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El mago de las criptomonedas que encandiló a Washington

El mago de las criptomonedas que encandiló a Washington

«Es como si te robaran los ahorros de una vida». Chuck Howard, de 31 años, esperaba poder verse cara a cara con el hombre al que le atribuye su amarga ruina el pasado 12 de diciembre aquí en Washington. Este diseñador gráfico había conducido dos horas y media desde Richmond, en Virginia, hasta la escalinata del Capitolio, porque se suponía que aquel día debía testificar ante una comisión de la Cámara de Representantes Sam Bankman-Fried , un tipo que hasta hacía unos semanas se paseaba en la capital estadounidense como una gran esperanza y un incipiente poder en la sombra de un nuevo mundo de monedas virtuales y riqueza digital sin fin. En cambio, el día antes Bankman-Fried había sido arrestado en las Bahamas acusado de uno de los mayores fraudes en la historia reciente de Estados Unidos. Howard, sin sus ahorros, visiblemente enfadado, se quedó a la sombra del Capitolio con un cartel en las manos en que se leía, simplemente, «devuélvenos lo robado». Junto a él había otros cinco afectados por el hundimiento de FTX, una plataforma de intercambio con sede en Bahamas , que fue el tercer mercado de criptomodenas más grande del mundo. Un entrenador personal. Una fotógrafa nacida en La India. Un traductor jurado. Son solo un pequeño muestreo de las vidas que ha amargado este último castillo de naipes digital. La vista oral aquel día al final tuvo lugar, y la diputada demócrata Maxine Waters, presidenta de la comisión, denunció que el Capitolio merecía haber escuchado de Bankman-Fried, de 30 años, cómo se las apañó para que se esfumaran «los ahorros de un millón de personas, tan duramente ganados». Aun así, añadió, la justicia debía seguir su curso. Lejos, en un conveniente olvido, quedaba el recuerdo de cuando la diputada Walters le lanzaba besos al aire a Bankman-Fried, niño mimado de políticos de todo signo por sus promesas ante este mismo Capitolio de senderos dorados a un firmamento de criptomonedas y riqueza sin riesgo. «Deben huir» Howard tenía unos 7.000 dólares en FTX, sus ahorros. Varios de sus trabajos de diseño gráfico web los hizo para clientes fuera de EE.UU., muchos de ellos en El Salvador, y dice que por comodidad solía cobrarles en una criptomoneda relativamente popular y considerada poco riesgosa llamada USDT, que se supone que mantiene su valor parejo al del dólar. Para almacenar esas criptomonedas, usaba FTX, una suerte de monedero digital, y ahí tuvo esos ahorros hasta que el 11 de noviembre la empresa entró en suspensión de pagos y notificó a sus clientes que no podía ya devolverles el dinero invertido, sin muchas más explicaciones. «Apúntelo», dice hoy Howard, «quiero que la gente de todo el mundo sepa que esto de las criptomonedas es una gran estafa de la que deben huir». Los hechos hablan por sí mismos. En un solo año, las mencionadas criptomonedas han pasado de ser una arcana promesa de un futuro de bonanza a algo que se asemeja mucho a un accidente nuclear: quien puede huir, huye, a falta de saber realmente lo que ha pasado. El valor del bitcoin, la moneda digital más afamada, es una cuarta parte de lo que era hace un año. A principios de 2022, la capitalización colectiva del mercado mundial de criptomonedas ascendía a 2,2 billones de dólares y hoy esa cifra se sitúa por debajo de los 800.000 millones de dólares. Un estudio del Banco de Pagos Internacionales realizado entre 2015 y 2022 estima que entre el 73% y el 81% de pequeños inversores ha perdido dinero con sus inversiones en criptomonedas. El campo, además está sin regular, pues es incipiente. Y como afirma Kevin Webach, profesor de estudios legales y ética de la prestigiosa Universidad de Wharton, «ver que ocurre esta catástrofe cuando no hay un marco en EE.UU. y cuando estos intercambios se establecen y se hacen mayormente en el extranjero va a aumentar significativamente la presión para aprobar una legislación«. Un anuncio de FTX protagonizado por Larry David FTX La aprensión que mucho inversor de a pie siente hoy hacia las criptomonedas supone un revés durísimo para una industria que en 2022 soñaba con tocar el cielo financiero. Los codiciados anuncios publicitarios de la Super Bowl , el partido final del campeonato de la Liga Nacional de Fútbol Americano, se los repartían grandes empresas dedicadas a esas monedas virtuales y sus derivados: Coinbase, Crypto.com, eToro y FTX. El estadio del equipo de basket de los Miami Heat se rebautizaba con el nombre de FTX. Estrellas como Mike Tyson, Matt Damon, Reese Witherspoon o Tom Brady firmaban millonarios contratos para ser representantes de ese y otros servicios digitales. Y Sam Bankman-Fried, el chaval que fundó FTX, se paseaba por Washington, cortejando a políticos, vendiéndose como un mediador idóneo para dotar al sector de una regulación más bien laxa. Muy bien podría darse el caso que la ley que Washington apruebe en la conmoción posterior al hundimiento de FTX sea en parte producto de las presiones del fundador de esa misma empresa hoy hundida y tóxica. El daño de la guerra En realidad las criptomonedas comenzaron a resentirse cuando la Reserva Federal estadounidense empezó a subir los tipos de interés para combatir la alta inflación, que alcanzó cotas máximas en cuatro décadas tras la invasión rusa de Ucrania. En ese momento, el precio de muchas de esas criptomonedas se desplomó, desmintiendo que fueran un refugio idóneo en tiempos convulsos. Se hundieron varias criptomonedas como Terra y Luna, que se vendían como alternativas al Bitcoin. También cayó la plataforma de compra y venta Voyager, así como varios fondos de cobertura para monedas digitales. En resumidas, quedó claro que el sector estaba integrado por partes interconectadas e interdependientes que comenzaban a caer como piezas de dominó. Y aunque los primeros aires del invierno de las criptomonedas llegaron en realidad en verano de 2022, la glaciación se sintió ya con el hundimiento de FTX. Noticia Relacionada estandar Si El universo cripto se diluye en la falta de transparencia Adrián Espallargas La opacidad que rodea a las finanzas de algunas de las plataformas de intercambio de criptomonedas (‘exchanges’) y sus ‘tokens’ ahonda la desconfianza inversora que sufre el ecosistema Ayer, Bankman-Fried apareció ante el juez en Nueva York acusado de ocho graves delitos de fraude. Extraditado desde las Bahamas, donde vivía, a EE.UU., fue puesto recientemente en libertad bajo fianza de 250 millones de dólares , garantizada por la casa en la que viven sus padres, ambos profesores en la Universidad de Stanford. Los fiscales le acusan de robar miles de millones en fondos de inversores, derivando los depósitos de clientes a una empresa de cobertura llamada Alameda Research. Con ese dinero, Bankman-Fried pagó sus gastos de vida y los de sus colaboradores (vida de lujo en la isla caribeña), e hizo muy generosas contribuciones a políticos de todo signo, pero en especial demócratas, y sobre todo a la campaña del presidente Joe Biden en 2022. En la confluencia de los círculos de la política y la tecnología en Washington, Bankman-Fried era hace un año una estrella, uno de esos héroes improbables, mal vestidos, con pantalones cortos, sudaderas con capucha y pelo sin cortar ni peinar. Invitado una y otra vez a comisiones en el Capitolio, daba largos discursos con voz aniñada, casi susurrando las bondades de las criptomonedas, un futuro donde FTX sería un refugio contra la volatilidad de los mercados, cargado con gráficos que sólo mostraban líneas ascendentes: más clientes, más inversiones, más cota de mercado, más volumen global, más y más. Generosas donaciones Como suele suceder con las cosas que no entiende, la élite de Washington se quedó prendada de un prestidigitador, que además era generoso en donaciones de campaña. Dio 23.200 dólares a la senadora demócrata Debbie Stabenow y al republicano John Boozman. Otros 10.800 a la demócrata Kirsten Gillibrand. A Cory Booker, del mismo partido, le donó 5.700. Y el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, recibió la friolera de 1,2 millones por medio de fondos intermediarios de FTX. Con esos regalos, Bankman-Fried buscaba influir sobre las incipientes regulaciones sobre los mercados de criptodivisas. La empresa, eso sí, la constituyó en Antigua y Barbuda y radicó en Bahamas. Pero para los pequeños inversores que han perdido en muchos casos los ahorros de toda su vida, no era tan patente el riesgo de invertir en un mercado tan bien recibido por las élite. Pero muchos expertos llevan tiempo alertando del alto riesgo de fraude. Es el caso de Hilary J. Allen, profesora de derecho en la American University en Washington, quien recientemente testificó sobre este asunto en el Capitolio, y cree que «quizás es cierto que Bankman-Fried cometió un desfalco común y corriente , pero el desfalco pudo llegar a esa magnitud y pudo pasar desapercibido por tanto tiempo porque se trataba de un sector como el de las criptomonedas sumido en la opacidad, la complejidad y, también, cierta mística«.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.abc.es

Publicado el: 2023-01-04 23:27:13
En la sección: Internacional

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