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La muerte de migrantes en Melilla es una historia que ya hemos escuchado | nytimes.com

La muerte de migrantes en Melilla es una historia que ya hemos escuchado

Este entendimiento entre España y Marruecos es relativamente nuevo. El año pasado, sin ir más lejos, el gobierno español acusó a Marruecos de “falta de respeto” y de lanzar un “desafío” por haber permitido a miles de personas, entre ellas muchos niños, cruzar la frontera sin impedimentos. Sin embargo, el anuncio en marzo de que España iba a apoyar el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental ha convertido a dos vecinos peleados en estrechos aliados. Se aprobó poco después un acuerdo en materia de seguridad.

España y Marruecos no son los únicos países que llegan a esos pactos. Para impedir que los migrantes lleguen a ella, la Unión Europea lleva una década embarcada en el proyecto de externalizar la vigilancia de sus fronteras a países muy alejados de ella.

Ha firmado acuerdos con Libia y Túnez para interceptar en el mar Mediterráneo a los migrantes que se dirigen a Europa y llevarlos a centros de detención en sus propios países; ha organizado el despliegue de sus guardias fronterizas en Senegal para impedir que los migrantes lleguen a las islas Canarias; y ha construido una red de muros y vallas entre Grecia y Turquía para cortarles el paso a los migrantes del sur, y entre Polonia y Bielorrusia para los que provienen del este. La Unión también ha gastado millones en muros virtuales: la tecnología que permite a la policía de fronteras detectar movimientos humanos e identificar a los migrantes.

Esto hace que un problema muy visible se vuelva invisible. Las personas que viven en las metrópolis europeas son escudadas de la violencia y el sufrimiento que tiene lugar en sus fronteras, porque estas fronteras, en realidad, son vigiladas por otros gobiernos a miles de kilómetros de distancia. Esta política es una burla a los derechos humanos, los cuales afirma Europa proteger y defender, incluido el derecho de asilo.

Aquí va una historia. Dime si la has oído antes. La gente pierde sus casas y sus medios de subsistencia a causa de la guerra, de una catástrofe natural o la ruina económica, así que deben mudarse a otra parte. Si la lotería de la vida les da los documentos acertados, pueden restablecerse en otro lugar y construirse una nueva vida. Pero si resulta que son de un país no deseable, serán repelidos por todos los medios necesarios.

Ya tenga lugar esta historia en las puertas de Europa o Estados Unidos, la moraleja es la misma. Nadie elige ser un refugiado. Solo elegimos cómo respondemos a los refugiados. Enviarlos de vuelta a Marruecos, como está haciendo Europa; mandarlos en avión a Ruanda, como el Reino Unido prevé hacer; o decirles “Quédate en México”, como ha estado haciendo Estados Unidos: todas estas son respuestas crueles y cortoplacistas. Porque, hasta que sus hogares sean seguros, seguirán viniendo refugiados.

Laila Lalami (@LailaLalami) es autora de cinco libros; el más reciente de ellos es Conditional Citizens: On Belonging in America.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.nytimes.com

Publicado el: 2022-07-08 00:29:17
En la sección: NYT > The New York Times en Español

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