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Apolo-7: apagón en Houston | Noticias de la Ciencia y la Tecnología (Amazings® / NCYT®)

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Durante una misión espacial todo debe funcionar perfectamente. Los millones de piezas que dan forma al cohete y la astronave deben actuar al unísono y sin fallos, pues de lo contrario podría producirse el desastre. Se presta mucha atención a cada detalle, y numerosos sistemas de control vigilan que todo funcione conforme a lo previsto, es decir, dentro de los parámetros y márgenes establecidos. Cualquier desviación antes del lanzamiento, por ejemplo, obligará a detener la cuenta atrás para resolver el problema, y esta no se reanudará hasta que exista el completo convencimiento de que todo está en orden.

 

Una vez en el espacio, vidas humanas dependen de que todos los equipos a bordo actúen sin errores. A veces, sin embargo, otros problemas inesperados acechan a los astronautas, y no precisamente en sus vehículos. El papel que juegan las instalaciones en tierra puede ser tan importante o más que lo que pase en el espacio. Miles de ingenieros se mantienen a la expectativa en tierra, listos para idear y proporcionar soluciones si surge alguna anomalía allá arriba. Gracias a las comunicaciones, los astronautas pueden recibir indicaciones o recetas salvadoras para salir de algún peligroso embrollo. Es como si les acompañaran todas las fuerzas vivas del programa, listas para echarles una mano cuando sea necesario.

 

Una ayuda tan esencial debe ser garantizada en todo momento, de lo contrario la misión puede correr peligro. Y esto es lo que precisamente podría haber pasado durante el lanzamiento de la misión Apolo-7 en octubre de 1968.

 

 

(Foto: NASA)

 

El ascenso del vehículo en dirección a la órbita terrestre ya fue motivo de polémica. La NASA dio luz verde al despegue a pesar de que soplaba un viento excesivo, saltándose una de las normas que delimitaban el criterio de autorización para volar, lo que molestó al comandante de la misión. Por fortuna, no ocurrió nada, y los astronautas Schirra, Eisele y Cunningham alcanzaron sin novedad el espacio alrededor de nuestro planeta, donde probarían por primera vez el funcionamiento tripulado de la cápsula Apolo.

 

Debido precisamente a la novedad de su uso, y a su extrema complejidad, los astronautas deberían ser asistidos en todo momento por el centro de control en Houston, que les aconsejaría y guiaría ante cualquier anomalía que se presentase.

 

Por desgracia, apenas una hora y media después del lanzamiento, ocurrió lo impensable. Un apagón eléctrico en las instalaciones dejó a todos los controladores medio a oscuras, asistidos solo por las luces de emergencia. Ante esta situación, ¿cómo iban a seguir el vuelo de la astronave? ¿Cómo iban a ayudar a los viajeros si lo necesitaban? Con todas las pantallas apagadas, solo quedó esperar. Y lo hicieron durante dos minutos que parecieron siglos, rogando por que nada malo estuviera pasando en el espacio en ese momento.

 

Cuando retornó el fluido eléctrico, un ansioso comunicador de cápsula contactó con sus compeñeros en órbita. ¿Todo bien allá arriba? Todo bien, y de hecho, los tripulantes de la Apolo-7 apenas se habían dado cuenta de lo sucedido.

 

La NASA tendría que tomar medidas técnicas para evitar que, en lo sucesivo, nada parecido volviera a ocurrir jamás.

Fuente de TenemosNoticias.com: noticiasdelaciencia.com

Publicado el: 2024-02-09 06:00:22
En la sección: Ciencia Amazings® / NCYT®

Publicado en Ciencia

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