Los sindicatos se proponen «paralizar» la Francia de Macron

Durante la quinta jornada de lucha, desde mediados de enero, más de doscientas manifestaciones y un rosario de paros en el sector energético, los transportes públicos, los ferrocarriles, la sanidad, la enseñanza y los servicios confirmaron una movilización aleatoria, pero muy perturbadora de la vida de cada día.

La huelga en los ferrocarriles y los transportes públicos quizá fue menos importante que durante las cuatro jornadas de lucha anteriores, pero se complicaron considerablemente los viajes, la distribución de mercancías, las entradas y salidas de las grandes ciudades, el funcionamiento de servicios básicos.

A última hora de la tarde del jueves, las cifras de los sindicatos y el ministerio confirmaban la tradicional diferencia de evaluaciones: «menor» para el gobierno, «confirmación de un movimiento social importante» para los sindicatos. Pero todos los sondeos confirman que la opinión pública desconfía y piensa mal de Emmanuel Macron, apoyando masivamente las protestas.

Según el último sondeo del Institut français d’opinion publique (IFOP, el instituto de análisis sociológico más antiguo de Francia), el 72 % de los franceses piensan «mal o muy mal» del proyecto de reforma presentado por el gobierno de Macron. Las opiniones negativas han crecido un 3 % en mes y medio de crisis. Más allá de las protestas contra el proyecto de reforma, se trata de una hostilidad y desconfianza profunda contra el presidente de la República.

Relativa violencia

Como es tradicional, las manifestaciones, globalmente pacíficas y tranquilas, estuvieron finalmente salpicadas con estallidos de violencia relativa: quema de automóviles, intervenciones expeditivas de las fuerzas de seguridad del Estado, confirmando un estado de crisis permanente, que la oposición de las izquierdas (extrema, socialista, comunista y ecologista) y la extrema derecha atiza a toda hora, con un éxito relativo.

En la Asamblea Nacional (AN), primera cámara del Parlamento Nacional, la extrema derecha ha presentado una moción de censura. No pasará, pero cultiva la tensión. Las izquierdas han presentado millares de enmiendas: no se discutirán, pero permitirán cultivar la «guerra de guerrillas». Refugiado en el Elíseo, Macron puede imponer su proyecto con recursos excepcionales, cuando los sindicatos anuncian su proyecto de «paralizar» Francia con huelgas «permanentes» a primeros de marzo.

Macron ha reducido excepcionalmente sus antiguas y aplazadas ambiciones reformistas. El punto capital de su «gran» reforma del sistema nacional de pensiones se propone «imponer» la jubilación a los 64 años. Hasta ahora, la edad de la jubilación oscila entre los 58/60 años. Los sindicatos considera ese cambio como «intolerable».

Enterrar su proyecto sería una capitulación políticamente devastadora para Macron. Defenderlo e «imponerlo» se ha convertido en una «guerra» imprevisible.