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Ni himnos ni banderas: Netflix, el pegamento social que acerca a flamencos y valones | elmundo.es

Ni himnos ni banderas: Netflix, el pegamento social que acerca a flamencos y valones

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Superadas las basuras, la burocracia y todos los clichés del surrealismo, cualquiera que lleve un tiempo en Bélgica cae inevitablemente en la cuestión nacional. Sobre si es un país de verdad o dos, el muro enorme que separa a flamencos y valones. La falta de una identidad común, al menos en apariencia. Los estragos del nacionalismo, la indiferencia. Se puso fe en el fútbol como elemento cohesionador, pero el que ha terminado teniendo éxito, por increíble que parezca, es Netflix.

«¿Cuál es el camino más corto entre flamencos y francófonos? Una plataforma de streaming estadounidense especializada en series y películas. Sí, el pegamento belga del momento se llama Netflix», escribe en Le Soir Béatrice Delvaux, su editorialista jefe.

Es cierto que el deporte, en la última década, ha logrado llegar más lejos que cualquier símbolo previo. El belga no se emociona demasiado con su bandera (los flamencos sí con la suya) ni cantando su himno. Ni está especialmente orgulloso de su historia o líderes. Pero la eclosión de una generación de futbolistas única logró generar esperanza y pasión. En el último lustro realmente parecía que podían ganar una Eurocopa o un Mundial, y las marcas llenaron de merchandising rojo las calles y supermercados. Pero los equilibrios hacen que sea todo artificial. A la selección la llaman The Red Devils, en inglés. Y los cánticos son casi todos en la lengua de Shakespeare, lo que resulta absurdo. Este domingo vi un Bélgica-España de baloncesto y sólo gritaban Belgium, Belgium o Defense, como en la NBA. Una conexión íntima no sale ni ganando todo.

Pero lo de Netflix es otra cosa. «Incluso quienes no estudiaron el neerlandés como segunda lengua en la escuela se han vuelto adictos a las series de Vlaanderen con historias ancladas en el norte del país e interpretadas por actores y actrices locales», explica Delvaux. Hay una hornada extraordinaria. Primero fue Undercover, una serie sobre el tráfico de drogas entre Flandes y Países Bajos con un policía rebelde (Tom Waes, estrella de la tele flamenca) infiltrado con los narcos. Luego llegó De Twaalf, una especie de 12 hombres sin piedad. Y sobre todo Diamantes en bruto, un thriller ambientado en el mundo de los comerciantes de diamantes judíos ortodoxos de Amberes.

De todas, destacaría Knokke, un drama no especialmente brillante que retrata el verano de un grupo de niños bien en la pija ciudad costera: salen, beben, se drogan, se lían entre sí. La fotografía y la música son buenas, pero sobre todo permite un acercamiento más normal, sin disparos o crímenes. No hay nada detrás de lo que esconderse. El valón descubre lo que hasta ahora sólo veía en producciones norteamericanas o francesas, y se puede sentir identificado. Y eso es un gran paso adelante.

La mitad del país está descubriendo a celebridades regionales. Entre todas, quizás destaca Pommelien Thijs, protagonista de Knokke y consagrada artista, una de las más escuchadas en Flandes el año pasado y rostro icónico desde #LikeMe, una serie de culto para adolescentes. Su concierto de arranque de la nueva gira, en la mítica sala Ancienne Belgique de Bruselas, agotó entradas en minutos. Es la esperanza de reconciliación con las nuevas generaciones. Distantes pero quizás menos cargadas de prejuicios.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elmundo.es

Publicado el: 2024-02-26 19:03:53
En la sección: Internacional // elmundo

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