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¿Qué consecuencias tuvo la derrota alemana en Stalingrado?

¿Qué consecuencias tuvo la derrota alemana en Stalingrado?

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Juan CastroviejoDoctor en Humanidades

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Cuando las primeras balas cortaron el cielo de Stalingrado, Adolf Hitler aún no estaba lo bastante preparado para ordenar un ajuste tan drástico de su estrategia militar. Con casi dos millones de muertos, la ciudad soviética fue el escenario de una de las batallas más sangrientas de la historia, pero sobre todo tuvo una enorme trascendencia: el enfrentamiento, enmarcado dentro de la Operación Azul o Fall Blau, provocó el cambio de rumbo de la Segunda Guerra Mundial, hasta entonces dominada por el arrollador avance del Tercer Reich.

Camiones de suministros y una unidad ciclista siguen el avance de los carros de combate alemanes en los días previos a la Batalla de Kursk (principios de julio de 1943). Foto: Getty.

Aunque en el contexto bélico la ciudad no tenía una importancia crucial en términos estratégicos, el Führer se obsesionó con el simbolismo que la rodeaba a la hora de plantear su avance por el territorio ruso. Una victoria supondría un golpe psicológico de primer nivel sobre el enemigo. Y el simple hecho de compartir nombre con el dictador soviético Joseph Stalin fue una motivación muy seductora para recrear un duelo de voluntades.

El propio Hitler, de hecho, dirigió personalmente la operación, lo que evidenció su importancia para Alemania. Esa implicación personal la corroboró incluso Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, cuando escribió en su diario un 20 de agosto de 1942 que el dirigente germano había «hecho de la ciudad una prioridad especial».

Por otro lado, el Ejército alemán tuvo otras intenciones a gran escala: con la invasión quiso arponear el avance nazi sobre el Cáucaso, lo que podría permitirle la movilización de las divisiones acorazadas. Sin embargo, Franz Halder, coronel general alemán y arquitecto de la invasión soviética en 1941, mostró sus desavenencias ante una operación de tales magnitudes y de un elevado riesgo. Su disputa personal con Hitler le pasó factura y fue destituido en septiembre de 1942, tan solo un mes después del comienzo de la batalla de Stalingrado. Este fue tan solo el contrapunto del hundimiento del Führer, que se fue aislando a medida que transcurrieron los siguientes meses.

Un ejemplo más de cómo se fue replegando la intensidad del Tercer Reich tras Stalingrado se manifestó en otras decisiones, como la oposición de altos mandos militares a Hitler. Uno de ellos fue Walther von Seydlitz-Kurzbach, general de artillería alemán, que cayó prisionero en la batalla en suelo ruso.

Friedrich Paulus (derecha) y Walther von Seydlitz-Kurzbach en Stalingrado (noviembre de 1942). Foto: ASC.

En la primavera de 1943, Alemania tuvo un dilema: replegarse o buscar un nuevo éxito con el fin de evitar deserciones en su ejército. Los germanos perdieron un tiempo precioso en el intento de recuperarse de la campaña de invierno. Para corregir el rumbo de la guerra, en mayo, Kurt Zeitzler, jefe del Estado Mayor General del Oberkommando des Heeres u OKH (Alto Mando del Ejército), animó a Hitler a planificar una ofensiva en Kursk, en la frontera de Ucrania, la Operación Ciudadela, que desembocó en una nueva victoria soviética.

Como una partida de ajedrez, la batalla en Stalingrado fue larga y muy intensa. Se movieron muchas piezas sobre el tablero y se buscó movilizar a todos los peones disponibles para abrir el paso a los trebejos más sólidos. Una de las primeras lecciones de la contienda fue que un contingente considerado imbatible como el alemán pereció a manos del Ejército Rojo, supuestamente inferior. La batalla en terreno ruso, a su vez, generó una enorme repercusión en el desarrollo del conflicto, ya que contribuyó a debilitar a las potencias del Eje.

Un soldado alemán cojea alrededor de un cráter inundado en el que se reflejan los edificios devastados de Stalingrado. Foto: Getty.

Tras meses de resistencia, el 6.º Ejército Alemán, afectado por la falta de suministro de combustible y con innumerables bajas, abandonó la contienda después de que fueran cercados por los soviéticos. Stalingrado se transformó en una inmensa tumba y elevó la fama de los soviéticos como expertos francotiradores, como el caso de Vasili Záitsev, que registró 149 bajas nazis en su historial.

Operación Urano

José Luis Hernández Garvi

Cambios en la arquitectura militar

Hitler cometió el gran fallo de no prever el cambio de estación en Rusia. La batalla de Stalingrado finalizó en febrero de 1943 con la rendición del mariscal Friedrich Paulus y de todo su ejército, cercenado por el ímpetu de un enemigo inesperado, el duro y gélido invierno ruso, que dejó a sus hombres sin recursos suficientes. Tras abandonar el territorio, los altos mandos decidieron tapar las costuras de su estrategia expansionista.

De hecho, a partir de esta derrota, el Tercer Reich centró todos sus esfuerzos en reforzar sus líneas defensivas con la construcción de una nueva generación de armamento, sobre todo en lo referente a tanques de grandes dimensiones, aviones con nuevas ventajas tácticas y el definitivo abandono de la táctica de guerra relámpago (Blitzkrieg), entre otras medidas. Sin embargo, fue incapaz de contrarrestar el aumento de la capacidad industrial de la URSS y Estados Unidos.

Ante las tropas soviéticas en su feudo, el ejército alemán comprobó de primera mano los problemas técnicos que arrastraban los Panzer. Estos blindados, cuyo mecanismo de tracción de tipo oruga era demasiado limitado, se mostraron incapaces de superar la nieve con garantías. Tras la batalla, por ejemplo, se cambió el paradigma en la fabricación de los carros de combate: a partir de entonces se desarrollaron de mayor tamaño y con mayor potencia de fuego para hacer frente a los T-34 rusos.

Tanque pesado VI «Tiger» de la 2.ª División mecanizada SS «Das Reich» en la batalla de Kursk (julio de 1943). Foto: Getty.

El «Verdún Rojo» sin fortificaciones

Con una población en torno a los 600.000 habitantes, en aquel momento Stalingrado era una ciudad de corte industrial. Se ubicaba a las orillas del río Volga y albergaba numerosos cuarteles generales. El resultado fue sangriento: la batalla costó entre 1,7 y 2 millones de muertos entre soldados del Eje y fuerzas soviéticas. Las muertes superaron con creces las registradas en Verdún, una de las batallas más cruentas de la Primera Guerra Mundial. A diferencia de esta, la ciudad soviética no tenía el diseño propio de una fortificación.

En el momento en el que se libró la batalla no se permitió la presencia de ningún corresponsal extranjero, pero, en octubre de 1942, un periodista dio detalles de la ciudad asediada que quedó con aspecto fantasmagórico: «Una ciudad donde reinaba la paz se ha convertido en una ciudad en la que reina la guerra». Este testimonio, recogido por Jochen Hellbeck en Stalingrado: La ciudad que derrotó al Tercer Reich, pone de manifiesto el «infierno en la tierra» que fue la batalla.

Centro de la ciudad de Stalingrado después de la liberación de la ocupación alemana. Foto: ASC.

Ambos bandos midieron sus fuerzas barrio a barrio y calle a calle, hasta el último aliento y dejando una llamarada de destrucción en la práctica totalidad de la urbe. Hasta febrero de 1943 las autoridades soviéticas no permitieron el acceso a los enviados especiales de los medios de comunicación. Uno de ellos, Paul Winterton, relató para la cadena británica BBC que «Stalingrado nunca podrá reconstruirse. Tendrá que ser levantado de nuevo. Pero, aunque todos sus edificios han sido reducidos a ruinas, todavía queda vida allí».

Una ventaja irreal que rompió la baraja

El largo asedio de Stalingrado supuso la prematura pérdida de la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de la cabezonería de Hitler por abrirse paso por el Este, acompañada de una serie de errores estratégicos incomprensibles. Fue el momento en el que el ejército germano comenzó a flaquear y a retroceder. La batalla, además, favoreció la apertura del llamado segundo frente, desde la zona oeste, que concluyó en el Desembarco de Normandía en 1944, que los historiadores han considerado el definitivo repliegue de la Alemania nazi.

El Desembarco de NormandíaChief Photographer’s Mate (CPHOM) Robert F. Sargent, U.S. Coast Guard / Wikimedia

En su brillante compendio histórico donde se repasan las Batallas principales del siglo XX, Felipe Quero Rodiles recrea de manera detallada los lances de la operación. La decisión de invadir Stalingrado no se trató, únicamente, de conquistar Rusia, sino de «borrar del mapa a la extensa nación del Norte» y «convertir su territorio en territorio alemán».

La derrota alemana fue más difícil de digerir por la cúpula nazi debido al optimismo inicial que depositó Hitler en la preparación de la invasión. Su idea desde el primer momento fue crear un gran imperio germánico sobre el territorio soviético. Fue una aspiración cuasi obsesiva que fue arrastrando hasta sus últimos días. Pero partía con cierta ventaja para alimentar esos anhelos: en cuestión de 147 días ocupó Bélgica, Creta, Dinamarca, Francia, Grecia, Polonia y Yugoslavia. Unas victorias encadenadas que asentaron la superioridad militar sobre el resto de las naciones como Rusia.

Las fuerzas alemanas también padecieron las consecuencias de los defectos de su servicio de inteligencia. Cuando en los meses anteriores se planificaba la estrategia, se dieron cuenta de que carecían de la información completa. Uno de sus principales obstáculos fue el total desconocimiento de las carreteras y trayectos en Rusia. Al final, el uso de mapas incompletos y obsoletos pasó factura a las fuerzas germanas, que no supieron reaccionar ante un enemigo que conocía al dedillo todos los rincones de su nación. Ese fracaso se debió, en parte, a una combinación de «limitaciones del terreno, aprovisionamiento inadecuado y enconada resistencia enemiga», según recoge Choque de titanes: la victoria del Ejército Rojo sobre Hitler, de David M. Glantz y Jonathan M. House.

Otro de los errores que condenó a Alemania en su invasión, recuerdan los historiadores, fue iniciar la contienda sin solucionar su pugna con el Reino Unido. Un hecho que le llevó a mantener diversos enfrentamientos de manera simultánea tanto en el Mediterráneo como en los Balcanes. En ambos escenarios se desgastaron profundamente las fuerzas germanas.

Stalingrado marcó a su vez un punto de inflexión no solo en la forma en la que se dirigió la guerra, sino también el sistema de planificación de la Stavka, el Cuartel General de las Fuerzas Armadas del Imperio Ruso. Debido a la capacidad de movilización del ejército soviético y a los problemas de los alemanes con la logística y el transporte, la batalla ayudó a la URSS a recuperar el aliento.

Alrededor de 1943, soldados alemanes, expulsados de sus últimos fuertes en las cercanías de Stalingrado, marchan hacia los campos de prisioneros. Foto: Getty.

Esa inesperada victoria permitió una recuperación de la estabilidad del sur del frente alemán, justo en un momento en el que se esperaba un colapso de manera inminente. A pesar de las innumerables bajas, aquella batalla contribuyó a que Stalin pudiera ganar tiempo para su recuperación industrial de cara a la siguiente fase de la guerra. Las investigaciones aportadas en Choque de titanes: la victoria del Ejército Rojo sobre Hitler ponen de manifiesto que los alemanes también perdieron muchas de sus armas menos efectivas, como los carros Panzer II. Y lo que fue más grave para Alemania: se mostró incapaz de reponer esas pérdidas hasta bien entrado 1943.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-05-22 05:29:28
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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