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Feminista en falta: de regreso a la tierra de Caperucita Roja, ahí donde el lobo viola a las malas chicas

Feminista en falta: de regreso a la tierra de Caperucita Roja, ahí donde el lobo viola a las malas chicas

Hay que repetir una vez más que el porcentaje de denuncias por violencia de género sin fundamentos reales en todo el mundo no superan el 0,01%

Se supo este mes, pero ocurrió en julio último, en pleno verano italiano. Dos chiquitas de diez y doce años fueron violadas en grupo por una docena de adolescentes que tienen casi su misma edad. Fue en un barrio bajo de Caivano, a 25 kilómetros de Nápoles, una zona controlada por la camorra y el narcotráfico. Igual que en el caso de “La Manada”, en España, los violadores filmaron el hecho con sus celulares para jactarse de su “hazaña”.

Por esos mismos días, en Palermo, Sicilia, otra chica de 19 años fue violada por siete amigos también adolescentes que se turnaron para abusar sexualmente de ella y registraron cada escena del ultraje. Uno de ellos, liberado por ser menor, fue detenido nuevamente después de alardear de lo que había hecho desde su cuenta de TikTok. La chica había quedado en encontrarse con uno de sus atacantes al que conocía de toda la vida y el resto apareció más tarde. Antes de violarla hasta dejarla inconsciente, le dieron alcohol y marihuana.

“Éramos cien perros atacando a un gato”, describió uno de los acusados, mientras el gobierno de ultraderecha se obliga a debatir un plan de emergencia contra la ola de violencia machista, que va desde imponer la educación sexual integral antes resistida por su supuesto carácter adoctrinador –pese a ser una de las herramientas de eficacia más probada contra los abusos–, hasta la castración química.

La primera ministra italiana Giorgia Meloni, que asumió el año pasado con un discurso que, entre otras cosas, incluía una dura diatriba contra la llamada “ideología de género” y lo que consideró entonces un plan sistemático para invisibilizar la maternidad y el rol abnegado que, según ella, deberían representar las mujeres, ahora tuvo que ir a Caivano a solidarizarse con las víctimas y sus familias, además de comprometerse a reforzar la presencia policial y la contención juvenil. Lo hizo en medio de amenazas: es uno de los barrios en donde se cortaron de raíz los planes sociales y crecen el hambre y la delincuencia.

Giorgia Meloni asumió el año pasado en Italia con un discurso que, entre otras cosas, incluía una dura diatriba contra la llamada “ideología de género” y lo que consideró entonces un plan sistemático para invisibilizar la maternidad y el rol abnegado deberían representar las mujeres (Reuters/Remo Casilli/File Photo)
Giorgia Meloni asumió el año pasado en Italia con un discurso que, entre otras cosas, incluía una dura diatriba contra la llamada “ideología de género” y lo que consideró entonces un plan sistemático para invisibilizar la maternidad y el rol abnegado deberían representar las mujeres (Reuters/Remo Casilli/File Photo)

Pero las declaraciones de su pareja y padre de su hija, el periodista Andrea Giambruno, parecen revelar una vez más su verdadera posición respecto del horror que conmueve a Italia. Giambruno dio a entender el lunes pasado en el talk-show que conduce por Rete4 que son las víctimas las que deberían cuidarse: “Si vas a bailar, tenés todo el derecho de emborracharte; pero si evitás emborracharte, quizás evites encontrarte con el lobo”.

Son muchas las voces –sobre todo desde la bancada del Partido Democrático, pero incluso la de Alessandra Mussolini, nieta del dictador y parlamentaria europea por el conservador Forza Italia– que le exigieron a Meloni que tome distancia de los conceptos “medievales” de su pareja, a la par que lamentan el regreso extendido de la vieja idea de que si una mujer es abusada es porque “se lo buscó”.

No está lejos de lo que ocurre de este lado del Atlántico, en la Argentina, donde hace una semana comenzó el juicio –a puertas cerradas– contra los acusados de la violación en grupo en nuestro Palermo vernáculo. Los familiares de los seis jóvenes detenidos por el abuso sexual de una chica de 21 años dentro de un auto estacionado y a plena luz del día en febrero de 2022 insisten, contra la evidencia de varios videos tomados por las cámaras de seguridad de la cuadra y la declaración de la víctima y los testigos presenciales, en que se trata de una “falsa denuncia”. ¿Por qué se atreven a una defensa tan grotesca? Quizá porque el clima social en la Argentina, como en todo el mundo, los apaña.

Hay que repetir una vez más que el porcentaje de denuncias por violencia de género sin fundamentos reales en todo el mundo no superan el 0,01%: la nueva vieja corriente que amaga por imponerse por voto popular en octubre en nuestro país ha vuelto a instalar –y legitimar en los medios– el mito criminal de que hay mujeres empeñadas en fraguar abusos masivamente. Lo burdo del planteo no resiste el más mínimo análisis, sobre todo porque omite que el costo de exponerse es altísimo: ser revictimizadas por un sistema judicial como mínimo ineficaz, pero sobre todo misógino; por la comunidad, por su propio entorno y por la prensa cuando el tema cobra trascendencia.

 Los familiares de los seis jóvenes detenidos por el abuso sexual de una chica de 21 años dentro de un auto estacionado y a plena luz del día en febrero de 2022 insisten, contra la evidencia de varios videos tomados por las cámaras de seguridad de la cuadra y la declaración de la víctima y los testigos presenciales, en que se trata de una “falsa denuncia” (Télam)
Los familiares de los seis jóvenes detenidos por el abuso sexual de una chica de 21 años dentro de un auto estacionado y a plena luz del día en febrero de 2022 insisten, contra la evidencia de varios videos tomados por las cámaras de seguridad de la cuadra y la declaración de la víctima y los testigos presenciales, en que se trata de una “falsa denuncia” (Télam)

Una fiscal especializada llegó a contarme sobre casos de víctimas que piden que sus nombres sean borrados de las causas, porque después de denunciar ya no consiguen trabajo, ni pareja, ni pueden continuar sus vidas normalmente. No ya por la ‘mancha’ de la violación en sí misma, sino por el oprobio público al que son sometidas. Si los incentivos para callar son de por sí altos, que la cultura que durante siglos toleró la violencia machista y condenó a las víctimas vuelva a arraigarse sólo puede redundar en más silencio y, claro, en más abusos.

Parte de esa cultura es la que relativiza las violaciones si hubo consumo previo de alcohol o drogas, de la manera en que lo planteó la pareja de la primera ministra italiana. Ahí donde tomar una copa, usar la pollera demasiado corta, elegir el atajo en vez del trayecto más largo, o coquetear con un extraño nos expone a la ferocidad del lobo, somos devueltas de un hondazo a la tierra de Caperucita Roja, ese lugar en el que si terminamos en las fauces de un depredador es porque no fuimos lo suficientemente buenas niñas, porque nos lo buscamos. Y es bastante obvio que ninguna niña merece ser violada ni engullida, ni siquiera las que se portaron mal o se desviaron del camino.

Dice la antropóloga Rita Segato que lo que prima en el violador no es el deseo sexual sino el de dominación: “El interés del violador es la potencia y la exhibición de esa potencia frente a otros hombres, para valer frente a ellos como un ‘verdadero hombre’”. Eso es lo que subyace con más claridad que nunca en las violaciones grupales, que encima ahora se filman y se comparten en redes para que otros las festejen. Una dominación que también se consuma, tristemente, cuando en el imaginario colectivo las culpables de la violencia machista volvemos a ser las mujeres.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.infobae.com

Publicado el: 2023-09-08 00:40:21
En la sección: Infobae.com

Publicado en Internacionales