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La última cumbre europea del año finaliza sin lograr un consenso sobre la situación en Gaza | elmundo.es

La última cumbre europea del año finaliza sin lograr un consenso sobre la situación en Gaza

La última cumbre europea del año se ha cerrado este viernes con un balance más agrio que dulce. La alegría inicial por la rápida decisión el jueves para empezar las negociaciones de adhesión de Ucrania y Moldavia, el punto que se antojaba más difícil, dejó paso sin embargo a la decepción. Porque Viktor Orban, dando una de cal y otra de arena, vetó satisfecho y complacido la revisión del presupuesto comunitario y el mecanismo salvavidas de 50.000 millones de euros para Kiev. Y porque los 27 no fueron capaces de solventar sus crecientes diferencias y poner sobre la mesa un mínimo texto para posicionarse sobre lo que está ocurriendo en Oriente Próximo.

Ese bloqueo magiar es el que ha condicionado todo el final de año y el que marcará las primeras semanas del que viene. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha confirmado que espera convocar un nuevo encuentro al máximo nivel entre finales de enero y principios de febrero para ver si Orban puede aceptar lo que consideró imposible ahora. Se le da tiempo así para completar una serie de reformas e inversiones necesarias para seguir desbloqueando parte de ellos 20.000 millones de euros que la Comisión tiene congelados. O para preparar un complicado Plan B para sacar adelante un instrumento al margen de Budapest, que tiene sin embargo mucha burocracia, exige pasar por el Parlamento y es menos cómodo, elegante y eficiente.

Orban reiteró hoy que sigue pensando que la apertura de negociaciones es un error, recordando que tiene todavía capacidad de veto. Ayer dio su consentimiento tácito al apoyo político al salirse de la sala durante ese punto concreto, pero en marzo tendrá que volver a pronunciarse cuando la Unión tenga que aprobar el mandato y negociar concretamente para esas mismas negociaciones. «El argumento decisivo es que Hungría no tiene nada que perder, porque los parlamentos nacionales tendrían la última palabra, por lo que el Parlamento húngaro puede votar en contra», dijo. «Habrá 75 ocasiones más en las que el país podrá detener esto», reiteró. Su bloqueo deja en el aire por ahora los 50.000 millones de euros para Hungría, pero también el resto de cuestiones que necesitan fondos adicionales, como la migración, la competitividad o las fórmulas para cubrir el aumento inesperado de los intereses de la deuda conjunta emitida desde Bruselas.

«Hemos logrado algo muy importante, asentar un acuerdo a 26», ha dicho el presidente español Pedro Sánchez en la comparecencia de prensa final, la última del año y de la presidencia española del Consejo de la UE. «Estoy convencido de que durante la presidencia belga en los próximos seis meses vamos a contar con el buen hacer del primer ministro De Croo para lograr ese acuerdo a 27. No sé si será más fácil o más difícil que el acuerdo previo alcanzado a 26», ha añadido.

División creciente

La jornada arrancó a las 10.00, tras haber concluido a altas horas de la madrugada en la víspera. Y la dinámica no fue igual, pues no eran 26 de un lado y uno por otro, pero sí calcó la parte de la división, las líneas rojas, la impotencia. En la última ocasión en la que los jefes de Estado y de Gobierno se habían sentado a hablar de Oriente Próximo, en octubre, ocurrió lo mismo, y pasaron horas y horas para al final diluir el lenguaje y limitarse a pedir unas indefinidas «pausas humanitarias», en plural y con pocas ganas. Y lo mismo se ha repetido ahora, con la diferencia de que la situación sobre el terreno se ha deteriorado hasta niveles sin precedentes, con el 85% de la población de Gaza desplazada, miles de muertos y enormes trabas para que los suministros imprescindibles entren en la zona.

Tras cuatro horas de intercambios, algunos nada agradables, dieron carpetazo, indicando que había sido una buena charla de carácter estratégico, e insistiendo en que en ningún momento estuvo previsto que hubiera un documento. Así lo defendió al terminar Charles Michel, asegurando que el objetivo era trabajar en las «convergencias», en lo que «nos une» y en tener una posición «sólida y robusta».

No había borradores, en efecto, pero porque las distancias son enormes y querían evitar el mal trago y el papelón de sacar algo completamente vacío y genérico. Los 27 llegaron a la sala con tres bandos. De una parte, España, Irlanda, Bélgica y Malta, que hace unos días enviaron una carta a Charles Michel pidiéndole un debate en profundidad y que la UE se posicione de una manera mucho más firme a favor de un alto el fuego y para que los bombardeos acaben inmediatamente. «Basta ya», repitió Sánchez en su discurso en la Eurocámara. «Creo que parte de la posición a la que llegamos hoy es pedirle a Israel la máxima contención», dijo el primer ministro belga, Alexander De Croo.

Del otro, quienes como Alemania, Austria, República Checa o Hungría no quieren ir tan lejos. Creen, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que Israel no solo tiene derecho a hacer todo lo que considere necesario para defenderse, sino que no se le puede acotar demasiado el margen de actuación. Por eso ha habido estas semanas referencias al derecho humanitario, menciones a la ayuda para la población, pero poco más. Siguen insistiendo en que la situación es excepcional y la respuesta israelí debe serlo. Y a pesar de las críticas, las víctimas, una creciente repulsa en la ciudadanía (un grupo de funcionarios europeos hizo una sentada frente a las instituciones como protesta mientras los líderes se veían esta semana) y el equipo de Josep Borrell elevan el tono, no van a moverse.

En medio hay otro grupo que no se ha pronunciado claramente, pero no está nada cómodo. Tiene socios como Emmanuel Macron que está asumiendo un papel creciente, pero prefiere no significarse para no quedar descartado como actor en la zona. O querrían mensajes más duros pero no quieren roces con EEUU, con Tel Aviv o protagonismo. Hubieran podido empujar hacia otros lenguajes, pero viendo la polarización se pusieron de perfil.

Por eso Michel asumió un poco la responsabilidad en la comparecencia final, la de intentar convencer a la ciudadanía y los analistas del resto del continente de que la evidente división no es tal. Reiteró que «Israel tiene derecho a su seguridad» y la condena «de forma repetida a los ataques terroristas y el uso de civiles como escudos humanos; pedimos la liberación inmediata de todos los rehenes y repetimos que el derecho de defensa debe estar de conformidad con el derecho internacional».

El presidente del Consejo Europeo abogó por pausas que permitan la entrada de ayuda internacional, recordando que hay países como Chipre que están dispuestos a tener un papel protagonista en corredores marítimos para ello, lo que permitiría a Israel hacer controles de todo el material en zonas seguras y agilizar los suministros. Insistió en que la apuesta de la UE es por la solución política de los dos estados y en que la actitud de los colonos israelíes en Cisjordania es inaceptable y condenable.

Los 27 han pasado también rápidamente por otros temas, como la Defensa, la agenda estratégica para el futuro o la inmigración, que se solventó en apenas unos minutos. Pasa lo mismo que con Oriente Medio. En las últimas citas Hungría o Polonia bloquearon las conclusiones concretas sobre la materia, puesto que rechazan que una parte importante de la legislación que se está negociando a nivel comunitario para la reforma del Pacto Migratorio se haya sacado adelante por mayorías y no unanimidad. Y con su voto en contra. Dicen que así no se puede hacer, que el tema es demasiado importante, que había un pacto no escrito para no imponer, pues ya fracasó cuando se intentó en 2015, así que impidieron textos tanto en Bruselas como en la cumbre informal que la presidencia española del Consejo organizó en Granada en octubre.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elmundo.es

Publicado el: 2023-12-15 12:06:03
En la sección: Internacional // elmundo

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