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Granjas de bebés para externalizar el embarazo

Granjas de bebés para externalizar el embarazo

Ya en los años 50, el médico neoyorquino Emanuel M. Greenberg patentó un primitivo tanque de líquido amniótico que, conectado a un calentador y bombas de sangre, era capaz de albergar temporalmente un feto. Pero cuando la tecnología del útero artificial (AWT) causó verdadera sensación fue en 2017, cuando investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia (EE.UU.) revelaron que la vida de fetos de oveja se había mantenido con éxito dentro de un útero artificial o «bolsa biológica» y habían nacido sanos. Los fetos habían sido transferidos desde el útero materno para una ectogénesis parcial dentro de un mecanismo que proporcionaba un líquido amniótico fabricado en laboratorio y oxígeno a través del cordón umbilical. Simulaba las condiciones ambientales uterinas y reemplazaba la función natural del útero materno, lo que permitía suponer la salvación futura de la vida de muchos bebés nacidos de forma prematura.

La ectogénesis completa, sin embargo, había seguido perteneciendo al ámbito de lo abstracto hasta que el biotecnólogo molecular de origen yemení y radicado en Berlín Hashem Al-Ghaili, tras estudiar en Pakistán y un máster en Bremen, lanzó a internet el vídeo titulado «EctoLife: la primera instalación de útero artificial del mundo». El vídeo recrea en términos muy concretos un proyecto de úteros artificiales a gran escala, imagina fábricas de bebés que son gestados independientemente de la madre y abre un debate ético-público que, como rara vez ocurre, va por delante de la realidad. Porque lo primero que es necesario aclarar es que la empresa Ectolife no existe ni consta el proyecto de construcción de tales instalaciones. Al menos por el momento. Aunque cabe señalar que científicos del Instituto de Ingeniería y Teconología Biomédica de Suzhou, en China, aseguran haber desarrollado un útero artificial capaz de gestar un embrión humano sin necesidad de una madre y gracias al aporte de fluidos ricos en nutrientes y oxígeno. Se trata, en este caso, de una tecnología controlada por una inteligencia artificial que monitorea constantemente los embriones y ajusta en tiempo real los niveles necesarios para su correcto desarrollo.

Que las leyes internacionales no permitan la experimentación con embriones de más de dos meses de desarrollo tiene que ver con la opacidad en la que se sumen algunas de las investigaciones al respecto, pero Israel y Japón también han reconocido intentos más o menos exitosos en esta tecnología y, en Europa, un proyecto en el que participan Eindhoven University of Technology, RWTH Aachen Universigy, Politecnico Milano, LifTec Group y Nemo Healthcare investiga abiertamente la creación de un entorno líquido denominado Soporte Vital Perinatal o SVP, diseñado en principio para mantener al bebé hasta las 28 semanas, cuando sus pulmones están lo suficientemente desarrollados para pasarlo de forma segura a una incubadora, pero potencialmente aplicable a fetos con más semanas de gestación. Dentro de dos años esperan terminar los prototipos que permitan las simulaciones y ensayos clínicos pertinentes.

Sin regulación

«En situaciones de alto riesgo para la madre o el feto las ayudas técnicas a la gestación pueden ser bienvenidas»

El objetivo es la salvación de bebés prematuros, pero del SVP a la parábola de EctoLife hay sólo unos pocos pasos, en un ámbito en el que carecemos de regulación. Tras la publicación del vídeo, la Academia Austriaca de Ciencias (ÖAW) y el Instituto de Evaluación Tecnológica (ITA) han instado en un documento conjunto al parlamento austriaco a determinar la necesidad de tomar medidas legislativas que regulen esa posible práctica y recomiendan un diálogo social con participación pública para clasificar éticamente estas tecnologías. «No se puede descalificar un instrumento simplemente por ser artificial… en situaciones de alto riesgo para la madre o el feto las ayudas técnicas a la gestación pueden ser bienvenidas», dice José Román Flecha, catedrático de Teología Moral de la Universidad Pontificia de Salamanca, pero advierte que «hay que ver como antiético el intento de producir seres humanos, así como la manipulación del feto o su utilización en un proceso de experimentación no terapéutica». Flecha considera «peligroso desde muchos puntos de vista un proceso de gestación tan manipulada» y reconoce que «admite muchas sospechas la presentación del proceso ofreciendo tantas ventajas».


Otro fotograma del vídeo de Ectolife sobre las granjas de bebés


ABC

Hashem Al-Ghaili, que adopta un tono publicitario, imagina en su vídeo la instalación de 400 cápsulas de crecimiento en cada uno de los 75 laboratorios del proyecto, lo que permitiría incubar hasta 30.000 bebés al año, perfectamente sanos y libres de infecciones. Estaríamos hablando de un producción en masa. Un sistema basado en inteligencia artificial vigilaría su desarrollo para advertir de inmediato sobre cualquier posible anomalía genética y los datos se enviarían automáticamente al teléfono móvil de los padres, que seguirían así el desarrollo del bebé. Incluso podrían personalizar la lista de reproducción musical que estaría escuchando el feto para favorecer su estimulación u observar en 3D la alimentación a través del biorreactor cargado de nutrientes y oxígeno.

Antes de entrar en la cápsula, el embrión fertilizado sería cuidadosamente seleccionado, para ser el más viable, genéticamente superior. En esta parte el vídeo entra ya de lleno en la ingeniería genética como concepto de consumo. Un «Paquete Élite», de precio superior, ofrecería a los clientes la oportunidad de diseñar genéticamente el embrión gracias a la herramienta de edición de genes CRISPR-Cas 9, para elegir color de ojos, cabello, tono de piel e incluso nivel de inteligencia.

Debate ético

¿Cuánto tiempo falta para que esta profecía se haga realidad? Transferir un feto entre las semanas cero y cuatro lo hace viable y las tijeras genéticas están a la orden del día en muchos ámbitos de investigación. La barrera no parece ser tanto técnica como ética. El profesor Christoph Bührer, de la clínica de neonatología de la Charité de Berlin, recomienda sin embargo cautela. «Hoy en día ya trabajamos con máquinas de circulación extracorpórea, por ejemplo en operaciones con recién nacidos, pero la sangre se acumulaba en los tubos y en las membranas del intercambiador de gases, por lo que siempre hay que utilizar anticoagulantes con las máquinas de circulación extracorpórea y el uso de anticoagulantes durante varios días se asocia con un alto riesgo de hemorragia interna, especialmente en los fetos», ha explicado en declaraciones a RND, «hasta que no se disponga de materiales de superficie para tubos e intercambiadores de gases que prevengan los coágulos, no será posible la práctica cotidiana del útero artificial».

«Desde mayo de 2021 se han relajado las restricciones de experimentación y con un espacio de investigación sin restricciones tardaríamos menos de diez años en ver una fábrica como la de EctoLife», calcula el creador del polémico vídeo, Hashem Al-Ghaili, «y todavía quedaría educar a la sociedad para esa práctica». De ahí la pertinencia del debate ético sobre el estatus jurídico del feto gestado en tales condiciones, sobre los beneficios y daños para el bebé, los padres y la sociedad. Una primera propuesta para describir el producto dentro de un útero artificial, distinguiéndolo del feto o neonato natural, es el concepto «gestalización», según News Medical Life Sciences.

Aplicado a los nacimientos prematuros, está claro que puede beneficiar la salud materna, evitar a los padres la angustia de ver al bebé prematuro conectado a un ventilador en cuidados intensivos y reducir las comorbilidades en los recién nacidos. El conflicto surge cuando esta tecnología es aplicada a fines no médicos, como evitar el embarazo, que es el objetivo que plantea Hashem Al-Ghaili en su vídeo.

Asegura que todo su contenido es ya posible técnicamente y señala los beneficios que a su juicio supondrían para naciones que sufren una grave disminución de la población, entre las que menciona a Japón y Bulgaria. El debate está servido: desde quienes lo ven como una liberación para las mujeres que favorece la igualdad de género hasta quienes lo saludan como una alternativa que puede evitar muchos abortos. La tecnología del útero artificial, en términos económicos, podría permitir la maternidad sin la necesidad de bajas laborales. Devaluar el embarazo, según otras opiniones, entrañaría riesgos asociados a la pérdida de empoderamiento femenino. Y, en todo caso, los cambios sociológicos de la gestación sin madre son incalculables. Legalmente, la maternidad es definida por el parto. Y desde el punto de vista emocional, el vínculo entre la madre y el hijo pasaría a ser otro.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.abc.es

Publicado el: 2023-09-23 22:13:24
En la sección: Internacional

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