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Protestar no es “caer en provocaciones”, por Alejandro Armas

Protestar no es “caer en provocaciones”, por Alejandro Armas

¿Quien en Venezuela protesta civilmente contra un statu quo cuya depravación y crueldad son patentes está realmente “pisando un peine”? ¿En serio?

 

@AAAD25

Los acontecimientos de las últimas semanas se han sucedido tan rápido en la política venezolana, que ignoro si este artículo seguirá teniendo vigencia desde su envío para publicación y hasta el momento en que alguien lo lea. Hace tan solo unos días, teníamos a gente celebrando el acuerdo entre chavismo y oposición suscrito en Barbados como el más trascendental producto de una larga serie de diálogos que resultaron ser anodinos. Pero ahora ese mismo acuerdo hace aguas y, como el galeón de un bucanero del siglo XVII, pudiera hundirse en las mismas aguas del Caribe que lo vieron nacer. La ira del chavismo por el desenlace de la primaria opositora lo está torpedeando. Y nadie está llevando tanto escarnio abusivo e inmerecido como los miembros de la Comisión Nacional de Primaria que hicieron posible aquella muestra de movilización cívica.

Hablando de movilizaciones, la comisión, sin dejar de reconocer con gentileza todo el apoyo y solidaridad que ha recibido, pidió al público en general no movilizarse en apoyo de sus integrantes cuando estos acudieron en calidad de “investigados” a la Fiscalía general. Si ese fue su deseo, hubo que honrarlo, como efectivamente se hizo, sin que a los solicitantes se les exija explicaciones por ello. Todo el mundo tiene derecho a determinar por cuenta propia qué formas de brindar respaldo considera apropiadas. No obstante, hubo terceros que, a propósito de esa coyuntura, expresaron sus razonamientos sobre por qué no era prudente que quienes apoyan a la comisión se manifestaran de forma presencial en tal sentido. Dejan mucho que desear.

Dicen estos señores que una concentración de ciudadanos denunciando pacíficamente la arbitrariedad del presente sistema político venezolano sería “pisar un peine”, tal como el gobierno “quiere”. Sostienen que el objetivo de Miraflores es “que haya violencia” para justificar nuevas medidas autoritarias que den al traste con la posibilidad de una salida pacífica y ordenada de la desgracia política nacional, esperanza hoy depositada en las venideras elecciones presidenciales.

Veamos con detenimiento estas aseveraciones. Quien, en el habla coloquial, “pisa un peine” es aquella persona que reacciona de manera desproporcionada e ilegítima a una provocación. Alguien que incurre en el pecado capital de la ira. Entonces, ¿quien en Venezuela protesta civilmente contra un statu quo cuya depravación y crueldad son patentes está realmente “pisando un peine”? ¿En serio? ¿Cómo refleja eso falta de mesura o un temperamento irracionalmente volátil? ¿Cuál es la manifestación del “Tánatos”, la pulsión freudiana hacia la destrucción y la autodestrucción?

En cuanto al planteamiento sobre la violencia que, según los susodichos individuos, el gobierno quiere ver, pues la falta de un perpetrador específico dice mucho. No es posible que quieran decir que los agentes armados de la elite gobernante sean los violentos. Al menos no los únicos violentos. Porque un esfuerzo lógico no muy grande nos dice que al chavismo no le conviene la imagen de fuerza brutal unilateral dirigida a ciudadanos indefensos. Ergo, se entiende tácitamente que los “violentos” aludidos serían los manifestantes. Sorprende entonces la ligereza de semejante vaticinio. Sigamos indagando de forma socrática, mediante preguntas. ¿En qué observación empírica se basan? ¿En las protestas de 2014 y 2017? Pero si en aquel entonces la violencia vino casi exclusivamente de uniformados del Estado. El “casi” se debe a que unos pocos manifestantes, reaccionando a la represión arbitraria y draconiana, tuvieron gestos como… Ehhhh… Devolver, con lanzamientos manuales, bombas lacrimógenas disparadas a quemarropa y usadas como proyectiles contra los cuerpos de manifestantes aparte de contenedores de un gas disuasor.

Aunque el gobierno trató de invertir los hechos para dar a entender que era él quien se defendía de una violencia injustificable, nadie con un ápice de decencia, dentro y fuera de Venezuela, le secundó la denuncia. Hoy, por desgracia, parece que hay gente que, sin comulgar con la elite gobernante, avala el mito de una oposición en el mejor de los casos igual de hostil. El siguiente paso por ese camino bien pudiera ser caracterizar a aquellos chamos que portaban escudos de cartón como “terroristas”, tal como el chavismo siempre ha hecho. Vaya “oposición” esa.

Ahora bien, ¿cuál puede ser la motivación para estas advertencias? Me parece que son intentos de racionalizar la falta de disposición a correr los riesgos que implica hacer oposición a un régimen antidemocrático. Es entonces, una faceta más del asunto al que estuvo dedicada la última emisión de esta columna: el apaciguamiento. La creencia de que, si no importunamos al monstruo, no nos comerá y hasta llegará el día, cuya fijación es imposible determinar, cuando nos dejará marcharnos de la cueva donde nos tiene cautivos.

Sí, como yo mismo he reconocido de buena gana antes, protestar sin planificación ni organización sería inútil. Y es responsabilidad de quienes dicen aspirar a liderarnos hacia un cambio político encargarse de eso y transmitirnos a nosotros, los ciudadanos comunes, cómo proceder. Pero que haya personas dedicadas a apagar cualquier voluntad de reclamo no ayuda.

Algunos también quieren sacrificar la sociedad civil, por Alejandro Armas

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Fuente de TenemosNoticias.com: runrun.es

Publicado el: 2023-11-03 07:23:38
En la sección: Opinión archivos – Runrun

Publicado en Opinión