo paseando por las calles, hablando con todo aquel que se le aproximara. 

Estaba empeñado en conocer y, partiendo del postulado “solo sé que no sé nada”, acribillaba con irónicas preguntas sobre conceptos ampliamente aceptados a los incautos atenienses. Para Sócrates, el conocimiento implica entender la razón por encima de nuestras creencias y saber explicar el porqué de la falsedad de las alternativas. 

Se dedicó a criticar a los sofistas; contemporáneos suyos, estos sabios enseñaban el dominio del lenguaje y de la retórica a las clases ricas a cambio de jugosos honorarios. Para el filósofo fingían erudición, buscando convencer en vez de conocer.

La derrota de Atenas frente a Esparta y la relación de Sócrates con algunos de los supuestos responsables de las desgracias que asolaban la ciudad contribuyeron a que le acusaran de despreciar a los dioses y corromper la moral de la juventud. Sentenciado a muerte, ingirió la cicuta en 399 a.C.

La Filosofía de las Ideas: descifrando el legado de Platón en la Historia

Hijo de una familia noble de Atenas, Aristocles vivía lujosamente y dedicaba su vida al deporte. Se consagró como campeón de lucha y sus amigos empezaron a llamarlo “el de la espalda ancha”. Ese apodo se transformó en el nombre por el cual todos lo conocemos, Platón.

Vivió su juventud bajo el régimen tiránico de los Treinta, que siguió a la caída de la democracia y al fin de la grandeza de Atenas. Cuando contaba cerca de 20 años conoció a Sócrates y, rechazando los privilegios de su posición social, decidió dedicar su vida a la filosofía.

De la mano del maestro aprendió a cuestionar todo lo establecido, buscando la verdad a través de la dialéctica y sin alardear de conocimientos previos. Después de la muerte de Sócrates se marchó a Egipto, donde estudió matemáticas y ciencias ocultas. Al reflexionar sobre la ejecución del que había sido su mentor, concluyó que en un Estado ideal el gobierno debería estar en manos de los sabios, o sea, de los filósofos.

En Siracusa intentó poner en práctica sus ideas políticas, pero no logró convencer a los tiranos. Volvió entonces a su ciudad natal para fundar la escuela filosófica más famosa del mundo: la Academia. Allí escribió sus obras siguiendo el método socrático, utilizando el diálogo como vehículo del pensamiento filosófico. Sus textos, que tratan de temas tan variados como la política, el gobierno, la ética, la amistad, la metafísica, la ley o la cosmología, llevaron la filosofía hacia la madurez.

Detalle de Heráclito, obra de Hendrick ter Brugghenrijksmuseum / Wikimedia

Una de sus ideas filosóficas más conocidas se expresa a través del mito de la caverna, que busca ilustrar la diferencia entre apariencia y realidad. En esa alegoría, el filósofo defiende que el ser humano es como un hombre sentado en una caverna que ve sombras en la pared a través de las cuales interpreta la realidad. No obstante, las sombras son solo apariencia. Para ver lo real, el hombre debe abandonar la caverna y caminar bajo el sol.

Platón murió a los 80 años, después de enseñar filosofía a cientos de estudiantes. Uno de sus discípulos se consagró más tarde como uno de los mayores filósofos de todos los tiempos: Aristóteles.

Heráclito y la Filosofía del Flujo Continuo

Nacido hacia el 540 a.C., procedía de una antigua familia aristocrática y pasó toda su vida en Éfeso, la más floreciente ciudad jónica después de que los persas destruyeran la vecina Mileto. A Heráclito de Éfeso su inclinación a escribir sus ideas filosóficas como frases cortas, metafóricas y muchas veces contradictorias le valió el apodo de el Oscuro. 

Sus enseñanzas quedaron recogidas en De la naturaleza, que trataba del universo, la política y la teología, pero lo que ha llegado hasta nosotros de su doctrina se encuentra en forma fragmentaria y sus fuentes son citas, referencias y comentarios de otros autores.

De sus misteriosos escritos se conservan solo algunos fragmentos. El más conocido es quizás el que mejor resume una de las ideas fundamentales de su filosofía: “No se puede entrar en el mismo río dos veces”. Según Heráclito, esto es así porque tanto el río como el bañista se transforman continuamente. Nada en el mundo físico permanece inalterado. Para el filósofo, si queremos encontrar el verdadero conocimiento, debemos ignorar el mundo que nos rodea percibido por los sentidos.

Su concepción del universo sostiene que el fuego –que Heráclito entendía como el movimiento al que se encuentra sometido el mundo– es el principio natural que da origen a todas las cosas. Esta filosofía relativista ve el mundo como un equilibrio inestable entre dos fuerzas contrarias, un proceso inexorable de nacimiento y destrucción. El fundamento está en el cambio incesante.

Zenón: la mente maestra detrás de la Filosofía Estoica

Originario de Citio, una pequeña ciudad de la colonia griega de Chipre, Zenón fue el fundador de una de las escuelas filosóficas más influyentes de todos los tiempos: el estoicismo, así llamado porque sus miembros se reunían para escuchar al maestro en el pórtico ateniense pintado por Polignoto (Stoà Poikile).

Busto de Zenón de Citio, filósofo griego fundador de la escuela estoica. Foto: ALBUM

El estoicismo fue, a semejanza de otras escuelas filosóficas, un modo de vivir y de concebir el mundo. Ser estoico significaba enfrentar el destino con coraje y dignidad. Esta filosofía adquirió tal prestigio siglos después que llegó a influir en el pensamiento de grandes filósofos como Descartes, Kant y Hegel.

La doctrina de Zenón se presentaba como contraria al epicureísmo. Ambas escuelas tenían como objetivo primordial alcanzar una vida feliz y plena pero, mientras que Epicuro defendía la búsqueda del placer y el alejamiento del dolor, Zenón proponía como sentido de la existencia humana el dominio absoluto de las pasiones y la resignación ante el destino.

En una época en que la vida en la polis había entrado en decadencia, el naturalismo estoico buscaba una reintegración del hombre en el seno del universo. Vivir en armonía con la naturaleza significaba comprender el orden natural y conformarse con él. Quien aceptara su destino y superara las pasiones alcanzaría la imperturbabilidad o ataraxia, el máximo estado de paz interior.

Epicuro: en busca del placer y la tranquilidad del alma

Nacido en una época marcada por la decadencia del mundo griego, Epicuro se dedicó a encontrar la felicidad en una vida sin inquietudes. Su doctrina, el epicureísmo, defiende que la búsqueda del placer es el verdadero propósito de la vida. Con el paso del tiempo, la incorrecta interpretación de sus ideas tergiversó el verdadero significado de sus enseñanzas.

El epicureísmo se vertebraba alrededor de tres ideas distintas. La primera afirmaba que las sensaciones, que nos permiten el contacto con el mundo exterior, son criterios de la verdad. La segunda, que el mundo se compone de minúsculos elementos, los átomos, que combinados de maneras distintas dan origen a todas las cosas. Y la tercera, que nada nace de la nada, pero que los átomos se combinan y recombinan infinitas veces.

Esta concepción de la naturaleza permite una visión moral del mundo sin perturbaciones. Si solo somos una composición de átomos, y si las sensaciones nos empujan a huir del dolor, la felicidad consistirá en escapar de los excesos buscando una vida equilibrada y virtuosa. 

Ni la muerte nos debe asustar. Mientras existimos, ella no está presente y, cuando viene, como átomos que somos, nuestra desintegración y la ausencia de sensaciones impiden que suframos. Epicuro profesó un desapego total por los bienes materiales y buscó la paz a través de la amistad y la actividad intelectual. Para él, esa era la verdadera esencia del placer.

Diógenes: el cínico que desafió las convenciones sociales

Cuenta la leyenda que, en su juventud, Diógenes viajó hasta Delfos para preguntar sobre su futuro. El Oráculo le dijo: “Vuelve a tu casa y da nuevas instituciones a tu tierra”. Fiel a la profecía, Diógenes volvió a Sínope y se dedicó a falsificar moneda. Su interpretación había sido brillante: “nuevas instituciones” (parajáraxis) podía significar tanto ‘cambiar la constitución’ como ‘falsificar moneda’.

Aristóteles, visto por la IAMidjourney/Sarah Romero

Gracias a tan lucrativa actividad, fue desterrado y deambuló por Esparta, Corinto y Atenas. En esta última se hizo discípulo de Antístenes y adoptó las ideas y estilo de vida de los cínicos. Se dedicó entonces a desfigurar la que consideraba la falsa moneda de la moralidad: las costumbres. 

Sostenía que los hombres, en vez de cuestionarse qué estaba realmente mal, se preocupaban únicamente de lo que socialmente se veía como malo. La sociedad creaba necesidades que alejaban al hombre de la virtud. Para combatirlas, tomaba como modelo a los animales y defendía la felicidad a través de una vida austera y autosuficiente.

En busca de la liberación de sus deseos, Diógenes caminaba descalzo, tenía por vivienda una tinaja y dormía en los pórticos de los templos. Este filósofo transgresor menospreciaba las ciencias y se burlaba de los hombres cultos. Se dice que Alejandro Magno quiso conocerlo y se le acercó una mañana en Corinto. Le preguntó si podía hacer algo por él, a lo que Diógenes respondió que solo le pedía que se apartara, pues le estaba tapando el Sol.

Aristóteles: el filósofo que definió la sabiduría en Grecia

Con tan solo 17 años, Aristóteles viajó a Atenas para estudiar en la famosa Academia de Platón. Nacido en Estagira, en el bárbaro norte, destacó en Atenas por sus convicciones contrarias a las del maestro. Si Platón miraba al cielo en busca del sentido de la vida, Aristóteles opinaba que el mundo que percibimos es el único real y que el conocimiento se alcanza mirando directamente a la Tierra.

Fue un científico enciclopédico, que anotaba minuciosamente todo lo que observaba. Fiel a sus ideas, pasó gran parte de su vida categorizando todo lo que tenía ante sus ojos. Sus aportaciones, en campos tan variados como la lógica, la poética, la física, la zoología, la economía o la política, marcaron el rumbo de la ciencia occidental durante varios siglos.

Al morir Platón, abandonó Atenas. Le habían llamado a la corte macedonia para educar al con el futuro conquistador ha hecho especular a muchos historiadores. Desconocemos el contenido de sus enseñanzas, pero el hecho de que Alejandro Magno fuera un apasionado de la poesía y se interesara por las ciencias naturales nos permite suponer que la huella dejada por el maestro fue profunda.

Cuando regresó a Atenas, el filósofo fundó su propia escuela filosófica, el Liceo, en franca competencia con la Academia platónica. Basaba sus enseñanzas en el estudio de cosas más que de ideas, sistematizando el análisis empírico de la naturaleza.

A la muerte de Alejandro se extendió en Atenas una oleada de nacionalismo antimacedonio desencadenado por Demóstenes, lo que le supuso a Aristóteles una acusación de impiedad y, quizás temiendo un final socrático, se refugió en Eubea, donde murió al año siguiente.   

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.es

Publicado el: 2023-12-14 15:30:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

Deja un comentario