Las casas encaladas con techos azules, las playas volcánicas repletas de turistas y el vibrante bullicio de sus calles conforman el pintoresco paisaje que muchos asocian con Santorini. Sin embargo, la ola de terremotos que lleva sacudiendo la región más de dos semanas, con sismos que han alcanzado una magnitud de 5,3 en la escala de Richter, ha dejado la isla casi desierta. Hasta el momento, los temblores no han provocado víctimas ni daños significativos, pero 11.000 de las 20.000 personas que habitan en los distintos pueblos de la isla han sido evacuadas a Atenas.
Esta cadena sísmica ha encendido la preocupación sobre el impacto que pueda tener en el sector turístico, la principal fuente de ingresos de Santorini. No obstante, algunos viajeros, como Martí Cuenca y Jose Antonio Domènech, deciden seguir con sus planes a pesar de todo. Los dos turistas catalanes de 23 años optaron la semana pasada por emprender el viaje a Grecia que habían contratado hacía tres meses e incluía una visita a Santorini.
Vista de Santorini, vacía de turistas debido a la ola de terremotos que sacude la isla desde el 1 de febrero. / MARTÍ CUENCA
«Al principio no nos parecía tan grave, pero cuando vimos que habían declarado el estado de emergencia, pensamos que nos cancelarían los vuelos», explica a EL PERIÓDICO Martí, quien viajaba con su amigo en un recorrido de seis días, cinco en Atenas y uno en Santorini. En esos días, el aeropuerto de la capital griega estaba repleto de viajeros, aunque, a diferencia de ellos, la mayoría se dirigía en la dirección opuesta. «Como no recibimos ningún mensaje ni aviso, seguimos adelante, fuimos y pasamos el día allí igualmente«, añade.
Una isla sin gente, comercios ni servicios abiertos
El primer choque con la realidad de la isla llegó nada más aterrizar. «No había nadie en el aeropuerto, solo el personal que trabaja allí, las 20 personas que bajaron con nosotros del avión y, a la salida, solo había dos taxis», relata este joven universitario. Ante la falta de opciones de transporte, optaron por alquilar un coche y dirigirse a Oia, el pueblo más emblemático de Santorini, con una población de poco más de 1.000 habitantes y por cuyas estrechas calles pasan más de dos millones de turistas al año.

Una plaza de la turística isla de Santorini, desierta por los seísmos. / MARTÍ CUENCA
Sin embargo, el contraste con el pueblo en la actualidad era palpable. Las tiendas de primera necesidad y los restaurantes estaban cerrados. «Acabábamos de bajar del avión y no había absolutamente nada abierto, así que estábamos un poco desesperados, sobre todo por si no teníamos qué comer», asegura. Los únicos encuentros que tuvieron en Oia fueron dos trabajadores de un hotel, tres personas con las que compartieron vuelo, seis bomberos y una reportera, quien les indicó el único restaurante abierto en el pueblo. «Ella conocía a los dueños y creo que abrieron el local especialmente porque los llamó», comenta Martí.
La ruta de Martí y Jose Antonio continuó en Fira, la capital, que, a pesar de la situación, mostraba algunos signos de vida. En esta localidad se podían encontrar un par de farmacias y cuatro restaurantes operando, reflejo de una normalidad limitada en medio de la emergencia. Durante su estancia en la isla, se registraron dos seísmos de magnitud 4,5 en la escala de Richter. «Nos enteramos por una web que informaba de los terremotos, pero sinceramente, no notamos nada«, asegura Martí.
Una experiencia única
La vista del sol de la tarde sumergido detrás del borde del volcán extinto del que forma parte Santorini, es una de las imágenes más únicas de la isla. Sin embargo, vivir este momento sin nadie alrededor es algo todavía más único y extraño. «Siempre había visto videos de Santorini y había escuchado historias donde la gente hacía quizás cuatro horas de cola para hacerse la foto en el mismo lugar. Nosotros fuimos y nos hicimos las fotos que quisimos, donde quisimos, sin problema», explica Martí, quien llegó incluso a compartir la experiencia en un vídeo de TikTok que ya supera las 400.000 visualizaciones.
El viaje, aunque inusual, fue una experiencia que recuerda a los tiempos de aislamiento durante la pandemia, cuando solo se permitió a los residentes de Santorini permanecer en la isla, pero se restringieron todas las llegadas de foráneos. La realidad actual es si cabe aún más impactante, ya que la mayoría de los habitantes han abandonado Santorini. «La isla parecía para nosotros solos, fue brutal«, concluye Martí.
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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com
Publicado el: 2025-02-12 13:00:00
En la sección: El Periódico – internacional