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Chocó: los líderes sociales de Riosucio que han sido reconocidos mundialmente – Otras Ciudades – Colombia

Chocó: los líderes sociales de Riosucio que han sido reconocidos mundialmente - Otras Ciudades - Colombia

Ana Luisa Ramírez nació en Riosucio, Chocó, en el Bajo Atrato, al norte del departamento. Junto a Henry se desempeñan como líderes sociales de la comunidad y han sido reconocidos por sus proyectos de resistencia, periodismo y protección al medio ambiente.

Ramírez define a la subregión del Bajo Atrato como ‘una bomba de tiempo’, que por un momento es calma y en cualquier segundo puede explotar nuevamente el conflicto. La mujer es sobreviviente de la violencia y de las diversas incursiones paramilitares y de las Farc.

Los dos líderes se encuentran en Bogotá por estos días para promocionar el estreno de su podcast ‘Nuestra Orilla’, una serie de relatos narrados por Ana Luisa y producidos por Henry, que cuentan las historias de su territorio.

“Creemos que es importante que hablemos de la historia, que hablemos del pasado, porque eso nos permite entender el conflicto. A veces no llegamos hasta estos análisis desde el territorio porque siempre estamos allí. Una cosa es cómo lo ven en Bogotá, cómo lo ven en Medellín y otra es cómo lo vivimos nosotros”, indicó Henry.

Ninguno de los dos se siente cómodo en Bogotá y afirmaron que, contrario a los 35 grados que se están viviendo en Riosucio, la capital les resulta fría y lejana. Ana Luisa vivió en el 2002 en la ciudad luego de que las amenazas de grupos armados la obligaron a salir de su territorio.

Ambos han vivido los horrores de la guerra y han visto a decenas de amigos y familiares ser asesinados o desaparecidos. Tras muchos años destacándose como líderes de sus comunidades, los dos aplicaron a la beca Viva Voz 2021, un programa realizado por Memoria.org, Luminate, la Fundación Ford y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

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Ana Luisa y Henry fueron elegidos y desde entonces empezaron un proyecto que busca recoger las historias olvidadas de la población del Bajo Atrato, específicamente la de Riosucio.

En su municipio son líderes comunales que ejercen labores de periodismo. Han dirigido talleres sobre fotografía y escritura para que los más jóvenes aprendan a contar su cultura. Además, Henry lleva años trabajando por la protección del Río Atrato, el tercero más navegable del mundo y la fuente hídrica más importante del Chocó.

El primero de agosto se estrena el podcast que llevan meses trabajando.

El éxodo de Ana Luisa

Ana Luisa tuvo que salir desplazada por primera vez a los 12 años.

Ana Luisa Ramírez vivió el conflicto y el olvido desde muy temprano. A su manera, la guerra inició desde que nació en un departamento históricamente ignorado. Desde pequeña tuvo que luchar hasta para entrar al colegio.

De niña siempre fue inquieta y curiosa. Entre sus metas de vida la más constante ha sido estudiar, sin embargo, todo eso se fue a la ‘basura’ cuando le tocó salir desplazada de su municipio en 1996.

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Tenía 12 años cuando llegó una incursión paramilitar a Riosucio. El conflicto causó uno de los éxodos más grandes en la historia de Colombia: más de 10.000 personas tuvieron que caminar hasta Pavarandó, en Antioquia, con solo lo que llevaban encima para buscar refugio.

“Yo hice parte de ese éxodo, iba a cumplir 13 años y fue durísimo. El desplazamiento se da a través del bombardeo que hace la fuerza pública y la incursión paramilitar: el ejército por arriba con bombas y los paramilitares iban entrando”, señaló Ramírez.

Pavarandó Grande es un corregimiento del municipio de Mutatá, Antioquia. Según los registros, entre diciembre de 1996 y principios de 1997, miles de personas fueron sacadas a la fuerza de sus hogares.

“Nos tocó andar por el agua, por tierra, mujeres pariendo, eso fue algo tenaz. Llegamos a Pavarandó y después de un año retornamos nuevamente al territorio en el 98”, agregó.

Para volver a Riosucio, las comunidades hicieron una declaratoria de paz. Por ese tiempo, también se estaba realizando el proceso de titulación colectiva de comunidades negras como lo exigía la Constitución de 1991.

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Al regresar a su territorio, Ana Luisa empezó a involucrarse en actividades sociales. Con otros jóvenes fundó un comité de personas preocupadas por la problemática social. Sin embargo, sus incursiones políticas se convirtieron rápidamente en amenazas por parte de grupos armados.

“Yo fui violentada por los dos bandos, tanto por las AUC como por las guerrillas. Nos acusaban de hacer parte de cualquiera. Un día incluso me dieron golpes y me amarraron. Afortunadamente después me sacaron. Fueron dos meses duros en Bogotá”, contó Ana.

Corría el 2002 y varios compañeros de Ana Luisa habían sido asesinados. Antes de arriesgar su vida, fue mandada a Bogotá donde permaneció, llena de miedo, por dos meses. Luego llegó a Medellín donde coincidió con otros amigos de Riosucio, a donde se devolvió al poco tiempo.

Su vida después ha estado ligada siempre a los procesos sociales. Es una líder reconocida de su comunidad y una voz de aliento para otras mujeres. Incluso, aseguró que votó por Gustavo Petro porque se ve reflejada en mujeres como Francia Márquez.

Cree en la paz, en su cultura y en que eventualmente el cambio llegará al Bajo Atrato. Además de su trabajo en el podcast y con la beca Viva Voz, actualmente hace parte de la Asociación de Consejos Comunitarios de Organizaciones del Bajo Atrato.Ana Luisa cuenta que uno de los mayores inconvenientes que han encontrado para realizar el podcast es el silencio de la gente. La lideresa no los culpa. Todo lo contrario, los compadece porque conoce el horror de la guerra y la dureza que deja en las personas.

En el Chocó de principios de los años noventa y principios de los dos mil era común quedar en medio del enfrentamiento entre paramilitares y guerrillas. Entre el caos y el miedo, los chocoanos tuvieron que mantener un pacto de silencio para evitar ser los siguientes.

“No podíamos ni hablar y si mataban a alguien, no nos dejaban ni llorar. Si permitían enterrarlo, era solo enterrar y listo. En nuestra cultura si alguien muere se hacen sus noches, sus novenas. Eso no lo podíamos hacer. Desde ahí empezamos a perder un poco nuestra cultura, las tradiciones”, se lamenta Ana Luisa.

Para ambos líderes, romper esa barrera es uno de los primeros pasos para que la historia del Bajo Atrato no sea olvidada. Según lo que han visto, las nuevas generaciones no conocen los hechos de violencia que marcaron las vidas de sus padres hace décadas atrás.

“Algo que afectó mucho fue la voz del silencio donde nadie podía decir absolutamente nada. Alguien que hablara era objetivo militar. Años atrás empezamos a mirar y decir ‘Sería bueno que hiciéramos algo, queremos hablar, contar’. Con la beca empezamos a hacer entrevistas en las comunidades. Nos empezamos a dar cuenta de todo lo que ellos habían sufrido, de todo lo que llevaban por dentro. Es un territorio donde el estado no ha hecho ese proceso de intervención psicosocial para que la gente pueda hablar de lo que pasó”, contó la lideresa.

Para superar el miedo de las personas a contar sus experiencias, Henry y Ana Luisa, han realizado programas de apoyo social y actividades culturales con el acompañamiento de la parroquia del municipio. Una de las claves ha sido escuchar en vez de preguntar. Con eso han logrado que muchas personas contarán por primera vez en voz alta, los sufrimientos que habían padecido.

Una desaparición

Henry Serna fue víctima de la Operación Génesis en 1996.

La vida de Henry ha estado marcada por muchos momentos: la obtención de la beca Viva Voz, el nacimiento de su hija mayor, el regreso a Riosucio. Sin embargo, ninguno lo ha tocado tan profundamente como los hechos ocurridos en 1997.

En febrero de ese año empezó la ‘Operación Génesis’, un capítulo doloroso de la historia del conflicto colombiano. Cerca de la cuenca del río Cacarica, integrantes del Ejército y los paramilitares desplazaron a más de cinco mil familias.

En octubre de 2014 La Corte Interamericana declaró a Colombia como responsable de lo sucedido. Y enn marzo de este año, el Estado pidió perdón y aceptó su responsabilidad en las muertes y desplazamientos generados por la operación.

Aunque para muchos es un episodio olvidado, Henry no dejará de recordar nunca todo lo que ese año le quitó. Cuando tenía 12 años, su padre, un hombre campesino y certero en sus decisiones, lo mandó a Quibdó antes de que recrudeciera la guerra.

En la capital del departamento estuvo durante seis meses, en los cuales su papá desapareció. No lo volvió a ver y hasta el día de hoy ignora dónde está. Pero está seguro de que fueron las Autodefensas las que estuvieron detrás.

“Los imputados ya reconocieron el hecho y cómo ejecutaron su accionar. Para mí no es suficiente, más que el reconocimiento uno quiere saber la verdad. Yo conocí a mi padre y nunca lo vi con un arma. Solo una escopeta que utilizaban nuestros padres y abuelos para cazar. Yo ahora digo: ¿por qué lo desaparecieron?”, se pregunta Henry.

Debido a las pocas oportunidades, tras salir del colegio Henry se dedicó a trabajar. A pesar de esto, siempre ha estado cerca a la comunidad y se ha convertido en un líder respetado del municipio. Además de sus tres hijos, una de sus adoraciones son las aguas del río Atrato.

En Colombia solo existen 14 guardianes de este río, que le da vida al Chocó y que es un paso obligado para llegar a varias comunidades. Henry es uno de ellos e incluso hizo parte del comité que habló con el gobierno para que el Atrato se convirtiera en sujeto de derecho.

“Es relevante que hoy seamos sujeto de derecho. Lo importante es que los que tomaron la decisión fueron al territorio. La primera vez fue negada. No entendían cómo darle derechos a un río. Ellos lograron entender cuando fueron que nosotros todo lo hacemos en el río: bebemos el agua del río, pescamos del río, movilizamos la comida por el río. Para nosotros el río Atrato es lo máximo”, explicó Henry.

Henry está en la Asociación Campesina de Riosucio Chocó, además, acompaña un proyecto de familiares de desaparecidos que aún están en su búsqueda. En los últimos meses se ha dedicado a la producción del podcast que finalmente saldrá a la luz el próximo 1 de agosto.

La voz del silencio

Ana Luisa cuenta que uno de los mayores inconvenientes que han encontrado para realizar el podcast es el silencio de la gente. La lideresa no los culpa. Todo lo contrario, los compadece porque conoce el horror de la guerra y la dureza que deja en las personas.

En el Chocó de principios de los años noventa y principios de los dos mil era común quedar en medio del enfrentamiento entre paramilitares y guerrillas. Entre el caos y el miedo, los chocoanos tuvieron que mantener un pacto de silencio para evitar ser los siguientes.

“No podíamos ni hablar y si mataban a alguien, no nos dejaban ni llorar. Si permitían enterrarlo, era solo enterrar y listo. En nuestra cultura si alguien muere se hacen sus noches, sus novenas. Eso no lo podíamos hacer. Desde ahí empezamos a perder un poco nuestra cultura, las tradiciones”, se lamenta Ana Luisa.

(Más: Cinco hermanos lideraban peligrosa banda de sicarios, simulando arreglar maquinarias).

Para ambos líderes, romper esa barrera es uno de los primeros pasos para que la historia del Bajo Atrato no sea olvidada. Según lo que han visto, las nuevas generaciones no conocen los hechos de violencia que marcaron las vidas de sus padres hace décadas atrás.

“Algo que afectó mucho fue la voz del silencio donde nadie podía decir absolutamente nada. Alguien que hablara era objetivo militar. Años atrás empezamos a mirar y decir ‘Sería bueno que hiciéramos algo, queremos hablar, contar’. Con la beca empezamos a hacer entrevistas en las comunidades. Nos empezamos a dar cuenta de todo lo que ellos habían sufrido, de todo lo que llevaban por dentro. Es un territorio donde el estado no ha hecho ese proceso de intervención psicosocial para que la gente pueda hablar de lo que pasó”, contó la lideresa.

Para superar el miedo de las personas a contar sus experiencias, Henry y Ana Luisa, han realizado programas de apoyo social y actividades culturales con el acompañamiento de la parroquia del municipio. Una de las claves ha sido escuchar en vez de preguntar. Con eso han logrado que muchas personas contarán por primera vez en voz alta, los sufrimientos que habían padecido.

Silvia Contreras Rodelo
Redactora de Nación
EL TIEMPO
Twitter: @silviacrodelo

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-07-28 23:45:00
En la sección: EL TIEMPO.COM – Colombia

Publicado en Colombia