Decepcin en el paraso de la experimentacin poltica: fracasa la semana de cuatro das en Blgica | elmundo.es

Los resultados no son los esperados un ao despus: slo el 0,5% de los trabajadores ha optado por esa opcin

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El ao pasado, Blgica abri la puerta a la semana laboral de cuatro das. La idea parte de un paquete ms amplio para intentar flexibilizar un marco bastante rgido, era una de las aristas en los equilibrios del complicado Gobierno de coalicin. Contemplaba la opcin, que no la obligacin, de concentrar la carga laboral en cuatro jornadas sin que el empleado tenga que renunciar a parte de su sueldo, pero sin que las empresas perdonen tampoco horas.

En realidad, en el pas exista ya una buena cultura de teletrabajo, diferentes frmulas de flexibilidad para los trabajadores que llevan mucho tiempo en una misma empresa, y no es nada inusual que los padres o madres acaben cogiendo un da libre permanente, pues los colegios suelen contemplar una jornada de slo horario matutino. Pero esto (cuatro das de 9 horas y media o bien trabajar una semana de 45 horas seguida de otra de 31 horas, por ejemplo) era otra cosa, algo que gener enormes expectativas, repercusin y atencin en el resto del continente.

Un ao despus, sin embargo, los resultados no son los esperados: slo el 0,5% de los trabajadores ha optado por esa opcin. «La medida no estaba destinada a aplicarse a todos los empleados, sino a satisfacer las necesidades especficas de algunos de ellos», dicen a Le Soir desde el gabinete del ministro federal de Empleo, Pierre Yves Dermagne.

Hay dos grandes razones para el poco inters. La primera, la desconfianza de los empleadores hacia la medida. Un estudio realizado por la Secretara Social poco antes de la entrada en vigor de la semana de cuatro das mostr que el 25% de los directivos consideraba que la frmula no era aplicable en su empresa. La segunda, que los trabajadores estn mal informados, creen que su peticin ser rechazada o temen acabar acumulando jornadas maratonianas y ser forzados a hacer cosas el quinto da, aunque sea desde casa.

Aunque no haya funcionado, hay que aplaudir la capacidad de innovacin belga. Son gente tan pasota como echada para adelante, sin miedo a romper esquemas, sin necesidad de seguir ningn tipo de lgica, abiertos a experimentar lo que el resto del planeta considerara un delirio, los primeros que se apuntan a un bombardeo.

Esta ltima semana hemos conocido que unos emprendedores tenan una enorme plantacin de marihuana en el tico de una iglesia de Turnhout. Que investigadores de la Facultad de Bioingeniera de la Universidad de Gante quieren mapear el fenmeno del permastink, esto es, que la ropa sigue oliendo mal incluso despus de haberla lavado. Para ello, la Universidad busca 100 voluntarios dispuestos a vestir las mismas camisetas blancas durante 30 semanas.

Tambin son capaces (la Regin Bruselas) de dar subvenciones a la I+D a una friktot, los locales que venden las famosas y sobrevaloradas patatas fritas. Y la ltima moda en las ciudades, parece ser, consiste en poner grandes muecos en el asiento del conductor de los coches aparcados, como en el carril VAO, para evitar multas.

Porque resulta que los coches del ayuntamiento que circulan en busca de vehculos estacionados que no han pagado el parqumetro no ponen sancin si detectan alguien dentro, pensando que es una parada breve. El que probablemente mejor ha descrito el alma belga, sin saberlo, es Churchill, cuando dijo aquello de que el coraje es simplemente ir de fracaso en fracaso pero sin perder nunca el entusiasmo.